Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
cambio de foco del interés informativo hacia el copiloto del avión de Germanwings
hacía presagiar nuevos problemas. Ya lo advertimos aquí, que se corría el
riesgo de poner las enfermedades mentales en el punto de mira. El artículo que
hoy nos trae The New York Times es un aviso de lo que está ocurriendo:
An intense focus on the role of the co-pilot’s
mental illness in the Germanwings jetliner crash has raised concerns that it
risks unfairly stigmatizing millions of people with mental disorders and making
it less likely they will seek treatment. That, in turn, could make it even
harder to identify people working in high-risk professions who pose a threat to
public safety.*
Un incidente de estas características en lógico que genere
miedos e inseguridades. El efecto de la avalancha de informaciones sobre el
piloto tiene ese efecto. Cuando subimos a un avión, tren, barco, coche o
autobús, cualquier medio de transporte, damos por descontado que la persona que
está al frente está en las condiciones necesarias para realizar su labor. Vemos
técnicos y hangares en los que suponemos que esos aviones se revisan antes de
que las personas que los pilotarán asuman el control. Desde ese momento
contamos con su pericia. Forma parte del contrato mental de confianza que
establecemos. Esa persona que está allí está cualificada y en perfectas
condiciones. Lo mismo presumimos del taxista que no lleva o del juez que da una
sentencia.
Después de cada accidente aéreo se suelen producir toda una
serie de informaciones mediante las cuales se nos muestran las medidas que se
toman y cómo ese conocimiento obtenido redundará en nuestra seguridad futura.
Pero el caso del copiloto alemán tiene una serie de elementos novedosos que
siembran el desconcierto. El recelo, como se nos dice en The New York Times, no
afecta solo a los pilotos de aviones o conductores, sino que va más allá:
After the Newtown massacre in 2012, several
states, including New York and Connecticut, changed their laws, broadening the
circumstances under which mental health professionals can report a potentially
violent patient without fear of legal repercussions. Under the New York law,
they are required to report to local health officials those who are “likely to
engage in conduct that would result in serious harm to themselves or others.”
But those laws remain controversial. And many
mental health experts say that the tendency to link mass violence and mental
disorders has a negative effect, discouraging people from seeking treatment.
“These kind of stories reinforce the anxiety,
the doubts, the concerns that people have that ‘I have to keep my symptoms
concealed at all costs,’ and that doesn’t benefit anyone,” said Ron Honberg,
director of policy and legal affairs at the National Alliance on Mental
Illness.*
Hasta el momento se ha hablado de la "depresión"
como algo que mantiene a uno en su casa, tumbado en un sofá o en la cama, con
un riesgo de suicidio en los casos más graves. Pero no con esta brutal
manifestación del asesinato en masa. Cuando digo "visto" me refiero
al estereotipo social de la enfermedad. Hasta el momento lo más frecuente era
preguntarnos cómo no habíamos sido capaces de detectar una depresión que
acababa en suicidio. Nos sentíamos responsables, nos llamábamos ciegos o
insensibles. Pero la cuestión varía cuando el suicida se convierte en asesino y
acaba con la vida de ciento cincuenta personas más. Entonces parece que el caso
cambia de la ayuda a la prevención.
El argumento dado en
The New York Times expresa el miedo a que se retraigan las personas que
padecen enfermedades mentales. No es una mera especulación y es de lo que están
avisando los especialistas. Es el riesgo a que lo hecho en conseguir que la
gente que siente los síntomas de la depresión acuda a buscar ayuda se pierda y
vuelva otra vez al silencio y la ocultación con resultados desastrosos.
La forma en que tratamos las enfermedades dice mucho de
nosotros como sociedad. La forma en la que tratamos a los enfermos es parte de
esa respuesta. No me refiero a los tratamientos de los profesionales, sino a
las actitudes sociales, muchas veces de una inmensa hipocresía.
