Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Por
pura casualidad, al abrir un libro que llevaba tiempo abandonado en los
estantes, me encuentro —como en la viejas películas— un recorte de periódico
que atrae mi curiosidad. ¿Por qué guardé aquel trozo de papel?, algo que no
suelo hacer habitualmente. No aparece la fecha porque solo guardé media
página.
Encuentro noticias que me sitúan en el tiempo: "¿...Obama con
Clinton como 'número dos'?" , "...gol de Xavi da el triunfo ante EE
UU", "La tarifa de la luz subirá en julio entre el 5 y el 6%",
"Gran retraso en la justicia madrileña", "El regreso del grupo
Tequila", "Fallece el actor Mel Ferrer". Ha quedado en esta
parte de la hoja también un anuncio: "Entra en catalunyaesalgomas.com y
descubre por qué aquí todo es algo más".
La parte inferior de la hoja
cortada me identifica el periódico: ADN, un diario gratuito. Eso quiere decir
que lo mal corté a mano durante un viaje en tren y lo guardé en el libro que estaba
leyendo entonces y ahora he abierto de nuevo: Martha C. Nussbaum, "El
cultivo de la humanidad. Una reforma clásica de la educación liberal" (ed.
Andrés Bello de España, Barcelona 2001).
Podría
buscar la fecha, que se puede perfilar de forma general por los acontecimientos
deportivos —ganaos a EE UU con gol de Xavi, eso no se repite— y los obituarios
—solo morimos una vez, por lo general—. La política es algo más complicado: lo
de Obama nos los sitúa en un espacio temporal más dudoso, más difícil precisar
mientras que llego a la conclusión que ciertas cosas son intemporales: la lentitud
de la justicia y las subidas de la luz. Lo de Cataluña también es intemporal.
Cuando
doy la vuelta a la hoja —no creo que lo haya guardado por ninguna de esas
noticias y no fui fan del grupo
Tequila—, me encuentro con una noticia muy útil para saber la fecha: "Hoy
hace... Robert Kennedy, tiroteado en L.A, ... 40 años". La noticia incluye
una fotografía agónica del senador Kennedy, tiroteado, en el suelo. El texto me
sitúa finalmente: fue un cinco de junio de 1968. Eso me sitúa en el ¡5 de junio
de 2008!
Lo
único que me queda por revisar en ese lado de la página es "La
viñeta", firmada por Ernesto Rodera. No le presté atención inicial porque
no es llamativa en sus gráficos, realizados sobre una fotografía probablemente
que ha sido retocada y parece un autor firmando libros en una caseta. La viñeta
lleva un texto poco llamativo y apretado que dice lo siguiente:
Si hace bueno la gente no
tiene problema en salir
y comprarse un libro.
Pero tiene que hacer
muy malo para que se
queden en casa y
se lo lean.
No hay
duda. Lo guardé por la genialidad de la observación del texto. Es un ejemplo
perfecto de contraposición irónica en su construcción retórica y deja al
descubierto, por otro lado, la distancia entre los objetivos de la venta de
libros y los de la cultura. No suelo guardar chistes de la prensa, pero esto es
algo más que un "chiste", es una observación de la realidad en dos
tiempos; es un chiste polifónicamente
bajtiniano, el encuentro entre dos discursos distintos que se entrelazan en un
movimiento doble de atracción y repulsión.
La
viñeta recoge en su primera parte el discurso habitual de los libreros y
editores cuando la Feria del Libro de Madrid se asienta en los jardines del
Retiro. ¡Que no llueva, que haga buen tiempo!, suelen repetir los del gremio
vendedor, porque si descargan los aguaceros típicos de Madrid por esas fechas, de
mediados de junio a mediados de agosto, no hay Feria del Libro ni Sanfermines
que resistan.
Tiene
la viñeta algo de fatalismo cultural: los libreros necesitan del buen tiempo
para vender libros y los autores necesitan, por contra, del aburrimiento producido por el mal tiempo para
que los que se hicieron con las obras en la Feria se decidan a leerlo. Eso reconduce la cultura como "arte agrícola", es decir, hay que estar siempre mirando al cielo.
Lo cierto es que se han invertido los papeles y hasta el sentido. Antes, plenos de romanticismo y
malditismo orgulloso, los autores proclamaban su desprecio por el público y su
entrega incondicional al Arte. "¡El que quiera leerme, que sufra!",
venían a decir, "¡Yo no desciendo ni condesciendo!". Pero todo aquello
lo practican pocos hoy y son ambos gremios, el de vendedores y el de autores,
los que ponen velas a los santos para que no aparezcan nubes en el horizonte.
"¡Yo firmo y ayudo a vender!", dice el autor en su defensa. "Luego
el lector es libre", insisten. Nadie va a negar la libertad del lector a no leer,
por supuesto, aunque sin hacerlo sea un mero comprador de papel encuadernado. Pero para algunos tener el libro en casa es el 80% de ser culto. Y decora. Libreros y editores levantan sus hombros diciendo "lo nuestro es vender; lo demás, de Educación y los padres".
El
libro de Martha Nussbaum —a la que concedimos aquí en 2012 el Premio Príncipe
de Asturias de Ciencias Sociales— aboga por la necesidad democrática de la
educación liberal, de hacer o formar ciudadanos —el "ciudadano" ¿nace o se hace?, nos podríamos preguntar—
más allá de las vocaciones (estudiar solo
lo que me gusta) y la profesión (estudiar solo lo que necesito para ganarme la vida) para adentrarse en la
cultura de la democracia misma, es decir, en una cultura de la convivencia saludable como meta social.
Para Nussbaum, estas cosas se consiguen a través del conocimiento de la
Filosofía, del Derecho o la Ética, del conjunto de la Humanidades. Su finalidad
no es conseguir una "nota", aprobar un examen, etc., sino convertirnos en algo
que no somos por naturaleza: "ciudadanos" de la polis, valga la redundancia. Pero la "polis" deja de ser
redil, precisamente porque está educada en la convivencia, es capaz de vivir
junta y ser mejor cada día. No es otro el verdadero sentido de la educación, sacarnos de nosotros
mismos e introducirnos en una gratificante vida en común.
Después
de ir exponiendo lo importante que es la lectura de Sócrates y otras figuras
clásicas a lo largo de trescientas páginas, escribe Nussbaum:
La gente que nunca ha aprendido a usar la razón
y la imaginación para ingresar a un mundo más amplio capaz de acoger distintas
culturas, grupos e ideas, se empobrece personal y políticamente, a pesar de lo
exitoso que sea su preparación profesional. (332)*
Al igual
que en la viñeta, hay que diferenciar entre comprar libros, leerlos y, más allá, entenderlos. Con la democracia ocurre igual: no basta con tener las instituciones,
hay que "leerlas" y finalmente "entenderlas" para hacerlas productivas. Hoy que se debaten tanto
las reformas educativas, me gustaría que se fuera algo más allá de pedir que
brillara el sol o de que llueva para leer los libros abandonados en los
estantes. Pero cada uno dice que hace lo suyo. Con poco resultado, por lo visto.
Pienso que le dimos el Premio a Nussbaum porque salió el sol, pero luego no la leímos o no nos importó lo que decía cuando llegó la lluvia. Y así sucesivamente.
Devuelvo cuidadosamente el recorte a las páginas del libro de donde salió después de haberse empapado estos años de ironía socrática. Al menos él le sacó provecho a Nussbaum.
* Martha
C. Nussbaum (2001): El cultivo de la
humanidad. Una reforma clásica de la educación liberal (ed. Andrés Bello de
España, Barcelona.