sábado, 31 de diciembre de 2011
El año demo
Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hay tantas cosas que contar en el resumen de este año, del 2011 que hoy acaba. Tantas imágenes acumuladas día tras día. Es imposible sintetizarlo de forma justa sin dejarse fuera cosas importantes. Los dos grandes extremos son, sin duda, las revoluciones árabes
y la crisis económica internacional. Entre ambas, crisis de todos los tamaños y
motivos. El protagonismo ha sido colectivo, el de los cientos de miles en las
calles protestando contra las dictaduras políticas o las económica, contra los salarios
o libertades insuficientes. Como muy bien ha señalado la revista Time, el protagonismo ha sido el de la
protesta, una actitud más que un hecho. El matiz es importante porque los
hechos tienen un aspecto local, en el tiempo y en el espacio, un aquí y un
ahora. Las actitudes, en cambio, significan un cambio de estado, una alteración
del rumbo hacia un futuro que ya no es el mismo. No estamos en “el año de la
protesta”, sino en el año en que se
empezó a protestar.
Es algo que los analistas deberán comenzar a contemplar en
sus trabajos si quieren entender y explicar algo. La semilla de la protesta ha
prendido y es como el aire que se escapa por el pinchazo del globo. Una vez pinchado,
no es fácil atrapar el globo, que vuela impredecible de un lugar a otro.
La protesta es una prueba en dos niveles: en el grado de hartazgo
que la provoca y en la reacción autoritaria que suscita. Una vez puesta en
marcha la protesta, o se acepta o se la combate. El ejemplo de España es claro.
Se pasó de las reacciones ridiculizadoras (políticos, medios de comunicación) a
las agresivas (Barcelona) para después, aunque no se reconozca oficialmente, introducir cambios en el mensaje. “Indignados”
pasó a ser una etiqueta con sustancia detrás, por más que no se concrete. La “indignación”,
aunque se empeñen en ponerle caras, es un estado mental y social, individual y
colectivo, manifestación del hartazgo que el sistema liberado de trabas ha provocado
en una gran parte de la sociedad.
Aunque muchos rivalizan sobre los orígenes de las protestas,
no esa la cuestión relevante, sino su capacidad de contagio, su naturaleza
mimética. La protesta es ante todo una forma de autoconciencia, un despertar ante
el espejo en el que se ve reflejada una imagen oculta hasta el momento. La
protesta en el resultado del pegamento explicativo que une todas las piezas que
tenías dispersas en la cabeza. La protesta surge cuando uno dejar de echarle la
culpa a la mala suerte y comprende el origen de su desgracia. No es necesario
ni que sea verdad. Basta con creerlo, con que la hipótesis sea plausible. Y la
gente ha encontrado muchas explicaciones; mejores o peores, pero explicaciones.
Se comprende, una vez más, la importancia que tiene la idea
de lo “inevitable” para el control social, ya sea en forma de fatalismo
religioso, de determinismo científico o de mano invisible de los mercados. Lo “inevitable”
es la obviedad de lo imposible de resolver. Mientras creamos en ello, no surge
la protesta. La protesta surge cuando se comprende que el destino tiene nombre
y apellidos, una localización concreta (¡Ocuppy
Wall Street!, por ejemplo) y se agrupa y radica. Tahrir, Sol, Wall Street…
son los lugares en los que uno se enfrenta con lo anteriormente invisible, el
lugar en el que se conjuran las fatídicas raíces de lo malo que nos ocurre. Allí
todo adquiere sentido.
No es necesario que las protestas tengan una resultado
inmediato. En ocasiones lo tienen cuando el objetivo es concreto. Pero es más
importante el valor sistémico de la protesta, sus efectos sobre el conjunto de
la sociedad, el mar de fondo. Es algo que han comprendido pronto algunos. Otros
siguen sin enterarse, políticos e intelectuales conductistas. La protesta es la
figura; la insatisfacción, el fondo.
Han protestado o lo siguen haciendo por todo el mundo: los
estudiantes chilenos por la educación, piedra angular de la reproducción y
filtro social; los egipcios en Tahrir y el resto de las calles y plazas de
múltiples ciudades contra una dictadura y el posterior secuestro de su revolución
democrática y popular; los sirios contra el tirano que los masacra, los rusos
contra los errores contables de las elecciones y la fórmula del gobierno por
relevos; los yemeníes…, hasta en China han comenzado hace unos días las
protestas. Los analistas decían que China estaba al margen. China es el test
del futuro para muchas cosas, igualmente para las protestas.
Ha habido crisis locales, en ciertos aspectos, importantes.
La crisis planteada en la izquierda socialista francesa con motivo de la
detención de Dominique Strauss-Kahn va más allá de la anécdota de faldas. Ha sido
un test para la sociedad y, en especial, para la clase política gala. El
veredicto ha sido el rechazo moral, al margen de la cuestión judicial, del ex
director del Fondo Monetario Internacional y principal candidato a las
presidenciales francesas. Un ejemplo del “efecto mariposa”, en el que lo que
ocurre en una habitación de hotel en Nueva York sacude y conmociona a la
sociedad francesa, abriendo un debate sobre lo que se les permite a los
poderosos. No ha sido el único caso de político defenestrado por escándalos
sexuales, ya que hemos visto ingresar en prisión al ex presidente de Israel. La
condena a Jacques Chirac hace unos días, aunque sea por motivos muy distintos,
ha sido también un duro golpe a la clase política en Francia. En otros lugares de Europa, la crisis político-financiera se ha llevado por delante a los gobiernos de Italia y Grecia de forma directa y algunos más de forma indirecta, de manera algo más elegante. Italia, por las peculiares característica de su ahora ex presidente, ha sido un caso tan especial como él. Los gestores económicos sobrios han desplazado a los histriónicos como Berlusconi. Pero no basta con ser sobrio; hay que saber algo de economía.
