Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Hay
muchas películas interesantes para el estudio de los estereotipos, pero
probablemente pocas ofrezcan un material tan rico y abundante como "Gran
Torino" (Clint Eastwood 2008). Hemos tenido ocasión de repasarla en
nuestro cinefórum y de aprovechar esa riqueza para ahondar en cuestiones sobre
las relaciones interculturales, materia en la que estamos metidos a través de
las tesis doctorales que tengo la suerte de dirigir con alumnos de diversos
países y culturas.
Nada
más sano contra el casticismo que el cambio de perspectiva que vamos
adquiriendo cuando entramos en contacto con personas de culturas diferentes y
nos dirigimos hacia ellas con el afán de un aprender conjunto que nos enriquece
a todos. En unos casos lo hará en forma de conocimiento nuevo, en otro como
derribo de viejos muros elevados durante generaciones de malentendidos,
incomprensiones y desprecios.
Cuando se
revisa la historia cultural y sobre todo los textos que producimos, nos damos
cuenta de cuánta arbitrariedad, de cuanta injusticia existe en la forma en que
dibujamos primero y tratamos después a personas que simplemente proceden de
mundo diferentes.
Un
estereotipo es un enunciado, una afirmación sobre algo o alguien que mantiene
cierta constancia en el contenido aunque pueda variar en las formas, es decir,
en la representación. El mismo estereotipo puede encarnarse en un chiste gráfico,
en una historia insertada en una novela, en un anuncio. Todos esos "mensajes" saltan de los textos hasta nuestras mentes y anidan allí. Son reforzados
produciendo un prejuicio, un juicio preconcebido, respecto a personas, grupos,
sectores, profesiones, etc. La representación prevalece y marca la realidad; el contenido dirige y evalúa la experiencia condicionando los resultados. Un estereotipo es, en este sentido, una venda en el conocimiento, un filtro.
Los
estereotipos abarcan todos los campos en los que es posible tener una opinión.
A los sociólogos y demás estudiosos de este campo les preocupa el tipo de
"verdad" o "mentira" que hay en los estereotipos. No creo
que sea ese todo el problema, sino el uso de que hacemos de ellos.
En la
película de Eastwood se nos muestra a un viejo gruñón, ex soldado de la guerra
de Corea, que acaba de perder a su esposa. No aguanta a nadie y nadie le
aguanta a él. Su mundo está lleno de valores fundados en estereotipos. ¡Cómo se
le ha ocurrido a su hijo comprar un coche japonés!
Quiere
el destino (el guionista) que en la casa de al lado del polaco católico Walt
Kolwalski viva una familia "asiática", un grupo de Hmong. El primer
estereotipo que tiene el personaje es el del "asiático". Como persona
que ha luchado en la guerra de Corea, todos los "asiáticos" forman
parte de un solo grupo, una "categoría" que viene identificada como
el "enemigo" contra el que fue a luchar y que ahora les invade. Para
él, los Hmong son "amarillos", como se refiere, esa característica
anula cualquier otra que permita romper el estereotipo. Por ser asiáticos,
"amarillos" (entre muchos otros tópicos calificativos, siempre
insultantes), se merecen su desprecio. No hay discriminación entre unos y
otros.
Tendrán
que decirle al gruñón combatiente de Corea que los Hmong lucharon a su lado en
Vietnam y que por ello fueron posteriormente perseguidos y masacrados tras la
retirada de los Estados Unidos. En esas circunstancias, los Estados Unidos los
acogieron como refugiados políticos. Como le dice la joven Sue: "¡Échale
la culpa a los luteranos por traernos!" Los Hmong son, para acabar de
romperle los estereotipos, mayoritariamente cristianos.
Lo
interesante de la película es cómo descubre el Kowalski que se siente más cerca
de aquella gente que ha venido de muy lejos más cerca que de su propia familia,
especialmente de sus hijos, con los que confiesa no tener ningún aspecto común.
Es el tradicionalismo de los Hmong —son familias muy tradicionales, le repiten constantemente— el que rompe la
cabezonería de Kowalski. Es el imperturbable sentido del compromiso de los Hmong
el que vence la resistencia. Da igual que a él no le gusten los regalos que le
hacen; ellos lo hacen porque están en deuda. La comida jugará un papel
importante en la película como elemento simbólico y ritual, algo característico
de la cultura Hmong y de la cultura china en general. Kowalski pasará de dar
por sentado que "comen perro" a degustar complacido los platos que le
ofrecen los vecinos. Él seguirá bromeando con que comen perros y ellos le
seguirán la broma diciéndole que comen gatos.