The Huffington Post publicó en octubre pasado un
impresionante relato por parte de una joven que había estado cinco veces
tentada con la idea del suicidio, según escribía ella misma en las primeras
líneas del artículo, titulado "On Living With Depression, and the Dangers
of Our Culture of Silence". La joven Udoka Okafor había llegado a Canadá desde
su hogar en Nigeria. Su artículo hace una descripción de la llegada al nuevo
país y del estado en que pronto se encontró:
My mind and my thoughts were fragmented. They
were divided between a desire to cope and a desire to escape it all, with such
finality, as it seemed only suicide could provide. Depression is a black hole
that sucks you in, faster and further, as the moments go by, until it seems as
though your only means of escape, and ironically, your only means on
self-preservation, at least on a mental level, is suicide. I started to cope
with my depression the only way that the fifteen year old me knew how, through
psychological self-abuse, cutting, and painkillers. I figured that if I make
myself feel worthless to the point where my 'self' ceases to exist in a
substantial way, I could finally find the courage to end my life.
My composure quickly deescalated, and my high
school at the time, caught wind of this, and in retrospect, I think that they
were quite overwhelmed and did not know how to respond. I was sent for a
psychiatric evaluation, and I was foolish enough to trust them, to the point
where I let one of my school mentors at the time sit through the evaluation
with me. I was quickly sent for more psychiatric evaluations, where I was
ultimately diagnosed with depression, and pegged as a danger to myself. I was
sent to a psychiatric ward, where I spent the next two to three weeks.**
La experiencia no fue demasiado alentadora y tuvo el
agravante de dejarla expuesta a las miradas de los demás como una
"enferma". Ya no la veían a ella, sino a "su" enfermedad.
Estamos haciendo una sociedad en la que nadie asume demasiadas
responsabilidades y establecemos líneas para prevenir demandas antes que para
ofrecer ayudas. Cada uno con su responsabilidad, cada uno con su seguro. Udoka
Okafor pronto fue una incomodidad
peligrosa para la escuela. Evidentemente, la persona afectada por la
depresión vive todo esto como un incremento de sus pensamientos deprimidos.
La estancia en el hospital no le sirvió de mucho. Pero sí
sirvió a la escuela para estigmatizarla aún más. Ya era una persona "que
había sido ingresada"; ya estaba etiquetada.
After my time in the psychiatric ward, I
returned to the overwhelming environment that is school, my depression still
intact. I was finding it harder and harder to cope with everything, and my
resolve was wearing very thin. The school was keeping a close, watchful eye on
me, and to everyone, I became a spectacle, I was reduced to this 'thing' that
could explode at any moment. I still remember the day I was called into the
office of one of the teachers at the school, and I still remember everything,
from how the office looked, to the condescending look in her eyes, to the harsh
and unsympathetic tone in her voice, when the words exploded from her mouth,
"you have become a liability, and the school is thinking about sending you
back home."
Take a moment to think about those words for a
moment. Think about what it means to tell a sixteen-year-old kid, who is
frustratingly and profoundly depressed, that they are a liability, and that
they are not worth fighting for. My sense of my own self-worth, which was not
very high at the time, dissipated further. I truly did believe that I was a
liability to everyone around me, that I was worthless. And, even till this day,
when I look in the mirror, the reflection that stares back at me looks broken,
fragmented, and worthless. Those words, that idea, it is not something that you
ever truly get over. There would always be a creeping whisper at the back of
your mind that is ready to pounce at you at any moment, and remind you that you
are, and would always be a liability to everyone around you, and to yourself.**
El camino elegido por ella para intentar salir se estaba
convirtiendo en el camino contrario. La estaban hundiendo más. Declararla como
persona "pasiva" era la forma de quitarse de encima esa "responsabilidad"
que nadie quería allí: ¡qué problema se nos abre si se nos suicida un alumno!
¡Y más si lo hace en la escuela!