Nosotros hemos tenido la “crisis del pepino” que debe ser
entendida en el marco de la crisis institucional europea. Por encima del
problema sanitario, con sus desgraciadas muertes, ha quedado en entredicho la
unidad europea más allá de los problemas monetarios que posteriormente se
plantearon en toda su crudeza. Antes de que Angela Merkel y Sarkozy se pusieran
a los mandos de Europa, Alemania había patinado estrepitosamente en lo político
y en lo científico mostrándose incapaz de establecer un sistema de alarmas
coherente que pudiera detectar sus propias responsabilidades. El daño causado a
la agricultura española, principalmente, anticipaba ya otros problemas que se
irían planteando posteriormente. Europa no funcionaba en más niveles que en la
política fiscal.
Nuestras crisis políticas son las de una clase gobernante que se ha
profesionalizado en demasía y que ahora aparece como falta de ideas y de
capacidad de ilusionar al país. Los casos continuos de corrupción —por trajes,
por ERES o por cualquier otra circunstancia— no ayudan a que la sociedad española
tenga la alegría e ilusión que la política, en cuanto a gestión del bienestar
de los ciudadanos, debería tener. En la medida en que sea capaz de ser
permeable a personas e ideas, desburocratizarse como clase, debería ser más
eficaz y con mejores niveles de identificación con el resto de la sociedad,
distinción que remite a las distancias que percibimos entre ellos y nosotros. Nuestro país vive su
propia crisis, que excede los límites de 2011, año en el que no ha hecho sino
agravarse por el deterioro general. Pero la nuestra es muy nuestra. En la parte positiva, el fin, aunque difuso, del terrorismo como práctica política.
La “crisis del euro” es la variante europea de la crisis financiera mundial. Quizá no
debiéramos llamarla así porque induce a concebirla de cierto modo, pensando que
es el euro el culpable en sí, cuando su problema principal es la incapacidad de
defenderse de los ataques especulativos que exigen mayores rentabilidades a sus
inversiones. En este sentido, esta crisis no es más que el reverso de la moneda
de otros focos de ganancias que han quedado agotados. De yacimiento en
yacimiento, de burbuja en burbuja, el dinero va buscando aquellos lugares en
donde se puede encontrar el máximo rendimiento a sus operaciones. Agotadas las
burbujas tecnológicas e inmobiliarias, vigiladas sus actuaciones en los Estados
Unidos, el dinero busca la rentabilidad en las deudas nacionales, a las que
presiona sin importarle los costes sociales de sus beneficios. Lo que antes se
hacía contra las monedas nacionales, ahora se hace especulando contra las deudas.
Va demasiado dinero al sistema financiero y menos al industrial que es el que
genera crecimiento y empleo. Esto lo ven casi todos, pero muy pocos siente con
ganas de cambiarlo. El “capitalismo de casino” ha hecho su agosto; para los
demás, invierno crudo.
Como consecuencia, la mal llamada “crisis del euro” es una
crisis de los sistemas de defensa ante los ataques sin límites, auténtica base
del problema y cuyo origen está en las desregulaciones. No se pueden obviar las propias carencias europeas en su vertebración. Es un problema
esencialmente político, ya que surge
de las decisiones interesadas de modificar las reglas del juego para favorecer
todos estos movimientos financieros que, sin control alguno, nos llevan al
desastre en forma de crisis permanente. Europa se ha dormido hace tiempo y ha quedado a expensas de los intereses, muy variables, de diversos sectores. La idea de Europa ha quedado oscurecida por los intereses de los políticos nacionales, que no desean perder ni protagonismo ni poder más allá de un límite. Eso se ha demostrado ya que en el momento de tomar las riendas, no lo ha hecho Europa, sino el eje franco-alemán.
También ha sido el año de las Agencias de calificación, una
novedad para muchos. El hecho de que cualquier operación se base en las
calificaciones de estas agencias, las ha puesto en el punto mira. Es indudable
el papel político que juegan y, sobre todo, el papel poco justificable que
jugaron en el pasado en otras crisis financieras. Su protagonismo es una prueba
más de que el sistema financiero ha generado sus propias instituciones y las ha
situado, a través de los movimientos en el mercado, por encima de las
instituciones políticas nacionales. El descubrimiento de que “Money makes the
World go round” solo puede haber sorprendido a los que no hayan visto Cabaret o solo hayan visto la segunda
parte de Wall Street.
Esto lleva a una profunda crisis institucional en la que los
valores institucionales mismos de la democracia están en juego ya que estamos asistiendo a la
visión de una clase política, en muchos países que se muestra incapaz de tomar
medidas que regulen los mercados, unas veces porque creen demasiado en ellos,
en los mercados, y otras veces porque no creen en ellos mismos, como políticos.
Los que han prometido la refundación del capitalismo desde ambas orillas del
Atlántico, tendrán que medir mucho sus palabras, no sea que se las tengan que
recordar con frecuencia.
El argumento del 1% frente al 99%, en su sencillez, ha
calado en la gente y ha fundamentado las protestas en muchos lugares del mundo
globalizado. Grecia, Irlanda, Portugal, Italia, España… son episodios de la
crisis económica que es el resultado de una
forma alegre de hacer política desde la ineficacia económica o de hacer
economía desde la ineficacia política. Los políticos han gastado muy mal
alentados por un sistema financiero encantado de que lo hagan. Alemania es muy
segura, pero deja poca ganancia; mejor apostar fuerte. Los endeudamientos han
sido los segundos grandes protagonistas del año junto a los protestantes de
todo el mundo. En muchos casos, los endeudamientos han sido las causas directas
o indirectas de las protestas pues ese era el origen de los recortes económicos
que se están padeciendo. La deuda, como en la novelas de Dickens, lleva a
padres e hijos a las cárceles. La insolvencia individual y nacional nos han convertido en pensionistas y visitantes de casas de empeños, en liquidadores a
precio de saldo de inmuebles y negocios, en jugadores esperanzados de lotería.
