martes, 31 de marzo de 2020

El altruismo va ganando

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La situación mundial de esta pandemia global es también una prueba, un gigantesco test sobre liderazgo, también sobre ciudadanía responsable. Es un examen mundial de nuestra capacidad de resistencia, de valores sociales e individuales, que de ambos se necesita. "Saldremos mejores", se repite en afortunada frase. Lo es porque, en sí misma, ya manifiesta un deseo, una voluntad, una esperanza. Al fin y al cabo, todo está nosotros: la ciencia, la tecnología, los esfuerzos humanos, los sacrificios, las victorias, las derrotas... Caer y levantarse, sí, seguir, seguir.
Los ejemplos de confianza, de valor, de constancia y sacrificio de muchos se muestran todos los días a través de la visión mediática, pero también está en nuestro día a día, sin cámaras delante, solo para nuestros ojos, como en una película de espías.


Se ha pedido que se  paren las guerras. Aunque no se consiga, la petición está ahí. Su ignorancia nos muestra que el odio es humano, por encima de la supervivencia, que puede ser instintiva. Se ha pedido a los políticos que dejen de pelearse y coincidan en los puntos básicos; tampoco no hacen mucho caso. Pero también se ha pedido, un deseo de los ciudadanos en muchos países. Eso es lo importante.
Nos hemos pasado discutiendo si lo natural es el egoísmo o el altruismo. Podemos elegir los comportamientos que nos parezcan humanos o los que parezcan contrarios. Al fin y al cabo, la naturaleza no tiene idea ce cuál es su naturaleza. Nosotros sí nos preguntamos por ella. Tenemos la ocasión de demostrarnos cuál es, una u otra, con cuál nos sentimos más a gusto. A las 8 salimos a ventanas y terrazas a aplaudir a los que demuestran cada día que están ahí por nosotros. La práctica del agradecimiento se está extendiendo por todo el mundo y a las ocho, cada uno en su uso horario, escuchará los aplausos. Si alguien nos observara desde otro planeta, no acabaría de entender este extraño fenómeno acústico que hace que durante las 24 horas en algún lugar del planeta se escuchen aplausos durante unos minutos.


Bomberos, policías municipales y ambulancias pasan por delante de mis ventanas cada día. Dan una vuelta al pueblo para alentar a los vecinos y asegurar que vamos todos juntos a vencer a este coronavirus. Ellos nos alientan y nosotros los alentamos. Es la forma humana de enfrentarse a lo que no es fácil de vencer y que necesita de unión y energía positiva, descargar las emociones, la angustia, recargar vitalidad. Los gritos de "¡hasta mañana, hasta mañana!" son algo más que una despedida. Son también un deseo manifiesto de seguir viéndonos, de vencer miedos, algo de conjuro.
Personal médico, policías, bomberos, limpiadores, dependientes de supermercados y tiendas de alimentación, basureros, repartidores, carteros, transportistas... todos esos servicios básicos que necesitamos para sobrevivir... en un mundo que se ha parado. Veo el vídeo tomado desde el aire de la ciudad de Barcelona por los Mozos. Una ciudad de calles vacías, pero no una ciudad muerta. La vida está dentro, la vida reencontrada. También unas imágenes, hace unos días, de un Madrid nocturno solo recorrido por algunos autobuses, taxis y la bicicleta de un repartidor. La ciudad iluminada, con sus monumentos y edificios emblemáticos dispuestos a no perder su brillo aunque no haya ojos para mirarlos más que desde una ventana o terraza. Pero sus luces son como faros verdes que nos prometen que volveremos a estar allí.


Creo que va ganando el altruismo, al que le ha salido un rival que no es el egoísmo sino la estupidez, pues no se puede llamar de otra manera a lo que algunos hacen. La estupidez no se la lleva el viento, sino que queda registrada hasta el fin de los tiempos. Creo que hay muchos más ejemplos de valor y entrega, de afecto. Los de estupidez no son pocos, pero tienen la ventaja de que se consumen ellos mismos, se gastan por sí mismo. El altruismo nos trae la solidaridad y la emoción necesarias, también la inteligencia necesaria. De esto no salimos solos, sino bien acompañados por lo mejor que pongamos, liberados de lo que no merece la pena conservar ni atender.


Durante tiempo, un sector de la ciencia se empeñó en que  lo natural era el "egoísmo" y que el altruismo no era más que un disfraz. Vale, allá ellos. Hace tiempo que el altruismo ha ido ganando puntos y nos sentimos mejor cuando somos solidarios y nos enfrentamos en grupo, apoyándonos para objetivos nobles. Tenemos cada día muestras de este valor. Quizá haya egoístas, no voy a discutir sobre lo evidente, pero creo que  a muchos les ha interesado tener esa visión del ser humano y de la sociedad para sus propios fines. Hoy vemos otra cosa y quizá nuestra percepción de nosotros mismos y de las relaciones con los otros esté cambiando. ¡Ojalá fuera así! ¡Demasiadas teorías egoístas!
Sin poder abrazarnos,  nos sentimos más unidos. Acostumbrados a que en tiempos de "normalidad" se nos muestre siempre como noticia en los medios lo peor, en tiempos de peligro se nos muestra más lo mejor. El mundo se nos ha llenado de héroes ignorados, invisibles, que el COVD19 ha sacado a descubierto. Son los cimientos de nuestro sistema, los reales, lo que sustenta nuestras vidas a diario y que hoy se la juegan por nosotros.
Eso salimos ganando, una mejor percepción de nosotros mismos, descubrir que podemos ser mejores de lo habitual, que no solo hacemos por nosotros sino por los demás. El altruismo y la solidaridad, el apoyo mutuo van ganando. ¡Ánimo!







lunes, 30 de marzo de 2020

Órdenes y desórdenes

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En el diario italiano La Stampa leo un titular de interés: “Al Sud la criminalità potrebbe ergersi a difensore del diritto”*. Cita palabras del que fuera ministro del Interior, Marco Minniti. En artículo de Fabio Martini comienza con la lectura del ex ministro de un artículo en The Financial Times en el que se dice que ante el negacionismo del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, los grupos criminales que controlan las vida en las favelas han empezado a imponer ellas las restricciones manteniendo el orden social. Son los criminales los que se encargan de las funciones que el estado se niega a cumplir, el aislamiento. El titular que ofrece La  Stampa se refiere al "sur" de Italia, otro espacio en el que la criminalidad tiene una presencia y, especialmente, una autoridad social. ¿Se convertirá, como señala Martini, la Mafia en la garante del derecho, en el mantenimiento del orden con fuerzas de sanción que el propio estado no cumple o es incapaz de hacer cumplir? La pregunta no es trivial y apunta a las bases mismas de la sociedad. Recordemos que la Mafia (Sicilia) y otras organizaciones de este tipo son también formas de "orden" allí donde el estado fallaba. Cuando el estado se ausenta, el orden surge de las viejas formas como alternativa a la anarquía, surgen como una forma de protección con sus reglas. "Hombres de honor" se llamaban los mafiosos.


