jueves, 28 de febrero de 2019

La maldición de las raíces o qué difícil es ser egipcio o dejar de serlo

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Sabía que ocurriría, solo se trataba de saber cuándo. No quería ser agorero, pero sabía que era inevitable. Cuanto más se celebrara el éxito de Rami Malek, cuanto más arriba llegara, antes aparecería la homofobia egipcia. Y si los Oscar se dieron el fin de semana, han sido poco más de 48 las que ha durado la celebración como "héroe egipcio" de Malek.
Egipto es una trituradora, una maquinaria social que necesita de figuras a las que elevar para mostrar el poder de lo "egipcio" (justamente o no) y a las que destruye después mediante procesos de calumnias, insultos o denigraciones. Hay algo perverso en todo ello y que implica el enorme riesgo de ser popular en un país que tiene como deporte destruir a sus mitos, especialmente si el éxito llega de fuera, lo que los hace inmediatamente sospechosos. Eso vale de Moh Salah a Rami Malek, de Sherine a Bassem Youssef.
El éxito cinematográfico internacional de Malek en la interpretación de Freddie Mercury —merecedora de todos los premios importantes— le ha hecho convertirse en un centro de atención doble, por un lado los que aplauden su éxito y tratan de hacerlo suyo, y los que intentan hundir su prestigio, el gran deporte nacional.


Egipto sigue sin asimilar las causas de su emigración, que van desde el sectarismo de los que deben huir por no poder vivir conforme a sus ideas (políticas, religiosas) o los que no consiguen vivir como desean (económicas) y salen a buscar fortuna.
La narrativa estándar del emigrado tiene una formulación inicial: el emigrante sale fuera, fracasa y regresa para que los que se quedaron le reprochen su salida, lo vano de su idea de encontrar un sitio mejor que Egipto. Nada produce más satisfacción que el regreso con la cabeza baja, el regreso pidiendo perdón por haber pensado que hay un lugar mejor que Egipto en el mundo. Esta narración tiene variantes, pero se mantiene como la deseable.
Por el contrario, la narración más irritante es la del éxito migratorio. Tener éxito fuera no se perdona y acaba siendo fuente de ataques. La razón es sencilla y va más allá de la envidia, que —como se decía antes— es muy mala. El triunfo fuera, el éxito de emigrante, es la confirmación del fracaso propio, de la falta de oportunidades para triunfar en un país en donde el triunfo se penaliza como casi cualquier hecho individual, cualquier hecho al margen de los mecanismos de control y vigilancia social. Son los que no perdonan y esperan el momento de preparar la caída.
El triunfo exterior es una traición. Al momento del éxito, el que el pueblo celebra con ilusión, como una posibilidad de salida de la miseria y el control al que se le somete, le sigue el de la caída, el del linchamiento mediático. Hace poco tratamos aquí los ataques al exitoso futbolista Moh Salah: "ya no comes nuestra comida, ya no bebes nuestras aguas", le dijeron.


El caso de Malek tiene su propia peculiaridad en dos puntos: es hijo de emigrantes coptos, lo que le convierte en un peligroso modelo y sujeto a doble control, y en segundo aspecto, el derivado del personaje interpretado, el de Freddie Mercury, al que se muestra como homosexual. Estos dos puntos se entrecruzan en los ataques.
Con el titular "MP criticizes Rami Malek over homosexual role", Egypt Independent señala:

Egyptian MP Mohamed Ismail, secretary of the Housing Committee in the House of Representatives, commented on Egyptian-American actor Rami Malek winning the Oscar for Best Actor by saying that he aims to spoil the morals of Egyptian youth.
Ismail said during a phone call to Hadret al-Mowaten broadcast on Al-Hadath Al-Youm satellite channel, “I was surprised by the Egyptian media’s celebration of Rami Malek, because the role played by Rami Malek in the film is far from his real character. He is trying to [spread] homosexuality among the youth.”
He added, “If he wins the Oscars, it doesn’t mean we have to celebrate him, because the main objective behind obtaining the prize is spreading something rejected by all religions – homosexuality.”
“The award has a specific goal, which is to corrupt morality in the Arab world. Rami Malek is a bad example. If he was in Egypt, he would have been hanged,” Ismail added.
Egyptian-American actor Rami Malek won the Oscar for Best Actor at the 91st Academy Awards for his exceptional portrayal of Freddie Mercury, the legendary frontman of the British rock band Queen, in the biopic film “Bohemian Rhapsody”.
Besides his brilliant performance in “Bohemian Rhapsody”, Malek is known for his role in the USA Network television series “Mr. Robot”. He has received several awards for his biggest role so far, including the Golden Globe, Screen Actors Guild Award, BAFTA, and more.
As the son of Upper Egyptian parents thanked the late Mercury, he looked to Queen’s surviving members, lead guitarist Brian May and lead drummer Roger Taylor, who were almost in tears, saying, “This is a monumental moment… Thank you, Queen, for letting me be the tiniest part of your phenomenal, extraordinary legacy… I’m forever in your debt.”*


El ataque tiene mucho de amenaza (cuando se señala lo que le podría ocurrir si estuviera en Egipto), pero lo es sobre todo para aquellos que lo celebra. Es el mismo Egipto del que ayer su ministro de Asuntos Exteriores, Sameh Shoukry, presumía de ser adalid de los Derechos Humanos ante la Unión Africana que preside.
La ingenuidad de Malek le llevó celebrar sus orígenes egipcios y dirigirse directamente a los jóvenes. Él, dijo, estaba escribiendo un segundo capítulo en un país que acogió a su familia y que le deba ahora la oportunidad de hacer cosas importantes y que estas fueran reconocidas.
Durante el tiempo de éxito de su serie televisiva, "Mr Robot", Malek ha sido citado a menudo con la etiqueta "actor egipcio norteamericano". Es frecuente que esto se haga ya que sirve para halagar el ego egipcio sin querer preguntarse por el hecho de que el éxito es algo que se produce y reconoce fuera.
Como señala el diputado homófobo y piadoso, no hay nada que celebrar pues es un "mal ejemplo". Pero lo interesante es que la cuestión no queda ahí. Hay dos elementos de maldad puramente egipcia: 1) "He is trying to [spread] homosexuality among the youth"; y 2) “The award has a specific goal, which is to corrupt morality in the Arab world. Rami Malek is a bad example. If he was in Egypt, he would have been hanged,” Ismail added.


