martes, 17 de noviembre de 2020

El sentido de Europa, vaciar Europa de sentido

Joaquín Mª Aguirre (UCM)


De nuevo, la Unión Europea tiene un reto ante sí. Europa, desde hace siglos, es una mezcla entre Descartes y Hamlet, formas complementarias de duda. Por su propio origen, la duda está instalada en nuestras raíces y producen estas constantes oscilaciones procedentes de la real diversidad y de la necesaria unidad. Europa se define en cada acto en dolorosas afirmaciones, crisis de crecimiento con dolores de huesos y fiebres intermitentes.

Esta vez es una crisis anunciada, causada por tener el enemigo de la racionalidad democrática en casa. En pequeña o en gran escala, las instituciones sufren de contradicciones cuando los caminos son demasiado divergentes. España es una muestra del lastre del exceso de divergencia, de polarización que devora la eficacia institucional y la convivencia social. Europa padece también los excesos divergentes, situaciones que no muestran ya riqueza, sino contradicción y anulación de los valores.

Los valores que unen a Europa, por encima de cualquier otro, deben ser los democráticos, la voluntad de libertades y derechos que garanticen la convivencia tendente a la armonía. Los ideales europeos provienen de sus contrarios, los tiempos de guerras, rivalidades y odios acumulados en un continente desgarrado, con la fuerza como argumento. La Unión Europea debe ser, por el contrario, "unión" y eso implica navegar juntos en lo esencial y producir sana diversidad. Pero los principios son los principios y sin ellos no se va a ninguna parte o, peor, se va a una destrucción calculada o espontánea, según los casos.

El chantaje realizado por Polonia y Hungría es inadmisible. Y lo es porque va contra el principio de las libertades. En una unión no es tolerable una situación que haga variar los derechos de unos ciudadanos frente a otros. Es el principio del estado de Derecho lo que nos hace europeos. Sin esta situación igualada en las libertades, la Unión deja de serlo, convirtiéndose en un mero agregado.

En La Vanguardia, Jaume Masdeu escribe desde Bruselas:

 

Es un secuestro en toda regla. Hungría y Polonia no tienen nada en contra ni de los presupuestos para los próximos años ni del fondo de recuperación; al contrario, salen muy beneficiados. Sin embargo, los han bloqueado. La razón es la condicionalidad que se establece entre la recepción de estos fondos y el respeto al Estado de derecho, una novedad en la Unión Europea que, como se temía, está resultando difícil de aplicar. 

Budapest y Varsovia han decidido jugar fuerte y bloquear un paquete económico que toda Europa, ellos incluidos, esperan como agua de mayo para salir de la crisis provocada por la pandemia. La verdad es que amenazaron desde el primer momento con dar este paso; lo que ocurre es que muchos creían que no se atreverían a darlo. Se vieron sus reticencias en la cumbre de julio cuando se aprobó el mecanismo, y tomaron cuerpo la semana pasada con cartas del gobierno húngaro y del polaco a las instituciones europeas y a la canciller alemana, Angela Merkel, avisando que no tenían intención de asumir esta condicionalidad.* 

¿Es asumible para Europa esta doble manifestación, la falta de condiciones para el estado de derecho y el veto a los presupuestos? ¿Es aceptable rechazar las críticas a los comportamientos antidemocráticos y, además, bloquear fondos en un momento de crisis? ¿Es la respuesta la confirmación del problema? Creo que sí. Ni Hungría ni Polonia rectifican, solo usan los mecanismos de las instituciones que desprecian para sus fines.

El europeísmo es un término que choca con estas diferencias de principios o, si se prefiere, con este ataque a los principios fundacionales. Para algunos, este europeísmo es un simple estar en Europa, un planteamiento mecánico y meramente economicista. Cada vez son más los problemas que se plantean precisamente por el autoritarismo de los gobiernos en Europa; cada vez se apela más a instancias superiores para dirimir los problemas inferiores. Esto es una muy mala señal porque indica que las instituciones nacionales están perdiendo en sentido de la convivencia próxima por las luchas políticas internas, cada vez más agresivas con los principios generales de la convivencia. Europa es, sobre todo, convivencia en torno a unos valores que deben actuar en todos los niveles, los del estado de derecho, que se deben garantizar y exigir.

Por eso el serio aviso europeo sobre el estado de derecho en Polonia y Hungría, donde el poder se encarga de destruir las condiciones para que pueda producirse una alternancia incidiendo sobre las instituciones, que son ocupadas destruyendo el equilibrio que garantiza su independencia.