En el mismo día, el 29, otro titular de La Stampa recogía "Coronavirus, la nuova bomba sociale della Sicilia. “Lavoravamo in nero, siamo alla fame”", y nos conecta con lo expresado por Fabio Martini. Allí donde la normalidad es paralela a la ley, donde el estado no protege ("trabajamos en negro, tenemos hambre"), la bomba social puede estallar. La función mafiosa es evitar que estalle, garantizar ese "orden" que garantiza que la anarquía no se produzca, algo que perjudicaría a su propio orden. La mafia es protección.
En el pasado, la Mafia y el Estado han sido fuerzas en competencia para garantizar su orden, su eficacia social. Pero ha habido ocasiones en las que han colaborado, cuando ha estado en riesgo el orden propio, cuando se ha dado una confluencia de intereses. Martini habla del "derecho", pero quizá "orden" y "derecho" no tengan el mismo sentido, no coincidan en sus límites y aplicaciones, en sus garantías. La Mafia garantiza un orden, sí, pero un orden allí donde falla el propio estado.
Y el mayor fallo de los estados es la pobreza, la desigualdad extrema. Es allí donde se trabaja "en negro", como se decía del sur italiano. Pero todos los países tienen su "sur", sus puntos débiles ´del sistema que ahora, al parar la actividad económica y social se convierte en un infierno para quien solo tiene un trabajo desprotegido para sobrevivir. Son las zonas y sectores más desprotegidos los mayores perjudicados pues no tienen las bolsas de protección para resistir este parón.


La televisión en España nos muestra también gente que nos dice que su trabajo está en la calle y en el día a día; son gente sin reservas para la supervivencia. La protección de quien queda desprotegidos porque han estado en el límite es importante. El aumento de la desigualdad ha sido una tendencia constante en estos años en la mayor parte del mundo. Hoy lo vemos en la práctica, en mayor o menor medida, emerge frente a nosotros. La enfermedad no distingue, pero la desigualdad sí.
A la Mafia no le interesa el desorden, sino ser otro amo, cubrir las fallas de quien poco recibe. Por eso le preocupa que el desorden social sea incontrolable. La mezcla de miedo, la inseguridad, la carencia de lo elemental es muy peligrosa. Es un barril de pólvora demasiado cerca del fuego. 


Pero el concepto de carencia o de necesidad es muy relativo. El día 25, el titular de El Diario era el siguiente "Multimillonarios de EEUU reclaman la vuelta al trabajo aunque eso suponga que muera gente", y se nos decía:

Los multimillonarios norteamericanos con mucho dinero metido en fondos de inversión lo tienen claro: hay que volver al trabajo cuanto antes y, si eso supone la pérdida de vidas humanas por el aumento de contagios, ese es un riesgo que hay que asumir. Lloyd Blankfein, presidente del banco Goldman Sachs hasta 2018, abrió la veda el pasado domingo con un mensaje en Twitter: "Las medidas extremas para rebajar la curva del virus son adecuadas durante un tiempo para reducir la carga sobre la infraestructura sanitaria. Pero destruir la economía, los empleos y la moral es también un asunto sanitario y afecta a muchas más cosas. Dejemos dentro de unas pocas semanas que aquellos con bajo riesgo de contraer la enfermedad vuelvan a trabajar".
Su fortuna alcanza los 1.500 millones de dólares, según Forbes.
Donald Trump suscribió esa tesis a comienzos de semana, precisamente porque grandes empresarios y financieros estaban intentando convencerle de levantar las mayores restricciones. De ahí que Trump dijera que las fechas en torno a la Semana Santa a mediados de abril sería un momento "maravilloso" para hacerlo, contraviniendo las opiniones de sus consejeros científicos.***



Creo que en estos momentos, el mundo se encuentra en un estado de balance, en un punto en el que se nos obligará a tomar una decisión que marcará el futuro. Estamos entre dos órdenes opuestos entre los que tendremos que elegir. El modelo económico parece haber llegado al límite porque no tiene más respuesta que el beneficio, que se acaba concentrando en unos pocos. Su promesa es que algún día serás tú también un beneficiado. Ante una situación como la que vivimos, este modelo tiene poco que ofrecer. Es la alternativa que presentaba Boris Johnson y que se desvela en su rotundidad con su propio contagio y aislamiento. Los privilegiados siempre han estado aislados, pero por su propia voluntad y su propia defensa. Pero si algo ha demostrado el COVID-19 es que es terriblemente igualitario, no discrimina entre ricos y pobres, eso incluye a príncipes, presidentes y millonarios.

Las grandes epidemias, la enfermedad misma, siempre ha sido ocasión de reflexión moral. Son momentos en los que se relativizan ciertas cosas, se repasa la propia vida y la mirada se dirige hacia aquello que consideramos más valioso. Muchas veces son cosas olvidadas o dadas por hechas. Su ausencia brusca nos enseña lo importante que son para nosotros sin darnos cuenta.
Lo que ocurre en el sur de Italia o en otros sures de muchos países nos muestra los problemas de los olvidados. Y, sobre todo, nos recuerda que no estamos solos, que —nos guste o no— formamos parte de algo más amplio que aquello que consideramos nuestro. Lo que la pandemia ha hecho, por encima de otras cosas, es ampliar el "nosotros", para bien o para mal.
Las distancias físicas nos separan, pero se reducen las emocionales. Distantes pero unidos. Aquellos que se distancian emocionalmente, que no participan del descubrimiento de la solidaridad, los que siguen manteniendo un yo egoísta y se niegan a pensar en un yo colectivo han perdido mucho hacia el futuro. Los movimientos anteriores, por ejemplo, frente al cambio climático han mostrado que el futuro es solidario frente a una visión egoísta del presente. Este factor es fuertemente generacional y es probable que se haya agudizado como efecto de esta nueva situación que refuerza el nosotros. No es un enfrentamiento con la individualidad, sino su reformulación dentro de unas causas comunes de las que solo se escapa a través del esfuerzo solidario de todos. Ya no es posible ignorar que el tipo de problemas a los que nos enfrentamos y nos enfrentaremos necesitan de la cooperación y del pensamiento común. No hay salvaciones egoístas o particulares.

The New York Times 30/03
Esta pandemia es algo que será muy difícil de ignorar en sus consecuencias o de olvidar. Los riesgos de hacerlo son demasiado. De la mafia llenando vacíos al egoísmo de los fondos de inversión como rectores de nuestras vidas y muertes.
Hay un párrafo en un artículo de El País de ayer mismo, firmado por Amanda Mars, describiendo la situación norteamericana, que me parece muy revelador:

Algunos políticos se resisten y, aunque Trump emita directrices, el poder reside en manos de los gobernadores, lo que da lugar a grandes contrastes. “Estamos en contra de seguir modelos de dictaduras como China”, dijo el gobernador de Mississippi, Tate Reeves, quien ha optado por cerrar los “negocios no esenciales”, pero con el matiz de que entre los negocios esenciales incluye bares, restaurantes (incluido el servicio de comedor) e inmobiliarias. Para Arizona, los campos de golf y las tiendas de armas también resultan indispensables. El primer Estado registra 578 casos (ocho fallecidos) y el segundo 665 (13 fallecidos), cifras bajas comparadas con Nueva York, que es el epicentro, con más de 44.000 infecciones, pero la experiencia en Europa muestra que los casos aislados han sido la antesala de las espirales graves.****


Creo que ilustra un mundo de diferencias y de perspectivas demasiado distantes sobre lo que esto significa realmente; muestra cómo se han reducido nuestras orgullosas seguridades a la estabilidad de un castillo de naipes. Habrá que volver a estabilizarlo de una manera más segura para todos. Lo trivial se volvió esencial y ahora no sabemos cómo librarnos de ello.


P.D.: Acaban de noticiar el positivo del doctor Fernando Simón. Lo lamentamos y agradecemos su labor sin descanso. Deseamos su pronta recuperación. Gracias y ánimo.

