Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Se anuncia
para hoy y RTVE.es lo (pre)estrena esta misma tarde en RTVE Play y, para la
noche, en La 1, en el programa "Comando actualidad". Se trata de un reportaje titulado
"Sin relevo" que pone el dedo en el problema real que España tiene
desde hace mucho y que los problemas artificiales creados por la clase política
para vivir del conflicto oculta. Es el gran problema, el origen de los demás.
"Sin relevo" es un título claro y que con solo dos palabras plantea
la realidad de una situación que ha modificado nuestras condiciones de vida, un
sistema complejo resultante de una serie de variables que se relacionan y que
nadie ha querido o sabido enfrentar para darle un horizonte menos sombrío a
este país.
En los
dos primeros párrafos se nos da cuenta de la paradoja española:
En el campo, en la industria, en el transporte, en la
medicina, en las aulas… la falta de relevo generacional oprime a sectores
clave de la economía. Salarios que no compensan el esfuerzo, familias
que prefieren que sus hijos tengan estudios universitarios, nuevas generaciones
menos numerosas: hemos pasado de una natalidad de 700.000 niños al año a
finales de los 70 a los 400.000 de 2005.
Estas son, según los expertos, algunas de las claves
por las que escasea mano de obra en sectores decisivos para la economía
española. Y todo en un país donde hay tres millones
de parados y solo el 38 % de los jóvenes tiene empleo a los 24
años, según datos de la OCDE.*
A lo largo de los más de 10 años que tiene de vida este
blog, hemos repetido una triste situación, cómo una generación explota a la
siguiente convirtiéndola en mano de obra barata y repitiendo que el futuro de
los hijos será peor que el de los padres. Cosa que no ha ocurrido con los
abuelos y anteriores. Las generaciones de la posguerra se sacrificaron para
hacer un destino mejor para los hijos, les dieron lo que ellos no habían
tenido. Se extendió la enseñanza en los 60 y a las universidades llegaron los
hijos de los analfabetos. En la España de los 70 y 80 todavía quedaban, según
las zonas, analfabetos. Yo mismo, durante mi servicio militar en los primeros
años de democracia, dedicaba unas horas diarias, a enseñar a leer o a ayudar a
mejorar a jóvenes de mi edad que habían trabajado desde casi niños y apenas
habían acudido a las escuelas. Las universidades laborales que se habían creado
unos años antes acogían todo tipo de profesiones. España se expandía, recibía a
millones de turistas, éramos una potencia industrial que fabricaba muchas cosas
que se exportaban o se consumían, empezando por los SEAT que nuestros padres
esperaban que les sirvieran durante meses por la elevada demanda.
Tras nuestra entrada en Europa se produjo una enorme
expansión. Cualquiera que recuerde los años 70 y 80 tiene en mente, con claridad, la
diferencia. España se transformó. Lo hizo con ilusión, con democracia y
expansión. Nos ajustamos a los criterios europeos y entramos en la Unión, fue
un sacrificio de muchos sectores. Pero ocurrió también algo muy raro. Empezamos
a tener menos controles sobre nuestro destino y, sobre todo, sueños comunes. Dejamos de tener ilusión común y empezó a llenarse nuestro mundo de palabrería y con muy poco sentido del conjunto, poco acuerdo para resolver problemas generales. Cada uno se buscó la vida en detrimento de los demás.
Hace años empezó a utilizarse el término
"mileurista". Trataba de describir de forma despectiva a los jóvenes
que cobraban "mil euros". Hoy, tras muchos años y mucha inflación, muchos
se consideran felices por cobrar esos mil euros que antes nos parecían
ridículos.
Se ha producido una extraña desvalorización del trabajo en
donde trabajar más no significa ganar más, sino tener posibilidades de
sobrevivir. Los sueldos descienden y el trabajo aumenta. No sé si en el resto del mundo se da estas situaciones de personas que no entierran a sus padres y abuelos, que los esconden en las casas para seguir cobrando sus pensiones. No lo sé, pero es un ejemplo macabro de una situación real.
Dejamos de tener el compromiso tradicional de trabajar para
mejorar a la siguiente generación y nos dedicamos a explotar, en sentido
literal, a los jóvenes pagándoles poco y creando un mundo de ocio organizado al
que se les lanza como una burbuja ante el desastroso presente y el más oscuro
futuro.
Aquí lo hemos aceptado todo como "natural",
aceptando que el "mercado" es un azaroso destino contra el que no se
puede luchar, cuando el mercado es todo menos un destino, ya que sobre él actúan
todo tipo de fuerzas manipuladoras, como nos está demostrando Vladimir Putin
controlando países enteros con un corte de energía, cerrándoles puertos de
exportación o bloqueando las ventas de grano.