Ya no se trata de que el diputado Mohamed Ismail y las religiones estén en contra la homosexualidad. Se trata, nos dice, de una "campaña", de una "conspiración" para corromper a la juventud. El segundo punto señala que esa conspiración tiene un "objetivo específico", que es "corromper la moralidad  en el mundo árabe". ¡Cuánta conspiración mundial contra la pureza moral, contra la perfección!
Puede que alguien piense que es una paranoia de un chiflado. La cuestión es que este tipo de paranoias conforma la vida cotidiana del mundo árabe y, en especial, del egipcio, que es la cima de la perfección moral, el lugar donde todo empezó y al que todo debe regresar, el espacio donde los presidentes siguen llamados por enviados divinos a enseñar a los egipcios y al mundo entero cómo se debe gobernar en nombre de Dios, la única lección aceptable.
Desde esta perspectiva que ahora se trata de expandir, Malek es un agente extranjero, un traidor a patria (Egipto) y religión (copta), cuyo objetivo es, como el de otros tantos, la destrucción de aquello que tantos esfuerzos cuesta al régimen, la protección de la voluble juventud, que un día pide la salida del presidente y otro agita banderas irisadas en conciertos de músicas perversas. Desde ese momento, Malek no es un actor de éxito, hijo de emigrantes egipcios, sino un mal ejemplo que hay que evitar celebrar en nombre de la pureza, las buenas costumbres y las leyes de Dios. Que no venga, porque podría ser encarcelado o peor.
Pero la cuestión no se queda ahí. En Egyptian Streets, con el titular "Somebody to Love? Rami Malek Without Freddie Mercury", nos ofrecen otra perspectiva que acaba con consecuencias negativas. El artículo está firmado por Miray Philips y critica el énfasis puesto por Marek en la cuestión de sus orígenes egipcios tratando de obviar otros elementos concurrentes en el caso de Freddie Mercury. Tras señalar inicialmente el gran éxito de Rami Marek en los premios, encadenados uno tras otro por su interpretación del cantante, se entra en la cuestión central, la sexualidad:

Unlike Rami, Freddie is bisexual. And unacknowledged in the celebrations of Rami’s success is the significance of representing the sexuality of a brown immigrant on screen. My Facebook feed is engulfed with images of Rami Malek winning awards, and none of his role playing Freddie Mercury – a flamboyantly androgynous and queer legend.
Erased from their Facebook posts – intentionally, I think – is part of Rami’s speech where he emphasizes that the film is, indeed, “about a gay man, an immigrant, who lived his life just unapologetically himself.” The selective celebration of immigration and not of queerness is blatant, and the heroization of Rami Malek as an immigrant makes me wonder if he would have been so quickly claimed as “one of us” had he, himself, been queer.


Si el diputado egipcio acusaba al actor de ser un mal ejemplo y de expandir la homosexualidad para corromper a los jóvenes egipcios, nos encontramos ahora con el caso (casi) contrario en el que las acusaciones son por haber intentado borrar la cuestión de la "bisexualidad" de Mercury en beneficio de un discurso migratorio de éxito. Para la autora, Malek es culpable de no haber mostrado más fotos del personaje y su significación sexual en beneficio de las fotos del éxito, las que consagran al emigrante triunfador.
También aquí la clave es egipcia. En el mundo de Trump, que es el entorno en el que viven la Academia y los norteamericanos, la cuestión sexual de Mercury no tiene la misma importancia que la del inmigrante de éxito, línea en la que se encaminaron muchas de las intervenciones de la noche de los Oscar, incluido, por ejemplo, el discurso de Javier Bardem. El énfasis, pues, no estaba tanto en la bisexualidad, como el de la inmigración en un país cuyo presidente quiere levantar un muro y acusa a los que llegan por el sur de ser criminales, violadores, traficantes, etc.
Pero la perspectiva se desvía en el caso de Egipto precisamente porque se invierten las direcciones de las líneas. Ya no se trata aquí de "los que llegan" (inmigrantes), sino de "los que se van" (emigrantes). Es lo que hemos explicado en el discurso homófobo del diputado: los egipcios coptos se van y sus hijos, fuera, vienen a enseñar perversidades contra Dios que aprende lejos de nuestras piadosas fronteras. No hay que ver a Malek, nos viene a decir, como un "héroe", sino como un traidor y corruptor.
Pero el artículo, en esta línea, va más allá. La autora escribe:

Perhaps, in some ways, Rami Malek has also contributed to the invisibilization of queer people. He belongs to a legacy of straight and cis actors who have won Oscars for playing queer roles. Additionally, while Rami has acknowledged his Egyptian and Coptic origins – and quite charmingly so –, and also even nodded to the violence against Copts in Egypt, he has remained deafeningly silent about the horrific crackdown on queer individuals in Egypt. For years, while LGBTQ+ Egyptians have been incarcerated and tortured en masse, the Coptic Church and other religious institutions have held conferences to “treat” homosexuality.

Once, I watched a Coptic Orthodox priest tell a room of high-schoolers that no queer Copts exist. He said this during Sunday School, in front of a room that was undoubtedly inhabited by queer and questioning Copts. The claim is outrageous, and it both denies the existence of queer Copts and justifies rampant homophobia and transphobia within Coptic communities. To combat such instances, recent efforts by Coptic Egyptians – namely CopticQueerStories and LGBT Coptic Christians – have sought to elevate the existence, reality and theology of queer Copts. These platforms highlight the struggle of queer Copts who often feel like they are “the only one” as they navigate and juggle their multiple, and seemingly competing, identities.
So, in his speech, when Rami Malek says that “we are longing for stories like this”, indeed, we are. We are longing for queer, brown and immigrant success stories. And I am longing for a Facebook feed, and broader communities, that celebrate immigration without invisibilizing and erasing queerness. Any way the wind blows.**

Malek, finalmente, tiene la culpa por hablar o por callar, por poner sus fotos con el Oscar o por quitarlas. Es el destino de las raíces egipcias. Responsabilizarle de una cosa y la contraria explica el callejón sin salida egipcia, el porqué muchos que podrían celebrar su éxito tratan de alejarse porque el éxito de un egipcio siempre es amargo.


Rami Malek trató, como otros hicieron, de manifestar que la sociedad norteamericana es múltiple, por más que tengan un presidente empeñado en demostrar lo contrario. Fue la línea de los discursos contra el racismo y la xenofobia, que ya hemos contado aquí suficientemente.
Pero a Rami Malek se le pide que se sume a causas nobles, como es la defensa de la comunidad LGTB en Egipto, o que las abandone por perversas y corruptoras. Si dice estar orgulloso de sus raíces coptas, se le dice que los coptos son también una maquinaria de represión y control social, como de hecho ocurre.
Todo ello demuestra, una vez más, que se egipcio es complicado (más que complejo), un callejón sin salida porque fracases o triunfes siempre será una cuestión polémica que te acabará quitando las ganas de regresar o simplemente de recordar de dónde vienes.


