martes, 24 de noviembre de 2020

Más allá de los hechos o la incógnita de la información futura

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Sea cual sea la fuerza del universo empleada, Trump ha empezado a comprender que ha perdido las elecciones. Le ha costado y no descartamos que tenga recaídas en los próximos días y que haya que desalojarlo de la Casa Blanca. Habrá que prepararse para las groserías y desplantes que quedan por venir hasta que Biden pueda entrar. Pero acabará saliendo.

Lo que no tienen tan claro algunos es lo que quedará de la era Trump en el sistema político norteamericano y, más allá, en el resto del mundo, en donde se ha expandido con preocupante facilidad. Desde The Washington Post, Margaret Sullivan, plantea en titulares el fondo de la cuestión: "The disinformation system that Trump unleashed will outlast him. Here’s what reality-based journalists must do about it."

Vivimos en un universo mediático cuya expansión veloz impide detectar con suficiente antelación los cambios. No es un fenómeno nuevo. Cuando pensamos en un problema es más que probable que estemos ya en el siguiente; es la aceleración que crea una estructura "problema-nuevo problema" antes que la deseable "problema-solución". Los problemas no se solucionan, simplemente son desplazados por nuevos problemas como efecto de esa velocidad que nos desborda.

Gran parte de esa velocidad es debida a la aceleración que le imprime una sociedad mediática, que convierte la Historia en el peligroso suelo encerado de una sala de baile en la que intentamos avanzar manteniendo el ritmo. Los medios son aceleradores de la Historia. Así ha ocurrido con cada avance tecnológico, de la escritura a Internet. Nada corre más que la información y la velocidad aumenta cada día que pasa. Nuestra realidad convierte en pasado remoto lo que ocurrió apenas hace unos meses y, por ello, las soluciones se hacen difíciles.

La pregunta sobre los medios y la desinformación es capital y problemática, como hemos tenido ocasión de comprobar en España con el simple anuncio de intentos de frenarla. Los nuevos políticos no van contra las olas, surfean sobre ellas. La desinformación es una forma de modificar la percepción de la realidad, concepto en franca retirada ante las alternativas, la realidad de diseño, realizada para el consumo emocional.

Es lo que hemos visto con esos más de 70 millones de votantes de Donald Trump. Han aceptado la realidad que deseaban tener. Como Trump, pueden seguir consumiéndola, realimentándose cada día con la narrativa del robo electoral, del fraude que habría llevado a Biden a la Casa Blanca. Una de las características básicas del nuevo modelo mediático es su efectos sobre la situación política deshaciendo el concepto de campaña electoral. El político actual está en campaña permanente, por lo que necesita la atención constante de sus electores. La forma de hacerlo es la tendencia a la radicalización mediante la creación o fabricación de conflictos permanentemente.

El artículo de Margaret Sullivan habla de un "periodismo basado en hechos", pero los hechos a los que se apela acaban siendo las réplicas a los "falsos hechos" a los que se concede un estatus. Pasan a ser concreciones discursivas del deseo; es la narrativa que se quiere consumir, que acaba despegándonos de una realidad que no es gratificante. Es la realidad deseada la que se nos recrea para asegurarse nuestra atención y permanencia en ella. La falsedad crea adicción precisamente porque se ajusta al deseo, a lo que quiero creer.

 

La resistencia a enfrentarse a los hechos y a lanzarse a la falacia deseada la hemos podido comprobar (y la seguimos comprobando) con motivo de la pandemia del COVID19, donde hemos asistido al mismo tipo de negacionismo que se sigue en la vida política. Los ingenuos que piensan que se ha "politizado" la cuestión de la enfermedad creen que es un hecho circunstancial. Sin embargo, creo que es una tendencia del propio sistema generado, que necesita de una constante absorción y conversión a sus propios términos. El conflicto entre políticos y expertos lo hemos podido apreciar en todas partes. Los intentos de mantener la pandemia en términos de seguridad y salud han sido sistemáticamente subvertidos mediante el descrédito de los expertos, de Fauci a Simón. A ellos les corresponde la carga de la prueba. El deseo se impone y debes crear una realidad que impida la negación, sin márgenes de maniobra, contundente, como para que sea aceptada. Los jueces han tenido que decirle a Trump lo que se negaba a escuchar de las urnas y del sistema de recuento en muchos estados gobernados por los republicanos. Ni eso aceptaba. Tampoco lo acepta ahora; pero permite que se ponga en marcha el proceso de traspaso de poderes.

