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miércoles, 9 de marzo de 2011

Dos retos para Egipto

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Entre los muchos retos pendientes en Egipto, hay dos que deben ser resaltados del conjunto: la situación de los cristianos coptos y los derechos de las mujeres y su participación en la vida política. Los dos se están poniendo encima de la mesa y sobre la calles hoy mismo.

La prensa egipcia e internacional informa de once muertos y más de noventa heridos en conflictos estos días entre cristianos coptos* y… ¿quiénes son, cómo agrupar en una categoría a esos grupos: musulmanes, islamistas, radicales? Sabemos quiénes son los coptos, pero ¿quiénes son los otros, qué les identifica como grupo? No es una cuestión trivial. La información de AP se queda en el enfrentamiento cristiano-musulmán, casi todos lo hacen. Siempre se identifica mejor a las minorías que a las mayorías, que quedan diluidas, como una tierra de nadie. Sin embargo, la cuestión de quiénes son es determinante; no es una cuestión de corrección política, sino de identificación de la dimensión social de un problema.

El fin de año, con anterioridad a la revolución, hubo incidentes muy graves en Alejandría, con 21 muertos. Posteriormente, otro más. Fueron los últimos de la era Mubarak. Los de ahora son los que se producen en un Egipto camino de una modernización que tendrá más obstáculos que el ausente Mubarak.

Las reyertas de El Cairo tienen, entre otros, un origen: una pareja de novios de distinta confesión, cristiano y musulmana. La relación entre ellos ha desatado la ira de las familias y del barrio. Tenemos dos visiones sobre las que Egipto, sus autoridades, tendrán que elegir: lo nuevo o lo viejo. Esos dos jóvenes también reclamaban un derecho de futuro para ellos y para Egipto, un futuro de convivencia. El tema de los matrimonios interconfesionales en el mundo islámico es complicado, sobre todo si la musulmana es una mujer. El primer Ministro, Essam Sharaf, se ha apresurado a tranquilizar a los cristianos coptos diciendo que no van a ser discriminados en los nuevos procesos. Tendrá que ser algo más que eso o el crédito político,del cambio egipcio, sobre todo exterior, se puede deteriorar.

Ese es el sentimiento mayoritario en Egipto, pero uno de los problemas que se encontrarán es la práctica de la “censura social”, es decir, las leyes que se aprueben democráticamente necesitarán algo más que tinta sobre papel porque los elementos más radicales compensa su falta de poder en las esferas políticas con el control social en las calles. Eso, en la práctica, significa que una persona, especialmente en las zonas más humildes, que intente autonomía se verá enfrentada a una sanción o recriminación social. La ley es la ley, pero la costumbre es la costumbre; la comunidad por encima del individuo. El hecho de que la relación entre dos jóvenes se convierta en un asunto general es una muestra dramática de ello. Cuando la ley misma es rechazada por la costumbre, se generan esos espacios de intolerancia y presión social sobre el que intenta salir del control. La receta, una vez más, es educación en la convivencia y firmeza en los ideales de democracia que la mayoría del pueblo egipcio desea. No será sencillo y, sobre todo, será largo.

La segunda cuestión afecta a las mujeres. Las convocantes de una marcha en el Día Internacional de la Mujer han sido recriminadas públicamente en la misma plaza de Tahrir en la que se han defendido muchas cosas en fechas anteriores. Su pretensión de un millón de mujeres se ha visto rebajada a unos cientos, pero eso no quita un ápice a la justicia de sus derechos. El punto más controvertido es una sutileza de la actual constitución egipcia: señala que la persona que presida el país no podrá estar casada con “una extranjera”. Las manifestantes han solicitado que eso se cambie porque es una forma sutil de prohibir el acceso a las mujeres a la presidencia del país. Lejos de ser una quijotada es una forma de hacer ver que apuestan por lo máximo y no se contentan con que les vayan dejando caer migajas de libertades. La portavoz de la marcha, Aalam Wassef**, sabe de la dificultad de lo que proponen, pero están decididas a seguir con todas sus reivindicaciones.

Las mujeres egipcias son un capital extraordinario que tiene que poder acceder a los puestos de gobierno porque tienen mucho que hacer por su país y muchas ganas de hacerlo. Egipto, además, tiene una larga tradición de feminismo que se ha visto truncado en el tiempo por los retrocesos históricos en ese sentido.

Mujeres y cristianos coptos plantean el reto, pues se trata de lo mismo, de establecer las distancias con el pasado y aquí ya no es Hosni Mubarak quien lo representa, sino un modelo de intransigencia social y tradicionalismo que puede hacer que lo que comenzó de forma unida, codo con codo en la Plaza de Tahrir, se vaya convirtiendo en un proceso caótico en el que haya que limpiar, además de la corrupción, el polvo de las mentes. La peor herencia de Mubarak son esas grandes bolsas caóticas y difícilmente controlables que el desinterés institucional permitió que formaran. La ausencia de liderazgo, de proyecto moral, es una de sus causas.

Son los nuevos dirigentes de Egipto los que tienen el reto de hacer que, además de que funcione la economía, los servicios e instituciones, el país avance. Es más fácil levantar carreteras que vencer prejuicios. Pero los dirigentes no han de ser simples gestores sino personas con una idea clara del lugar hacia el que se dirigen.

* “Christian-Muslim Clashes in Egypt kil 11” Chro-AP 9/03/2011. http://www.chron.com/disp/story.mpl/ap/top/all/7463599.html

** “Women's demo outlines controversial demands” Al-Masry Al-Youm 8/03/2011 http://www.almasryalyoum.com/en/node/344981