jueves, 24 de febrero de 2011

La flor, el escarabajo y el embajador de Francia

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Existe una flor, la Dryas octopetala, y una especie de escarabajo que han servido de indicadores de los cambios climáticos rápidos. Cuando se analizan las capas de hielo, aparecen distribuidos de forma que no dejan lugar a dudas sobre la velocidad de los cambios. Lo que nos muestran es que las cosas cambian mucho más rápidamente de lo que pensamos.

El concepto de cambio es tan esencial como lo es determinar su velocidad. No son solo los climatólogos; su estudio ha pasado a ser el eje de muchos campos. Necesitamos saber porqué se producen los cambios y cuál es su efecto. Se han desarrollado teorías y modelos que tratan de predecirlos, pero la explicación definitiva se resiste. Los expertos tratan de analizar futuros escenarios y determinar su probabilidad de manifestación.

Todo esto ha fallado en uno de los momentos más importantes e impactantes sobre nuestro futuro: los cambios en el mundo árabe. Cuando los políticos e historiadores hablan de efecto dominó, nunca hubieran imaginado ni su alcance ni su velocidad. Y quizá las connotaciones que la analogía del dominó nos trae no sean las más correctas.

Lo que determinaron los datos facilitados por la Dryas octopetala y por el escarabajo británico fue la existencia de momentos estables y de períodos de cambio muy rápidos para volver a situaciones estables en largos periodos de tiempo. Una corriente marina, la corriente del Golfo, se detiene por el desbordamiento del lago Aggasiz (Canadá) por efecto del calentamiento gradual. La parada de la corriente causa un enfriamiento repentino. En muy poco tiempo la temperatura bajo alrededor de 15% extendiendo el frío glacial por Europa. El fenómeno se llamó, en honor de la flor indicadora, Dryas reciente.

Uno de los efectos del Dryas reciente fue la aparición de la agricultura, la revolución del Neolítico, en el Creciente fértil, es decir, en Egipto, Mesopotamia, etc. Un cambio en un lago canadiense, que se desborda por el calentamiento, interrumpe una corriente que regula la temperatura del planeta, que acaba enfriando medio continente para acabar dando lugar a la cuna de nuestras civilizaciones por el nacimiento de la agricultura ante la reducción de recursos.

En el campo de la evolución, la lentitud de los cambios que Darwin supuso para explicarla se contrapone a la teoría de los cambios rápidos del “equilibrio puntuado” propuesta por Niles Ethridge y Stephen Jay Gould. No se cuestionan los cambios, solo la velocidad con que se producen. Los factores de cambio se acumulan y estallan produciendo la especiación.

Estamos ante un nuevo desafío interpretativo, esta vez en dos campos interrelacionados, en la política y la cultura. El mundo árabe ha emprendido un proceso de cambio vertiginoso, cuyos efectos solo podemos intuir. Lo único absolutamente cierto es que ya nada es igual. No sabemos la deriva, pero sí a quiénes implica. Este cambio también es nuestro cambio. Debemos entender que su cambio nos transforma y que nosotros también estamos cambiando porque los movimientos de una parte del tablero reorganizan las demás fichas.

La vida, la Historia, etc. es cambio permanente en el que una parte lo decides tú, pero otra parte te viene de fuera, de los demás. Si los demás cambian, tú cambias, te guste o no. Ya no eres el mismo porque el otro ya no es el mismo. Es importante que todo esto se entienda cuando se establezca el necesariamente nuevo modelo de relaciones entre unos y otros. Se abre la posibilidad de establecer un marco en el cual se puedan establecer nuevas formas de diálogo.

El pasado sábado, cientos de tunecinos se manifestaron frente a la embajada francesa en Túnez. Pedían la retirada inmediata del nuevo embajador francés por considerar su actitud insultante y despectiva para con los periodistas en su primera rueda de prensa. El nuevo embajador que, claramente ha comenzado con muy mal pie, no llegaba de Francia, llegaba del pasado de Francia. “Fui más espontáneo de lo que debería haber sido. A partir de ahora deberé hablar de manera más educada”*, ha señalado al tener que pedir públicamente disculpas. El Señor Embajador de Francia se olvidó de que estaba en un país de ciudadanos libres y que lo que él llama “espontaneidad” los demás lo llaman “grosería”. Lo cierto es que los tunecinos han asimilado muy rápidamente sus cambios. Francia, no.

*”Túnez: manifestantes reclaman la partida del nuevo embajador de Francia” http://ecodiario.eleconomista.es/internacional/noticias/2841728/02/11/Tunez-manifestantes-reclaman-la-partida-del-nuevo-embajador-de-Francia.html .El Economista. 19/02/2011



2 comentarios:

  1. Hermoso texto. Esa mezcla de ciencia, análisis político e ironía. Y también es esperanzador. Esa posibilidad de cambio inesperado, lo imprevisto feliz. Ahora esperemos que se decidan, quienes deberían hacerlo, a parar a Ghadafi. Como el embajador de Francia, la lentitud de occidente es espantosa.

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Bel. El otro día le decía a alguien que con controlar el 50% de lo que nos ocurre tendríamos cierto equilibrio: dejaríamos pasar lo que viene de fuera y podríamos mantener una parte de lo que somos. Pero esas son cifras teóricas y metafóricas. La incapacidad de adaptarnos a los cambios es un gran mal en lo personal y en lo político. Gracias, de nuevo. Joaquín

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.