Malek se ha llevado todos los premios internacionales importantes de este año con su interpretación de un músico, Freddie Mercury, bisexual. ¿Le convierte eso en un mal egipcio (algo que no es), en un mal copto (cosa que no sabemos si le importa), en una mala persona? Para los que le atacan sí, sí y sí. Unos por acción y otros por omisión. En un caso porque te pasas y en el otro porque no llegas.
Malek ha entrado, como Moh Salah y alguna otra figura en el peligroso grupo de egipcio o medio egipcio que tienen un poder de influencia sobre un pueblo que vive alentado hacia la mitomanía y el caudillismo. El peligro de no poder controlar a estos "influencers" hace que se les destruya ante el temor de que su efecto sea nocivo para el poder. En el caso de Malek está claro en qué sentido y en caso de Salah en cuanto que empezó a mandar mensajes sociales o críticos. 
La maquinaria egipcia es capaz de esto y mucho más. Felicitaciones a Rami Malek por sus premios. Puede que se los hayan dado en la perversa sociedad occidental, esa de los derechos humanos, con la intención de destruir Egipto, pero a mucha gente le vale.


* "MP criticizes Rami Malek over homosexual role" Egypt Independent 27/02/2019 https://ww.egyptindependent.com/mp-criticizes-rami-malek-over-homosexual-role/
** "Somebody to Love? Rami Malek Without Freddie Mercury" Egyptian Streets 27/02/2019 https://egyptianstreets.com/2019/02/27/somebody-to-love-rami-malek-without-freddie-mercury/

miércoles, 27 de febrero de 2019

Nuestra cultura o nada que aprender

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Leer la prensa egipcia es con frecuencia un ejercicio psicológico atrevido porque uno llega a dudar de la realidad si esta se basa en lo que se lee. Por ejemplo, es la enésima vez que leo titulares como este de Ahram Online "Russia may resume flights to Egypt's resorts soon: Russian Federation Council official"*. Los leo desde que en 2015 los rusos suspendieran los vuelos a causa del "no atentado" terrorista que hizo explotar un avión cargado de turista rusos de vuelta a casa. Cada cierto tiempo, desde hace años, como si fuera un vuelo con demora que nunca llega a aterrizar. La lectura de esta promesa de futuro, de este acto de habla que nunca llega a cumplirse, es casi un clásico informativo y debería estudiarse en todas las escuelas de comunicación del mundo como ejemplo de lo que no debe hacerse nunca. Pero, como digo, ya es un clásico. Es como "Esperando a Godot", pero en turista ruso, una espera interminable.
Pero mi sorpresa, tras unos días alejado de la monotonía a que al-Sisi ha reducido la información sobre el país, proviene de otro ejercicio distanciado de la realidad. En el mundo hay hechos y hay declaraciones. A veces las declaraciones son sobre los hechos; en otras, son meras palabras que entran en contradicción permanente con lo que hay o con lo que no hay, como ocurre con los turistas.


La sorpresa la produce el ministro de Exteriores egipcio, Sameh Shoukry, al que todos le reconocemos su durísima e ingrata tarea, consistente en tratar de contar al mundo cosas verosímiles que los hechos suelen desmentir y mostrarse indignado cuando los demás se lo dicen. A Shoukry le ha tocado dar un discurso sobre un tema recurrente cuando se trata de la situación egipcia, los derechos humanos. El impactante titular del diario estatal Ahram Online es "Egypt's FM Shoukry calls for boosting international cooperation on human rights" y en la noticia se nos explican los esfuerzos:

Egyptian Foreign Minister Sameh Shoukry stressed on Tuesday Egypt's keenness on boosting international cooperation in the field of human rights and the resolution of conflicts.
Addressing the high-level segment of the 40th session of the UN Human Rights Council in Geneva, Shoukry said that President Abdel-Fattah El-Sisi launched an initiative last year to achieve development in transparency.
Shoukry also highlighted the inauguration of the country's largest mosque and cathedral in the New Administrative Capital last month to prove that there is no religious discrimination in Egypt.
He added that some countries suffer from the presence of terrorist groups, pointing out that these countries are in dire need of humanitarian assistance to help them restore stability.
Shoukry said that some countries exploit the UN Human Rights Council to make political gains and impose their views by force.
Egypt believes that human rights are an interdependent set of indivisible rights, primarily the right to life, the Egyptian foreign minister said.
Shoukry added that Egypt pays great attention to initiatives presented by the UN Human Rights Council in this regard.
The minister further stressed that Egypt's keenness to actively participate in the promotion of human rights on the African level is a priority during its current presidency of the African Union.
The Egyptian government took several steps last year in the field of human rights out of its belief that the Egyptian people should enjoy all rights and freedoms to have a better future, Shoukry said.
He added that the Egyptian state has adopted a comprehensive programme to develop pre-university education and empower women at the political, social and economic levels.**


Hay que reconocer que Shoukry pone empeño y que el ejemplo de la construcción de la catedral cristiana despeja las dudas de todos sobre la discriminación religiosa, de la que se siguen quejando los coptos y, en especial, otras minorías y los ateos perseguidos, a los que también deberían construir una catedral como signo de que no son encarcelados o perseguidos. Y, sin embargo, lo son.
El "entusiasmo" por los derechos humanos, expresado por el ministro, entra en flagrante contradicción con lo que dicen todos los foros internacionales, desde los juristas hasta las organizaciones independientes, que señalan persecuciones, desapariciones, encarcelamientos, torturas, etc., algo que al ministro le trae al fresco. La "verdad", hace mucho tiempo que eso quedó claro en Egipto y nadie lo duda, es lo que se escribe en los medios oficiales y se dice por los portavoces del gobierno. Todo lo demás es cosas de terroristas y similares.
Son muchísimas las denuncias en todos los campos, por lo que lo dicho por el ministro de Exteriores no es más que un intento absurdo y limpiar la imagen ante la presidencia de la Unión africana. Los derechos humanos, como los turistas rusos, son algo de lo que se habla y que no se produce. Ojalá lleguen pronto unos y otros.