* "“Al Sud la criminalità potrebbe ergersi a difensore del diritto”" La Stampa 29/03/2020 https://www.lastampa.it/topnews/primo-piano/2020/03/29/news/al-sud-la-criminalita-potrebbe-ergersi-a-difensore-del-diritto-1.38650388
** "Coronavirus, la nuova bomba sociale della Sicilia. “Lavoravamo in nero, siamo alla fame”" La Stampa 29/03/2020 https://www.lastampa.it/topnews/primo-piano/2020/03/29/news/la-nuova-bomba-sociale-della-sicilia-lavoravamo-in-nero-siamo-alla-fame-1.38650380
*** "Multimillonarios de EEUU reclaman la vuelta al trabajo aunque eso suponga que muera gente" El Diario 25/03/2020 https://www.eldiario.es/internacional/coronavirus-EEUU_0_1009649972.html
**** Amanda Mars "Coronavirus en Estados Unidos: la semana en que empezó el miedo" 29/03/2020 https://elpais.com/internacional/2020-03-28/coronavirus-en-estados-unidos-la-semana-que-empezo-el-miedo.html





domingo, 29 de marzo de 2020

Salud pública, opinión pública

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Antes de entender la gravedad la gente sabía que era peligroso o suicida lanzarse desde el tejado de un edificio, un puente o un despeñadero. Hay cosas que se entienden fácilmente, sin necesidad de enormes complejidades. En ocasiones sabemos lo que hay que hacer; en otras ocasiones, sabemos lo que no hay que hacer.
Ayer señalábamos la importancia de que quienes hablan desde los principios del conocimiento —poco o mucho— se distanciaran de otro tipo de motivaciones, especialmente las políticas, evitando que la gente confundiera a unos y a otros. Los políticos no son científicos, ni los científicos deben ser políticos en la toma de las decisiones. Cada uno evalúa las situaciones desde un tipo de información distinta en función de sus consecuencias.
La situación que vivimos, del todo extraordinaria, obliga a que los políticos escuchen a los científicos. No solo los gobiernos, todos los políticos. A eso es a lo que se refieren algunos cuando hablan de aparcar diferencias y tomar las decisiones escuchando a los científicos, atendiendo a sus explicaciones de las consecuencias de cada decisión. No es el momento de la popularidad, sino de la efectividad. No se debate con los coronavirus; se les combate desde la ciencia señalando las medidas más eficaces no para proteger la opinión sino la salud pública, la de todos nosotros. En ese nosotros" se incluye algo que está más allá de las fronteras, por lo que las decisiones no se refieren exclusivamente a un territorio nacional y unas personas, sino que ha de tenerse en cuenta el más allá de nuestras fronteras, la dimensión humana global. Es un desafío a la especie, al sapiens.


Javier Sampedro publicaba ayer en el diario El País un artículo titulado "La presión científica funciona" ponderando precisamente el papel esencial de los científicos en esta crisis. En él señala:

Quienes acusan al Gobierno español de haber reaccionado tarde van a tener que adoptar la dieta de Rajoy para políticos: tragarse sus palabras. Hacer predicciones a toro pasado es una maquinación politiquera, oportunista e inútil para los ciudadanos. “¿Retrasados respecto a qué?, les espetó el presidente Sánchez el otro día, rompiendo ligeramente su compromiso de no enredarse en diatribas de bajo nivel. Tenía razón. Los grandes países de nuestro entorno están reaccionando con semanas de retraso respecto a España. Boris Johnson se ha resistido como gato panza arriba a implantar las medidas de aislamiento que recomienda la ciencia, Donald Trump se ha empleado a fondo en su negacionismo de la pandemia, y el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, sigue jaleando a su población a que salgan a cenar a las fondas. “No dejen de salir”, dijo todavía el domingo pasado. “Yo les voy a decir cuándo no salgan”. Vale, pues aquí te esperamos, hijo.*


El resto de artículo está dedicado a la crítica de la postura impresentable de Vox, que deberían tener un poco más de sensatez, especialmente después de haber tenido que "pedir perdón" (a su manera) por el mitin que celebraron en Madrid. Deseamos pronto restablecimiento a sus líderes contagiados, que puedan seguir diciendo tonterías en perfecto estado de salud.
Efectivamente, la crítica a posteriori es fácil y suele ser demagógica, especialmente en un caso en el que la evolución es imprevisible y nueva. No se ha tenido un caso de tan amplia difusión ni tan veloz. Los casos anteriores han servido muy poco y se suele evaluar por la experiencia histórica antes que por las perspectivas de futuro.
El gobierno español también ha cometido errores, como otras instancias de la vida española, como todos nosotros. Pero conforme el panorama se clarifica, es cierto —como señala Javier Sampedro— que se han tomado medidas que dependen muchas de ellas de nuestro grado de compromiso al aceptar que este tipo de pandemia no es cuestión de voluntad individual. Ahí se equivoca plenamente la mentalidad independiente norteamericana o la simpleza irresponsable de López Obrador.


Los científicos deben trabajar en dos líneas: el asesoramiento desde la experiencia y conocimientos disponibles y avanzar en lo desconocido para reducirlo. Los políticos deben tomar sus decisiones siguiendo este asesoramiento, que puede no ser infalible —la Ciencia no lo es—, pero es lo mejor que tenemos en este momento.
Pero ¡cuidado! Como la etiqueta "ciencia" es buscada por la gente como garantía de fiabilidad seguridad hay también mucho irresponsable difundiendo bajo ella en algunos medios. Si esta pandemia está sirviendo para probar a los dirigentes y a la ciudadanía, también nos está mostrando la cara noble de la prensa, a la vez que ofrece también la más oportunista y desafortunada.
Con el tiempo que llevamos en esta situación, parece que se agotan titulares y estímulos para llamar la atención, por lo que algunas secciones, en este momento de fortísima competencia por la atención, por buscar fuentes fiables, hacen algunos juegos impresentables y peligrosos. Siguen jugando con ideas como que ha sido "fabricado" por humanos, guerras ocultas, terrorismo, etc. Lo novedoso es el método y el lugar. Al ganar confianza las secciones de Ciencia, habitualmente retrasadas en las páginas digitales, desplazadas por deportes, trivialidades, famoseos y demás cosas que parecían importantes en tiempos de fiesta, se usa su etiqueta para transmitir mensajes que nada tienen de científico. En algunos textos analizados estos días, se observa el uso de titulares que juegan con insinuaciones en forma de interrogantes (un subterfugio) que atraen al lector. Posteriormente el artículo desmiente lo que el titular afirma. Sin embargo, la comprobación del efecto la tenemos entre los comentarios de los lectores que salen defendiendo lo contrario de lo que el artículo afirma, pero el título insinúa bajo sus interrogaciones. Esta estructura de pregunta insinuante en el titular y falta de confirmación del texto, que puede decir claramente lo contrario, muestra además de la importancia de titular con responsabilidad, sin sensacionalismos ni insinuaciones, que son estos titulares los que atraen a las personas dispuestas a creerlos a pesar de los contenidos.