La
profundidad psicológica del personaje nos llega cuando comprendemos de dónde
viene su amargura, la que le ha hecho llevar una vida enfrentado a todo el
mundo: mató a un joven vietnamita que iba a entregarse. No ha superado ese
dolor durante su vida y lo ha transformado en ese prejuicio que le hace no ir
más allá del estereotipo negativo.
Son las
circunstancias las que le permiten redimirse y disfrutar junto a sus vecinos Hmong
de aquello que no pudo tener con sus propios hijos. Los dos jóvenes Hmong le
permitirán asumir esa nueva paternidad. Cada uno de ellos figura en un extremo
distinto: la joven es abierta e irónica, comunicativa y le habla sin trabas; el
joven retraído, tímido, víctima de la violencia que le obliga a llevar una vida
que no desea.
Los
prejuicios de Kolwalski no se refieren solo a los "asiáticos". En
realidad es un hombre lleno de prejuicios, lo que le ha llevado convertirse en una
especie de caricatura gruñona de sí mismo. Es un acierto interpretativo los
gruñidos perrunos que Kowalski emite cuando ve cosas que le desagrada, como el piercing en el ombligo de su nieta
durante el funeral.
Si algo
enseña la película en el plano que comentamos es el valor de la constancia. Acabar
con los estereotipos y los prejuicios que existen tras ellos no es fácil y requiere
firmeza y constancia en diferentes direcciones. No es fácil borrar esos
prejuicios que han anidado en las mentes
y se ven reforzados desde el exterior con distintos mensaje portadores de esos
enunciados. Incluso, en la medida en que los estereotipos son concreciones
textuales, pueden perdurar en un plano diferente al del prejuicio, como hábitos
comunicativos o expresiones que quedan como restos arqueológicos en los códigos.
La cultura es memoria colectiva, un depósito de elementos compartidos. Muchos
de sus elementos reproducen esos estereotipos. Pensemos simplemente en las
películas que, a diferencia de Gran
Torino, no tratan de eliminar estereotipos sino que han contribuido a
crearlos. Son, por el contrario, mayoría.
Estados Unidos ha tenido que lidiar
con sus estereotipos internos, sobre todo desde el racismo. Ha tenido que
depurar su pasado textual y aprender a vivir con él. Los tiempos cambian, pero
los textos permanecen y pueden llegar a ser un insoportable recuerdo de
nuestros prejuicios. El ejemplo de El
nacimiento de una nación, de D.W. Griffith, es solo un ejemplo comúnmente
citado, pero podrían proponerse muchos otros ejemplos de aplicación de
estereotipos a otros grupos que no han tenido todavía la fuerza para borrar o
advertir de los estereotipos sobre ellos.
Lo
mismo que ocurre con los Hmong ocurre con el joven sacerdote católico —27 años—
respecto al que tiene todas las prevenciones y, como es habitual, no se queda
mucho tiempo sin decirle lo que piensa de él. También por esta vía comprenderá
que ha levantado barreras absurdas.
Como en
el caso anterior, seguirá manteniendo el vocabulario ofensivo, pero con una
actitud diferente. Debe aparentar que no ha cambiado, que sigue igual de
gruñón, pero todos se dan cuenta que el cambio ha sido importante.
Las dos
escenas que mantienen un sentido del humor peculiar y eficaz son las que llevan
a la formación del joven y a su integración social. Me refiero a las secuencia
de la peluquería en la que hacen salir y entrar para que se presente "como
debe" y al resultado del aprendizaje cuando Kowalski le acompaña a pedir
trabajo.
Podemos
comprobar la dificultad de asumir el lenguaje que Kowalski y el peluquero
italiano le proponen para "parecer un hombre". Es una secuencia muy
interesante por lo que tiene de metalingüística. Es la explicación desde la Pragmática
de cómo parecer de una manera para no ser tratado de otra. Es una interesante
lección de cómo funciona el lenguaje y de cómo nos ofrecemos de una manera u
otra a través de él. Los dos veteranos enseñan al joven Thao cómo se debe
entrar en un lugar desde la perspectiva "masculina", esa especie de
brutal camaradería cuartelaria verbal, insultante, que no parece ofenderles sino
divertirles. Vemos aquí el funcionamiento estereotípico de la "masculinidad"
desde esa perspectiva ruda que busca presentarse de esa manera descarnada y
agresiva que se resuelve en lo verbal, como si fuera una competición de
testosterona.
