Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Puede
que estemos teatralizando la vida política. No me refiero solo a lo que hacen
los líderes protagonistas. Las calles se han llenado también de coros a la griega
cabreados por circunstancias que van del secesionismo al precio del billete del
metro en cualquier parte del mundo. Los actores, sí, nos invaden. La vida es un
montaje que se ejecuta ante las cámaras; un selfie sin prescripción
facultativa.
De los
profesionales como Ronald Reagan o Arnold Schwarzenegger hemos pasado a los amateurs que no
han pasado de monologuistas o presentadores de concursos, como Trump, género en
el cual alcanzó su máxima gloria para seguir después la decadencia. Los
guionistas de la política son cada vez peores porque los buenos están ya en la
series de televisión y los superhéroes se los llevan Marvel y DC, dejando sin
opción a tanto cantamañanas con tesis doctorales de atrezzo.
Lo
importante de las narraciones es el género. Algunos se lo plantean todo desde
la comedia otros desde la tragicomedia pocos de la tragedia, que les suele
llegar sobrevenida y, como en Grecia, un castigo por sus malas acciones,
incluyendo las ineptitudes. Pero se trata de innovar en los géneros abriendo la
política a nuevas posibilidades interpretativas, en ambos sentido de la
palabra, para los actores que eligen y para los críticos que interpretan lo que
se les ofrece en prime time.
Por eso
no me ha llamado mucho la atención la pregunta —un giro— que le hacen en El
País al maestro del género de espías John LeCarré:
P. ¿Cree que Donald Trump, incluso
Boris Johnson, pueden ser agentes rusos?
R. No veo por qué Johnson iba a
serlo, salvo el hecho de que siempre ha vivido de forma muy desatada, que es un
indiscreto y que tiene una personalidad muy desagradable. Trump es un asunto
completamente diferente. Tiene enormes intereses económicos en Rusia, existen
indicaciones de que su gente trató de especular en el mercado inmobiliario en
Moscú y la vida de Trump es muy desordenada. Si Vladímir Putin tuviese pruebas
de irregularidades financieras y estuviese dispuesto a difundirlas, tal vez,
podría tumbarle. Pero ¿por qué lo haría? Es mucho mejor dominar al personaje.
Siempre que aparece la cuestión rusa en el horizonte, Trump se ha comportado
con una cercanía irracional hacia Putin. Fantaseo a veces con que ocurriría si
la inteligencia británica, que tiene fuentes muy buenas en Rusia, consiguiese
pruebas irrefutables de que Trump está controlado por Putin. ¿Quién le
escucharía? ¿Cómo lo manejarían?*
La
pregunta le podía haber sido formulada también a un autor de Ciencia-Ficción
tomando la siguiente forma: «P. ¿Cree que Donald Trump, incluso
Boris Johnson, pueden ser agentes extraterrestres?» La
respuesta podrían no haber variado mucho y el público lector hubiera aceptado
con toda naturalidad la propuesta.
La descripción que LeCarré hace de Johnson es muy
"británica", llena de precisión en el detalle de lo que un atento
escritor sobre la guerra fría y sus fríos y burocráticos guerreros considera
material desechable. No, definitivamente no. Lo más ruso que tiene Johnson es
el "Boris" que por demasiado evidente deja de ser sutil. Johnson es
demasiado extravagante para ser un topo, en cierto sentido, es demasiado
británico para ser un "topo". Tal como LeCarré lo describe, es más
bien el resultado perfecto de cierto sector de la sociedad británica venida a
menos pero con ganas de seguir siendo más.
Pero la cosa cambia cuando se trata de Donald Trump.
Aquí la mete de LeCarré se dispara. Le sale la novela esquemáticamente, de un
tirón.
Recordemos a nuestros lectores que en este ejercicio
de memoria que es este blog recogimos en su momento la historia sacada a la luz
de un "expediente escandaloso" sobre la estancia de Trump en Moscú,
en las habitaciones que Obama —la obsesión que da fondo al personaje—.
Siguiendo la pista en los medios nos encontramos con que el origen se situaba
en un ex agente británico que había elaborado el documento y, un hecho
absolutamente británico, había dejado a su vecino, antes de desaparecer, el
cuidado de su gato.
Aquel detalle nos ofrecía unos detalles de verismo
británico, que ya considerábamos digno de LeCarré, por lo que está plenamente
justificado que el material llegue a sus manos donde tomaría forma como
"true-story" dudosa o insinuante —nombre falso, claro— pero que todo
el mundo entendería.
Hemos de tener claro que el hecho de que un
periódico serio (que incluso se considera serio él mismo, sin que se lo
pregunten) pregunte si Johnson y Trump son agentes rusos es un fenómeno
insólito en nuestra historia, el fruto de una transformación "fake"
de alcance incalculable para un futuro que se medirá en "temporadas"
como antes se dividía en "dinastías".
Arnold volvió al cine después de ser un aceptable
"gobernator". Si sigue adelante el "impeachment", ¿tendrá organizado
Trump su plan de fuga a Moscú? ¿Saludará junto a Putin desde la terraza del
Kremlin en el próximo desfile? ¿O volverá a presentar concursos de mises y
jugará al golf en ese campo que no tiene claro si está en Reino Unido o en
Irlanda, total, da igual?
No se pierdan nuestro próximo episodio.
*
Guillermo Altares "John Le Carré: “El Brexit es la mayor idiotez perpetrada
por el Reino Unido”" El país 21/10/2019
https://elpais.com/cultura/2019/10/18/actualidad/1571420944_924923.html
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