En realidad, el fenómeno tiene mucho de algo que sobre lo que deberíamos reflexionar y que funciona en paralelo a la pandemia: el fenómeno de la viralidad de la información. Las rutas de los coronavirus son parecidas en su funcionamiento a las de la información. No en vano venimos llamando "virales" a los fenómenos de las redes sociales desde muchos años antes de la aparición de la pandemia. También hay "contagios informativos", la transmisión de "memes" negativos a través de su difusión por las redes como información.
Es descorazonador leer los comentarios en la mayoría de los medios, la respuesta a la información que se expande desde allí. Recordemos que algunos autores desconectaron los "comentarios" en sus artículos ante la desesperanza que les producía observar las reacciones de lectores, más allá de los troles profesionales. Hay gente que necesita infectar la mente de otros y se concentran en este tipo de espacios de discusión. Decir esto en tiempos del COVID-19 no es más que repetir algo observado en décadas pero que ahora resulta especialmente triste y peligroso.
Mientras hay personas que están realizando esfuerzos para transmitir información fidedigna, que ayude a salvar vidas, a mejorar nuestra situación, otros, en cambio, hacen todo lo que pueden por enturbiar, por difundir bulos y maldades dando suelta a sus prejuicios y, sobre todo, a una ignorancia narcisista enormemente peligrosa.


Desgraciadamente, los medios no han logrado librarse de ello. Incluso, algunos lo buscan como forma de asegurarse el tráfico que es de lo que viven, alentando este tipo de discusiones e insinuaciones sin fundamento. Ellos sabrán.
La reflexión sobre este tipo de actuaciones irresponsables es necesaria y lo será más adelante cuando se tengan que enfrentar a sus propias hemerotecas. A diferencia de otros sectores, el de la información es esencial en estos momentos. Pero lo es si cumple con unos estándares mínimos en la información, si contribuye a la mejora y no a oscurecer el panorama o transmitir mala información o desinformación.
La observación de Javier Sampedro sobre la "presión científica" y su funcionamiento debe ir más allá de los políticos y autoridades, de las instituciones. Hay que transmitir el mensaje de la Ciencia con el menor número de interferencias o interrogaciones insinuantes, de titulares sensacionalistas o ambiguos. Salud y opinión públicas están muy relacionadas. También hace falta opinión sana que acabe ayudando a la salud de todos.



* Javier Sampedro "La presión científica funciona" EL País 28/03/2020 https://elpais.com/ciencia/2020-03-28/la-presion-cientifica-funciona.html



sábado, 28 de marzo de 2020

Separación de saberes o cada uno en su sitio

Joaquín Mª Aguirre (UCM) 
Dejar hablar a los expertos está muy siempre y cuando no se les escriba el guión. El prestigio del experto proviene precisamente de su conocimiento y de su independencia. Un experto que dice lo que los políticos le dicen que diga no es un experto, por más que lo ponga en su currículum impecable.
En este periodo complicado para todos, se acuñaron algunas expresiones como "actuamos basándonos en las evidencias científicas" o "es lo que los expertos nos han dicho" para evitar el desgaste político con decisiones duras y difíciles de entender para el ciudadano de a pie, para el que tiene un negocio y no entiende muy bien el sentido de lo que se le pide. A veces no se entiende y en ocasiones no se quiere entender.
El gobierno español ha incorporado junto a los expertos sanitarios, a las fuerzas de seguridad y al Ejército como caras visibles, llevadas a primera plana para arroparse en sus decisiones y para transmitir una imagen de unidad de las instituciones del estado, por un lado, pero también de gravedad de la situación.
Llevar a los expertos a contestar preguntas tiene sus riesgos y, sobre todo, sus límites. Los expertos deben contestar las preguntas sobre su campo, ser claros e independientes, pero deben aprender a pasar el micrófono al ministro de turno en cuanto que la pregunta tomar un cariz distinto, el de la decisión política. Un político no debe esconderse tras un experto sanitario o científico; un científico no debe intervenir en una cuestión política, por más que se la pregunten en una rueda de prensa. Vamos a llamarlo "separación de saberes", en analogía con la "separación de poderes". Tienen que aprender a decir "no es de mi competencia", tranquilamente, y pasar a la siguiente cuestión. "se lo pregunta al ministro o al presidente cuando esté al micrófono". Es también culpa menor de los periodistas que preguntan a quien no deben ciertas cosas. Digo culpa menor porque si no están los que deben, no es culpa suya. Preguntan a quien le ponen delante. Sería mucho pedir que ante esta ausencia guarden las preguntas. Pero siempre está en manos del que debe contestar remitir al responsable.
Se trata realmente de eso, de responsabilidad. Quien da las explicaciones de hace responsable de sus palabras, pero no tiene porqué serlo de las acciones que haya detrás. Los expertos asesoran; las decisiones son de los responsables públicos, de las autoridades que deciden sobre lo que les dicen. Por eso es importante mantener a cada uno en su lugar.
Poner a los expertos por delante solo tiene sentido de dos maneras: pueden aclarar lo que ocurre debido a su propio conocimiento de la materia o pueden explicar las decisiones tomadas por las autoridades responsables.
El doctor Fernando Simón fue lanzado a lidiar con los medios de comunicación porque el gobierno español poco sabía de coronavirus y materias similares. No es su función; lo es tomar la mejores decisiones en función de lo que los expertos aconsejan en cada caso o les previenen de lo que puede ocurrir por acción u omisión.
Hay un caso que sigue coleando en las críticas al gobierno: los actos públicos que se celebraron el ocho de marzo. La cuestión se ha convertido en pugna ideológica ya desde antes de que se produjeran. Le tocó dar la cara al doctor Simón, que evidentemente no era quien había tomado la decisión. Pero se le preguntó.



Las consecuencias de ello han sido varias: la primera son los contagios que se produjeron en los diversos actos autorizados o, si se prefiere, no cancelados. No, es necesario recordarlos porque están en la mente de todos.
Es evidente que fue un error y mientras no se asuma, se seguirá convirtiendo en una discusión sobre algo que ya no se puede evitar. Pero lo que me preocupa es la actitud respecto a los expertos que los políticos toman cuando quieren pasar la responsabilidad.
La respuesta que Simón dio a la prensa cuando se le preguntó — «Si mi hijo me pregunta si puede ir a la manifestación del 8-M le diré que haga lo que quiera», que ya tratamos aquí— implica leer entre líneas, algo que no se debería haber producido. Implicaba que no estaba de acuerdo con ello o que no asumía aquella decisión que, más allá del ámbito sanitario, era política. ¿Por qué no salió ningún político a explicarla? Porque la razones no eran razones, sino miedos. Y no precisamente a la enfermedad. Todo esto creo que se ha asimilado por la mayoría y algunos han decidido ir más lejos y llevarlo a los tribunales. El error de Simón fue, precisamente, tratar de justificar la decisión con un principio absurdo: la manifestación no era internacional y no se esperaba que viniera gente de fuera. Esto es, como decimos, una explicación absurda y más en boca de quien la dijo. Evidentemente, la pregunta no era para él, pero allí le dejaron. No era su cometido saber de dónde era cada uno. El coronavirus, en cualquier caso, ya lo teníamos aquí.
Ayer, día 27, el diario ABC explicaba:

El Ministro de Sanidad, Salvador Illa, dijo ayer que no pudo cancelar las manifestaciones por el Día de la Mujer del 8 de marzo ya que era competencia de las comunidades. Así lo aseguró en la Comisión de Sanidad del Congreso de los Diputados, ante la que compareció ayer.
Por su parte, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, afirmó durante una comparecencia en La Moncloa que antes de la manifestación no había «ningún dato objetivo ni indicación de las autoridades científicas que determinara la necesidad de suspender cualquier concentración pública». «No es el momento de polemizar con eventos de la trascendencia del acto del 8-M», reprochó, al tiempo que recordó que ese mismo día hubo «una pluralidad» de actos multitudinarios «como partidos de fútbol o actos de partidos políticos», y que «llama la atención» que el «único hincapié» se esté haciendo con respecto a la celebración feminista.*