Pero las sorpresas no acaban ahí. En Egyptian Streets se recogen las declaraciones del presidente al-Sisi sobre Derechos Humanos en Sharm El-Sheik. Lo titulan "Europe Should Stop “Imposing Their Views” on Egypt: El Sisi Said at EU-Arab League Summit". Mientras que el ministro Shoukry señala ante la Unión Africana que Egipto es un "entusiasta" defensor de los Derechos Humanos, el presidente cambia el tono ante los compañeros de la Liga Árabe y planta cara a Europa, que le afea su poca estima por los derechos.
Nos dicen en Egyptian Streets:

After Egypt received backlash from European countries for its laws regarding terrorism, the death penalty and human rights, President Abdel Fattah El Sisi responded by emphasizing that the western countries should not “impose their views” on Egypt, Ahram Online reported.
During El Sisi’s speech at the closing ceremony at the EU-Arab League Summit, the president said that the priorities of Arab countries it to maintain themselves from “collapsing” and that European nations should “respect the country’s morals and humanity.”
The statement was following a question by a German journalist who asked El Sisi how he feels the about the EU’s criticism of Egypt’s human rights record.
“Let me tell the reporter, that the priority for you as European states is to achieve welfare; our priority is to preserve our countries and protect them from fall, destruction, and collapse,” El-Sisi said.
This came in light of a recent incident when Egypt executed 15 people in February who were charged with the murder of Egypt’s top prosecutor in 2015, a judge’s son in 2014 and a police officer in 2013, a verdict that many human rights activists including the Office of the UN High Commissioner for Human Rights (OHCHR) have deemed unfair.
“You speak about death sentences…we appreciate this, but we urge you to not impose anything on us. When a person is killed due to a terrorist act, their families ask us to get their children’s rights, and this is the culture of our region. This is a right which is achieved through law…You want to teach us? You won’t teach us our humanity,” El-Sisi added.
Egypt’s president highlighted that Europe should assess the regional situation “comprehensively” and take into account the “big challenges” Egypt is facing.
“What took place represents the philosophy and concepts of human rights… while being spread on both the European and Arab sides. No one has touched on any country’s human rights practices,” Aboul Gheit, the Arab League’s Secretary-General added.
On the first day of his trip to Egypt last January, French President Emmanuel Macron said that the human rights situation is perceived as tougher than under Mubarak, and that it threatens the country’s stability, Reuters reported.
“I think current policies are perceived by intellectuals and Egypt’s civil society as tougher than under the Mubarak regime,” Macron told reporters on the sidelines of a trip to Egypt.
“I can’t see how you can pretend to ensure long-term stability in this country, which was at the heart of the Arab Spring and showed its taste for freedom, and think you can continue to harden beyond what’s acceptable or justified for security reasons,” he added.***


La doble cara de presentarse como adalid de los derechos humanos ante la Unión Africana y como "es cosa mía" ante la Liga Árabe y Europa muestran solo una parte del problema. La esencial es ese empeño en considerar que eso que el presidente llama "nuestra humanidad" o la "cultura de nuestra región" es el principal causante de inestabilidad y que esa inestabilidad es la que justifica a los gobiernos autoritarios y a los dictadores. El problema es que es un círculo vicioso en donde la violencia del ojo por ojo es la ley, donde la justicia es venganza y donde el sectarismo se lleva al plano de la normalidad.
Las violaciones de los derechos humanos no son más que las consecuencias; es la forma de etiquetar una forma de concebir el estado, su ocupación y su manejo por aquellos que se identifican como sus protectores o enviado divinos. Si a eso es a lo que Abdel Fattah al-Sisi llama "nuestra cultura", la zona está condenada a la violencia sin fin, a la amenaza permanente, a convivir con la violencia que hace que el odio se acumule., a convivir con la violencia que hace que el odio se acumule.


Los terroristas son terroristas; de eso no hay duda. Pero la excusa de "la caída, destrucción y colapso" aducidos no provienen solo de una maldad intrínseca del oponente sino de la creación de unas condiciones permanentes de violencia que comienza en el propio estado, que hace de la violencia un instrumento de permanencia. La tortura, las desapariciones, los crímenes de estado no pueden ser los ladrillos de la construcción de un estado justo. Recordemos a Giulio Regeni o la defensa decidida por parte de Egipto del asesinato vil de Jamal Khashoggi  por parte del estado saudí. Muestran que esos "terroristas" son fácilmente entendibles como simples sospechosos (Regeni) u opositores (Khashoggi, de Arabia Saudí).
La soberbia del presidente haciendo ver que nadie tiene nada que enseñarles es una especie de insulto a la propia sociedad egipcia. ¿Forma parte de la "cultura de la zona" el perpetuarse en el poder, como trata de hacer con las enmiendas constitucionales aprobadas por un parlamento comparsa del gobierno? ¿Forma parte de la cultura de la zona que sean los militares quienes gobiernen desde los años cincuenta, cuando ha quedado de manifiesto que absolutamente incapaces de crear un estado moderno y pluralista transformando el sectarismo tradicional, que han sido las mismas luchas internas las que han impedido un desarrollo pacífico?
La historia se repite cuando no se aprende de lo ocurrido. Y lo que ha ocurrido en Egipto han sido las connivencias y choques entre grupos militares e islamistas desde el origen de la república. Las luchas internas han hecho que cada recién llegado al poder lo hiciera defenestrando a los anteriores por lo que el objetivo era hacerse con el control del estado, especialmente de su aparato represor, el auténtico poder egipcio.


