martes, 8 de febrero de 2011

Dos caminos

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Es necesario leer la última obra de Amín Maalouf. Es un ensayo que debería leerse detenidamente en ambos mundos, el occidental y el árabe. Hace algunos meses que se la regale a amigos árabes y les pareció tan fascinante como a mí. El desajuste del mundo. Cuando nuestras civilizaciones se agotan (2009) explica el fondo de mucho de lo que está ocurriendo. Maalouf, además de un gran escritor, es un sociólogo. Su preocupación constante no es solamente la relación entre los diversos pueblos y culturas, sino la percepción que tienen de sí mismos, de sus identidades. Esta obra es la continuación histórica, podríamos decir, de otra, Identidades asesinas, cuya lectura es también reveladora del acontecimiento al que sirvió de antesala, el 11-S. Maalouf escribe en El desajuste del mundo:
En el presente siglo vamos a tener que escoger entre dos visiones del porvenir. […]
Por un lado […] varias “civilizaciones” que se enfrentan pero que, culturalmente, se imitan y se uniformizan; por otro, una única civilización humana, pero que florece en una infinita diversidad.
Para seguir por el primero de los caminos, nos basta con continuar perezosamente a la deriva, a merced de las sacudidas, como hacemos ahora mismo. Escoger el segundo nos exige una reacción. ¿Seremos capaces de tenerla? (278-279)
Nuestra elección es entre el conflicto permanente, resaltando las diferencias y condenarnos a convertirlas en fricciones constantes, por un lado, y el intento de construir un futuro juntos basándonos en nuestra identidad común. La visión y la estrategia predominante hasta el momento ha sido la del “choque de civilizaciones”, la perspectiva del enfrentamiento intercultural, el primero de los caminos ante nosotros. Sin embargo, la situación ha cambiado totalmente cuando el cambio se ha producido en el interior de una de ellas. Estamos tan acostumbrados a tratar el mundo en clave de conflictos que puede que no seamos capaces de tratarlo en términos de convergencias. Por eso los cambios en el otro nos resultan siempre tan sorpresivos y sorprendentes: en realidad no les vemos. Solo percibimos la imagen que de ellos nos hemos formado, no su realidad. Por eso cuando el otro cambia, no nos damos cuenta o lo hacemos tarde. Algunos prefieren ignorar los cambios. Les resulta incómodo tener que cambiar sus propios planteamientos y estrategias.
El cambio que ha comenzado en el mundo árabe es un cambio en su propia identidad, el deseo de percibirse de una forma distinta y positiva, de buscar caminos propios hacia un futuro real. Eso exige que nosotros redefinamos también nuestra mirada, nuestra valoración, nuestras estrategias y nuestras acciones. Si seguimos actuando de la misma forma, los ciegos volveremos a ser nosotros. Se habrá perdido una gran oportunidad, una oportunidad histórica, de caminar hacia el cierre de muchas brechas abiertas durante siglos.
El mundo árabe está cambiando desde dentro. Eso es fundamental tenerlo en cuenta, reconocer que el cambio ha partido de su deseo de libertad, de tomar individual y colectivamente sus destinos. Frente a los dictadores que los consideran niños que han de ser tutelados de forma constante por las sendas de la Historia y frente a los países democráticos que los consideran inmaduros para la libertad, están dando un ejemplo histórico de civilidad y dignidad política. Algunos se habrán sorprendido; otros, menos.
Es pronto para saber en qué sentido ha cambiado el mundo, pero lo ha hecho, y para bien.

* Amín Maalouf (2009): El desajuste del mundo. Cuando nuestras civilizaciones se agotan. Alianza, Madrid.


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