Podrán engañarse algunos pensando que 2011 ha sido un año excepcional
e insólito. Nada más lejos de la realidad. 2011 ha sido un año de una lógica aplastante. Se ha
recogido lo que se había cosechado. Simplemente, lo ha hecho de forma global y
concentrada. A cada uno le ha tocado lo suyo.
viernes, 30 de diciembre de 2011
Los registros egipcios
Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Las intervenciones de las fuerzas armadas y de seguridad
contra diecisiete organizaciones no gubernamentales, nacionales y extranjeras, en Egipto marcan una nueva
escalada en el conflicto abierto con la revolución. Es indudablemente un nuevo retroceso
o, si se prefiere una reafirmación de carácter totalitario de la cúpula
militar. Se están usando las leyes de la dictadura, hechas a la medida de la
dictadura, contra la sociedad civil para mantener el control.
La dictadura de Mubarak tenía (y tiene) un aparato legal con
una serie de restricciones aplicadas a todos aquellos que pudieran suponer un
peligro para el poder. Existen leyes expresamente aprobadas para prevenir
movimientos de los opositores.
Uno de los aspectos que el estado controlaba más era el
movimiento de capitales desde el exterior. Se aseguraba así que nadie obtuviera
financiación como apoyo de actividades que pudieran no interesarle. En la misma
medida, como quien tenía la capacidad de autorización era el estado, podía
permitir aquellas entradas a quien le viniera en gana y a la velocidad que le
apeteciera, convirtiendo, si así le apetecía, en eterna cualquier introducción de materiales o
financiación de proyectos, incluidos los de investigación.
No es lo único legislado con este fin obstruccionista. La leyes de
Mubarak prohibían votar a los egipcios residentes en el exterior, el 10 por
ciento de la población aproximadamente. Afortunadamente la judicatura
reaccionó, gracias a la presiones de los egipcios de dentro y fuera del país,
para que pudieran ejercer su derecho al voto por correo en estas elecciones últimas. Incluso con ello
aprobado, todo han sido pegas. También prohibían que personas residentes en el
exterior durante un tiempo pudieran ser candidatos en las elecciones. Las
condiciones y autorizaciones para aceptar asociaciones o partidos son otra
forma burocrática más de controlar quién está en la vida política. Todo el aparato legal actuaba como una gigantesca muralla china dedicada a aislar del exterior a aquellos que le interesaba dejar sin recursos de organización, comunicación, etc. La amenaza de ser acusados de forma desproporcionada de crímenes contra el estado por recibir subvenciones hacía que se extremaran la precauciones y que se tuviera la amenaza permanente de la intervención y el arresto. Lo que ocurriera después, podía oscilar entre el susto intimidatorio o la desaparición en función de la posible repercusión del caso. Nadie necesita descubrir ahora los métodos de la dictadura de Mubarak. La Junta Militar no los ha olvidado.
El gesto de la Junta Militar con los registros debe
interpretarse en dos sentidos, el exterior y el interior. Desde el punto de
vista internacional, es un ataque a los países, especialmente a Estados Unidos,
que están criticando abiertamente el comportamiento totalitario de los
militares egipcios, la represión brutal de la sociedad civil, y su más que
oscura participación, por acción u omisión, en los episodios que están
ocurriendo desde enero, especialmente los sectarios contra los cristianos coptos y
contra la embajada de Israel. Estados Unidos está presionando en la sombra y a
la luz. La financiación que el ejército egipcio recibe de Estados Unidos, 1.300
millones de dólares anuales, convierten en un mal chiste el argumento de que la
represión social que ejercen es un asunto interno, argumento que utilizan entre
otros, Siria, por ejemplo, para masacrar a sus ciudadanos. Por eso el hecho de que varias de las ONG y
Fundaciones intervenidas y registradas sean norteamericanas se ha entendido
como una agresión a los Estados Unidos. No ha sido solo contra ellos. La SCAF cree que un simple aumento de la inestabilidad en la zona es suficiente para que Estados Unidos y Occidente transijan con sus violaciones de los derechos humanos, como lo hicieron con Mubarak durante décadas. Sin embargo, pienso que se están engañando en este sentido, que ese juego está desgastado.
En clave interna, la cuestión es peor. Significa ir contra
el apoyo que estas y otras instituciones, sobre todo las que vigilan el cumplimiento
de los Derechos Humanos frente a las violaciones sistemáticas de los militares, están dando a la sociedad civil, ayudándola a
vertebrarse frente a unos partidos que se ven ganadores y controlan la sociedad por la
base después de ochenta años. Es ya indudable que el ejército egipcio ha
realizado su elección —como escribíamos ayer y en días anteriores— por una
sociedad que “respete” a los militares y no que le exija cuentas por lo hecho
en los últimos sesenta años en los que tomó y controló el país, en lo militar y
en lo económico. De la misma forma que algunos en Egipto ponían sobre la mesa el argumento de que Hosni Mubarak no debía ser llevado ante los tribunales por el respeto que se le debe a una "persona mayor", algunos establecen una analogía con el Ejército, en el que ven una institución venerable y nacionalista haga lo que haga. Es el patriarcado militar.
El asalto, registro e incautación de documentos, ordenadores,
etc. es el intento de cortar las posibilidades de que Egipto más allá los
grupos islámicos y los militares. Unos y otros representan una forma de
concebir el país, el poder y la sociedad mucho más próxima de lo que parece.