Cuando
hemos visto esta secuencia, comprendemos mejor los mecanismos lingüísticos que
se desarrollan en la segunda, la que lleva a la consecución del empleo. Thao ha
dejado de manejarse verbalmente tal como lo hacía anteriormente y se comporta
ante el contratista como si estuviera dotado de un aplomo que resulta divertido
al espectador al ver la transformación por efecto de las lecciones que le han
dado.
La
película de Eastwood ahonda también en los estereotipos y prejuicios que se
aplican dentro del grupo, es decir, como señas de identidad. No es solo
cuestión intercultural. Lo que se muestra en la película se acerca bastante a
los casos reales en los que la sensación de no pertenecer al espacio en el que
se encuentra no hace sino reforzar el estereotipo propio.
En la
medida en que el estereotipo es un enunciado, puede ser también un auto
enunciado. No es solo aplicable a los otros, sino que nosotros mismos podemos
encerrarnos dentro de enunciados que nos limiten profundamente. La lucha del
joven Thao no es con otros grupos sino con su propio grupo, que pretende hacer
de él uno más. Los ataques del grupo de su primo precisamente tratan de
alejarle de lo que él realmente quiere. Como dice su hermana, "las chicas
Hmong van a la Universidad; los chicos, a la cárcel".
Uno de
los análisis más finos de la película es el del acompañante, una especie de
novio dice ella, de Sue. El episodio del encuentro con la banda de
afroamericanos es revelador. Sale con una americana asiática y viste y habla
como si fuera un afroamericano. "¡Como vuelvas a llamarme 'hermano' te
arranco la cabeza!", le dirá uno de los agresores en la esquina en que les
paran. Es el personaje que queda más ridículo en película porque precisamente
carece de definición, intenta ser de todo y no llega a nada porque es un
estereotipo andante, una especie de afirmación de cómo le gusta parecer ante
los demás.
Desde
el punto de vista de los estereotipos, la película hace un recorrido por las
diferentes posibilidades y los males que acarrean en el plano individual y
social. Se suele establecer una relación entre el estereotipo, el prejuicio y
la discriminación. El primero es, como hemos señalado, tiene carácter
semiótico, se encarna en signos, con lenguajes muy diversos. Una forma de
hablar y de vestir pueden ser equivalentes, tener un mismo significado al
remitirnos a lo mismo. Desde este punto de vista, como todo signo, puede variar
en los referentes a los que se les aplica. Para Walt Kowalski todo
"asiático" ("amarillo", "japo", "rollito de primavera"...) "come
perros"; todos son "los enemigos contra los que luchamos en Corea y
Vietnam". Kowalski no ve personas, no vea Tao o a Sue, hasta que se abre.
Lo hace porque ellos, quiera o no, van a entrar en su vida por una deuda que
cumplir. Pasado este tiempo forzado, Kowalski descubrirá que son personas y no
un conjunto de enunciados aplicables a cualquiera que tenga los ojos rasgados.
Creo
que es importante resaltar de nuevo que los más dañinos que se nos muestran se
dan en el interior de los propios grupos. Si reducimos el mundo a estereotipos
nuestro propio mundo se reduce porque no nos encontramos ante su riqueza y
variedad sino ante un mundo reducido y estático. Manejarse así por el mundo
implica ser prisionero, auto limitarse y, en muchos casos, perder control sobre
nuestra propia vida. Si el estereotipo marca al otro, se produce de forma
complementaria nuestro propio marcado, como ocurre con las bandas, que no
pueden escapar a su propia definición agresiva. Thao desea huir de ese destino
que le obliga a ser como el grupo quiere que sea. En la película se le da la
posibilidad de escapar, de no asumir la imagen que se le quiere obligar a tener.