Es a eso a lo que el presidente llama la "cultura de la zona" para justificar la represión ante la desestabilización del "estado", cuyo interés pasa a ser la cúpula y la creación de relaciones clientelares que permitan el control del país. Es en lo que desembocaron los treinta años de Mubarak. Y al-Sisi lleva camino de batir el récord.
El doble lenguaje de Shoukry y al-Sisi depende simplemente del escenario en el que se encuentren. Presentarse como adalides de los derechos humanos en África, como un modelo de modernidad está muy bien. La pena es que no es la realidad y el presidente, una vez más, acusa a Europa de decirle lo que tiene que hacer ("You want to teach us?"). De esta forma se juega los dos papeles. Pero solo hay un actor, por más que haya dos personajes. Uno es realista, el otro fantástico. Nadie puede decir a Egipto que las penas de muerte, encarcelar a los candidatos a la presidencia del país, la tortura, las leyes de las ONG, las leyes de control de los medios, etc. son represivas. De acuerdo, pero no se presenten ante los países africanos dando lecciones teóricas sobre lo que no se lleva a la práctica. El lenguaje de Shoukry, sus juegos conceptuales (como lo de la "visión integral" de los derechos humanos), no son más que subterfugios con los que hacer juegos de artificio allí donde se siente superiores, la Unión Africana. Allí sí pueden dar lecciones a los demás.
No sé si se puede llamar "humanidad" a lo que el presidente se ha referido; tampoco se si "cultura" es el adecuado para denominarlo. Algunos hablarían simplemente de 2malas prácticas". Es una lástima que los que abogan por una democracia real y son críticos se tengan que mantener callados o lejos. 
Macron —¡qué impertinencia!— le recordó que Egipto fue una de las cunas de la Primavera Árabe. No sabía el presidente francés que la verdad oficial sobre la Primavera es que era un intento de destruir el estado desde Occidente en connivencia con los islamistas, una forma de terrorismo que afortunadamente fue rectificado por "nuestra cultura", es decir, un golpe de estado que nunca existió, marcado por una matanza que fue el pueblo quien la quiso, y que ha desembocado en un final de ruta democrático que hace que el presidente tenga para un par de décadas más en el poder. Nuestra cultura. Sí.



* "Russia may resume flights to Egypt's resorts soon: Russian Federation Council official" Ahram Online 26/02/2019 http://english.ahram.org.eg/NewsContent/1/64/326256/Egypt/Politics-/Russia-may-resume-flights-to-Egypts-resorts-soon-R.aspx
** "Egypt's FM Shoukry calls for boosting international cooperation on human rights" Ahram Online 26/02/2019 http://english.ahram.org.eg/NewsContent/1/64/326268/Egypt/Politics-/Egypts-FM-Shoukry-calls-for-boosting-international.aspx
*** "Europe Should Stop “Imposing Their Views” on Egypt: El Sisi Said at EU-Arab League Summit" Egyptian Streets 26/02/2019 https://egyptianstreets.com/2019/02/26/europe-should-stop-imposing-their-views-on-egypt-el-sisi-said-at-eu-arab-league-summit/

martes, 26 de febrero de 2019

La taza de té o las polémicas del Oscar

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Como nunca llueve a gusto de todos, la polémica por el Oscar a la mejor película continúa. Quizá sea inevitable y desde el momento en que se abrió el sobre de "mejor película", la discusión se elevó de tono entre aquellos que consideran que es un final feliz y de perspectiva "blanca" y los que apostaban por propuestas más radicales, como la encarnada por Spike Lee o incluso Black Panther. Ayer considerábamos que el global ponía sobre la mesa la cuestión del racismo aunque con estrategias diferentes y perspectivas diferentes. Y lo que ayer eran "diferencias" hoy son batallas.
El objetivo de los ataques es ahora Green Book. El premio "gordo" es siempre el de "mejor película". Sin embargo, la idea de "película" no es la del texto en sí, sino un concepto industrial que afecta a la producción del conjunto. El concepto trata de unificar lo que antes ha sido separado de forma "objetiva" (el guión, las actuaciones, los aspectos técnicos del sonido, la fotografía, etc.).  El premio final es el que trata de establecer un  promedio, suponiendo que esto sea posible. En unos premios organizados por la industrial, el sentido de "película" es industrial, como trabajo de conjunto, antes que estético. El premio no lo recoge el director, sino el productor, como responsable del conjunto dentro de esa idea de arte colectiva e industrial en el que el productor es la energía que mantiene unido al conjunto. El premio a la "mejor película" no significa que sea la "mejor película"; la historia del cine está llena de pruebas que demuestran que no. Pero los Oscar son los Oscar y no lo serían si no fuera por este carácter competitivo en el que el premio "gordo" crea las expectativas a lo largo de la noche y se mide el éxito por el número de estatuillas acumuladas, las que se trasladarán inmediatamente a las carteleras de los cines para animar a entrar. La polémica es consustancial a los premios, pero esta polémica va más allá de ellos adentrándose en un espacio más complejo.


El problema que se plantea este año no es el de una cuestión de gustos, sino una cuestión plena y claramente política. La cuestión del Oscar como una forma de enfrentamiento contra Trump y sus políticas blancas, como señalábamos ayer, se ha hecho evidente y así ha sido interpretada. Pero Hollywood no es un ejército uniformado, por lo que las respuestas que se exigen a unos no siempre son aceptadas. La propuesta más conciliadora de Green Book frente a la explosiva de Spike Lee ha suscitado la polémica. Los medios hacen el resto.
En The Washington Post, el columnista Eugene Robinson escribe:

I’d have preferred seeing the biggest award, best picture, go to Lee’s razor-sharp “BlacKkKlansman” (because of its excellence) or even the comic-book extravaganza “Black Panther” (because of its massive impact on the movie business) rather than the actual winner, “Green Book.” But think about it: Of the eight best-picture nominees, three black-themed films? Plus Alfonso Cuarón’s lyrical “Roma,” about a dark-skinned indigenous maid working in Mexico City?
Hollywood finally managed to produce an awards show that might legitimately be called Oscars Not-So-White. The broadcast, blessedly lacking a host, featured such a diverse group of presenters and winners that at times it almost looked like the NAACP Image Awards, or perhaps the Hispanic Heritage Awards. Actor Samuel L. Jackson handed the gold statuette for Best Adapted Screenplay to his friend Lee, who leaped into Jackson’s arms. Filmmaker Guillermo del Toro opened the Best Director envelope and was delighted to see “a name I can pronounce,” that of Cuarón.
Only the best-picture award to “Green Book” reminded us that the motion picture industry’s wokeness is a work in progress.*


No sé si es justa la campaña que comienza contra Green Book. Es una batalla que adquiere matices distintos en clave norteamericana o, más allá, en clave de industria cinematográfica norteamericana, que percibida desde fuera, donde los tonos son otros. La reacción de Spike Lee sobre la alfombra roja preguntando a unos periodistas "si eran británicos" para decirles después que "aquella no era su taza de té", mostraba que el incisivo director no se iba a callar. Y tampoco lo han hecho otros. Pero siempre es la misma frustración: los mismos que le dan el Oscar a unos se lo quitan a otros. La Academia es la misma. Los que le dieron un Oscar a Lee se lo dieron a Farrelly. ¿Contradicción? Solo para los que piden coherencia.
Por mi gusto, por ejemplo, yo hubiera dado el Oscar a la mejor película a La favorita, un filme que destaca por su osadía narrativa, temática (el poder) e interpretativa (sus tres protagonistas propuesta al premio correspondiente). Pero esto no se hubiera entendido en un año de reivindicación contra el racismo. En Oriente Medio, en cambio, lo que se ha celebrado es el Oscar a Rami Malek, hijo de emigrantes egipcios coptos. Este factor ha ocultado los demás aspectos de la ceremonia. La BBC, en cambio, se pregunta hoy "Did Queen Anne have a lesbian affair?", para responder a las preguntas de sus espectadores. Tampoco son ajenos a la polémica abierta ante sus cámaras por Spike Lee con su "no es mi taza de té".