Los dos párrafos son realmente sorprendentes por muchos aspecto y muestra no descoordinación, sino la encerrona que se hace a los expertos cuando los políticos se equivocan. La forma de eludir responsabilidades forma una cadena en la que el Ministro de Sanidad responsabiliza a las comunidades autónomas. El ministro del Interior lo hace con esa frase digna del mármol: " no había «ningún dato objetivo ni indicación de las autoridades científicas que determinara la necesidad de suspender cualquier concentración pública»." Si aquello fue un error, la responsabilidad no es asumida más que por las "autoridades científicas". ¿"Autoridades"? Es interesante que Grande-Marlasca use el concepto de "autoridad" en este contexto, lo que dota de una enorme ambigüedad y una cierta desvergüenza. No hay "autoridades científicas" por encima de las autoridades científicas. ¿A qué "datos" inexistentes se refiere?, por otro lado. La frase es simplemente una salida del muro de fusilamiento, cada uno a su manera.
No se puede, una vez más, mezclar la política en esta situación. Y la autorización de los actos del 8 de marzo fue, incuestionablemente, una decisión política. Tratar de responsabilizar a las "autoridades científicas" es, sencillamente, un enorme error porque se mina su "autoridad", entendida como credibilidad.
Una persona extranjera me preguntó hace unos días "si en España no había dimitido nadie". No lo hizo ni con mala intención ni con ironía, era una pregunta simple. Hay personas en todos los niveles —del gobierno central a las autonomías o ayuntamientos—, de los partidos que tendrán que dar algunas explicaciones sobre sus decisiones, como es lógico.
Responsabilizar al doctor Simón por las manifestaciones del 8 de marzo es ciertamente inmoral, además de contraproducente. Ha estado salvando los papeles de más de un ministerio y al pie del cañón informativo en todo momento. Se habrá equivocado en muchas cosas porque los científicos no saben todo lo que creemos que saben. Pero los políticos sí saben lo que hacen más de lo que quieren que creamos.


Si los expertos deben ser creídos no debemos forzarlos y respetar su independencia de criterio. De otra forma estamos abocados a arruinar su prestigio, que no es otro el sustento de la confianza. Cometen los políticos el error de confundir "experto" con "portavoz". Es un enorme error con consecuencias graves pues la falta de confianza empuja hacia fuentes alternativas de todo tipo. La función de un experto es precisamente poder transmitirnos la información desde su campo, con un criterio sometido al rigor de su propio campo, desestimando todo aquello que no se ajuste a unas recomendaciones o instrucciones que avala con su conocimiento. Convertirlo en "portavoz" significa que habla por boca del gobierno y que este aprovecha su crédito científico.
La polémica del 8 de marzo debe aparcarse de una vez. Está clara. Ya habrá tiempo de esclarecer las negligencias si las hubo. Pero ahora es necesario mantener toda la energía mirando hacia adelante y, sobre todo, asumiendo liderazgo por parte de quien debe hacerlo. Hay que aprender a separar los papeles para que estos sean creíbles. Sí, separación de saberes para que estos sean eficaces en la comunicación, un factor esencial cuando gran parte de las acciones están en manos de los ciudadanos cumpliendo unos objetivos claros.
Que cada uno cumpla su función no quiere decir que vaya cada uno por su lado, sino que cada uno cumpla su función claramente remando en la misma dirección.


* "Illa dice que la transmisión comunitaria empezó en España el 3 de marzo y Simón avaló el 8-M porque era para «nacionales»" ABC 27/03/2020 https://www.abc.es/sociedad/abci-illa-dice-transmision-comunitaria-empezo-espana-3-marzo-y-simon-avalo-porque-para-nacionales-202003270226_noticia.html

viernes, 27 de marzo de 2020

Liderazgo fallido

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El artículo de ayer de Dana Millibank en The New York Times comenzaba así: "As the virus continues to ravage the nation, Donald Trump continues to be Donald Trump"*. Expresaba con gran economía lo que es un hecho comprobado en su tiempo al frente de la Casa Blanca. El COVID-19 ha pillado al mundo como en el juego de la silla, cada uno con sus defectos de liderazgo al descubierto. Donald Trump, como otros líderes mundiales, está en evidencia. ¡Pobre Estados Unidos! ¡El peor líder en el peor momento! Efectivamente, Donald Trump tiene poco que ofrecer más allá de sí mismo... y para los problemas actuales no es mucho.
La frase inicial de Millibank deja claro que la falta de liderazgo de Trump es algo más que una cuestión de ego; es sobre todo un drama para los Estados Unidos, cuyas cifras se han disparado en horas. ¿Hasta cuándo le van a servir las excusas que hemos ido analizando? Lo peor es que esas excusas solo son para salvar su propia imagen ante un electorado a quien ha confundido con sus falsas esperanzas, sus análisis erróneos e interesados y las maniobras de autobombo.


El título de su artículo es "As Trump tweets and taunts, America’s true leaders take over". Ese "true leaders" deja claro que Trump no reúne ni las cualidades ni los conocimientos, como se temía, para dirigir esta situación excepcional. No lo ha estado nunca, pero la ley sagrada de la democracia obliga a cargar con los propios errores. ¡Cuántos republicanos se despertarán a media noche maldiciéndose por no haber aprovechado el impeachment para haberse quitado de en medio al Trump! ¡Qué ironía! Con todo, muchos seguirán durmiendo bien, aunque la amenaza del Coronavirus se les acerca.
La prensa confirma desde hace unos minutos el positivo del primer ministro británico, Boris Johnson. Los expertos convencieron a Johnson de la locura de sus planteamientos iniciales, los de dejar infectarse de forma natural a la población para desarrollar "anticuerpos". El premier británico tendrá ahora un poco más de tiempo para revisar los planteamientos desde un ángulo privilegiado.


No sé si aprenderemos algo de todo esto; espero que sí. Si no, cada muerte, cada sufrimiento y esfuerzos habrán sido inútiles. Me gustaría que se redujeran las mezquindades en la vida política, que necesita de personas comprometidas con los problemas y competentes para resolverlos. El modelo peleón con ingenio no sirve ya para los problemas a los que nos enfrentamos hoy en este mundo, cada día más graves. Es en estas situaciones donde se ve la competencia y no ante una cámara de televisión, como algunos creen, con telegenia. La comunicación es poco si los datos son poco fiables o las informaciones falsas, si lo que tiene que llegar no llega, si no hay orden ni eficacia. Hace falta liderazgo claro más que nunca.


En el caso de Trump, la gran pregunta es hasta qué punto las personas que le han apoyado, que han tenido que sacar la cara por él en el caso del impeachment, lo seguirán haciendo a la vista de lo que vaya sucediendo. Todo depende de la evolución de la situación, por un lado, pero también del comportamiento realmente impresentable que manifiesta cuando se ve acosado... por la realidad de los datos. Pero las respuestas de Trump son tan increíbles que cuando le dicen que los datos son negativos —lo que ha ocurrido— y responde que todo está muy bien porque él los esperaba peores. Ante esta forma de liderazgo, ¿qué se puede hacer?
La gráfica del desempleo en Estados Unidos es el despegue de un cohete, una línea que asciende en vertical que parte de unos 300.000 desempleados hasta llegar a los 3,28 millones de desempleados ¡en menos de una semana! Los especialistas consultado en el artículo de la BBC consideran que pueden ser peores todavía (lo serán). Uno de los expertos consultados, Ian Sheperdson, dice estar en la información económica desde 1996 y afirma que "this is the single worst data point I've seen, by far"** Puede que Trump diga también que los esperaba peores.