Las noticias que se nos dan es que los ricos se hacen más
ricos y los pobres más pobres, que para algunos teóricos es la demostración de
que el que tiene la sartén por el mango siempre tiene razón. Les hemos
aplaudido y admirado; ellos simplemente nos han explotado ante la apatía o la
complicidad de una clase política perdida y a su aire.
Los modelos reales
los estamos viendo estos días gracias a la pandemia: el parasitismo. Son los comisionistas, jóvenes en este caso,
"bien conectados", con acceso privilegiado a ofertas. Lo que ganan
"pa' la saca" no los ganan en decenas de años las personas de su
generación. La inmoralidad de este tipo de procedimientos no acalla el
desastre, la desmoralización, que causan en las personas que enlazan contrato
tras contrato para intentar vivir con una miseria que se les paga.
Estos días vemos cómo no se cubren plazas de médicos de
familia. No compensa el esfuerzo hecho, la inversión en tiempo y dinero, para
especialidades mal pagadas y peor consideradas en el ranking social que ya solo
se fija en cuánto ganas.
Si en algo insiste el reportaje de RTVE.es es en la idea del
relevo. Se recogen testimonios de profesiones, de conductor de camión a pastor,
de electricista a albañil, de maestro a pecador, a cualquier tipo de operario. La salvación está en la
mano de obra extranjera, que viene de países donde los sueldos son inferiores.
Los jóvenes españoles no están dispuestos a encerrarse en pueblos semi abandonados,
donde les cierran las escuelas a sus hijos, donde no tienen centros de atención
médica y donde los trenes ya no paran. Todo porque no son
"rentables", es un círculo vicioso.
Los testimonios por sectores se acumulan:
Galicia es la comunidad con más
marineros de España. Hay casi 20.000, pero el 65 % ronda la edad de jubilación.
Manolo es patrón de barco en el puerto de Burela, en Lugo. Lleva 41 años
saliendo a la mar. Busca tripulantes, pero no encuentra: “Los extranjeros nos
están salvando. Indonesios, africanos, marroquíes, peruanos… y eso que la vida
es menos dura ahora que antes, que los barcos son mejores, que hay duchas,
baños, internet…”, cuenta. “Si mi hijo
no quisiera seguir con la profesión, tendría que desguazar el barco”,
apostilla.
Raúl, que también es patrón,
cuenta con 15 tripulantes de los que sólo cuatro son españoles. “Antes salíamos
al mar cien barcos a por bonito, ahora solo tres. Los aprendices se van a la
marina mercante y a la pesca de recreo”, subraya.*
Pero ¿quién quiere vivir de una profesión dura, arriesgada y
con salarios bajos, con empleo inestable, con producción por debajo de costes? La ganadería muestra un panorama similar:
[...] El relevo generacional es
mínimo. Según cifras del Ministerio de agricultura, los menores de 35 años que
gestionan el campo no llegan al 5 %. En la huerta la situación no es más
halagüeña: sólo el 0,23 % de la tierra en
España está gestionado por menores de 25 años.*
Pese a que muchos han regresado a las tierras y han creado
pequeñas empresas con las que mantener su vida, lo cierto es que el entorno
sigue siendo el problema. La España que se ha despoblado en beneficio de unas
pocas ciudades en las que se concentra la población.
Pero no creamos que esto es solo cuestión de jóvenes. La
falta de relevo es importante, pero el hecho de que las provincias envejecen de
forma intensa tiene sus consecuencias terribles. Lo ocurrido con la pandemia,
los miles de muertes de ancianos en residencia, nos muestra que igual que se ha
montando un negocio de explotación de los jóvenes, otro gigantesco se ha creado
para los ancianos. Es un mundo en el que se han convertido a los ancianos en
una industria para los que se lo pueden pagar. Se les cobra y cuando tienen
algún problema se les manda en una ambulancia a la Seguridad Social, que será
quien corra con los gastos. Solo quieren beneficio, el gasto se cobra al
pensionista, otra figura clave.
En los pueblos quedan a su suerte los ancianos, sin
asistencia médica, alejados de todo. Sin bancos, que en el mejor de los casos,
hacen que se acerque alguna oficina móvil para intentar paliar el cierre de
oficinas para hacer más rentables las que quedan en uso. Despidos, cierre de
oficinas y, finalmente, campaña como las que hemos visto de las personas
mayores reclamando una asistencia "humana" de sus propios bancos. Las
personas ancianas han hecho ver que ya son la mayoría social, que aunque no
haya mucho dinero en sus cuentas, sí pueden crear movimiento social de protesta
y hacer daño a la imagen de los bancos que cantan cada año el crecimiento de
los beneficios mientras reducen gastos y servicios. Los ancianos son, además,
los que deben sostener el sistema turístico con los viajes del IMSERSO,
pensados para sector cuando los extranjeros no vienen, en las temporadas bajas.
