martes, 1 de octubre de 2019

La mal llamada moderación de al-Sisi

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
¿Es posible que el presidente egipcio Abdel Fatah al-Sisi se considere a sí mismo como un "moderado" destinado a imponer la moderación a todos?  Eso es lo que podríamos pensar tras leer el titular del diario Egypt Independent "Egypt’s Sisi calls to confront extremism and spread moderate thought" que hoy está en su edición. El titular no debe sorprendernos demasiado si conocemos la trayectoria del dirigente que provocaba hace apenas unos días titulares como "Biggest wave of arrests since Sisi took office: 1909 people detained" (Mada Masr 26/09/2019) o "118 Terrorists Killed During Anti-Terror Operations in Egypt’s Sinai" (Egyptian Streets 28/09/2019).
¿Qué significa, pues, "moderación" para un dirigente que ha encarcelado a todos los candidatos a disputarle la presidencia (mayormente militares), que amenaza con reunir a la gente en lo que llama un "mandato" popular cuyo antecedente fueron casi mil muertos? ¿Qué es "moderación" para aquel bajo cuyo mandato se ha perseguido a ateos, homosexuales o los que difunden un "meme" en el que aparece sonriente con unas orejas de Mickey Mouse? ¿Cómo entender la "moderación" cuando se secuestra, tortura, asesina y se arroja su cadáver a una cuneta (el estudiante italiano Giulio Regeni) o se mata a sangre fría a una mujer que lleva flores en recuerdo de los caídos en la Primavera Árabe, como Shaimaa al-Sabbagh, la llamada "mártir de las flores", se intenta culpar a sus compañeros socialistas y finalmente se libera tras un año al oficial de Policía que la mató? ¿Qué tipo de "moderación" es la que lleva a cerrar miles de medios y a crear la ley más represiva sobre comunicaciones que se conoce? ¿Qué tipo de "moderación" es la de un régimen que te condena al ostracismo laboral por hacer un chiste sobre el Nilo (Sherine)?

Shaimaa al-Sabbagh

¿Qué "moderación" es la que le lleva a modificar la constitución para prolongar el mandato, como hizo Hosni Mubarak, contra el que el pueblo se sublevó? ¿Qué significa "moderación" si cuando la gente dice que tiene hambre se propone él mismo como modelo de austeridad y les habla de su frigorífico y una botella de agua?
Podríamos seguir páginas y páginas. Todo lo dicho —y mucho más— ha sido visto aquí en estos años pasados. Demuestran, al menos, que el resto del mundo no tiene el mismo diccionario que el presidente, que la palabra "moderación" no tiene el mismo significado para él o para el resto de la humanidad.
Sin embargo, todos los discursos del presidente —incluso en los momentos de máxima represión— tienen como centro retórico la "moderación". Aquí hemos ironizado sobre su lucha constante con las instituciones religiosas, especialmente la Universidad de Al-Azhar, a la que se pide que "renueve" o "modernice" el discurso religioso. Mientras tanto, la misma institución despliega en el metro de El Cairo casetas para atender las dudas religiosas de sus viajeros.


La contradicción permanente entre los discursos y los hechos define al régimen egipcio. Lo ha hecho desde el principio, pues en su origen está la sangre de la brutal represión que siguió al "no-coup". La obsesión en negar la realización de un golpe de estado militar en toda regla ayuda a entender la mente de este militar, jefe de la Inteligencia, nombrado ministro de Defensa en el gobierno islamista de Morsi, que se hacen con el poder junto al Ministro del Interior, un conocido represor en diversos momentos, desde la época de Mubarak, a la que sobreviven ambos.
La negación de la existencia de un golpe militar nos dice mucho de la teatralidad compulsiva del régimen que trata de establecer sus cimientos en el apoyo del pueblo. El pueblo no pedía entonces masacres como las que se produjeron, sino la renuncia de Morsi y la convocatoria de elecciones. Pero lo que se hizo no fue precisamente eso, sino establecer una brecha de sangre en la sociedad egipcia, una zona insalvable que asegurara la necesidad de los militares en el poder. Pronto, todas las fuerzas políticas democráticas que habían apoyado el golpe ante la deriva autoritaria de los Hermanos Musulmanes y la ineptitud y ceguera de Mohamed Morsi, fueron desmarcándose de al-Sisi al darse cuenta que habían sido utilizados para una fraudulenta fotografía y que aquel militar, que había prometido a todos que no tenía aspiraciones de poder y que no habría gobierno militar, volvía a una situación peor que la anterior, según las valoraciones de todos.


