lunes, 16 de noviembre de 2020

Trump, final de la primera temporada

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Trump lleva camino de conseguir que el programa televisivo del siglo sea su mudanza de la Casa Blanca. Aquello que dijimos con un fondo de ironía —que lo sacarían sanitarios, policías o la Guardia Nacional— es cada vez más realista. Lo que más chocaría sería verle salir por su propio pie, como lo han hecho los presidentes anteriores, pero en algún momento tendrá que hacerlo, aunque en el último momento diga, como el General MacArthur, un "¡volveré! que quede para la Historia.

El analista político de la BBC, Anthony Zurcher, se preguntaba hace unos días, lo que todo el mundo se pregunta ya desde el mismo titular: "US results: How will this endless election end?" Una buena pregunta, pero por ahora demasiado abierta y cada día que pasa más dramática. Zurcher va repasando lo que van diciendo unos temerosos republicanos y una desconcertada y no menos temerosa familia Trump sobre qué pasará. La frase final del artículo lo dice todo: "This may be the endgame of the 2020 election, but the political manoeuvring will never stop."*

Y es cierto. La preocupación de muchos es doble: primero, qué pasará con Trump; pero después está otra más seria sobre qué pasará con el trumpismo sociológico, con los trumpistas del partido y con una enormidad de votos que habrá que saber cómo administrar.

La cuestión está en la capacidad de liderazgo de Trump y, por el otro lado, en la capacidad de ser liderados por Trump, dos caras diferentes de la misma moneda. La enormidad de votos lograda por ambos contendientes por la presidencia muestra muchas cosas. En primer lugar, la división clara del país en dos posturas difícilmente conciliables. Biden tendrá que deshacer, como Trump deshizo el legado de Obama. Es el propio Trump el que ha marcado el camino y la necesidad.

La cuestión está en si Trump necesita al partido republicano o si el partido republicano le necesita a él. La purga por haber perdido las elecciones —aunque no lo admita— no es fácil por dos cosas: ha sido Trump quien ha llevado la batuta  y, a la vez, por el enorme número de votos conseguidos, no alcanzado antes por nadie y solo superado, afortunadamente, por Joe Biden. Trump ha conseguido muchos más votos de lo que permiten apartarle o considerar lo ocurrido una derrota como otras. Simplemente ha perdido lo que más le importaba, el poder, pero ha creado una enorme bolsa de votos para el futuro. Ha abonado un campo peligroso, vinculado personalmente a él.

¿Será Trump una interferencia constante para el partido republicano? No tengo duda de ello, porque, si no lo hiciera, dejaría de ser Trump, algo que nunca ha dejado de ser. Y eso debe preocupar a los republicanos que tenían la esperanza de recuperar el partido, los declarados —como el movimiento "Never Trump!"— y los que solo se atrevían a soñarlo y a comentarlo en la intimidad. Pero, ¿quién se deshace de Trump con ese número de votos y, sobre todo, con una comunidad de votantes hipnotizada por su personalidad?

La cuestión no es sencilla vista desde ningún lado. Los republicanos saben que van a tener los tuits de Trump cada noche pinchando, recriminándolos, llamándolos inútiles, impidiendo cualquier tipo de acuerdo o equilibrio, dictando acciones y estrategias, convirtiéndolos en marionetas.

Las fuerzas tras los republicanos tendrán que elegir entre apoyar a un combativo Trump o atenerse a las consecuencias. Y estas pueden ser la creación de un aparato alrededor de Trump, en paralelo y alternativo a la propia estructura republicana. ¿Un tercer partido? Si se plantea a los electores, ¿podrán elegir "republicano" o "Trump"?

En el artículo de Zurcher se menciona la posibilidad de que Trump se presente dentro de cuatro años. De ser así, ¿contará con el partido o irá por libre? O, si se prefiere, a la inversa: ¿prescindirá el partido Republicano de Trump?

El partido sabe que Trump no pertenece al aparato, porque el aparato es él. No hay más que los que siguen y los que tienen su confianza, algo inestable, cambiante según las circunstancias. Ahora será cuando se vean las diferentes teorías que han ido interpretando la centralidad de Trump y si los republicanos se subieron al tren en marcha.

En efecto, esto no es más que el fin de la primera temporada de una serie de éxito. Si la derrota de Trump hubiera sido en otras cantidades, probablemente algunos lo tendrían más claro, pero nadie se fía de un Trump herido y rabioso. Más vale no tenerlo enfrente a no ser necesario.

Trump ha mostrado y demostrado que se puede hacer política prescindiendo de cualquier norma, de respeto al sistema, al oponente o a la presidencia misma. Ha creado un lazo emocional con los votantes republicanos, puenteando la propia estructura política. A Trump le sobra todo. Él lo dijo: el pueblo, Dios y yo. No sabemos nada de Dios, al menos directamente. Pero sí sabemos cómo se ha comportado el pueblo, guiado a golpe de tuit y de llamadas a la Fox.

El pueblo de Trump está, además de muy enfadado, armado. Sale a la calle a exhibir sus armas y dispuesto a creer lo que su líder personal le asegura: que les han robado, que han robado a América. Han sido los medios izquierdistas, los conspiradores de Hollywood y los malditos chinos con su virus, según su versión, creída a pies juntillas por millones de seguidores. Él es el camino y la verdad. Todo lo demás, sobra.

Hay demasiadas preguntas en el aire. Lo cierto es que con Trump parece cerrarse un ciclo. Como suele ocurrir cuando no hay perspectiva, no sabemos si el fin o el comienzo de algo. Pero mucho me temo que esto está empezando.  

*Anthony Zurcher "US results: How will this endless election end?" BBC 13/11/2020 https://www.bbc.com/news/election-us-2020-54909817

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