miércoles, 18 de noviembre de 2020

Amín K, espía con madre

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Tras leer en el diario estatal Ahram Online un sorprendente resumen de lo que ha sido la presidencia del "amigo" Trump para los Estados Unidos y para el mundo, el titular principal de Egyptian Streets me llama la atención: "German Citizen Accused of Spying on Angela Merkel’s Press Office for Egypt". La prensa egipcia languidece con la normalidad forzada del ¡aquí no pasa nada! y de la salida a la luz de momias y más momias. Solo la alteran el positivo por COVID19 de Mo Salah, el ídolo futbolístico y de nuevo los anuncios de que en algún momento el turismo regresará.

La noticia de Egyptian Streets, evidentemente, no la encuentro en Ahram Online. El diario Egyptian Streets la saca con el procedimiento habitual de citación de fuentes exteriores, en este caso la Deutsche Welle, con toques de France24, y firmada por la redacción, sin precisar más. Cualquier precaución es poca en un ambiente de censura permanente y de acusaciones contra personajes de las redes sociales simplemente por bailar y que se ven condenados a años de cárcel por libertinaje e ir contra los "valores familiares egipcios", como ha ocurrido hace unos días. Lo que ocurre en Egipto queda tapado no solo por la mayor parte de la prensa egipcia sino también por unos medios internacionales que se centran en las elecciones norteamericanas y la pandemia. 

En ocasiones hemos expresado aquí la idea de que los egipcios son una "propiedad" estatal dentro o fuera del país. Además, no son entes diferenciados, sino que lo que uno hace fuera lo pagarán familia y amigos dentro, algo que se encargan de recordar con palabras o hechos las autoridades. Aquí hemos recogido algunas de estas situaciones en estos años de tratamiento de las noticias egipcias.

El caso del espía egipcio en Alemania tiene mucho que ver con todos estos aspectos. Esta es la noticia en Egyptian Streets:

Germany’s Public Prosecutor has charged an Egyptian-born German citizen with espionage, DW reports. The indictment was issued on Monday.

According to the German government, the man, identified only as Amin K., held a position at the visitor service of the Federal Press Office (BPA), which is currently led by German Chancellor Angela Merkel’s spokesperson Steffen Seibert. According to the publication, the suspect had worked there since 1999.

Amin K. allegedly used his position within the organization to provide Egypt’s General Intelligence Service (GIS) with information. German authorities estimate that the suspect began spying for Egypt around July 2010.

According to France24, the Public Prosecution’s office stated that the accused wanted to help the GIS by reporting his observations on the media’s handling and coverage of policies pertaining to Egypt, among other things.

German authorities also believe that Amin K. attempted in 2014 and 2015 to recruit another agent for the Egyptian government and failed.

Additionally, the Public Prosecution’s office stated that the suspect had hoped his efforts would grant him preferential treatment by the Egyptian government. The prosecution’s statement also alleges that the suspect’s mother received assistance in proving her eligibility for a pension.

If found guilty, Amin K. could face up to five years in prison, however the Egyptian government has yet to respond to the allegations.*

 

La noticia tiene varios aspectos reseñables, de lo más general —el espionaje en sí— a lo particular —el espía y sus motivaciones—. Podría salir de ella una novela de espionaje a la egipcia que oscilaría entre las de LeCarré y las de Graham Greene.

Lo noticiable es, desde luego, la gravedad del hecho. Puede que todos los países tengan sus sistemas de información, pero en Egipto el espiar es casi una costumbre nacional y, en este caso, exportada. La vigilancia ha hecho que se convierta en una forma de normalidad, que va del vecino a las redes sociales. El gobierno egipcio lo da como un hecho incuestionable porque hay que estar prevenidos de los "enemigos" internos y externos. 

La sensación que se quiere transmitir es esa conspiración universal contra Egipto, algo que sirve para justificar la vigilancia y la censura constantes. Indudablemente, Egipto tiene enemigos y amenazas, pero eso no justifica el clima de represión creciente, de vigilantismo y de acusación contra cualquiera que tenga una forma distinta de ver el mundo o de comportarse. El gobierno los convierte automáticamente en "enemigos".