Curiosamente lo que a unos les importa más, a los otros no les quita el sueño, lo que permite esta
especie de acuerdo cruzado: yo te dejo la sociedad a través de las costumbres
(control horizontal) y tú me dejas el poder a través del ejército (poder
vertical). En la misma línea, buscan el enemigo convergente, aquel contra el
que unos y otros puedan cargar creando un discurso común. Nadie se conoce mejor
que estos viejos enemigos, ahora apuntando en una misma dirección. Ese punto de
convergencia es aquel contra el que una parte importante del mundo árabe sigue
respondiendo de forma conductista, el antioccidentalismo,
término en el que se encuentran integrados el laicismo y el liberalismo,
auténticos enemigos comunes desde esa mentalidad tradicional. Solo desde esa perspectiva de un estado laico y democrático para Egipto se ha planteado la posibilidad de llevar a los tribunales a los que han vulnerado los Derechos Humanos. Por eso se trata de hacer ver que los que los defienden son agentes extranjeros, un peligro para Egipto.
Todos los dictadores, sin excepción, han hecho ver que lo
que ocurría y ocurre en sus países era fruto de los enemigos exteriores, de los
agentes occidentales que desestabilizaban a sus felices poblaciones, que nadaban en la paz y la riqueza. Ninguno
asumió que era su pueblo el que se levantaba porque no soportaban tanta
corrupción y brutalidad. Unos dieron la vida; otros se subieron al carro.
Atacando desde su legalidad dictatorial se trata de hacer
creer al pueblo egipcio —a aquellos que están dispuestos a creerlo— que todos los
que se manifiestan en las plazas, que asisten a clases aceleradas sobre
política, comunicación, etc., para llegar a la gente con sus mensajes políticos
son traidores vendidos a potencias extranjeras. Se trata de hacer ver que son antiegipcios,
antipatriotas, enemigos del país. Y nada más lejos de la realidad.
Las treinta y seis ONG egipcias que han denunciado al Ejército
ante las Naciones Unidas han comprendido
rápidamente la maniobra. Los países que estaban ayudando a la sociedad en el
camino hacia una democracia moderna, como Alemania, a través de la Fundación Konrad Adenauer, están preocupados y tendrá
consecuencias sin duda. Buscan aislarlos, dejarlos en soledad y silencio,
desasistidos, al margen de una sociedad que parece ya repartida. Mientras
tanto, ni Jueces ni Fiscalía parecen no estar preocupados por la tradicional financiación
que llega habitualmente del Golfo. Para esa, todos somos hermanos.
Los registros son preocupantes porque son un paso más hacia
una situación grave —el silenciamiento de la disidencia—que tendrá su revisión crítica en poco menos de un mes,
cuando los egipcios hagan balance el 25 de enero del primer aniversario de la
revolución. Algo que podrá celebrarse en las plazas, pero difícilmente en los
cuarteles en los que nada ha cambiado.
Cuestión de altura
Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Nunca se me olvidará una historia del cuartel en donde hice
el campamento de la mili en el que coincidieron un larguirucho de casi dos
metros y otro recluta que debía medir poco más del metro cincuenta y estaba pendiente
de que se le excluyera definitivamente del Servicio. Como gracia, uno y otro se
pasaban el día juntos haciendo exhibición de sus diferencias abismales de
estatura. El pequeño le decía «—Tú
serás más alto, pero yo tengo más mala leche», algo que puede sintetizar muy bien esta identidad nuestra, tan peculiar, y su relación con los complejos compensados, es decir, que quien tiene
uno de inferioridad lo camufla sacando pecho.
Recordemos lo que en España significa metafóricamente “no dar la talla”, residuo probablemente de ese acto de tallado previo a la incorporación a filas.
Recordemos lo que en España significa metafóricamente “no dar la talla”, residuo probablemente de ese acto de tallado previo a la incorporación a filas.
Cuando había pasado una semana, le llegó la licencia
definitiva por su falta de altura. Se dio entonces una vuelta por la compañía —ya
vestido de paisano— a despedirse de todos y, especialmente, del larguirucho. «Yo seré bajito, pero ahí os
quedáis, que yo me largo», nos vino a decir.
Y no
necesitaba más en la vida. Todo lo que haya que tenido que aguantar con anterioridad,
las incontables burlas por su estatura mínima —y lo que le quedaba por delante—
quedaba compensando contando a todo el mundo —una y otra vez— las caras de pasmados
y envidiosos que se les quedaron a sus compañeros de “mili” cuando le vieron
salir tan campante del cuartel.
El
español no necesita más. De los quince minutos de gloria que Andy Wharhol
aseguraba que todos tendríamos ( "...my prediction from the sixties finally came
true: In the future everyone will be famous for 15 minutes"), al
español le sobran catorce. Bastó con aquel papel en el que se le decía que
quedaba exento del servicio militar y que supongo estará enmarcado en la pared
del salón de su casa como si de un título de doctor por Harvard se tratara,
para que saliera contento. ¡Él en la calle y los demás dieciocho meses de chuscos y guardias! Ocurriera lo que
ocurriera el resto de su vida, él se
había librado de la mili. Y eso le hacía superior a todos los varones
españoles, excepto a los que tuvieran los pies planos, fuerte miopía o algún
otro motivo de exclusión del servicio.
Es el
mismo mecanismo de quien tiene un coche pequeño del que los demás se burlan y logra
aparcar en un hueco inverosímil. ¡Hay que verle bajarse del coche! Baja, mira a
su alrededor para comprobar cuántos han contemplado con envidia la maniobra de
aparcamiento mientras dan vueltas a la manzana, y se sube un poco los
pantalones. Este último detalle no es baladí: es un gesto psicológico de
afirmación profunda que no hace falta ser freudiano para interpretar en su
rotundidad ibérica.