La industria norteamericana es la que da los premios. Los da todos. El mismo que atesoraba en sus manos Spike Lee y el que se llevaron por Green Book. Podemos decir que nos gustan unos más que otros, pero el global ofrece una gran diversidad, como el propio Eugene Robinson reconocía en The Washington Post.
Para mi gusto de espectador, lo hubiera dado a otras películas, pero aquí no se han centrado en una cuestión de "gusto", sino de "justicia" dentro de una batalla más amplia. ¿Hubiera sido, según este criterio de "justicia", obligado dárselos todos a Spike Lee, en el sentido de ser la película más beligerante en cuestión de racismo? No lo sé, pero habrá muchos que lo perciban así.
Todos los premios tienen siempre aspectos discutibles, más en una categoría que se entiende como la máxima, la de mejor película. La cuestión que se discute no es cinematográfica, sino de una categoría "transversal", que es este año la "política". Esta se encuentra abierta a muchas posibilidades e interpretaciones pues el criterio de los miembros de la Academia es variado, pero se concreta a través del voto en un filme determinado, en este caso Green Book. A unos gustará más y a otros menos. Pero la campaña en clave norteamericana puede dar lugar a actitudes poco comprensibles fuera, donde la percepción es otra.


La película es anterior a los premios; también posterior. La lucha por los premios es solo una faceta de su dimensión estética, comercial... y social, cuyo sentido es más abierto que el de las opiniones de unos y otros. 
Es lógico que haya polémicas porque existen formas diferentes de percepción que no porque no nos gusten dejarán de existir. Hay muchos sabores de té, por seguir la metáfora de Spike Lee, y no todos beben de la misma taza.


* Eugene Robinson "Trump wants to Make America White Again. The Oscars show why he’ll fail." The Washington Post 25/02/2018  https://www.washingtonpost.com/opinions/hollywood-finally-had-an-oscars-not-so-white/2019/02/25/6d0c7b18-393d-11e9-a06c-3ec8ed509d15_story.html



lunes, 25 de febrero de 2019

De Wakanda al sur profundo, el cine contra el racismo

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hay una cosa clara en la revisión del cine norteamericano que supone la noche de los Oscar, que acaba de terminar hace pocos minutos: la cuestión del racismo ha estado presente. Lo ha estado a través de tres películas que han estado compitiendo: Infiltrado en el KKKlan (Spike Lee), Green Book (Peter Farrelly) y, de forma distinta, Black Panther (Ryan Coogler). Las tres presentan sus reivindicaciones a su modo, desde la fantasía al realismo, pasando por el realismo delirante, una fórmula intermedia. De Wakanda al sur profundo, pasando por Coloroda Springs, las películas señaladas nos muestran el racismo que pervive en la sociedad norteamericana.
¿Podemos entender que es una respuesta ante el crecimiento del racismo que ha marcado el ascenso de Donald Trump al poder? Creo que, en cierto sentido, sí, que tiene su lógica temporal o histórica, una demanda del momento.

Green Book, merecedora del Oscar a la mejor película, tiene sus pies en la realidad de la biografía y muestra la transformación del racista inicial, el chófer que interpreta Viggo Mortensen, mediante la convivencia con el músico Don Sherley. La película es una "road movie", un viaje físico y espiritual hacia el encuentro con una verdad propia y la decisión del cambio para ambos protagonistas.
Black Panther se mueve en el terreno de los héroes de Marvel, pero no por ello elude los problemas del racismo. Los problemas que se plantean en la película son los de cómo afrontar la discriminación, si mediante la colaboración o mediante la lucha armada. La idílica y moderna Wakanda ha permanecido alejada del mundo, ignorando el destino de sus hermanos en los Estados Unidos y el mundo entero. El debate de la película es si usar el conocimiento superior acumulado para acabar violentamente con la discriminación, la opción tomada por el peculiar villano consciente de la discriminación, o la de compartir el conocimiento. En este sentido, la película es tan "política" como el resto por más que vivamos en un mundo de fantasía. Pero la fantasía en el arte no tiene porqué suponer escapismo o ignorancia de los problemas reales. Black Panther no estaba casualmente propuesta como mejor película solo como una aventura desarraigada de la realidad, sino como una forma simbólica de representarla.


La más claramente militante —en algún sentido—es la película de Spike Lee, Infiltrado en el KKKlan. Aquí la realidad se presenta como forma de delirio, acercándose a las comedias enloquecidas. Sin embargo, la locura de la sociedad es superior y el arte sirve para mostrar ese delirio. El que un policía negro se infiltre en el KKK no es una comedia más que en sus formas. Nos muestra en toda su crudeza la barbarie racista, recurriendo a una inteligente narrativa en donde la comedia no esconde nada, sino que intensifica el efecto actuando como crítica.

Las tres películas se ocupan del racismo y de sus consecuencias. Lo hacen a través de estrategias narrativas diferentes, de estilos muy distintos. Todas ellas, sin embargo, se enfrentan a la situación social existente tras la llegada de Trump. Son una respuesta contundente al crecimiento de las manifestaciones de discriminación racial.
Green Book ha recibido el premio a la mejor película, considerado el más importante, además del de mejor guión original. La película de Spike Lee ha conseguido el de mejor guión adaptado. No es eso lo que nos importa aquí, sino el movimiento que les ha llevado hasta competir, incluso, más allá, a ser aceptadas como proyectos, algo que con frecuencia se olvida.
Cuando una película llega a las pantallas, ha tenido muchas posibilidades de quedarse en las múltiples fases hasta que se convierte en proyecto en marcha. Las películas necesitan de impulso y confianza antes de salir a la luz y eso implica fe en sus posibilidades. Esa fe nace de la confianza en que el público espera encontrarse con ellas. Es el encuentro entre la obra y su público, que no siempre se produce de la forma esperada, pero que en este caso ha funcionado.

