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jueves, 23 de febrero de 2012

Los héroes rentables y el espíritu emprendedor

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Nos dice el diario El Mundo que en Italia hay una verdadera fiebre “capitán Schettino”*, que hace furor con esto de los carnavales. Va más allá del disfraz y se adentra en el coleccionismo de objetos e imágenes relacionadas con el trágico suceso del Costa Concordia. Así, mientras se siguen encontrando cadáveres y otros siguen sin aparecer, las calles y tiendas se llenan de festivos capitanes schettinos y se subastan los restos del naufragio.
Los carnavales siempre han servido para exorcizar los demonios y fantasmas mediante su exhibición pública y festiva, pero esto va más allá y se adentra en la necrofilia consumista. ¡Tanto vampiro y hombres lobo, que al final…!
En una sociedad como la que hemos hecho, el concepto de distancia ha quedado suprimido por el de oportunidad inmediata. Sin sentido de la historia, sin memoria, las cosas son exprimidas por temor, como los antiguos, a la fosa del olvido, a que caigan en un limbo amorfo sin que se les haya sacado el rendimiento económico oportuno. El miedo a que alguien se adelante, nos hace ir recortando las distancias prudenciales con los acontecimientos. Porque, sí, existen unas distancias de respeto y duelo ante cierto tipo de acontecimientos que marcan la broma.


Algunos apuntan al sentido del humor italiano, otros a la irreverencia carnavalesca. Yo creo que —sin negar el peso de ambos—, tiene que ver más con ese sentido emprendedor que ve oportunidades en las catástrofes y crisis; ese pensamiento mercantil que teme que sean otros los que se lleven la oportunidad de sacarle un rendimiento económico a la broma convertida en negocio.

La excusa de que el carnaval se ríe de lo serio solo explica una parte de la cuestión, pero muchas otras se alejan de la fiesta carnal, en la que los valores se invierten, y se adentran en lo meramente mercantil, es decir, en el otro tipo de inversión. Ya no es la inversión de los valores, sino los valores económicos de la inversión.
Probablemente, en algún astillero apartado, en el más riguroso secreto, se esté construyendo una réplica a escala del Costa Concordia y el Capitán Schettino haya recibido ya algunas ofertas para tripular el barco en el que se realizarán peligrosas travesías cercanas a la costa, en las que —por un módico precio— se podrá bailar la rumba y cenar en su mesa cada noche. Si él no acepta, habrá algún buen mozo, todo simpatía y moreno marino, que represente su papel, porque las fantasías se contentan con poco y basta una insinuación para ponerlas en marcha.


Son los héroes modernos, los héroes rentables. Como todos los que han alcanzado la gloria en forma de portada, Schettino tiene un futuro más allá de lo penal, como lo tiene Dominique Strauss-Kahn, ya fuera de la política, en el porno si decide dedicarse a ello. La porno parodia DXK, a cargo de la productora My Porn, está en marcha y según anuncian se rodará en parte en el hotel neoyorkino  y en la cárcel. Un capítulo de la serie Ley y Orden. Unidad de víctimas especiales, la veterana serie con Mariska Hargitay y Christopher Meloni, dará cuenta también del caso, aunque termine con la consabida advertencia de que los personajes que allí aparecen no son reales. ¿Quién es real ya en estos tiempos de avatares y perfiles?

El porno con morbo tiene más gancho y la ficción entre líneas más audiencia. En el fondo se trata del viejo si no puedes vencerlos, únete a ellos que tan buenos dividendos les han dado a muchos.
Schettino y DSK han renunciado a sus sueños en la vida, de los que han despertado bruscamente. Ahora les queda la misión —mucho más importante— de entrar a formar parte de los sueños y fantasías de los demás. Es el destino, ser pasto de emprendedores, de aquellos a los que los dioses castigan cruelmente fulminándolos con sus rayos.

* “Capitán Schettino, el disfraz de moda”. El Mundo 14/02/2012 http://www.elmundo.es/elmundo/2012/02/14/internacional/1329234270.html


lunes, 30 de enero de 2012

Un hijo del pueblo

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Comandante no te rindas
«¿Acaso lo ha visto usted?»—repetía enfadada una vecina del pueblo del capitán Schettino a los periodistas televisivos. Aunque uno haga cualquier barbaridad, aunque sea del tamaño y claridad documentada del Costa Concordia, sabes que los de tu pueblo te defenderán con devoción. Elaborarán una teoría conspiratoria absurda antes que reconocer que un paisano ha cometido tamaña estupidez, con diecisiete cadáveres en su cuenta hasta el momento. Defensa a ultranza, sí, hasta la tumba si es necesario. Es un hijo de este pueblo.
Cada vez que aparecen nuevas pruebas y testimonios, grabaciones de las conversaciones inequívocas que mantuvo con la naviera, me acuerdo de sus convecinos y de su ardor defensivo del ahora villano nacional e internacional. Todos quieren ver en el hundimiento del barco un símbolo de la catástrofe italiana y convertir al galante capitán en una especie de Berlusconi naviero, más preocupado por la rubia moldava acompañante que por los peligros de la navegación costera, pendiente de saludar a los amigos del pueblo de enfrente, avisados del paso del crucero por las páginas de Facebook. Luego, lo de siempre. La roca que no estaba allí, pero que estaba allí; la roca que no estaba en los mapas, pero que estaba en los mapas. Todo estaba donde debía, menos el capitán Schettino antes, durante y después del siniestro.


