Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
fiebre de los récords llega a estremecer. Esa sensación se tiene cuando se lee
que con quincuagésima confesión de asesinato, confirmada por los hechos, supera
en una a Gary Ridgway, el poseedor del anterior mejor registro de asesinato de
mujeres con 49. Pero parece que esta marca va a durar poco, porque Samuel Little
ya lleva confesadas 93 muertes de mujeres. Con 79 años, nos dice desde los
Estados Unidos Pablo Ximénez de Sandoval en el diario El País, Little pulverizara
todos los récords conocidos. Todo en él funciona bien, nos aseguran; posee una
memoria fotográfica prodigiosa para cualquier edad. Recuerda los mínimos
detalles de sus crímenes: detalles de las personas, como el hueco entre sus
dientes o cosas que había en los lugares del crimen que han permitido a la
Policía verificar sus hazañas criminales.
Samuel
Little tiene un largo historial de arrestos, pero todos por cosas menores, que
le permitían seguir en la calle con sus actividades de asesino. Dicen que las
mataba a golpes, continuando con su antigua profesión de boxeador. Por eso no
me casa mucho la idea de que la Policía no siguió las investigaciones porque
pensaban que eran muertes por sobre dosis. No conozco ninguna sobredosis que
deje la cara hinchada a golpes. Me parece más bien que la astucia de Little era
deshacerse de mujeres marginadas, por las que nadie daría nada, nadie preguntaría, nadie investigaría. En junio, en El
País se describía el patrón: "...mujeres marginales golpeadas, estranguladas
y arrojadas a la calle."* Triste destino el de las calles de Norteamérica, lugar errante.
Ximénez de Sandoval es demasiado ingenuo al comentar:
Las víctimas de Little solían ser
mujeres marginales. Los investigadores temen que algunas muertes nunca fueran
denunciadas, que nadie las echó de menos. Little fue boxeador durante una época
de su vida. Según el FBI, noqueaba a sus víctimas a golpes y después las
estrangulaba. No hay apuñalamientos o disparos. Al ser prostitutas y
drogadictas, los investigadores temen que algunos de estos crímenes no fueran
clasificados como homicidios en su día, sino que fueran confundidos con muertes
por sobredosis.**
¿Temen? ¿Confundidas? La
historia de Little es la demostración de los fallos del sistema. Es más sencillo y barato la sobredosis como causa.
Basta con
moverte de un estado a otro cada cierto tiempo y ocuparte de personas
marginales para que nadie te quiera demasiado tiempo en las celdas. Estorbo y
gasto. Un día, el bendito ADN salta
en varios crímenes a la vez y te das cuentas que tienes en la celda al mayor
asesino en serie de la historia de los Estados Unidos. ¡Eso sí que es suerte!
Finalmente, la bolita se ha parado en algún número de la ruleta.
Sorprende
la forma de hablar de las víctimas en este tipo de crímenes en serie. Realmente
el término habla de una despersonalización de las víctimas, creándose una
especie de fusión entre el criminal y ellas, que parecen nacidas para ser
asesinadas, materia para que Samuel Little bata su récord.
Hay
crímenes detallados, en los que los asesinos han conseguido personalizar a sus
propias víctimas. Pero en estas series, son mera materia sin apenas detalle. Lo
que importa es el "patrón", lo que las hace iguales y, por ello las
despersonaliza. No pueden competir con la personalidad del asesino, en quien se
centran los ojos por la excepcionalidad de su caso.
Es sorprendente
cómo se habla del asesino, de su pericia, de inteligencia para huir, de su
frialdad, de su buena memoria, etc. De no haber una condena por medio, seguro
que alguna compañía importante encontraba que tenía el perfil adecuado.
Hay
varias series televisivas de éxito que recogen los perfiles de los asesinos.
Parecen tener cierta fascinación y un porcentaje muy elevados de víctimas son
mujeres. Las propias informaciones nos hablan en muchas ocasiones de mujeres
que van a visitarlos cuando ya son encarcelados. No sé hasta qué punto es
cierto o si solo es un mecanismo de justificación del crimen contra las
mujeres.
Samuel
Little sigue recordando a la perfección sus crímenes con todo lujo de detalles,
a sus 79 años. Es una edad en la que muchas personas reviven el cariño de los
seres que han amado. La vida de Little ha sido otra cosa. Será estudiada
probablemente por los analistas y criminólogos para tratar de comprender tanta
frialdad.
En días
atrás hablábamos de las muertes de niños a manos de sus padres para hacer daño
a sus ex parejas o para eliminar esos "molestos" obstáculos de sus
vidas. Los crímenes de Little son otra cosa. No nos dan explicación alguna;
solo sabemos los números de este criminal de récords.
Las fotos de Little le muestran muy tranquilo. Ha llegado al final de su vida y ha cumplido su fin, sus crímenes. Se ríe de los investigadores cuando cuenta cómo fue liberado las veces que le detuvieron. Todo le fue bien. Ha sido un asesino confiado.
Me parece
que esas 95 mujeres que Samuel Little dice haber matado ya estaban muertas
antes de ser asesinadas. Eran zombis sociales de un lado para otro, buscando un
respiro en sus vidas poco favorecidas por la suerte y por mucha gente que las
ignoró. Ya tenían la mala "suerte", por llamarlo así, en sus vidas. El remate fue encontrarse con el
asesino. Para atraerlas solo tuvo que ser un poco amable con ellas.
Espeluznante historia. Es mucho tiempo; son muchas víctimas.
* "La confesión de un anciano preso arroja luz sobre 60 asesinatos de mujeres en Estados Unidos" 8/06/2019 https://elpais.com/internacional/2019/06/08/actualidad/1559977719_888149.html
** "Una vida contada cadáver a cadáver" El País 13/10/2019 https://elpais.com/internacional/2019/10/12/actualidad/1570872643_597382.html
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