Los "medios" juegan un papel esencial en esta nueva realidad del deseo. Pueden adoptar dos posiciones, como de hecho ha ocurrido: enfrentarse al deseo, a lo que la gente quiere escuchar —que es el camino fácil— o, por el contrario, interpretar el papel de aguafiestas del deseo y realizar ese "periodismo basado en hechos" del que hablaba Margaret Sullivan.

A Trump le ha derrotado el "fact check", pero no nos emocionemos, es él quien ha jugado con blancas todo el tiempo. La iniciativa ha sido de Trump, quien podía cambiar las reglas del juego cada día con un tuit, hacer que se olvidaran los problemas creando otros nuevos, dando que hablar a los medios críticos, cuyos esfuerzos han sido centrarse en los "hechos" denunciando las mentiras. ¿Pero son los "hechos" lo mismo que la "verdad"? Curiosamente, el concepto de "verdad" es el que ha salido perdiendo, ya que ha quedado como una forma de afirmación frente a los hechos, que introducen un concepto diferente al de la "verdad", el de "lo real" o "la realidad". Hay una muy sutil y esencial diferencia. Los "hechos" configuran nuestro concepto de la realidad, mientras que la verdad es una afirmación que hacemos sobre ella. Los medios, mediante el fact check, no han afirmado; lo que han hecho es señalar que lo dicho por Trump es "falso", que no hay evidencias, que ningún hecho lo respalda. Es más fácil denunciar una mentira que establecer una "verdad" con hechos. Sin embargo, en el discurso de Trump todos son "falsas verdades"

La idea de que estos mecanismos discursivos, esta retórica de lo falso convincente, del deseo satisfecho con lo que quiere escuchar sobrevivirá a Trump es preocupante. Y lo es porque tiene muchas probabilidades de reproducirse. Cualquier idea o método que es capaz de llevar a la Casa Blanca a alguien con las características y limitaciones de Donald Trump ha sido un éxito, aunque no haya durado más de un mandato. Pero el camino está abierto y muchos ya saben por dónde está marcado.

Lo vivido estos cuatro años en Estados Unidos debe ser conectado con lo que hemos visto en países como Reino Unido, una democracia en la que las mentiras sobre el Brexit, como quedó demostrado, no eran más que lo que una parte de los británicos querían creer, que sus desgracias eran causadas por Europa, al igual que los norteamericanos han querido escuchar que la culpa la tenían los latinos, los chinos, los árabes, los europeos. Querían creerlo y se lo dieron.

Hoy el mundo está sometido diariamente a análisis desde todos los ángulos para conocer cuáles son sus más íntimos deseos, sus más profundas frustraciones y odios. Después llegan como informes a las mesas de unos y otros, que planifican cuidadosamente como convertirlo en las metáforas favorecedoras para acceder al poder o conseguir sus objetivos.

Esto no desaparecerá con Trump. Al contrario, será la herramienta de unos y la tentación de otros. Parte del problema es el propio sistema informativo, la pieza que ha sido sustituida por la sociedad de la transmisión aparentemente horizontal, fácil de influir tras ese análisis diario de sus estados. La elección de los medios será determinante para el futuro ya que pueden verse llamadas de nuevo a tener que dejar en evidencia las grandes o pequeñas mentiras con las que nos alimentan cada día.

¿Será la lucha del futuro entre los que inventan la realidad y los que la someten a verificación? ¿Será la futura información un desmentido continuo frente a un torrente de irrealidad? ¿Mitad y mitad, en un escenario de medios polarizado? Parece que es parte de lo que llegará. O quizá ya está aquí.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.