Hay personas —y países— que les basta con sacar pecho una vez en la vida, en algo, en lo que sea. Son de esos que cuando les dices los problemas que ves a tu alrededor, te dicen: «Sí, sí…, pero en fútbol arrasamos». «Sí, pero el paro…» «¡Tío, la Davis…!» «Pero la productividad…» «¡El Barça se sale…!» Y así sigue un diálogo imposible en el que acabas sintiéndote como un aguafiestas nacional, como un grano en salva sea la parte porque no logras entender la euforia compensatoria que algunos viven como en una nube.
Te alegras, claro, —¡cómo no ibas a hacerlo!—, pero no entiendes cómo diablos se va a arreglar nada con esa idea de que los superhéroes del universo llevan una camiseta roja, Superman, Batman, hasta Linterna Verde…, todos de rojo. Y te imaginas a todos ellos, a los superhéroes volando por el cielo, trayendo turistas y dejándolos suavemente sobre las playas y volviendo a por más a todos los rincones del mundo —¡gracias, Supermán!—; a los superhéroes construyendo fábricas en diez minutos y encontrando yacimientos con su visión de rayos X... Pero no, solo meten goles, encestan, dan reveses paralelos y hacen adelantamientos de infarto... preferentemente los domingos. Y el lunes, se comenta en la oficina y uno de cada cuatro españoles lo hace en la cola del paro, que se hace así más amena.
Nuestros
noticiarios se abren con las goleadas, con los fichajes millonarios, con las
canastas de tres y con los hoyos en uno, con ensaladeras y podios…, dando la
impresión de que los problemas reales son productos de aguafiestas, que esos
millones de parados, empresas que cierran, doctores que emigran, fuesen
amargados que no son capaces de ver que todo el mundo es más alto en la cima de un podio.
jueves, 29 de diciembre de 2011
Los negocios militares en Egipto
Joaquín Mª Aguirre (UCM)
¿Pueden ser la pasta o el agua mineral secretos militares?
Con esta provocativa pregunta comienza Mohamed Al-Khalsan* un demoledor
artículo sobre el papel que el Ejército egipcio ha jugado en el desarrollo y
control de la economía del país desde los años cincuenta, desde el comienzo de
la revolución nasserista. El panorama que nos muestra es desolador y nos
permite ver algo que ya hemos comentado en ocasiones: el auténtico freno de la
revolución en Egipto son los intereses para que no salga a la luz el papel del
ejército y de sus autoridades en la corrupción económica, en el sangrado continuo
del país.
La idea marco del desarrollo del proceso expuesta por Al-Khalsan es sencilla. La
revolución nasserista, de corte socialista, llevó al control estatal de la
producción nacional. Muchas de esas fábricas fueron controladas por los
militares. Llegada la época de Sadat, este abrió la puerta a la intervención
privada, que dio entrada a las disputas entre camarillas militares y de los
allegados civiles y sus familias extendiendo el círculo. Así se fue tejiendo,
con estas dos lanas, el entramado de la corrupción económica generalizada. La
forma de garantizar la discreción de los negocios fue convertir en materia
militar, en secretos, todo aquello en lo que el ejército tuviera puesta la mano
y el bolsillo. Cualquiera que se atreviera a sacar a la luz los temas relacionados
con la producción o gestión de estos bienes y servicios —agua mineral, pasta,
gasolina, terrenos, inmobiliarias, turismo, etc.— corría el riesgo de ser
acusado de desvelar secretos militares y ser juzgado por la vía de los
tribunales del ejército y desaparecer en las cárceles. Así no solamente se ocultaban ciertas prácticas oscuras, sino que ocultaban su propia ineficacia empresarial.
Lo mismo que sigue ocurriendo ahora y que explica cómo el ejército
egipcio se ha blindado con los tribunales militares para crear a su alrededor
un cinturón de seguridad basado en el silencio. Bajo esta defensa, se han
ocultado los negocios lucrativos y, especialmente, las negligencias y errores
cometidos por personas a las que se les daba la gestión de una parte importante
de la economía egipcia sin la más mínima cualificación. Entre corruptos e
inútiles llevaron al país a la ruina.
Al-Khalsan estima que la parcela económica controlada por
los militares a través de estas empresas es, según la fuentes, entre el 25 y el
40% del total, una cifra auténticamente escandalosa. La forma en que se
premiaba a los militares retirados por edad del servicio ha sido la dirección de
empresas y negocios, además de la ocupación de cargos en las administraciones
por todo el país. Escribe
Al-Khalsan: «Being an army general, a member of the National Democratic Party (NDP)
and a Member of Parliament for ten years almost guarantees that one is part of
a corruption network.» * Ese tiempo era el suficiente para que alguien honesto abandonara los
nichos de corrupción o decidiera seguir adelante en la escala. Entre militares,
miembros del partido y parlamentarios se habían repartido el país.
El entramado establecido entre economía, ejército y política
se revela en su densidad y apoyo mutuo. No son elementos separados ya que todos
ellos son ficciones, tapaderas construidas desde el interior del Ejército, el
núcleo del que sale todo o del que salen las autorizaciones necesarias para salir adelante.
