martes, 15 de febrero de 2011

Historia virtual y preguntas pertinentes

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

«Las acciones británicas contra el partido Wafd y de manera más amplia contra las instituciones legislativas egipcias deben ser consideradas como un elemento crítico en el debilitamiento del crecimiento democrático egipcio y en los continuos gobiernos autocráticos de una serie de reyes y dictadores. (De nuevo, solo podemos preguntarnos cuán diferente habría sido la historia del Oriente Medio, del mundo árabe y del mundo musulmán si a Egipto, el líder cultural del mundo árabe, se le hubiera alentado y permitido desarrollar un gobierno democrático viable y duradero. Bien podría haber desencadenado el efecto dominó de la democracia por todo Medio Oriente que Estados Unidos esperaba lograr con su intervención en Irak en 2003.) » (134-135)

La persona que escribió esto fue Benazir Bhutto*, asesinada el 27 de diciembre de 2007 en Rawalpindi. Faltaban dos semanas para la celebración de las elecciones y Bhutto, tras un largo exilio, encabezaba las listas de la oposición al régimen. En estos días ha saltado la noticia de que un juez de la ciudad donde se cometió el atentado que acabó con la vida de la ex primera ministra de Pakistán ha emitido una orden contra el que fuera presidente paquistaní, Musharraf, por omisión de protección.

La pregunta que se hizo en su momento Benazir Bhutto entra en el terreno de la historia virtual. Sin embargo, la reflexión que implica y, sobre todo, la perspectiva que ofrece, independientemente de las propias especulaciones, nos muestra el problema de la percepción occidental del mundo árabe, aunque podría ser extensivo a otras áreas, como la percepción de los Estados Unidos respecto a todo lo que se encuentra al sur de Río Grande.

Egipto no tiene una gran tradición democrática, pero sí una larga tradición de aspiración democrática. Esas aspiraciones manifiestas de constituirse en un país democrático se han visto frustradas permanentemente por los intereses internacionales, en este caso se señala la intervención británica. Se han frustrado favoreciendo el autoritarismo, respaldando figuras que servían más a otros intereses que los de su pueblo, e impidiendo la consolidación de las instituciones democráticas. A veces tener algo que es importante para terceros se puede volver contra ti. La importancia estratégica del canal de Suez la han pagado con creces los egipcios, como bien señaló la propia Bhutto.

La diplomacia occidental sigue siendo victoriana. No hay más interés que los intereses. Las relaciones internacionales siguen siendo una zona opaca para las opiniones públicas de los diferentes países. En general, se suelen sustraer de los debates electorales y los programas políticos solo recogen líneas muy abstractas que evitan entrar en los detalles. Los diplomáticos consideran que son ellos los que se deben ocupar de algo que la gente no entiende. Cada vez adquieren más peso los intereses comerciales y las relaciones internacionales son evaluadas en función del montante económico que implican. Ya no hablamos de países amigos, sino de “socios”; ya no vemos personas y pueblos, sino “mercados emergentes” en los que vender nuestros productos o instalar nuestras fábricas deslocalizadas. Es sorprendente el descarado cinismo con el que se invocan las cifras de negocios cuando se vende a las dictaduras y regímenes autoritarios (material militar incluido). Los dictadores lo han aprendido e invierten, en vez de en sus pueblos, en las principales empresas del planeta. Saben que ellas serán las que velarán porque estén tranquilas cuando surjan problemas internos. Nosotros lo vendemos como un gran éxito comercial. Quien lo paga son los pueblos de esos países que, además de verse bajo autoridades implacables, ven cómo los gobiernos occidentales miran hacia otro lado ante sus situaciones de conflicto.

La pregunta de la asesinada Benazir Bhutto no es ociosa. Deberíamos hacérnosla todos en los países occidentales. Nuestro discurso sobre la libertad se está quedando demasiado localista, demasiado como algo perteneciente a un club exclusivo y que no se debe desperdiciar con quienes la malgastan. El efecto dominó del que hablaba Bhutto en el texto citado se está produciendo y su origen, como ella apuntaba, debe ser Egipto. Por eso el ejemplo egipcio debe ser entendido en su transcendencia para todo el Oriente Medio, o si se prefiere, para nuestra otra orilla mediterránea. Quizá sea más duradero alentar la consolidación democrática, celebrarla como un logro, que verla como un peligro y levantar nuevas barreras o favorecer aventuras guerreras.

* Benazir Bhutto (2008): Reconciliación. Islam, democracia y Occidente. Belacqua, Barcelona.



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