Esta situación de catástrofe mundial tiene la ventaja de que no obedece a causas económicas, por decirlo así, aunque refleje las debilidades de cada sociedad. Pero tiene la desventaja de que está afectando a todos y no todos podrán recuperarse de la misma manera.
Políticamente, los que más la aprovecharán serán los populistas, que verán argumentos para levantar barreras defensivas por unos medios u otros. Mostrarán la incapacidad de las grandes instituciones para ponerse de acuerdo y venderán que el aislamiento es la mejor medicina para el futuro. Por eso la estrategia de Trump ha sido vender la xenofobia y presentarse ahora —una nueva máscara— como un "presidente para tiempos de guerra", lo que el país justo necesita.
El problema, de nuevo es que mucha gente está dispuesta a ser convencida con los argumentos falaces del presidente.



* Dana Millibank "As Trump tweets and taunts, America’s true leaders take over" The Washington Post 26/03/2020 https://www.washingtonpost.com/opinions/2020/03/25/nation-comes-together-without-trump/
** "Coronavirus: Record number of Americans file for unemployment" BBC 26/03/2020 https://www.bbc.com/news/business-52050426


jueves, 26 de marzo de 2020

Trump, la investigadora retirada y la desinformación

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
No deja de ser curioso que en estos días haya algunos que parezcan lamentar que China esté saliendo de la crisis del COVID-19. Desde que empezaron a salir al exterior imágenes en los que se mostraban los signos de satisfacción ciudadana, alguna forma de normalidad —como algunos niños en los parques, detalles de organización o sanitarios aplaudiendo y siendo aplaudidos— se ha producido en algunos países una especie de temor a que el "modelo comunista chino" aparezca como triunfador en esta gresca internacional.
La etapa de las críticas feroces ha comenzado de nuevo. Y ha comenzado de forma curiosamente sincrónica, ya sea por el factor mimético o de proximidad que algunos medios mantienen, ya sea en horizontal (medios nacionales) o a distancia (políticas editoriales comunes entre determinados medios internacionales).
Los primeros síntomas en España de este enfado los dio el diario ABC con un artículo en el que su corresponsal en China trataba de desacreditar todo lo que llegaba de China con el principio general de que nadie se puede fiar de lo que dicen los chinos. Posteriormente, comenzaron a aparecer algunos artículos dignos de la Guerra Fría. No eran fiables porque eran "comunistas", una aberración política frente al "mundo libre".
Los argumentos en contra de China se manifestaron  de forma constante, obviamente, en los medios norteamericanos y británicos (sobre todo por Hong Kong)  desde el principio.
A la batalla del COVID-19 se le añade la batalla informativa. Cuando China transmite sus logros contra la epidemia o envía materiales y médicos, se trata de un acto de propaganda comunista para ejercer su "poder blando" y ganar presencia e influencia en Occidente. Pero lo que hemos observado anteriormente, incluido el uso del término "virus chino" —que ha sido denunciado por Naciones Unidas o la Organización Mundial de la Salud como xenófobo— han sido los actos de propaganda contra China. La narrativa inicial asociaba "enfermedad" con los signos oficiales de China —"bandera", ejército desfilando, retratos de Mao, etc.— en algo que creo que se puede calificar como "propaganda" sin llegar a ofender la inteligencia de nadie.


Cuando solo China estaba enferma, los dedos de la superioridad moral apuntaban hacia ella. Lo que había causado el brote era el atraso de los mercados de animales vivos, lo que lo había silenciado era la corrupción del partido y se había dado la voz de alarma cuando ya no había más remedio, muy tarde. Las sanciones a los funcionarios ineficientes de Wuhan, por otro lado, eran una muestra más del autoritarismo del Partido, que hacía purgas en la mejor tradición comunista. La pandemia, además, iba a causar un movimiento generalizado contra el presidente Xi, cuya popularidad caería en picado al quedar desbordado por los hechos y por la natural incompetencia de un sistema corrupto y anquilosado, una reliquia histórica frente a la victoria del "mundo libre". Todo eso se decía y repetía día tras día.
Sin embargo, lo que vemos es lo contrario. China ha vencido la enfermedad en sus fases más graves. Cuando se habla de la disciplina del pueblo para obedecer las instrucciones sanitarias, se muestra no como un rasgo de sentido común y civilidad, sino como un ejemplo de alienación comunista y autoritarismo. Da la impresión que molesta el que los chinos se queden en casa cuando se les dice y, en cambio, no molesta que en muchos de nuestros países se vayan a la playa o de vacaciones aprovechando los vuelos baratos. El presidente Xi, por su parte, no solo no ha caído, sino que parece que ha salido reforzado y tener más apoyo porque ha creado confianza y ha funcionado. Ha ayudado mucho, claro, los ataques de Occidente contra ellos, despertando el lógico sentido nacionalista.
¿Por qué esta campaña asegurándose que no se valora el esfuerzo supremo del pueblo chino para vencer una terrible epidemia, con enormes sacrificios? La propaganda no tiene lógica, solo intenciones; si la propaganda fuera verdad, no sería propaganda, pienso. Por eso, parte de la contra propaganda trata de hacer dudar de los resultados chinos. ¿Cómo nos vamos a fiar de los comunistas? Bueno, depende de cómo se vea. ¿Se fía alguien de Trump?
El principal argumento de los Estados Unidos de Trump sigue haciendo al "virus chino" responsable de todo. En las primeras etapas, el virus era cosa de ellos, un ejemplo del mal funcionamiento del sistema. Había entonces la seguridad de la distancia y de la superioridad ideológica. Los toros, por usar el tópico, se veían muy bien desde la barrera.
Cuando se está viendo que los Estados Unidos, bajo el mando de Trump, se encuentran en busca de rumbo, con propuestas tan disparatadas como las que salen de Texas pidiendo que se deje morir a los viejos para no frenar la economía norteamericana, que ellos se sacrificarán por sus nietos al grito poco más o menos de "Remember The Alamo!"; o cuando Boris Johnson tiene que retroceder en su plan darwinista social de dejar que la población se infecte y que sobreviva el que pueda, etc., etc., entonces comienzan a entrar temores ideológicos de que parte de la población de fuera de China, sumida en el miedo, comience a pensar que lo que ha hecho China es mejor que lo que no funciona también en nuestro perfecto sistema de mercado y de búscate la vida.


El COVID-19 no es cosa de ideologías. Ha contagiado al Príncipe de Gales y al de Mónaco, a presidentes de grandes clubes, ministros, diputados, actores, deportistas... al igual que al personal sanitario, al personal militar y de Policía, a barrenderos y conductores, a simples oficinistas. No hay ideología, estado social, económico o cualquier otra distinción; solo parece cebarse con ciertos grupos de edad, los mayores con patologías, ante los que encuentra menos resistencia o el campo abonado de la mala salud. Lo ha hecho por medio mundo y hoy nos dicen que un tercio de la población mundial está confinada en mayor o menor grado.
Aunque se pueda recriminar al gobierno chino en los inicios, cuando no se sabía nada, queda ampliamente superado por los que no han hecho nada cuando sí se sabía, algo en lo que todavía siguen dudando. Sabiendo mucho, Trump ha seguido considerando que Estados Unidos estaba a salvo hasta que han estallado los casos y las muertes, hasta que le llega el clamor popular. Sigue contradiciendo lo que dicen y quieren hacer los expertos, alentado sobre medicamentos que no han sido probados y que los científicos dejan en evidencia, hablando de vacunas todavía inexistentes..
Esta guerra por el prestigio y el dominio político y económico se produce en un momento muy delicado. Hay que anteponer lo humano, el sufrimiento, dejando de lado muchas otras circunstancias.