Any discussion of the
relationship between the army and economy cannot ignore the military
establishment’s near-absolute dominance of the local economy in various
Egyptian governorates. It is well known to many that Egyptians outside of Cairo
live under virtual military rule, wherein 21 of the 29 appointed governors are
retired army generals. This is in addition to dozens of posts in city and local
governments that are reserved for retired officers. These individuals are
responsible for managing wide-ranging economic sectors in each governorate. In
other words, army generals — whose expertise does not go beyond operating
armored tanks or fighter jets — are suddenly tasked with managing and
overseeing significant economic activities, such as the critical tourism
sectors of Luxor and Aswan, Qena’s sugar manufacturing enterprises or Suez’s fishing
and tucking industries.*
Los comienzos |
Ante un panorama como el descrito, los resultados de las
elecciones —elecciones que han sido manipuladas desde el poder de forma
constante y con naturalidad durante sesenta años— y del proceso posterior se
muestra preocupante. Todo el desarrollo político egipcio tendrá delante la barrera
militar porque se está protegiendo una institución corrompida que tiene el
control sobre el país a través de la fuerza represiva, las armas y tribunales, y de la economía, control del empleo. Una
parte importante del país recibe sus sueldos de estas empresas. No ha habido
sectores que quedaran al margen si producía una libra.
Se explican las resistencias a abandonar el poder y, si lo
hacen, su negativa a hacerlo a alguien que pudiera llevarles, como a Mubarak, ante
los tribunales para dar cuentas de sus abusos y, lo que más les preocupa, sus
negocios. Cuenta Al-Khalsan cómo algunas de esas empresas llevadas por los
militares se han destacado por sus formas infames de explotación de los
trabajadores, accidentes laborales, etc. y cómo han tenido a su servicio la mano de obra de los soldados
que entraban en la institución buscando sobrevivir:
This in turn leads us to the issue of the
repressive treatment of workers on military-owned livestock farms. These
workers are usually poor conscripts who end up laboring without pay. The
typical story goes as follows: A soldier who hails from rural areas or poor
cities is conscripted (supposedly) to learn to recite patriotic slogans and
songs during morning assemblies and marches. He then forgets about all these,
along with his own dignity, as he finds himself laboring with no pay in one of
the military’s livestock farms, which usually extend over hundreds of thousands
of acres. As he collects eggs and tends to livestock and chickens, he endures
humiliation and subjugation at the hands of his supervising officers. There, he
loses any feeling of national dignity, which the army allegedly seeks to
instill in him. Should any war ever break out, his performance in the
battlefield would be shockingly horrid, having not received any training in
combat skills — thanks to the leaders who have recruited him and assigned him
his post.*
La situación que se nos describe es desoladora y preocupante
porque implica que lo que los egipcios deben remover es más de lo que se
pensaba, como se ha podido ver, tras la caída de Hosni Mubarak, la primera capa
de la cebolla. Hace tiempo señalamos que si alguien tiene el poder de hacer
caer al poderoso, es que es más poderoso que él. Mubarak era la punta del iceberg, la capa ya gastada a punto de
sustitución. Lo preocupante es que el estancamiento mediante
pactos políticos para mantener a los militares salvaguardando su papel, es una
destrucción de la propia revolución, que se muestra como un juguete en manos de
estos poderosos controladores de la vida del país. Los militares no hicieron la revolución; solo se dejaron besar llegado el momento oportuno.
Los militares saben que determinadas personas, las que
realmente han estado comprometidas con el destino del país y se han jugado o
han dado la vida por el ideal de la regeneración egipcia, los que dijeron
¡basta! no van a contentarse con este tipo de amaños pre o post electorales.
Los militares pondrán su maquinaria en marcha a favor de aquellos que les
garanticen que van a poder seguir maniobrando con impunidad. Aquellos que lo
acepten tendrán a su favor el peso de la parte del país que controlan política
y económicamente. Como a Mubarak —no hay diferencia, son los mismos— piensan que
les basta con construir un amaño de democracia de cara al mundo. Pero las cosas
han cambiado, dentro y fuera. Y hay mucha gente que no está dispuesta a seguir
con esa pantomima política y económica de cualquier manera.
Los que se lanzaron a hacer la revolución de corazón, no lo
que fueron arrastrados tarde por las circunstancias o los intereses, saben que Egipto
solo puede salir adelante si logra librarse de los males que se han ido
acumulando sobre sus espaldas durante generaciones, si se libra de los que han
cultivado la corrupción y la ignorancia como semillero de futuro para su
apropiación de los destinos de un pueblo entero.
El pueblo egipcio descubre día a día, con indignación que las instituciones que respetaba estaban más inmersas en el proceso de la corrupción general de lo que pensaban. Los militares han ido desvelando con sus acciones y maniobras que no tenían demasiado interés en desmantelar el entramado de intereses sobre el que han vivido por décadas. Solo con la cifra de que han manejado un tercio de la economía del país, ya es suficiente para exigirles responsabilidades por su resultado.
El artículo de Mohamed Al-Khalsan apareció a primeros de
diciembre (el día 7) en Jadaliyya** y puede ser leído en su versión inglesa
[aquí] o en su versión original en árabe [aquí]. Ha sido reproducido por el diario
egipcio Al-Masry Al-Youm el día 24 de
diciembre.
* Mohamed
Al-Khalsan “The army and the economy in Egypt” Al-Masry Al-Youm 24/12/2011 http://www.almasryalyoum.com/en/node/566416
** Mohamed
Al-Khalsan “The army and the economy in Egypt” Jadaliyya http://www.jadaliyya.com/pages/index/3732/the-army-and-the-economy-in-egypt
Otras fuentes de información:
—“One-third
of Egypt’s economy under army control” Business
Report 20/2/2011http://www.iol.co.za/business/business-news/one-third-of-egypt-s-economy-under-army-control-1.1029129
miércoles, 28 de diciembre de 2011
Medievalismo antifemenino
Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La noticia nos llega de Israel, donde un grupo de
ultraortodoxos se dedica a escupir a una niña que va por las calles vestida de
forma que a ellos les parece que Dios no aprueba*. Su particular interpretación
de los deseos de Dios se basa en su fe profunda no en Dios, sino en que Dios
les habla a ellos o, incluso, a través de ellos. Activistas de distintos
lugares del país se han desplazado hasta esa ciudad por la que el tiempo no
pasa. Han sido recibidos con insultos y huevos. El lema de los miles de manifestantes
israelíes contra los ultraortodoxos —“venimos a dispersar la oscuridad”— está
bien elegido ya que el episodio es otro repunte de la creciente ola de
medievalismo que avanza en distintas partes del mundo.
