Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Escribía
Norbert Wiener, una de las grandes personalidades científicas del siglo XX, en
su obra "Inventar":
La tesis que mantengo en este libro es que la
existencia continuada de una atmósfera en la que la ciencia fundamental puede
desarrollarse hasta el punto de satisfacer nos solo nuestras esperanzas, sino
también nuestras necesidades, depende de la fe de la comunidad en el valor del
trabajo intelectual y de las instituciones dedicadas a fomentar la atmósfera en
que puede desarrollarse ese trabajo sean de interés público.
Esto implica también lo que ya he dicho en
relación con la vocación del científico, que él mismo debe ser un hombre entregado
a su trabajo. El medio ambiente en el que pueda florecer esta vocación depende de
instituciones que son esencialmente permanentes.*
Para Wiener, la Ciencia surge porque existe un ambiente social propicio, que valora
el trabajo intelectual y lo fomenta. De igual forma, la vocación científica se
produce porque existentes referentes externos estables que ansiamos emular con
nuestro propio trabajo.
La
degradación de la Ciencia en España se explica por el mismo proceso que Wiener
explica para su florecimiento: la ausencia de un ambiente social favorable.
Cada vez se dan menos las condiciones necesarias para que esa cultura
científica se expanda. Esto va más allá de las inversiones.
Una
observación: por "cultura científica" no me refiero solo al conocimiento
científico, sino al reconocimiento de su papel esencial en el desarrollo de
nuestras modernas sociedades.
La
Ciencia se ha considerado desde dos perspectivas. La primera es la que surge de
la Ilustración y que se contrapone al oscurantismo del desconocimiento. La
Ilustración o "iluminismo" se refiere a la expansión social de las
"luces" del conocimiento científico frente a las tendencias que lo niegan
y buscan establecer la vida social sobre fundamentos que carecen de verdad
alguna, basados en las tradiciones que perviven desde las épocas más antiguas.
La Ciencia, en este sentido, se opone a la ignorancia, a que los prejuicios
rijan nuestra vida social; es una forma de desmontar los mitos, las falsedades
que se disfrazan de verdades y se imponen por la fuerza de la autoridad y no de
la evidencia.
La
segunda perspectiva de consideración de la Ciencia, una vez que se ha aceptado
la primera y creado las condiciones para esté presente en nuestras sociedades,
es su valor como motor del desarrollo gracias a la interrelación entre Ciencia
y Tecnología. La Ciencia produce conocimientos que son traducidos a nuestra
realidad inmediata por la Tecnología para que lleguen a nuestra vida cotidiana
en forma de objetos. El ordenador en el que estoy escribiendo esto y en que lo está leyendo son el resultado de
la conversión de una serie de conocimientos científicos en objetos gracias los
procesos tecnológicos de transformación. Cada aparato de los que disponemos es el resultado de decenas de principios que han sido obtenidos en el campo de la
investigación científica y que han sido unidos en la producción de un objeto
determinado.
Si el
clima científico crea Ciencia porque favorece las vocaciones y permite un
ambiente favorable a la investigación, el clima tecnológico es el industrial,
el que busca tener cerca a sus científicos para poder "innovar" (como
señalaba el economista Schumpeter) y mejorar los productos haciéndolos más
competitivos. La economía moderna cuenta con la Innovación como el factor de
desarrollo clave para conseguir las mejoras de las empresas y con ellas del
sistema social en el que se encuentra. La ciencia sale de los laboratorios y se expande por la industria, por todo el tejido productivo en la sociedad.
Cuando
nosotros abandonamos la investigación (investigan otros) y la producción
(producen otros donde es más barato), solo nos queda la dependencia y el
oscurantismo del consumo, un acto que no resulta ni del conocimiento ni de la
tecnología, sino solo de la capacidad de pagarlo.
El buen
ambiente científico produce una sociedad más culta; el buen ambiente
tecnológico una sociedad industrializada y con la idea constante de renovación
por la innovación. Por el contrario, una sociedad sin investigación científica
y sin capacidad de producción tecnológica no es más que un mercadillo en el que
se va a ver qué llega y a revender las cosas para tener algún beneficio del que
vivir.
Esto no
es de ahora, fruto de los recortes. Esto es un largo proceso de deterioro
científico e industrial al pasar al frente de la dirección social personas que
carecían de las miras suficientes como para ofrecer un desarrollo en ambos
campos. El éxodo de nuestros científicos e ingenieros es la constatación, la
evidencia palpable del abandono de una perspectiva distinta.
Es esta
la clave de porqué España tardará más en salir de la crisis que el resto de los
países. Su propio tamaño la lastra y la pérdida de tejido científico e
industrial, con cada investigador e ingeniero que hace las maletas, hace que se
alejen las posibilidades de emprender la senda correcta. España es un país
grande que ha adoptado la mentalidad de uno pequeño.
Somos
el ejemplo perfecto de lo que Guy Debord llamó la "sociedad del
espectáculo". Nuestros héroes sociales no son los científicos, los
tecnólogos o los grandes intelectuales, sino tan solo aquellos en cuya imagen o
en cuyo nombre se puede vender algo, una idea, un partido, un coche:
Los personajes admirados, en quienes se personifica
el sistema, son bien conocidos por no ser lo que son; se han convertido en
grandes hombres a fuerza de descender por debajo del umbral de la más mínima
vida intelectual, y ellos lo saben.
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La falsa elección de la abundancia
espectacular, elección que se concreta en la yuxtaposición de espectáculos concurrentes
y solidarios, así como la yuxtaposición de papeles (primordialmente
significados por —y a poyados en— objetos) que al mismo tiempo son exclusivos y
están mutuamente implicados, se desarrolla en una lucha de cualidades
fantasmales destinadas a presentar como apasionante la trivialidad de lo
cuantitativo. Renacen de este modo las falsas oposiciones arcaicas, regionalismos
o racismos, que se encargan de transfigurar en superioridad ontológica
fantaseada la vulgaridad de las posiciones jerárquicas del consumo. Así se
recompone la serie interminable de ridículos enfrentamientos que movilizan un
interés sublúdico, desde las competiciones deportivas hasta las elecciones.
(66)**
El
mensaje de Debord es claro: en la sociedad del "espectáculo", lo que
se presenta como diversidad no hace sino esconder una patética vulgaridad de
fondo. Estamos creando (creándonos) una sociedad que esconde su terrible
trivialidad bajo el vocerío y el insulto, prescindiendo del conocimiento y del
trabajo, bajo una furiosa diversidad que busca la diferenciación de las
"marcas" (marcas nacionales, marcas nacionalistas, marcas
ideológicas...).
En una
sociedad sin ideas, sin conocimiento, sin trabajo, progresivamente dirigida a
vivir en y del espectáculo (metáfora de la vida social en su conjunto), las diferencias
hechas para que otros puedan vivir de nosotros, las diferencias voceadas,
esconden una patética falta de sentido y dirección. Decía Debord que todas las
diferencias en la sociedad del espectáculo
solo sirven para esconder "la unidad de la miseria" (67).
Sin
ciencia, avanza la demagogia y la ignorancia; sin trabajo, todo se transforma en ocio. Solo queda ya que todo se convierta en espectáculo, en un espectáculo grandioso y miserable.
*
Norbert Wiener (1995): Inventar. Sobre la
gestación y cultivo de las ideas. Tusquets, Barcelona.
** Guy
Debord (2002 2ª): La sociedad del
espectáculo. Pre-Textos, Valencia.