La
película, debe señalarse, cuenta con un magnífico guión de Nick Schenk. Fue
premiado como mejor guión en 2008 por el National Board of Review. También debe
resaltarse que Clint Eastwood descubrió el guión y no quiso que nadie cambiara
una línea, algo poco frecuente en cualquier momento de la historia del cine.
También
es bueno recordar que Eastwood es autor de un experimento narrativo insólito e importante
cuando realizó "Banderas de nuestros padres" y "Cartas desde Iwo
Jima", dos películas contando la misma batalla desde cada bando. La cuestión
no quedó en un simple mirar aparentemente desde el "otro lado", sino
que manifestaba un importante deseo hacernos ver una película resolviendo el
problema de asumir la descripción del mundo que la industria norteamericana del
cine ha llevado a cabo, algo que levanta recelos y crea problemas.
Una última observación sobre la película: también Eastwood dinamita su propio "estereotipo" creado película a película. Juega con su pasado y con el recuerdo que tenemos de sus películas como actor. La redención final del personaje está en las antípodas de lo que representaba a través de los personajes de las películas de Sergio Leone o del personaje de Harry el sucio. Kowalski apuntando con el dedo a la gente nos lleva a un Harry Callahan que nos pide que le alegremos el día.
Cuando
se miran las películas producidas desde los Estados Unidos en las que se ve el
mundo reflejado, nos damos cuenta realmente del peso de los estereotipos y del
poder de la maquinaria cultural para definirlos, cristalizarlos, extenderlos y
reforzarlos mediante un mecanismo casi pauloviano de refuerzo. Quizá sea el
cine el mayor fabricante de estereotipos, mostrándose la continuidad entre los
social y lo cultural.
A veces
los investigadores consideran que las películas, novelas, dibujos no son la realidad.
Evidentemente no lo son, pero sí la representación distorsionada y forman parte de ella realimentándola. Aceptar que
no trabajamos con realidades sino con representaciones supone dar al estudio
del estereotipo la importancia que merece pues circulan como textos y a través
de textos. Por ello esa consideración de enunciados cuyos significantes son
variados, pero necesitan encarnarse en distintas materias susceptibles de
llevarlos de una mente a otra.
El
papel de los estereotipos en la cultura es importante y en una cultura
mediática y global como es la que vivimos actualmente es esencial comprender su
funcionamiento, formación y origen. En el fondo, el pequeño barrio que Eastwood
nos muestra, poblado de gente de distintas culturas, es una reproducción local del
mundo actual. El caso de los refugiados Hmong —mal conocidos, peor juzgados— se reproducen
hoy por el mundo, convertido en un gigantesco campamento en el que convivimos
todos.
Los
estereotipos están sirviendo para encuadrar a millones de personas y lo hacen
muchas veces de forma profundamente injusta y peligrosa. Donde se ve el "peligro
amarillo" hoy se ven otros peligros, pero el mecanismo es el mismo.
Contra
el estereotipo reductor y estático, la variedad de la vida, su cambio
constante. Si el católico polaco Walt Kowalski pudo descubrir que había juzgado
mal a muchos, incluso a sí mismo, todos pueden acabar con los estereotipos, que
nos afectan en cuestiones más allá de los que llegan de fuera. Si hay un foco
mayor de problemas es en las cuestiones de género, en la que reina el
estereotipo.
Si
somos capaces de entender lo que condicionan nuestras vidas y relaciones los
estereotipos de género, deberíamos también intentar eliminar los que nos
impiden conocer, valorar y disfrutar de los otros.
Cuando
se encendió la luz de la sala y pregunté a mis alumnos chinos qué les había
parecido la película, la primera palabra que me dijeron fue
"emoción". Son muchas películas, muchísimas, viéndose representados
culturalmente de forma ofensiva. Hoy se cuida algo más esta cuestión porque el
mercado chino es grande y conviene cuidarlo, pero si vamos —como hacemos—
repasando la historia del Cine podemos considerarla como una acumulación de
agravios representativos, de descripciones insultantes, de distorsiones
inusitadas, etc. que nos hacen hoy enrojecer.
Nadie
se escapa, si bien el potencial de la industria cinematográfica norteamericana
hace que el peso de su producción cuente mucho en esta cuestión. Si
desarrollamos la sensibilidad para percibirlo, pronto nos daremos cuenta. Y quizá tratemos de evitarlo, que no es ni más ni menos que tratar de comprender y comunicar mejor.
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