No es otra cosa que medievalismo la reciente ejecución por
brujería de una mujer en Arabia Saudí. La Edad Media fue un tiempo de brujas,
magos y visionarios que recorrían pueblos señalando que Dios o el diablo, según
tocara, estaba en contacto directo con ellos. El mundo, desgraciadamente, se
está poblando de nuevo de estos visionarios que creen estar en comunicación con
Dios, ser sus más devotos seguidores, sus más fieles intérpretes y, por
supuesto, sus más justos jueces. En los tiempos revueltos prosperan estos oráculos
ciegos.
Mujeres egipcias manifestándose |
El rebrote del medievalismo tiene como objetivo, en la mayor
parte de los casos, a las mujeres. Estos mundos medievales son profundamente
patriarcales y desprecian a las mujeres como seres imperfectos, pasionales,
lascivos, casquivanos, triviales. Curiosamente, siempre dicen tener una gran
idea de la mujer y de su papel en la vida. Como su naturaleza es imperfecta y
Dios siempre habla a los varones, las mujeres deben escucharles atentamente y
aprender cómo deben ser, sentir y pensar, en primera instancia, para después —por
último pero no menos importante— entrar en los detalles de la vestimenta, dónde
se deben sentar en el autobús, a quién y
cuándo pueden tocar, la acera por la que deben caminar y si deben ser lapidadas
o ahorcadas cuando hacen cosas que en los hombres se consideran viriles o niñerías
pero en ellas son muestras de su naturaleza inmunda.
Encerradas en imágenes irreales, en asexuadas figuras
maternales, deben ser ejemplo claro de los valores que pueblan el universo masculino
de estos pervertidos sermoneadores radicales. Da igual que sea en Arabia Saudí,
Israel, Egipto, España, México, Francia o cualquier otro lugar del globo. No son más
que variantes de la misma idea medieval que pervive en la mente de retrógrados
con chilaba o con Smartphone, con trencitas ultraortodoxas o con piercing en el labio. Todos son iguales,
hijos de la misma idea patriarcal. Se haga en nombre de quien se haga, se basen en el libro que se basen o en el laicismo más exquisito, todo aquel que sostiene esta cruel y estúpida jerarquía pertenece a un mundo
injusto y opresor, retrógrado y cruel.
La niña israelí insultada y escupida |
Estos fanáticos esgrimen perversas interpretaciones religiosas con las
que tratan de justificar su deseo de posesión sobre las personas; mentalmente
siguen viviendo en tribus y practicando la esclavitud, pues no es otra cosa el
derecho que se atribuyen. Sus acciones medievales les convierten en soberanos
de un pequeño reino, sus familias, sobre el que se apoyan para modelar la
sociedad en la que viven. El argumento es siempre el orden natural de la familia, en la que el varón se impone sobre la
mujer.
La firmeza de Hillary Clinton criticando las acciones de los
militares egipcios —por encima de intereses estratégicos— debe ser ejemplo y se
debe extender a todos aquellos espacios en los que se está iniciando un camino
de retroceso medieval o se mantiene el existente. Las mujeres egipcias han
reaccionado desde el principio dándose cuenta que los militares trataban de
atacarlas como la parte más peligrosa de la revolución de los países árabes. Si
hay algo que une a una parte importante de la sociedad por encima de las
ideologías actuantes es precisamente el antifeminismo, el deseo de que las
mujeres se retiren y la sociedad siga controlada de forma patriarcal. Lo hemos
dicho ya varias veces y habrá que repetirlo muchas otras. Lo dijimos cuando se practicaron
los primeros exámenes de virginidad a las manifestantes que estaban en el
Tahrir; ya se vio entonces que los militares y la policía entendían que se les
enfrentaran hombres, pero que no iban a tolerar —como algo contra natura— que
unas mujeres se le pusieran delante desafiándoles. Eso no es una revolución
política; eso es la destrucción del orden natural.
Samira, la joven que denunció las pruebas de virginidad |
Desde que la revolución puso en pie a las mujeres, esta
segunda revolución —la indispensable, la femenina— es la única sobre la que se
puede construir una verdadera democracia porque no puede concebirse una
sociedad igualitaria si una mitad cree tener el derecho natural, el derecho
divino a dominar a la otra. Hoy nos llega la noticia de que los jueces egipcios
han prohibido los exámenes de virginidad forzosos realizados por el ejército a
cualquier mujer que les pareciera a estos bravos servidores de su pueblo que
patean mujeres indefensas en las calles. La denuncia que la joven Samira**
realizó en su momento, rompiendo el círculo de la vergüenza social, es el que
ha servido para echar abajo otra monstruosidad medieval. Ahora es Saama, la
niña escupida en Beit Nemesh (Israel), la que ha contribuido rompiendo su
propio círculo de silencio, una situación de décadas en la ciudad. Son pequeñas
batallas con grandes resultados: la exposición pública de la dominación perversa
que se aspira a convertirse en normalidad.
A lo que estamos asistiendo es a un proceso en el que
millones de mujeres están dando salida a lo que llevan décadas sintiendo en
silencio. Las revoluciones —Egipto, Yemen…— están permitiendo la salida de
estas reivindicaciones profundas que necesitan apoyo dentro y fuera porque en
esta causa no hay fronteras. Aunque los dictadores estén cayendo, no será fácil
salir de ese pensamiento medieval que se extenderá para frenar el avance de las
mujeres en sus derechos. Por eso es importante estar junto a Samira y Saama. Es
el bando de todos.