Los que ven en la enfermedad ocasión para una pugna Estados Unidos-China, son muy libres de hacerlo, pero teniendo en cuenta que es ya la segunda parte, que la primera se dio anteriormente con la guerra comercial y con los intentos de Trump de evitar que China pudiera establecer acuerdos europeos para las redes 5G, presionando a cualquier país que hiciera negocios con ellos. Ya entonces, como para el corresponsal de ABC, nadie se podía fiar de ellos, todos son espías y roban la inteligencia occidental parasitando a todos. Esa era la versión norteamericana para una Europa un tanto tibia.
La CNN norteamericana tiene el siguiente titular en estos mismos momentos "US push to include 'Wuhan virus' language in G7 joint statement fractures alliance".* En el artículo se explican los intentos de Trump de arrastrar a todos hacia esa visión anti China:

A push by the US State Department to include the phrase "Wuhan virus" in a joint statement with other Group of Seven members following a meeting of foreign ministers on coronavirus on Wednesday was rejected, resulting in separate statements and division in the group.
"What the State Department has suggested is a red line," a European diplomat said. "You cannot agree with this branding of this virus and trying to communicate this."
The proposed draft statement by the United States also blamed China for the pandemic's spread, the diplomat told CNN.
Although the World Health Organization officially has dubbed the illness Covid-19 or coronavirus, a 12-paragraph draft statement circulated by the US among the G7 ministers referred to it as the "Wuhan virus." Because the US holds the presidency for the international coalition -- which also includes the United Kingdom, France, Germany, Italy, Japan and Canada -- it was responsible for penning the draft joint statement.
As a result, several of the member nations released their own statements following the foreign ministers' meeting, which was held virtually due to the coronavirus pandemic.*



Los propios medios norteamericanos están empezando a darse cuenta de que la administración Trump trata de imponerles una agenda informativa que evite responsabilizarse de lo que ocurre y de la amplia expansión incontrolada de la enfermedad en los Estados Unidos. Trump trata de imponer una narrativa, como se manifiesta en querer que los acuerdos salga con una condena de China a través del uso del término "Coronavirus de Wuhan", por un lado, y la aceptación general de la tesis que Pompeo ha convertido en una orden para todo el aparato sobre la falta de información de China en el inicio.
En el mismo artículo de la CNN, podemos leer la constatación de esto:

In public remarks, Secretary of State Mike Pompeo has consistently targeted China for an alleged lack of transparency at the outset of the pandemic. CNN has learned that the administration has implemented a coordinated messaging campaign, which includes talking points sent out by the National Security Council pushing US officials to highlight China's alleged "coverup" and subsequent disinformation campaign.
Der Spiegel was first to report on the inclusion of the phrase in the draft. Asked about the German outlet's report on Wednesday, Pompeo did not deny it.
"With respect to the statement, I always think about these meetings the right answer is to make sure we have the same message coming out of it," he said during a press availability at the State Department.
Pompeo said that the pandemic was "the most pressing agenda item" at Wednesday's meeting.*

La "desinformación" de China hay que contrarrestarla con la acción machacona de repetir la tesis norteamericana: China no informó, es culpable. Su función es estigmatizar a China y evitar que alguien considere que es más eficaz que Estados Unidos —es tan simple como esto— en una competición que se inició en los propios Estados Unidos con la obsesión de Trump por "hacer grande a América otra vez".


Una información de la que no he visto mucho reflejo es la que nos ofrecía el diario norteamericano Vox, cuyo titular es bastante claro "Trump says China “should have told us” about coronavirus. He removed the official meant to do that". La administración Trump retiró a una investigadora en China, precisamente en el centro dedicado a este tipo de investigaciones.

The Trump administration told the United States’ embed at the Chinese Center for Disease Control and Prevention (CDC) that the position would be defunded, causing her to leave her post in July 2019, according to a report from Reuters’s Marisa Taylor. The embed helped train Chinese public health experts and served in part as a liaison between Chinese officials and their counterparts in the US.
With the administration planning to discontinue the role, the embed return to the US about five months before China began to see its first Covid-19 cases. Under normal circumstances, the embed likely would have passed information about the novel virus to US officials. Instead, Chinese officials were able for weeks to conceal the virus and the threat it posed, leading to a delay in the world’s response to what was then a matter of great concern and is now a pandemic.**



Estados Unidos podría haber tenido información directa probablemente antes, de no ser por la retirada de la investigadora en plena guerra de Trump contra China. La intención evidentemente era un paso más en el aislamiento de China (¿qué hace una investigadora norteamericana en China?). Los imprevisibles acontecimientos ocurridos después quedaron sin persona con acceso directo al escenario de la epidemia en sus inicios, algo que podría haber tenido. Lo que era antes una fructífera plataforma de investigación conjunta, se convertía en un gasto superfluo en tierra enemiga:

As Redfield mentioned, the US and China have long collaborated on matters of public health. As part of that collaboration, China has allowed the US to embed a public health official in its CDC.
Until July 2019, that embed was Dr. Linda Quick, an epidemiologist. Quick led a program that trained Chinese epidemiologists in methods for discovering, tracking, researching, and containing diseases — like Covid-19.
She reportedly came back to the US after being told her position would be discontinued in September 2019 in part due to the ongoing trade war between the US and China, and chose to return early, in July.
Once she came back to the US, she was not replaced by the US or any other foreign government, leading to a series of events that Bao-Ping Zhu, who held Quick’s position during the Obama administration, told Reuters was “heartbreaking to watch.”
“If someone had been there, public health officials and governments across the world could have moved much faster,” Zhu said.**

No he visto esta cuestión en aquellos medios o plumas (incluso en España) que se han sumado a la narrativa norteamericana impuesta por Pompeo, como ha señalado la propia CNN. Todos ellos dan por buena la idea que China, como país comunista, es corrupto y lento. Ese es el mensaje; pero la realidad es tozuda cuando los datos son claros. La colaboración en investigación epidemiológica entre Estados Unidos y China llevaba 30 años muy eficaces en la formación de personal para tratar con coronavirus como el actual, como se señala en el artículo. Pero Trump y su administración seguían cortando lazos, ayudas y colaboraciones que se había demostrado anteriormente fructíferas. Es el problema cuando la ideología o los intereses dominan el discurso y manejan los recortes en este tipo de campos (otro de los factores alegados para la retirada de la investigadora).
La cuestión del retraso en informar se ha convertido en clave de la narrativa norteamericana. Es el segundo eje sobre el que se asienta, además de la "nacionalidad" del "virus chino". Pero el retraso también plantea muchas dudas sobre la versión oficial de la administración y la que da del propio Trump:

When the Trump administration first realized the coronavirus would be a serious problem has been an open question. Redfield has said the CDC learned of the threat it posed on December 31; Health and Human Services Secretary Alex Azar said he learned January 3; Trump has said he was told sometime in late January or early February — a claim officials told the Washington Post is very much at odds with reality.**

Demasiada diferencia, creo. El tiempo para Donald Trump parece correr correr en unas ocasiones más rápido y en otras más lento, según convenga. La problemática relación del presidente con los hechos corre el riesgo de dejar en evidencia sus posturas. Por eso es tan importante conseguir que lo que llama contrarrestar la "desinformación" de China, es decir, eliminar cualquier mérito a China. Y eso es injusto porque —más allá del régimen en sí— el sacrificio lo he hecho el pueblo chino, las personas, las familias, algo que estamos aprendiendo a valorar ahora, en piel propia.