Queda la generación intermedia, la obligada a sostener a
hijos y abuelos, a la que ahora se castiga con la elevación del precio de la energía,
la inflación galopante y unos sueldos cada vez menores, con aportaciones
mínimas al sistema de pensiones del futuro, pues apenas han cotizado.
Carecemos de la iniciativa que frene la explotación
juvenil, el éxodo de los pueblos, la discontinuidad de los sectores, que solo
se salvan por la inmigración, a la que además algunos consideran culpable de lo
que ocurre, cuando la realidad, como se menciona en el artículo y los expertos
llevan años señalando, es la salvación del conjunto del sistema, los jóvenes
que trabajan en los huecos que los demás no cubren o dejan.
Se buscan albañiles, fresadores,
yeseros, escayolistas… Isidro es empresario de la construcción. “Nos
cuesta mucho conseguir personal. Todo lo que tenemos es gente en edad a punto
de jubilarse. Ni nuestros propios hijos quieren venir. Algunos han venido y no
quieren saber nada del yeso ni ladrillo ni nada… “, asegura. “Podemos seguir
trabajando porque hay mucha mano de obra extranjera”, remarca.*
Y más adelante, respecto al sector del transporte:
“Por 18.000 euros vendería
todo…”, dice tocando la carrocería del vehículo con el que ha hecho un millón y
medio de kilómetros. “Los camiones ya no valen nada. Cada día se exige más, se
trabaja más, se echan más horas… nadie quiere esta vida, sólo los extranjeros.
Yo hace 30 años ganaba 3.000 euros. Hoy en día eso no lo sueña nadie… los precios
del transporte están por los suelos y el precio del gasoil
por las nubes. Al final malvenderé el camión”, asegura.*
Hay una tendencia desde hace años a responsabilizar a los
jóvenes porque se han vuelto demasiado "finos", prefieren estudiar
huyendo del trabajo duro, dejan colgados los negocios familiares, etc. Es
profundamente injusto porque se debería haber acoplado el desarrollo económico español
a la formación, es decir, haber transformado nuestros sectores y hábitats. No se puede mejorar la formación sin transformar el mundo que han de habitar. Sin embargo, la experiencia que tenemos es precisamente la contraria, que la se señala hoy con el abandono de los espacios en beneficio de las concentraciones, donde es el consumo lo que se busca deforma prioritaria. No se puede pretender formar a las personas, hacerles viajar de Erasmus, enseñarles idiomas, etc. y luego dejar abandonada la mitad del país, sin conexiones al mundo, ya sean cables y banda ancha o transportes; sin servicios, de los bancos a los médicos, por citar solo algunos casos comentados diariamente.
Cuando una sociedad evoluciona económica y culturalmente, pero solo viven
bien los que se dedican al "boom inmobiliario" o al
"turístico", y solo se necesitan albañiles, vendedores y camareros,
está comienza un proceso de descomposición. Es muy fácil decir que los jóvenes
españoles no quieren ser albañiles, que esos puestos mal pagados son ocupados por
la inmigración. Pero el fenómeno ya no produce solo en el campo, en los oficios más
duros. Lo que nos acaban de decir es que ese proceso llega ya a los médicos, donde
determinadas especialidades nadie las quiere porque suponen una forma de vida
muy diferente (vivir en un pueblo, por ejemplo) y unos ingresos menores que
otras especialidades que permite vivir mejor y montarse negocios florecientes,
como clínicas y consultas privadas. Otro tanto ocurre en sectores como la
enseñanza. ¿Se ha hecho rico algún
maestro?
En un mundo mal pagado, los sectores débiles son los que no
abren expectativas de mejora. Ser comisionista es el futuro, tener
agenda, contactos, buenos amigos en los sitios adecuados. Vale más invertir en
eso, en contactos, que en una formación que te lleve a una profesión con
contratos temporales enlazados, malos sueldos y horarios extensos ante los que
nos puedes quejarte y te piden que des las gracias.
Algo falla en una sociedad que acepta que la siguiente
generación viva peor. Estamos devorando los recursos del futuro y nuestra
economía —lo repetimos a menudo— es la más débil de Europa, la que tiene
niveles de paro que doblan la media europea y el mayor paro juvenil. Sin
embargo, los parásitos se enriquecen cada día más. Ellos no producen, cobran por mediar.
Tenemos una inmigración que acepta nuestros puestos de
trabajos y a la que no tratamos demasiado bien. Habrá que recordar aquí los
casos de contagios de temporeros en el inició de la pandemia, por ejemplo, o aquel
trabajador hispano abandonado, muerto, a las puertas de un centro de salud murciano. Incluso algún partido populista les acusa de ser los culpables de ocupar los puestos de trabajo que no queremos ocupar.