* “El acoso sexista de judíos ultraortodoxos enardece una
ciudad de Israel” El País 27/11/2011 http://internacional.elpais.com/internacional/2011/12/27/actualidad/1324948897_559447.html
** “La justicia egipcia prohíbe las pruebas forzosas de
virginidad” Euronews 27/12/2011 http://es.euronews.net/2011/12/27/la-justicia-egipcia-prohibe-las-pruebas-forzosas-de-virginidad/
Un judío ultraortodoxo abandona su asiento al sentarse una mujer junto a él |
Manifestantes contra la discriminación en la ciudad de Beit Shemesh |
martes, 27 de diciembre de 2011
Pantallas, escenarios y escaparates
Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Primero dijimos que para ver buenas películas teníamos que
quedarnos hasta altas horas de la madrugada porque —como apestadas— eran
arrinconadas en los huecos de la parrilla que solo las personas que no tenían
nada que hacer al día siguiente, trabajaban de noche o padecían insomnio podían
ver. Luego desaparecieron, sin más, dejando el sitio a una fauna de videntes y
apostadores nocturnos, a demostradores de productos de insólita eficacia:
cuchillos que cortan latas, fregonas que giran solas, exprimidores que
deshidratan. Tu vida resuelta a un golpe de teléfono.
Las películas clásicas no fueron las únicas desapariciones.
Antes había desaparecido el teatro. Durante un tiempo, grabaron algunas
representaciones de la cartelera y luego lo dejaron. También el buen teatro,
todo hay que decirlo, desapareció de la escena, sustituido por la moda del “musical”.
Así mataron al teatro, por empacho de gorgoritos. Los buenos musicales escasean
y pronto hubo que inventárselos dando lugar a engendros auténticos. Los musicales
clásicos no interesaban, me imagino que por no establecer comparaciones. Una
vez que determinas que My Fair Lady o
West Side Story son cursis y pasados, buscas musicales raperos o basados simplemente en lo que
se escucha en la radio, en lo que está de moda.
Si te dejan, aplicas los mismos criterios a la pintura
(hacerle un tatoo a la maja desnuda
de Goya) o a la literatura (una versión gótica de Romeo y Julieta con hombres
lobos y vampiros) y, ¡milagro!, ya tienes todo actualizado y listo para el
consumo. ¡Hay que revitalizar la cultura, viejo!
La cultura es sencilla cuando la entiendes bien. Cuatro truquillos
y ¡listo! La cultura es lo que queda de la taquilla después de haber descontado
gastos. Es el mercadillo medieval en el que te venden bocatas de chorizo y
aceites con aroma para que pongas velitas en casa. Son las colas delante de la
librería supermercado esperando a que abran de madrugada para comprar la sexta
entrega de la “saga” que empezaste a leer a los diez años y que ahora, con
media ingeniería cursada, te mueres por leer. Es hacerte con ese videojuego con
el que aprendes un montón sobre cómo eran las ciudades persas porque están
recreadas con todo detalle; jugaste una demo
que te enganchó en aquella campus party
en la que sobreviviste a base de cafés, sándwiches vegetales y los chistes
malos de tu colega. Es ver con gafas 3D lo que de pequeño te gustó en 2D. Llevábamos cien años viendo cine en 2D y ¡no lo sabíamos!
Cultura es también ese grupo de danza del vientre en el que te has apuntado —por lo que pueda pasar— y que te hace sentirte como en el Oriente y te hace envidiar a Shakira, la pobre, condenada toda la eternidad a mover las caderas, incapaz de escapar a su propio destino mediático, condenada —como Madona— al furor gimnástico..
Cultura son también esos libritos en los que uno que se pasó
diez años en Oriente recoge sus experiencias para que tú, desgraciado, puedas
ser feliz aceptándote a ti mismo sin necesidad de odiar a nadie. Si él pudo
sentirse sucesivamente como un águila, un delfín y una tortuga, ¿por qué tú no?
Cultura es ese taller al que tú, persona insegura, te has
apuntado y en el que te enseñan a escribir haikus
porque así os da tiempo a todos a escribir los ejercicios y a leerlos en clase.
¿Quién no es capaz de escribir una línea?
Has aprendido que en los microrrelatos,
en los hiperbreves y en los haikus está el futuro porque la gente no
tiene tiempo, ni de escribir ni de leer. Nadie tiene tiempo y lo repiten una y
otra vez mientras comparten los
estados de sus doscientos treinta y dos amigos y marcan con “me gusta” las
fotos del último finde en las que
todo el mundo se contó lo mal que estaba de tiempo. Sí, tenemos que quedar.
Con la cultura está ocurriendo lo contrario que con los
superricos. Aquí todos se concentran en el 1%, mientras que el 99 restante
queda olvidado, ignorado, desconocido, despreciado. Todo ello por ser en blanco
y negro, llevar su intérprete muerto más de veinte años o que los protagonistas
no tengan varitas mágicas o colmillos. Hay que rentabilizar las inversiones,
buscar las tendencias, reforzar el estímulo. Sinergia, mucha sinergia.
Rebosamos cultura por los cuatro costados, las tres
dimensiones y los cinco sentidos. Vivimos en un tsunami cultural en el que
cabalgas la ola de la oferta, entre pantallas, escenarios y escaparates, abrumado por tanto
donde elegir, pero donde siempre eliges lo mismo, que te van sustituyendo con
ligeras variaciones para que tú, inconformista,
no tengas que sufrir cambios bruscos en eso que tanto les ha costado fabricar
para ti: tu gusto.
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