El gusto estético no está separado del resto de los factores sociales. Y estos son muy diversos. En una sociedad tan polarizada como lo es la norteamericana en estos momentos, es lógico que esto se produzca. Trump es el gran divisor social, el irritador de las masas. El tema racial ha sido uno de los aspectos más señalados en su campaña e intuido entre líneas por sus seguidores, que celebraron su victoria como el fin de la "era Obama" y el ascenso del supremacismo blanco en sus variantes más llamativas o más silenciosas.
Hacer cine hoy en los Estados Unidos supone no obviar lo que está ocurriendo. Muchos lo harán, pero los que se han decidido la vía de la denuncia sobre lo que ocurre han tenido una respuesta clara en taquilla y en reconocimiento de los profesionales, pues eso son los Oscar.
La idea del cine como respuesta social se puede comprobar con la manifestación del otras películas que no inciden en el aspecto de la discriminación, pero sí en la crítica política, como es el caso de Vice, o referidas a las mujeres, una enorme fuerza desde el primer momento frente a Trump. Desde el momento en el que Trump empezó a amenazar con retrocesos en los derechos de las mujeres, se abrió la puerta de las respuestas.


El esteticismo o el formalismo tienden a aislar las obras de arte de su entorno, centrándose en la especificidad de los lenguajes de cada arte. Sin embargo, no es posible aislar de su entorno a aquellos que producen y crean ni de aquellos que reciben, el público. El "gusto" no es algo caprichoso, como se nos suele dar a entender. Puede estar más o menos claro en ocasiones, pero en otras se muestra su motivación con meridiana claridad.
Las tres películas (no son las únicas) han conseguido trasladar al público, dándole forma, lo que el público tiene delante. La obra de arte no es tanto "creación" de la nada, sino rumia del presente hasta darle forma comprensible, articulada. Es lo que nos han ofrecido en un año especialmente interesante de cine. Lejos del escapismo, estas películas se han enfrentado al presente mostrándolo. El público y la Academia se lo han reconocido.



domingo, 24 de febrero de 2019

Los colores patrióticos de la precariedad

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En estos tiempos de amor apasionado por la patria, más chica o más grande, de discursos encendidos sobre las raíces, deberíamos reflexionar un poco sobre que significan todos esos conceptos por encima de las parafernalias folclóricas, las insignias prendidas en las solapas, las banderitas en las muñecas o en desfiles patrióticos.
No entiendo el patriotismo más que como forma de solidaridad con los que me rodean y, es más, no es exclusivo. La solidaridad es generosa o no es solidaridad. Esos que solo quieren beneficios para los nacidos bajo el mismo techo patrio no me parecen solidarios, sino egoístas parcelados. No hay amor en ello; solo egoísmo disfrazado con trajes nobles.
El diario El País nos trae el rapapolvo que Europa nos da con toda la razón. Crecemos, nos dice, pero eso no repercute en una mejora social. La crisis económica ha dejado cicatrices, pero —y esto lo añado yo— muchos malos hábitos, mucho colmillo retorcido y una costumbre de quejarse de forma continua cada vez que se menciona la extensión de la mejora al resto de la sociedad.

Cinco años de crecimiento han permitido que España recupere e, incluso, supere el PIB previo a la crisis. Pero las cicatrices de la Gran Recesión aún son muy profundas. Un informe que la Comisión Europea presentará el miércoles y a cuyo borrador ha tenido acceso EL PAÍS advierte de los peligros para la cohesión social que entrañan el elevado desempleo, el “uso generalizado de contratos temporales” y la alta proporción de ciudadanos que permanecen “en riesgo de pobreza o exclusión social” a pesar de la época de bonanza.
Tras una década prácticamente perdida, la economía española sigue creciendo por encima de la zona euro y creando empleo. Pero esas cifras dejan en un segundo plano un ingente paquete de asignaturas troncales y pendientes que Bruselas expone en el análisis del llamado Semestre Europeo, que fija las políticas económicas, fiscales y sociales prioritarias que deben emprender los países en el año en curso. El informe concluye que, en general, los avances de España en el último año han sido “limitados”. Es decir, un aprobado raspado. Y advierte de que esa lentitud se debe también al contexto político de los últimos doce meses, con un cambio de Gobierno y la convocatoria de elecciones en abril.*



Creo que la Comisión Europea acierta al señalar el problema y no lo hace tanto cuando señala las causas, que son más profundas. En este tiempo, la sociedad se ha hecho tremendamente insolidaria en lo referida al empleo, sobre el que se ha hecho recaer el beneficio. Las historias que se escuchan cada día, especialmente entre los jóvenes, son los de la explotación pura y dura. Son historias de desprecio por las personas, por el trabajo realizado y la amenaza constante, desde la precariedad y la debilidad contractual.
Empresas con beneficios importantes siguen usando las medidas que se tomaron de forma provisional, para tratar de acabar con una crisis que se había cimentado precisamente por la debilidad de los empleos generados en una sociedad volcada cada vez más en los servicios. Lo tomas o lo dejas, ha sido la alternativa a la que han sido sometidos, una elección humillante ante la alternativa.
Cuando se habla de la "política" deberíamos hacer matizaciones. Durante décadas, los políticos han sabido que las únicas cifras que la gente entendía porque son las que no es posible camuflar técnicamente era las del "paro". Un gobierno que "funciona" presume de reducir las cifras; presumirá de ellas ante lo que le dejaron. El problema es que pronto empezó a alterarse la definición y, sobre todo, el sentido de lo que es "estar parado". Todo por las cifras que cada mes nos cuentan cómo va la economía a ras de suelo.


El problema es que las cifras triunfales que los gobiernos tratan de presentarnos no son ya presentables socialmente. Nadie se ha atrevido a presionar al empresariado por temor a un crecimiento de despidos que dejara en evidencia el secuestro de los gobiernos ante una patronal que se presenta como heroica y motor de la economía, pero que no hay forma que entienda la función social del empelo y el sentido del conjunto, del reparto justo, en fin, de la solidaridad. Los sindicatos han comenzado a enseñar los dientes, pero la debilidad es grande, en cierto sentido por sus propios errores, todo hay que decirlo.
El resultado es la imagen que la Comisión Europea nos da, nuestro retrato de un crecimiento insolidario, desigual, egoísta e injusto. Crecemos más que el resto. Y lo hacemos por el trabajo. Sin embargo, los sueldos siguen siendo muy bajos y los contratos débiles para asegurarse el silencio y la aceptación.
Señala el artículo de El País:

Ha habido crecimiento. Y se prevé que lo siga habiendo. Pero el informe alerta de que sigue habiendo “desafíos importantes”. El principal: reducir esa capa de ciudadanos que ha quedado apartada de la recuperación. “El paro está cayendo rápidamente, a la vez que conduce a una leve caída de la pobreza y la exclusión social, pero demasiada gente sigue sin un empleo o con contratos laborales temporales y la desigualdad en los ingresos es acusada”, asesta la Comisión Europea.*

La pérdida de calidad de los empleos y la bajada de los ingresos es pérdida también de calidad de vida. Esa calidad se mide también en términos sociales, de solidaridad con el conjunto. Si las empresas se crean solo para ganar dinero, los resultados son los que vemos. Eso va del fraude de la reutilización de ataúdes, como hemos tenido recientemente, al conflicto de los taxistas con los coches que les hacen competencia. Hemos lanzado a los ciudadanos unos contra otros y lo llamamos "competencia".


