Joaquín Mª Aguirre (UCM)
A veces los pequeños inventos muestran grandes necesidades. Las secciones de tecnología de algunos diarios recogen —casi como una curiosidad anecdótica— la aparición de un pequeño programa que capacita a nuestro teléfono móvil para identificar el programa de televisión que estamos viendo. El invento nos puede parecer absurdo, pero esto es solo a primera vista. El teléfono identifica el programa y se lo comunica a nuestros amigos.
Estamos creando una sociedad fragmentada desde que los medios masivos se encuentran en declive. Los medios no son masivos porque lleguen a mucha gente, sino porque hacen que la gente esté expuesta a las mismas informaciones. Su efecto es, precisamente, unificarnos socialmente, masificarnos. No son las masas las que hacen a los medios, sino los medios a las masas.
Por eso, desde que aparecieron los micromedios, aparecieron también las microaudiencias o audiencias fragmentadas. Lo contrario de la masificación. Cada uno va por su lado y atiende sus propios gustos. La atomización de los medios a través de programaciones a la carta, periódicos personalizados, etc., no ha hecho más que dispersarnos a todos. Ha disuelto el ágora. Cuando nos encontramos por las mañanas ya no tenemos de qué hablar porque cada uno de nosotros ha estado expuesto a informaciones y medios diferentes. Esto plantea un gran reto para un modelo de financiación mediático que apenas consigue recuperar directamente nada. ¡Qué tiempos aquellos en los que las cadenas únicas reunían a millones de personas ante un televisor!
Sin embargo, la tendencia a la fragmentación se compensa con la tendencia social a la unificación. Al menos eso es lo que intentan los expertos en ingeniería social. A todos nos gusta ver lo que nos apetece, pero también nos gusta poder comentarlo después. ¿Hay algo más aburrido que no poder comentar las noticias o los programas que hemos visto? “De la pantalla a la plaza, de la plaza a la pantalla” podría ser la estrategia buscada. ¿No es la Red un gigantesco mentidero?
El invento telefónico busca conciliar nuestra independencia con el gusto por compartir y debatir después. Tratan de que nos pongamos de acuerdo en ver lo mismo para poder rentabilizar las inversiones, porque eso del canal personal sale muy caro. Por mucho que avancemos tecnológicamente, Aristóteles sigue teniendo razón: somos animales sociales. Nos gusta quitarnos las pulgas unos a otros mientras comentamos los programas del día anterior.
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