Hungría y Polonia son países en regresión democrática, con gobiernos populistas, que siembran el autoritarismo y venden victimismo. Pertenecer a la Unión Europea implica algo más que una situación geográfica; supone un deseo democrático claro, unívoco y solidario. Las partes no pueden ir contra el todo; los húngaros y polacos no pueden estar sometidos a un juego localista de poder diferente al del resto de los europeos.

Los modelos de democracia están sufriendo unos ataques sin precedentes. Los mayores peligros vienen desde dentro, desde voluntades autoritarias que desmantelan los sistemas de equilibrio institucional. Y esto está ocurriendo por toda Europa y en muchos otros países, como los Estados Unidos o Brasil, donde se está imponiendo la falta de respeto a las instituciones y un populismo agresivo que enaltece la fuerza, carece de respeto hacia los demás y realiza políticas unilaterales.

Los Estados Unidos de Trump son un buen ejemplo de los males de este tipo de planteamientos. Lo que está ocurriendo en estos momentos en algunos países hispanos es claramente un modelo regresivo en donde el caos institucional arruina la convivencia y lanza a la calle a los ciudadanos en una especie de asamblea populista que se limita a corear consignas en apoyo de unos y otros. Cuando esto ocurre, las instituciones han dejado de funcionar o hay interés en que no funcionen.

Lo ocurrido con Hungría y Polonia es muy grave. Lo es desde hace tiempo y es lo que ha llevado a esta situación. Los condicionamientos para la recepción de fondos europeos son la respuesta institucional a la reducción democrática de estos dos países. La respuesta de ambos es el veto presupuestario, una respuesta autoritaria y que confirma el diagnóstico.

Tenemos que tener cuidado en Europa con este tipo de comportamientos porque son contagiosos. Los intentos de debilitar y desmembrar Europa son reales y tienen orígenes diversos. Unos lo son desde dentro, otros desde fuera, pero el objetivo es el mismo. El gran enemigo es el populismo antidemocrático que se extiende por el mundo bajo disfraces nacionalistas en cualquier nivel. Basta con crear un enemigo interno y externo que convence a muchos de los peligros. Los tiempos de crisis son favorables a estas situaciones, como sabemos por la historia. Las crisis de la I Guerra Mundial, la "guerra europea" provocó la llegada de los fascismos en el continente, convirtiendo el miedo en odio.

El artículo de La Vanguardia se cierra con unas palabras de Donald Tusk: “Quien está contra el principio del Estado de derecho está contra Europa. Espero una posición clara al respecto por parte de todos los partidos del PPE. Los que se oponen a nuestros valores fundamentales, no deben ser protegidos por nadie”, dijo Tusk. Actualmente, el Fidesz está suspendido en el PPE y con amenaza de expulsión.

Los gobiernos húngaro y polaco deberían plantearse si realmente es en Europa donde deben estar, si realmente no es solo una cuestión económica parasitaria y nada les une como ideales. El problema es serio y, como señala Tusk, nadie debe sentir la tentación de la disculpa porque estén en el mismo club ideológico.

Hay que aprender de lo que ocurre fuera y corregir lo que ocurre dentro. La tentación del populismo es fuerte y tiene en cada país sus aspirantes al gobierno. Los principios deben ser claros y tenidos en cuenta. Hay que tener cuidado con quién invitas a tu mesa porque te puedes llevar sorpresas. Ya sea en Europa o en tu país, los límites de los principios deben estar claros y por encima del poder circunstancial. La "tentación totalitaria", como tituló J-F Revel una de sus obras en los 70, define bien este camino destructivo y peligroso.

Los gobiernos de Polonía Hungría vacían de sentido la idea de Europa y del europeísmo al convertirse en parásitos sin convicción, sin voluntad democrática. Para ellos, Europa es solo un fondo económico frente al que no tienen compromiso ni responsabilidad. Sus ciudadanos son ciudadanos europeos, pero ellos los tratan como una propiedad diferenciada sobre la que van cerrando el cerco. Así no hay verdadera Europa, una creación mejorable, por lo que es esencial que camine en dirección clara y no hacia los caminos oscuros del populismo autoritario.

* Jaume Masdeu "Hungría y Polonia bloquean el fondo de recuperación" La Vanguardia 16/11/2020 https://www.lavanguardia.com/economia/20201116/49497333479/hungria-polonia-bloquean-fondo-recuperacion.html

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