A ello contribuye un problema que hace mucho que no tratamos, pero no a causa de su desaparición, sino de su conversión en hábito. Me refiero a la atomización empresarial y la idea de "autónomos". Las empresas pequeñas no consiguen grandes beneficios por lo general, por lo que su potencial en la creación de nuevo empleo es muy relativa y en condiciones de explotación muchas veces.
Falta una cultura empresarial más solidaria, pero es nuestra gran asignatura pendiente. La crisis ha sacado lo mejor de muchos, pero también los peores hábitos. No es solo cuestión de luchar contra el fraude, sino contra la falta de una cultura de la empresa ligada al tejido social, creadora de condiciones para la mejora social en su conjunto.
Creo que es en eso en lo que consiste el verdadero patriotismo, en una forma de solidaridad que nos hace ser responsables de nuestras posibilidades en mejorar la vida de los demás.
Desde que se impuso la idea de que "las crisis son oportunidades" lo que han proliferado ha sido los oportunistas. La comisión señala:

La tasa de empleo, señala, sigue siendo baja. Y resalta dos factores que ponen de manifiesto la actual precariedad del mercado de trabajo: la posición de “desventaja” que aún sufren las mujeres respecto a los hombres y el “uso generalizado de contratos temporales”, que considera un freno para el “crecimiento potencial” y para la “cohesión social” del país.*

Es esa cohesión la que debería reducir las enormes desigualdades que se están generando bajo el chantaje del crecimiento del paro cada vez que se anuncia una medida "social", es decir, que sea solidaria para mejorar las condiciones de todos.
Hemos creado a golpe de crisis una sociedad muy dura e irresponsable, en el sentido, de que nadie parece sentir una responsabilidad por los demás. Somos solidarios en muchos aspectos, pero no lo somos en uno sumamente importante, el de la cohesión social, cuya falta se nos reprocha con razón desde la Comisión Europea.


Hacen falta unas grandes campañas de concienciación del grave problema del que nos avisan una y otra vez. En ocasiones los problemas llegan de fuera; pero esta vez vienen de dentro, de nuestra incapacidad de afrontar los problemas sociales más allá de nuestra propia individualidad.
Hay países en los que existe la conciencia de la dimensión social que tienen las acciones individuales, de cómo lo que hacemos o dejamos de hacer tiene una repercusión sobre el tejido. Hace muchos años lo dijimos, en plena crisis, y hay que repetirlo ahora: la formación del empresariado español, no ya en los aspectos técnicos (bastante desastrosos, según los informes de la Caixa), sino en los de conciencia social, en el que es necesario la creación de empleo para asegurarnos un futuro común.
A veces se nos dan datos sobre las futuras pensiones y otros aspectos sobre los que inciden estos actos. No parecen calar en aquellos que se consideran el motor de la economía pero no saben entender la responsabilidad que esto entraña.


Ho hay un verdadero liderazgo social en España. No lo hay ni en los gobiernos, ni en las patronales ni en los sindicatos. No hay una visión de futuro que se traduzca en la creación de las situaciones para llegar a él. Las consecuencias son aquellas de las que nos advierten desde Europa. Si no se toman medidas, si no se crea el clima propicio, si no se consigue hacer entender que más allá del saludable beneficio existe una responsabilidad social conjunta, nos tendremos un futuro adecuado, solo un estado crítico permanente en el que unos vivirán muy bien y otros vivirán muy mal, por mucho que trabajen.
El patriotismo es solo eso. Dejen los cantos y las lágrimas emocionadas. Pónganse manos a la obra, a construir un futuro del que no nos tengan que sacar los colores en Europa o en el mundo. Una sociedad que crece con la explotación o la indiferencia sociales queda marcada. No producirá más que un falso progreso, el que esconden las grandes cifras.
La pobreza y endeblez de nuestro patriotismo es manifiesta. La ausencia de la solidaridad es notoria. Mientras que unas cifras sigan hablando de crecimiento y otras de empobrecimiento, de baja calidad del empleo, de grandes distancias sociales, no existirá ese patriotismo, el único deseable, el que va más allá de mí mismo. Lo demás son demostraciones de mal gusto.


Los países pueden sufrir crisis, pero ser incapaces de ser solidarios dejando que una parte del país vaya a peor, tiene unos efectos perversos sobre la sociedad, que se acostumbra a la injusticia y al egoísmo como formas naturales de actuar.
Los colores patrios son, hoy por hoy, los que nos sacan, los colores de la vergüenza de una generación explotando a otra. Este patriotismo que aflora no es más que el síntoma de la falta del verdadero. Cuando te importa un país, te importan los que viven en él. Una generación entera lleva sufriendo el patriotismo rastrero de los que exigen sacrificios a los demás y no han sido capaces de aportar más que promesas, mentiras y falta de decisión. El chantaje del paro no debe seguir utilizándose para mantener esta forma de economía servil y explotadora, denunciada por todos. 
El desapego de una generación es el resultado de esta falta de responsabilidad social. ¿Cómo podemos pedir solidaridad futura a los que hoy son explotados? Este efecto se está empezando a vivir en el día a día. Es un sálvese quién pueda social que se basa en la imitación de lo peor a falta de ejemplo de lo mejor. La conciencia  de lo común desaparece.
Menos banderas y discursos y más solidaridad, más firmeza, más visión de futuro común. Querer a tu país es querer el mejor futuro para todos.
La Comisión Europea tiene razón. Nos debería dar vergüenza, pero es lo primero que se perdió con la crisis. 



* "Bruselas reprende a España por la elevada desigualdad y pobreza" El País 24/02/2019 https://elpais.com/economia/2019/02/23/actualidad/1550940064_334603.html