Titulares de Amnistía Internacional

El espionaje en Alemania tiene un lado claro; se trata de la preocupación constante gubernamental por la imagen exterior de Egipto, es decir, no basta el control mediático interior, sino que Egipto ha tenido una constante lucha con el exterior tratando de dictar las formas en que los medios internacionales deben interpretar y reflejar la peculiar política egipcia. Las diatribas de los responsables estatales de comunicación contra los grandes medios internacionales, desde The New York Times a la propia Deutsche Welle, han sido inútiles y, algo peor, ridículos. La función esencial de las diatribas contra los medios era crear una franja de seguridad en su pretensión de controlar todas las informaciones que circulen en el país. Por eso la leyes se han convertido en restrictivas equiparando medios tradicionales con cuentas en redes sociales y extendiendo la acusación de "difundir falsedades" a cualquier comentario en la red que se aleje de la versión oficial.

Situar un espía en la Oficina Federal de Prensa alemana es tener acceso a las noticias sobre Egipto y poder ganar minutos, horas o días para poder preparar una estrategia de prevención. Eso hasta podría funcionar, pero sería raro que así lo hiciera. Pero da cierto sentido de poder, me imagino, tener a un "infiltrado" en las oficinas alemanas que informa, suponemos que puntualmente, de lo que va a salir sobre Egipto por la cancillería. También las llegadas de información, saber de dónde llegan en ese constante querer detectar a los opositores fuera y silenciarlos.

Lo inevitablemente egipcio es la forma, la segunda parte. Es aquí donde se plantea la especificidad de las formas, su toque distintivo. Hemos tenido ocasión de mencionar en diversas ocasiones ese sentido propietario del gobierno egipcio. Ya se planteó, tras la llegada de al-Sisi al poder, que todo ciudadano egipcio en el exterior tenía dos obligaciones, defender al régimen y denunciar a los que le atacaban en los países de residencia. Es decir: toda la colonia exterior egipcia es progubernamental o antigubernamental. Como es el gobierno quien tiene los registros, el que no cumple con lo que se le pide, pasa a ser automáticamente un opositor. Recuerden aquella sesión exterior de la ministra de migraciones cuando se le preguntó desde el público egipcio asistente a un encuentro qué pasaría con los que hablaban mal de Egipto. Simplemente se llevó el pulgar a la garganta y lo deslizó de lado a lado. Un gesto que ella, tan liberal, trató de reinterpretar pero que dejaba poca duda.

El espía, con diez años de trayectoria, aspiraba a poco, pero que en Egipto es mucho: una pensión para su madre. Esto le da un cierto toque tierno al asunto, pero también revela cómo funciona el estado egipcio y lo que supone estar del lado del gobierno o contra él. El egipcio de la calle sabe que para conseguir pequeñas cosas hay que mostrar grandes entusiasmos o hacer favores. Eso vale para el espionaje en el extranjero o para conseguir el azúcar en caso de racionamiento, como me contó alguien que lo padeció directamente.


Ya sea porque te lo pida un ministro o te lo insinúe un funcionario, los egipcios aprenden rápido en la vida esta forma de transacción con el poder y el poderoso, que se encarga pronto de que comprendas el valor de la obediencia, que es el camino a la recompensa o a la simple supervivencia. Desconozco si  este espía egipcio era vocacional o forzado por las circunstancias, pero está claro que el beneficio elegido no era —por lo que sabemos— hacerse rico, sino una pensión para su madre. Por los datos, debió ser "reclutado" porque ya trabajaba allí. La fecha de 2010, lo sitúa además en el final de la época de Mubarak, antes de su caída en 2011 con la Primavera. El espía Amín K se ha mantenido con Mubarak, con la Revolución, con los Islamistas de Morsi y con al-Sisi, desde entonces en el poder. El detalle no es baladí, pues muestra que este sentido propietario convierte a cualquier egipcio en herramienta del gobierno de turno. Podría escribirse con él la historia de la última década de la política egipcia.

Dice la prensa alemana, con la agencia Reuters, que el espía no tenía acceso a información con demasiada trascendencia, por lo que parece ser uno de tantos egipcios fuera del país al que se recluta por si acaso, dentro de ese planta expansivo de transformación militarizada de todo ciudadano fuera. 

Desconocemos si ahora, una vez detenido y poniendo en evidencia sus labores de trabajo para los Servicios de Inteligencia egipcios, se mantendrá la promesa de la pensión de su madre o si, como está ocurriendo, el gobierno lo niega todo hasta sus últimas consecuencias. 

* "German Citizen Accused of Spying on Angela Merkel’s Press Office for Egypt" Egyptian Streets 17/11/2020 https://egyptianstreets.com/2020/11/17/german-citizen-accused-of-spying-on-angela-merkels-press-office-for-egypt/

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