Hemos creado un laberinto de empresas subsidiarias que
menguan los sueldos porque compiten, de forma desgarrada, por quedarse con los
mayores márgenes en detrimento de los trabajadores. El lujo pasa a ser escándalo
en una sociedad empobrecida y, sin embargo, se nos mete por los ojos cada día
en los medios de comunicación donde esa fábrica de parásitos que se llaman
"famosos" nos ofrecen ya su tercera generación de "personajes
profesionales", ahora convertidos en "influencers", la palabra
que hace soñar a cientos de miles de pre adolescentes y adolescente con un
futuro maquillado y vistoso, donde el dinero les llegue a base de "likes".
No hay vocaciones en su vida, algo que les obligue a aceptar trabajos mal
pagados. Es lo que se dice de los que aceptan ser "médicos de
familia", que son vocacionales por aceptar un trabajo que no les va a
enriquecer.
Algo nos falla. El "sin relevo" es también un
"sin ilusiones", "sin confianza" y sin muchas otras cosas
que deberíamos crear como perspectivas de trabajo y vida. Lo único que nos ha
preocupado en los medios en esta pandemia es la hostelería, el ocio nocturno,
el cafelito en la terraza, la falta de camareros según se queja el sector.
Si no entendemos que el futuro no se hace solo, que es
necesario crear las condiciones para sembrar lo que queremos que crezca,
difícilmente este será un país habitable. Se nos llenará de parásitos como los
que vemos cada día en los escándalos de las comisiones, intermediarios, apoyos
a las empresas de amigos, creadas para sacar dinero público. Seguiremos
teniendo gente que acude a la política financiados por sectores para asegurarse
buen trato posterior; gente sin vocación de servicio, que viven de la política
y para ellos mismos. Prosperarán todos ellos, ahogando a los demás, tragándose
los recursos.
La alternativa de los pueblos para atraer gente son las fiestas y el turismo en sus diversas versiones. No hay otra iniciativa que veamos productiva y pensada en la vida en el propio pueblo. ¿Qué tiene de extraño que se huya de esto? Nadie quiere encerrarse en los pueblos que han sido abandonados de todo, en donde solo quedan los que no tienen más remedio que quedarse. La vida a los pueblos la dan las conexiones, las carreteras, los servicios disponibles, de la sanidad a la educación. No es esa la política seguida. El "relevo" no es solo una cuestión generacional; no se ha preparado el espacio para las transformaciones culturales. Otros países han conseguido modernizar sus sectores más tradicionales. Nosotros no. Los necesitamos, pero no hemos previsto la llegada de la siguiente generación a la que explotamos descaradamente en nuestras ciudades y sus lugares de ocio.
El reportaje de RTVE.es se anticipa como un baño de realidad
en la que se muestra el cuadro de forma distante. No el que nos ofrecen los
programas del "corazón", sino lo que nos dejan descorazonadoramente
preocupados por la situación y por la falta de remedios que deberían salir de
las administraciones e instituciones y de una organizaciones empresariales, los
sindicatos, los grupos profesionales, etc., en suma, de todo el tejido social
sobre el que hay que plantar esperanzas y regar con recursos que aseguren que
este país, en su conjunto, le importa a alguien, que invertir en su futuro no
es solo en el beneficio propio, sino crear un sentido ciudadano, responsable,
comunitario. Lo demás es palabrería.
La paradoja del titular de RTVE.es solo es aparente. La situación se sigue ignorando o se quiere mostrar como propia de algunos sectores. Lo cierto es que afecta a todos en este mundo de becarios y precarios expandidos.
Las generaciones anteriores sufrieron el pluriempleo para poder dar un mejor futuro a las familias y a la generación siguiente. La actual sufre el subempleo y el desempleo, la precariedad, los contratos seguido, los becarios que deben dar las gracias, las horas no contabilizadas, la agresividad acumulada en los trabajos... Los mejores se van y los que se quedan denuncian su situación, de los médicos y maestros a los investigadores o científicos. Solo unos pocos se benefician de su talento para explotar al resto.
Hemos dicho que el futuro se prepara hoy, lo que es bastante optimista. Quizá habría que decir que el futuro empezó ayer, que vamos con retraso y que cada día sin actuar supone años de prolongación del problema. Los comisionistas, en cualquier caso, viven mejor de los problemas y carencias.
* SILVIA SÁNCHEZ y MÓNICA HERNÁNDEZ "España: un país
sin mano de obra pero con tres millones de parados y un 40 % de desempleo
juvenil" RTVE.es 26/05/2022
https://www.rtve.es/noticias/20220526/comando-actualidad-sin-relevo-falta-mano-obra-tres-millones-parados/2351223.shtml