Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Señala el profesor emérito de la Universidad de Princeton, Richard Frank, que cercano al milagro, el proceso egipcio debe considerarse como una “de las siete maravillas políticas del mundo moderno”*. Coincido plenamente con el profesor Frank y así se lo manifiesto a mis amigos egipcios en cuanto tengo ocasión. Ellos sonríen e inmediatamente pasan a contarme sus miedos y los rumores circulantes por El Cairo.
Entre las muchas asignaturas que los egipcios deberán aprobar en el futuro, ya que la democracia es un examen continuo, está la comunicación. No me refiero a la tan ponderada articulación de los micromedios para mantener ordenada la revolución, al uso de redes sociales, etc., sino a la necesidad de generar foros abiertos de diálogo político, de expresar ideas con la voluntad de llevarlas a cabo y de llevar la voz cantante frente al rumor. Los egipcios deben pasar de preguntarse qué ocurrirá a decidir qué harán.
El rumor es característico de situaciones autoritarias. No se trata de su falsedad o no, sino de que surge precisamente por la falta de información. En las dictaduras los rumores son constantes ante el silencio de lo arbitrario. Las dictaduras no dan demasiadas explicaciones —o las que dan son fantasiosas o falsas— porque no tienen que discutir con nadie. Una dictadura es más o menos fuerte en función de la cantidad de explicaciones que tienen que dar. La vocación de las dictaduras es el silencio: actuar sin explicar o justificar.
La comunicación política tiene dos tentaciones permanentes: la cháchara y la agresión. La primera supone el hablar sin decir y lleva al desinterés de los ciudadanos. La segunda lleva al enconamiento social y a la demagogia. Las democracias, como los matrimonios, deben aprender a discutir. El arte de la discusión política democrática es el de debatir sobre lo que es necesario resolver y no hacerlo sobre lo que es necesario defender. Hay valores discutibles y valores defendidos por todos por igual. Esto supone una exigencia de inteligencia y comprensión de lo que constituye la esencia de la democracia. Si los políticos hacen esto, las democracias son estables y eso es esencial en una transición política como la que están emprendiendo los pueblos como Egipto o Túnez.
Por eso es muy importante que los que hasta el momento han dedicado sus existencias a escuchar lo que otros les dicen (el dictador es el que dicta), pasen a articular las nuevas maneras y escenarios del debate político, que recuperen o construyan la forma productiva de hablarse. En las dictaduras te duele el cuello de tan mirar hacia arriba; en las democracias te debe dolor otra parte del cuerpo de estar sentado debatiendo los problemas hasta que se solucionen. Es prosaico, pero es real. La democracia es sencilla: diálogo, respeto y eficacia. Con estos tres componentes se producen ideas para solucionar los problemas, sentido de la ciudadanía, y mejora de la sociedad en su conjunto.
Hasta el momento, el pueblo egipcio ha dado ejemplo de cómo comportarse ante la dictadura con una dignidad e inteligencia encomiables. Ahora deberá transmitir ese ejemplo a todos los políticos que quieran participar honestamente en el futuro, que su madurez demostrada como pueblo sea recogida por los que estén dispuestos a llevarla a las instituciones y cambiar el país.
* Richard Frank: “Post-Mubarak revolutionaty chances” 21/02/2011 http://english.aljazeera.net/indepth/opinion/2011/02/201121711284402313.html#
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