Al-Sisi comenzó una espiral de represión y autoritarismo, siempre en "nombre de la moderación", pero la contradicción era evidente. La excusa del terrorismo le servía para deshacerse de cualquier crítico, para la depuración política, la censura en los medios y el culto a su propia personalidad, convertida en "sisimanía", convenciendo a los egipcios —que se dejan convencer con mucha facilidad— de que es la salvación nacional y religiosa de Egipto.
Al-Sisi impone con mano de hierro un tipo de "moderación". La represión aumenta superando al régimen de Mubarak, corrupto y pragmático. Pero al-Sisi va más lejos: se ve a sí mismo —o lo hace creer— como un enviado, como un visionario cuya visión del Islam se debe imponer. Y su visión no es otra que la idea, implícita en el islam, de la obediencia, de la sumisión, que es lo que significa literalmente "islam". Dentro de la idea islámica de liderazgo, la obediencia de le debe al gobernante que garantiza la doctrina coránica, da igual por qué medios haya llegado al poder. Es el gobernante piadoso quien debe gobernar. Recordamos aquí, por ejemplo, casos en los que cuando los funcionarios protestaron por su mala situación las autoridades religiosas (que apoya a al-Sisi porque les da poder) afirmaron que "hacer huelga iba contra el islam"; solo lo malos musulmanes hace huelga. Es un ejemplo, pero dice mucho de cómo percibe el régimen el uso de la religión para el control social.


Su idea de la "moderación" es siempre desde la imposición, lo que difícilmente conlleva una moderación sino, como ocurre, una mayor radicalización del régimen, lo que se demuestra en la propia represión.
Al-Sisi tiene un componente visionario del que carecía Mubarak. Las visiones de al-Sisi son órdenes para sus ministros o el parlamento, que debe —como sea— intentar llevarlas a la práctica. Fomenta el miedo mediante la constante apelación a los ataques que Egipto padece por múltiples conspiraciones., Toda crítica a lo que hace es presentada como parte de esos movimientos internacionales destinados a la destrucción de Egipto y del Islam, pues, como decía uno de sus ministros religiosos, "los egipcios son religiosos por naturaleza", lo que implica que todo el que no lo sea es un enemigo, un traidor o una aberración.
La diferencia entre una "sociedad moderada" y un "islam moderado" no entra en los pensamientos de al-Sisi. La primera no tiene sentido, mientras que la segunda es la que guía sus acciones visionarias. Eso, por ejemplo, le lleva decidir que Japón es "el Corán en marcha", es decir, la idea de perfección, por lo que se empiezan a construir escuelas japonesas para "transformar" el país. Se olvida de dos cosas, que Japón no es precisamente un país islámico y que Egipto no es tampoco Japón, dos pequeños detalles que no impiden que se empiecen a construir algunas "escuelas japonesas", en donde se empieza por vestir a los niños con kimono, como atestiguaban las fotografías. 


Dos años de retrasos y un silencio discreto para el proyecto de transformar a los egipcios en japoneses por medio de doscientas escuelas (solo se han hecho una parte) en un país de 100 millones de personas, con un retroceso de las condiciones escolares y de alfabetización denunciadas en los últimos años. Pero el presidente considera que Japón es el modelo, ignorando que las culturas van en direcciones diferentes por su propia historia, que no son las escuelas las que hacen a los japoneses hasta que los japoneses hacen las escuelas.
El ejemplo dice mucho de la mentalidad presidencial y de su admiración por las formas autoritarias. Japón es un país "disciplinado" en el que hasta no hace mucho el emperador era Dios. Egipto ha tenido y tiene sus faraones, también dioses con la capacidad de disponer de la vida de sus súbditos.


No, no hay moderación ninguna en la visión de al-Sisi. No es moderación hacer actuar a todos a golpe de tus iniciativas y asegurándose por décadas el mando del país transformado en cuartel disciplinado. Esa es su moderación y no ha mostrado otro. Su guerra contra los terroristas radicales no puede ocultar su propio radicalismo disfrazado de moderación. Su mentalidad militar es trasladada a la sociedad que debe obedecer lo que él y los suyos han estimado que es lo mejor para ellos. Es puro paternalismo social, la creencia en un pueblo inmaduro que debe ser guiado hasta una meta fijada.
No, no hay "moderación", concepto que pierde sentido cuando se impone a los demás. No hay "moderación" cuando se censura, reprime, encarcela y se hace desaparecer. La idea es una contradicción, como se percibe en la realidad cada día. La idea de un "islam moderado" no es la de una "sociedad moderada". Las diferencias son evidentes. Lo que se pedía en 2011 era democracia, algo que al-Sisi ha pisoteado y convertido en una farsa parlamentaria. La religión que busca es aquella que le permitirá seguir con el control. Obediencia y poco más.






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