Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Los acontecimientos de Egipto se escriben unos con letra grande y otros con letra pequeña. Pero también lo pequeño es revelador y no debe ser desdeñado en su significación. Una de estas historias de letra pequeña es la del ídolo pop Tamer Hosny. Euronews nos lo muestra sumido en llanto inconsolable, víctima del peor engaño. Alguien convenció a Tamer que debía ser el “salvador de su pueblo” y debía pedirles que se retiraran a sus casas y abandonaran las protestas porque con los “cambios” que Hosni Mubarak había hecho ya debían todos darse por satisfechos. El inocente Tamer se dejó seducir y ha tenido que salir a pedir perdón en Youtube. Se le ocurrió pasar por la Plaza Tahrir y fue abucheado y vapuleado por los manifestantes que, evidentemente, no estaban de acuerdo con las voces que Tamer Hosny había escuchado revelándole su destino. Nadie tiene dudas sobre quién ha engañado de tal manera al cantante. El muchacho está destrozado. Finalmente se ha dado cuenta que le habían manipulado tratando de aprovechar su popularidad entre la gente joven. Solo Tamer y algún enviado especial del Presidente Obama podían haber caído en tamaña ingenuidad. Que Mubarak solo haya conseguido convencer a un cantante y a un enviado presidencial norteamericano de la bondad de sus reformas y de su maestría al timón de los cambios no deja de ser una buena noticia. Podía haber sido mucho peor.
Tamer Hosny sabe que será el resto de su vida el reverso de los héroes egipcios que han dejado su sangre y su esfuerzo en las barricadas de la Plaza Tahrir y en el resto de las calles del país. Tamer será el traidor mientras que Jaled Said, el joven bloguero asesinado en junio, será el mártir junto a los trescientos muertos que la rebelión ha costado hasta el momento.
Más grave, palabras mayores, son las que ha pronunciado el vicepresidente de Mubarak, Omar Suleimán. “El pueblo egipcio no está preparado para la democracia”, ha dicho. Terrible reconocimiento del fracaso de su propio régimen, desde los años cincuenta en el poder. Pero los dictadores nunca lo ven así; son los demás los que no están preparados. Sin embargo, si alguien ha dado una lección de democracia, soberanía y legitimidad ha sido el pueblo egipcio.
Con esa odiosa frase, Suleimán no solo ha ofendido a un pueblo que está por encima de él en cualidades cívicas y morales, sino que se ha invalidado, por si había alguna duda, como interlocutor en cualquier transición. Mucho menos como conductor. Sus palabras no podrán ya ser creídas, no serán tomadas en serio por nadie. La verdad es que quien no está preparado para la democracia es Omar Suleimán.
El vicepresidente encargado de las negociaciones con la oposición y el cantante encargado de convencer a la gente de que regrese a su casa son ídolos de barro. La gente les ha perdido el respeto porque ellos mismos se han colocado al otro lado de la realidad.
*Robert Filmer (2010): Patriarca o el poder natural de los reyes. Alianza, Madrid.
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