En este contexto de lucha por las vidas humanas, muchos norteamericanos están empezando a comprender que al presidente le importa más su pellejo y reelección fundamentada en una situación de la economía ya desvanecida, que la salud general. Trump sigue intentando por todos los medios evitar que la economía se detenga, que las bolsas se hundan. Eso estaría muy bien si estuviera compensado con medidas que no aparecen y que los gobernadores comienzan ya a exigirle. Por eso los demócratas frenaron su plan en el Senado, por pensar en las empresas y no dedicar nada a la salud.
El deseo de que todo se ponga en marcha tras para Pascua ha hecho levantar las cejas de medio país. ¿De dónde se saca esa fecha si no se sabe todavía el tamaño de lo que tiene entre manos? Probablemente salga de la misma chistera que las suposiciones sobre ciertos medicamentos de los que dice tener la seguridad de que frenan el coronavirus o la pronta llegada de una vacuna, otra de sus afirmaciones visionarias.


Trump sigue pensando que esto es una cuestión de los índices bursátiles. Nada más lejos de la realidad. Por eso irritan profundamente las imágenes que llegan de China mostrando que la gente sale de la epidemia con medidas que él mismo niega.
El cierre del artículo en el Vox expresa honestamente que no podemos conocer lo que hubiera pasado sin la Dra. Quick hubiera estado trabajando en los laboratorios chinos, pero sí que alguna probabilidad más habrían tenido de estar informados antes:

It is, of course, impossible to definitively say that Quick’s position not being eliminated would have allowed us to avoid deaths or social distancing or a grim economic outlook. The coronavirus pandemic is a dynamic situation, with many, many factors affecting how we’ve ended up where we are. But it certainly seems that had Quick been in place as she was meant to be, the impact the virus has had might have been lessened.**

Efectivamente esto es así. Pero teniendo en cuenta la cantidad de especulaciones y falsedades que Donald Trump está lanzando sobre la opinión pública, tiene bastante más fundamento pensar que hubiera sido más probable tener información antes. Al margen de esto, lo que es realmente es un signo de esa guerra que había comenzado antes de que el primer coronavirus diera el salto a los humanos iniciando la andadura en su nuevo escenario biológico.
Pero si pensamos que solo es China el blanco de las campañas de Trump y Pompeo, nos equivocamos mucho. Nosotros, los europeos, somos su segundo blanco favorito y, por supuesto, responsable de llevarlo a tierras norteamericanas. China lo produjo y nosotros, parásitos europeos, se lo llevamos a casa. Al menos, los culpables no son los mexicanos. Por ahora, claro.
Con el titular de hoy en ABC, con información desde Washington a cargo de David Alandete, podemos leer "Trump acusa a Europa de aprovecharse de EE.UU. durante la pandemia de coronavirus"***. El corresponsal nos informa de las últimas fobias de Trump:

Donald Trump ha acusado a los países de la Unión Europea de aprovecharse de Estados Unidos en materia de comercio incluso durante la pandemia de coronavirus que está afectando a todo el mundo y abocando a la economía a una gran recesión de consecuencias aun inciertas.
«Fabricamos el mejor material médico en el mundo y hay alguna gente, como la UE, que no lo adquieren porque tienen regulaciones que no permiten que entre nuestro material, porque se diseña de otra forma, aunque sea una forma mejor. Todos están jugando en nuestra contra. Lo llevan haciendo años, y ningún presidente ha hecho nada al respecto», ha dicho el presidente.
Mientras EE.UU. cierra fronteras tras un periodo de reducción de la ayuda al desarrollo, ante una catástrofe económica, China ha enviado mascarillas y otro material médico útil en esta crisis a los países más afectados en Europa, incluidas Italia y España.
En su rueda de prensa diaria en la Casa Blanca, Trump ha acusado a la UE de «aprovecharse de EE.UU. durante años, y ningún presidente hasta ahora ha hecho nada al respecto». «Sus directrices están diseñadas específicamente para que nuestro material no pueda ser enviado a sus países», añadió el presidente.
A pesar de que hay una escasez de mascarillas tanto en EE.UU. como en Europa, Trump ha afirmado que no envía material de ese tipo al otro lado del Atlántico por las restricciones regulatorias de Bruselas. «Quienes más se aprovechan de nosotros son nuestros aliados, aunque parezca mentira», ha añadido.***



Las manipulaciones de Trump para encubrir su inoperancia le llevan —como siempre— a estar buscando culpables de lo que es ya responsabilidad suya. Hace mucho tiempo que ya expresamos aquí su estrategia de obligar a la compra de productos norteamericanos y a evitar que se compre a otros países. Es su forma de entender el sistema económico: la mano invisible es la suya. A sus votantes les gusta pensar que su presidente es tan decidido que puede obligar al mundo a comprar lo que fabrican bajo amenazas de todo tipo, especialmente con la estrategia de creación de conflictos. La economía norteamericana retrocede y Trump tiene que echar la culpa primero a China por no informarlos de su "virus nacional" y después a Europa por no querer comprar lo que ellos fabrican, ya sean aviones, misiles o medicamentos para estimular sus exportaciones.
Hasta donde sabemos, Estados Unidos no ha hecho un solo gesto solidario con nadie, solo ir cerrando los accesos a un país tras otro según la epidemia se iba extendiendo pensando que nunca llegaría allí. Llego a presumir sobre que había cerrado el mundo a los chinos. Ahora somos culpables de no comprarles a ellos los materiales que necesitamos. Bueno, y también todos los presidentes anteriores de los Estados Unidos por no solucionarlo antes.
La tercera fase de la narrativa impuesta por Trump es considerar que cualquier envío de materiales o personas que nos hagan desde China es una campaña propagandística, un acto de "soft power", relaciones públicas. ¿Qué debemos hacer, rechazarlo y comprárselo a Estados Unidos?


Las medidas de Trump son recientes. Era una gripe decía todavía cuando media Europa estaba ya aislada. Su narcisismo le hizo creer que él podía con todo. Ha desacreditado a los medios porque la epidemia era un invento de los demócratas y de sus lacayos mediáticos. Y hora no sabe por dónde salir. Como el toro herido, se levanta y arremete contra todo lo que tiene delante en busca de la salvación de su reelección. Con él apuestan todos los lobbies, que no quieren perder los privilegios que con Trump han tenido y quieren mantener. Él era su apuesta, la que ha arrastrado a los republicanos a una dependencia suicida, como se pudo ver en el "impeachment".
Trump no se va a salvar con esta epidemias, solo queda por ver a cuántos arrastra tras de sí. Hará con lo que los expertos le digan lo mismo que ha hecho otras veces y el destino de los científicos a su lado será el de los miembros de su staff, irse y tratar de explicar al mundo porqué se fueron, como ocurrió con John Bolton y otros que tiraron la toalla.


* "US push to include 'Wuhan virus' language in G7 joint statement fractures alliance" CNN 26/03/2020 https://edition.cnn.com/2020/03/25/politics/g7-coronavirus-statement/index.html
** Sean Collins "Trump says China “should have told us” about coronavirus. He removed the official meant to do that." Vox 23/03/2020 https://www.vox.com/policy-and-politics/2020/3/23/21190713/coronavirus-trump-china-cdc-embed-quick
*** David Alandete "Trump acusa a Europa de aprovecharse de EE.UU. durante la pandemia de coronavirus" ABC 26/03/2020 https://www.abc.es/internacional/abci-trump-acusa-europa-aprovecharse-eeuu-durante-pandemia-coronavirus-202003260023_noticia.html