Las causas reales son preocupación de las casas de seguros y de los jueces, que dirán lo que tengan que decir al respecto tras sus investigaciones. Me interesa conocer la evolución mental del pueblo del capitán, Meta di Sorrento, saber cómo van a ir asimilando los vecinos el hundimiento del nombre del Capitán —y del pueblo— tras el hundimiento del barco. Porque solo es posible defender a un hijo del pueblo de esa manera realizando una operación retórica y tomando la parte por el todo. Todos somos Schettino: ¡todos para uno y uno para todos! ¡Meta di Sorrento! ¡Fuenteovejuna! ¡No te rindas!

Hasta el momento, su cerebro colectivo ha ido encontrando soluciones parciales para resolver su conflicto emocional. El hecho de que haya más vivos que muertos lo atribuyen a la pericia del capitán, por ejemplo, un héeroe para ellos. Desde esa perspectiva, el capitán solo sería responsable negativo si las víctimas de su descabellada operación fueran la mitad más uno del pasaje. Solo aceptarían una culpabilidad estadística y democrática.
El hecho de que saliera a toda prisa del barco también tiene explicación para los vecinos: “coordinar el rescate desde un bote salvavidas es perfectamente legal”*, han señalado literalmente. Según esto, el bote en el que el Capitán Schettino se alejó del barco sería el equivalente al Air Force One del Presidente de los Estados Unidos, bote en el que habría reunido a su gabinete de crisis para tener una mejor visión de los acontecimientos. Algo así como Napoleón dirigiendo la batalla desde lo alto de una colina para tener mejor perspectiva del escenario bélico y tomar sus decisiones. Los grandes hombres son así; necesitan distancia. Como Curro Romero. La frase que ha quedado para la historia es la que le dijeron desesperados sus superiores: "Vada a bordo, cazzo!! (¡suba a bordo, cojones!). Hay frases más dignas, pero esta tiene lo justo: cortita y expresiva. Vale para las camisetas.


La profesión de la joven moldava oscila entre bailarina y traductora —aunque ambas cosas no son, por supuesto, incompatibles—; en este último caso estaría justificada su presencia junto al capitán, consciente este del problema que podría ocasionarle durante la navegación encontrar algún moldavo en el puente de mando, que es donde parece que estaban ambos.
Nuestra capacidad identificadora, por un lado, y negadora, por otro, es infinita y comienza con nosotros mismos, con la familia, sigue con el vecindario, luego la ciudad, el equipo de fútbol, el partido político, y así sigue ascendiendo por la escala emocional en la que está dividido nuestro corazoncito.

Para complicar las cosas, los alemanes de Der Spiegel han llamado “cobarde” al capitán y, por las operaciones retóricas nacionales que señalamos, el conjunto de los italianos se ha dado por aludido. Il Giornale ha contraatacado con fuerza: “A noi Schettino, a voi Auschwitz”. Mencionarles a los alemanes, a estas alturas, Auschwitz es algo más que un golpe bajo. El hundimiento del Costa Concordia —¡vaya nombre!— puede dar al traste con los planes de Merkel para la recuperación de la economía italiana. ¡Maldita roca indocumentada! Ya solo falta que Moldavia se dé por aludida porque se la considere responsable de la distracción del capitán Schettino para volver a tener otro conflicto internacional en plena crisis de la eurozona.
La desgracia de los fallecidos queda tapada por tanta exhibición de orgullo patrio, del pueblecito a Europa. Mientras tanto, el barco escorado se ha convertido en motivo de peregrinación turística. A diferencia del Titanic, que se fue a pique en mitad del mar, el Costa Concordia —mientras se siguen buscando cadáveres en su interior— es un espectáculo costero. Los supervivientes tenían un recuerdo común que han utilizado muchos de ellos para explicar su odisea a los medios de comunicación: ha sido como el Titanic. Se refieren, por supuesto, a la película de James Cameron. Los medios nos dan también grandes noticias, como que un superviviente del Costa Concordia perdió un tío en el Titanic o que alguien escuchó el tema principal de la película de Di Caprio y Winslet poco antes de la catástrofe, según ha revelado un turista suizo**. ¿Alucinación, leyenda urbana, blockbuster?



Cuando los orgullos y los ánimos se vayan mitigando, todavía quedará el recuerdo de unos fallecidos víctimas de la irresponsabilidad de un hombre. Pasados muchos años, Meta di Sorrento olvidará que Francesco Schettino fue un hijo del pueblo. Las pancartas que ahora lo defienden en las calles se irán perdiendo durante la noche y nadie las repondrá. Y serán otras las emociones que vendrán a soliviantarnos, a sacar de nosotros el orgullo patrio. Todos somos hijos de nuestro pueblo.

* “El pueblo natal del capitán del crucero salió a defenderlo” El Sol On Line. 18/01/2012  http://elsolonline.com/noticias/view/122898/el-pueblo-natal-del-capitan-del-crucero-salio-a-defenderlo

** "Costa Concordia: Titanic theme tune played as cruise ship hit rocks" The Telegraph 18/01/2012 http://www.telegraph.co.uk/news/worldnews/europe/italy/9022349/Costa-Concordia-Titanic-theme-tune-played-as-cruise-ship-hit-rocks.html

Devolviéndole la pelota a Angela Merkel: Alemania abandona a Europa