Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Cualquier persona sensata sabe que no sirve de nada lanzar polvo contra el sol y que ese mismo polvo acabará entrando en los ojos del que lo lanza cegándole. El que ha recurrido a esta metáfora es el primer ministro iraní Mahmud Ahmadineyad. El sol, por supuesto, es la iluminada (por la revolución) nación iraní y los que lanzan polvo contra ella son los opositores y los manifestantes que piden cambio. Lo malo de las figuras retóricas es que algunas quedan demasiado abiertas. En el parlamento iraní, los miembros oficialistas han traducido el “polvo en el ojo” de la metáfora televisiva de su presidente en petición descarnada de ajusticiamiento para los culpables del lanzamiento. Hay algo de estremecedor en la vista de un parlamento en el que se levantan los puños, incluidos los de la persona que lo preside, pidiendo muertes. Y estas ya no son metafóricas sino que se pueden convertir en literales.
Hillary Clinton, de forma ingenua, ha recriminado al régimen iraní su hipocresía al aplaudir las revoluciones populares de Túnez y Egipto y negar la de su propio pueblo. Se equivoca Clinton al considerar que el interés de Mahmud Ahmadineyad era estar del lado del pueblo egipcio. Su objetivo era Mubarak, al que la revolución iraní consideraba un hereje por la alianza con su peor enemigo, los Estados Unidos. La política, muchas veces, es rebuscada y circunstancial y lo que se afirma con toda solemnidad, apenas dura unas horas. De la misma forma, la Secretaria de Estado Clinton ha sido mucho más rotunda tomando posiciones desde el principio a favor de los opositores al régimen iraní que lo fue para manifestar su apoyo al pueblo egipcio. También entra en la misma lógica política, ya que el régimen de Mubarak era un aliado estratégico importante. De lo mismo, aunque de bastante más gravedad, se podría acusar a la ministra francesa que ofreció el apoyo policial francés para ayudar a controlar a los tunecinos.
Los países que están lanzando en estos momentos polvo a sus soles son muy diferentes en las circunstancias. Tienen situaciones distintas pero el mismo grado de desesperación. Sus reivindicaciones son muy parecidas y siguen los ejemplos de Túnez y Egipto. En Egipto, el ejército ha acelerado el cambio. En diez días debe haber un borrador de constitución y en dos meses debe estar lista para referéndum. Es la mejor forma de evitar recelos y de obligar al entendimiento. Para evitar las discusiones eternas sobre el futuro, lo militares han impuesto su pragmatismo: que empiecen los jóvenes con sus propuestas y que los demás se suban al carro en marcha. Es la forma de reconocer quién ha liderado realmente el cambio. Un Egipto plenamente democrático, revestido de autoridad moral, debe ser un agente estabilizador de la zona.
Desgraciadamente es probable que asistamos en fechas próximas a derramamientos de sangre en muchos países que hoy están reclamando sus libertades y el derecho a dirigir sus destinos para alcanzar unos niveles aceptables de vida. Las reivindicaciones se dirigen contra la mala distribución de la riqueza, la corrupción y el autoritarismo. La conjunción de todas ellas es la ausencia de futuro por parte de quienes las padecen. Lo que se está desmoronando es un sistema anacrónico, no solo las monarquías o las repúblicas respectivas. Y el sistema es precisamente el que considera que son soles inalcanzables, que son la fuente de toda luz y que los que se alejan de sus rayos viven en las tinieblas. Las democracias no son perfectas; las dictaduras creen serlo. Y es esa inmovilidad solar, ese autoengaño de la perfección, el que acaba sembrando la pobreza y la opresión a su alrededor intentando acallar las divergencias. Los iluminados siempre han sido peligrosos.
Nadie con un poco de visión externa y que haya participado en alguna revolución puede estar libre de haberse sentido manipulado por el GRAN AMO, ¿por que hoy y no ayer?¿a quien le interesa realmente?¿quien gana y quien pierde? la gran masa sigue ciega y bien manejada en su busqueda de placer, si buscase libertad otro gallo cantaría, pero los nuevos jovenes lo tienen claro, pasan de todo y eso se acabará cristalizando en algo, quizás una sociedad de inmanejables por inefectivos desde el punto de vista del explotador, si yo no me esfuerzo tu no sacas el porcentaje que tenías calculado y además a futuro: consecuencia crisis economica ¡Viva Islandia!
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