La reflexión de Udoka Okafor es clara y contundente y va más
allá de su caso personal:
When Robin Williams committed suicide, a whole
discussion exploded about the issue of mental illness, and the dangers of a
normalized silence on the issue, in society. However, it is not simply the case
that society does not want to talk about mental illness. Rather, it is the case
that, it goes further to, in some circumstances, criminalize mental illness. By
labeling me a liability because of the erratic nature of my depression and
wanting to send me back home, my school at the time successfully ostracized me
from myself, imposed a broken image on me, made me believe that the broken
image was who I was, and then went on to criminalize that image. But, this
cannot be our response to mental illness, the actions of my high school cannot
be a microcosm of how society responds to the issues of mental illness, and
yet, it is.**
Creo que el proceso está descrito con la precisión del que
sabe de lo que habla porque lo ha vivido. Hay suficientes elementos para reflexión en ese párrafo sobre la forma de abordar la cuestión y lo deficiente de nuestras respuestas sociales. El papel de los medios vuelve a ser esencial y hay que apelar al sentido de la responsabilidad y no en la atracción morbosa, como suele ser habitual en estos casos. Hay o debe haber un equilibrio entre el silencio y el grito, entre la información y el morbo sobre las enfermedades. Y más en en caso de las enfermedades mentales en las que se producen procesos de retroalimentación con las respuestas del exterior.
No sabemos cómo están viviendo millones de personas las
informaciones sobre la depresión del copiloto del avión estrellado contra la
ladera de los Alpes. Pero indudablemente les estará afectando. La depresión no
es la mejor consejera, pero puede ser la única que tenga el deprimido. Aunque
se diga que no se deben "estigmatizar" las enfermedades, el cambio de
foco se ha centrado en ellas. Nuestra capacidad para construir generalizaciones hace el resto.
Habrá personas que se encierren y tengan miedo de comunicar
sus depresiones por temor a ser consideradas potenciales criminales y que les ocurra, como a Udoka Okafor, que
acaben interiorizando la imagen exterior que se tiene de ellos. Habrá para los
que el caso sea un motivo más de depresión y de rechazo de sí mismos. Y habrá
otros que tengan miedo de acabar haciendo cosas parecidas y busquen la ayuda
que esperemos que sea mejor que la recibida por la joven nigeriana.
¿Cómo "salió" ella de la depresión? No salió;
sigue luchando, pero luchar es lo importante. Como suele
suceder en algunos casos: recibió el apoyo desinteresado de uno de sus profesores
que no la vio como una responsabilidad del colegio sino como una persona
necesitada de ayuda, de una persona que " not trivialize my pain, through
silence, ostracism, and criminalization."** Hizo que encontrara cosas en
las que creer y con las que disfrutar, la hizo confiar en ella misma y en todo
su potencial, del que el artículo es una buena muestra. El artículo está
dedicado a su profesor:
This article is dedicated to my English
teacher, role model, mentor, and the most amazing friend that I have ever had,
Mark. Thank you for seeing and cultivating the potential in me, when others
around me thought that all I was, was a liability. I am forever in your debts,
for literally, saving my life, whether you know it or not.**
La reducción de lo que somos a nuestro trabajo parece que conlleva
las responsabilidades en la vida solo llegan hasta lo que dicen nuestros
contratos. Hay mucha hipocresía en nuestra forma de entender la vida y en las
formas de relacionarnos. Al final Udoka Okafor encontró una ayuda en quien
consideraba que era una persona y no un "problema".
Criminalizar las enfermedades, las mentales o las físicas,
no es el camino; lo hemos visto con nuestros casos de ébola y los miedos
desatados. Puede ser otro efecto colateral del caso del avión. Puede que las
víctimas de avión no sean las únicas y que se esté contribuyendo a agravar las
depresiones de muchos.
*
"Role of Illness in Germanwings Crash Raises Worry About Stigma" The
New York Times 30/03/2015
http://www.nytimes.com/2015/03/31/world/europe/role-of-illness-in-germanwings-jet-crash-spurs-debate.html
** Udoka
Okafor "On Living With Depression, and the Dangers of Our Culture of
Silence" Huff Post The Blog
16/10/2014
http://www.huffingtonpost.com/udoka-okafor/on-living-with-depression_b_5980680.html