Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Los medios han sido muy cuidadosos con no anticipar la victoria hasta que esta estuviera confirmada en las urnas. Pero ya no se podían contener más tiempo los titulares. "Biden Defeats Trump" dice un gran titular de The Washington Post; "Biden Beats Trump", muestra, por su parte, The New York Times. Tres palabras cada uno, no necesitan más para describir la situación. Tres palabras.
Y a nadie parece importarle lo que diga Trump. Es solo una figura lejana en un campo de golf. La interrupción de las cadenas de televisión que transmitieron su discurso, su celebración de la confusión, desde la Casa Blanca, acabaron con la imagen del semidiós. Era un mentiroso, como siempre, pero esta vez las urnas le quitaban la razón. Quedan las imágenes ridículas de los hijos —los aprendices— defendiendo su propio futuro a la sombra de su padre. Solo les queda ser carne de serie televisiva, participar en realities o ser jurados en concursos de belleza, lo más lejos que llegarán por la senda paterna. ¡Vaya familia!
La pregunta sobre lo que ocurrirá en las próximas semanas es de relativa importancia. A Trump, el hombre mediático, le han enterrado los titulares de los grandes medios. Le ha echado tierra la propia cadena FoxNews, cuyos límites de apoyo han quedado patentes. Quizá le guardaban alguna por los desprecios realizados en estos tiempos donde los ha considerado sus lacayos. Podrían serlo, pero hay que tener un poco de consideración, palabra que no está en el vocabulario reducido de Donald Trump. ¡La programación debe continuar!
¿Cuándo se hizo el harakiri Trump? ¿Quién sabe? Quedan décadas para analizar un fenómeno sencillo, por un lado, pero muy complejo, por otro. Trump ha hecho correr ríos, mares, océanos de tinta de todos los colores. No da una vida para analizar todo lo que ha hecho, dicho o han tenido que hacer y decir por lo que él hacía o decía. Tendrá más biografías que nadie, habrá tesis y estudios, pero no se logrará desvelar el misterio de cómo llegó hasta donde llegó, por qué le dejaron llegar y cómo fue que no le echaron. Trump es un misterio poliédrico, pero no en sí mismo, sino en su interacción con el mundo. Ha sido la salsa picante en un plato complejo. Queda por ver la digestión.
En el mundo hace muchas décadas que existe el anti americanismo, el "Yankies Go Home!", pero nadie ha conseguido concitar tantos odios mundiales, en el terreno personal, en un país democrático, como Donald Trump en sus cuatro años de mandato, en los que ha puesto todo patas arriba. Trump ha hecho que muchos sientan pena por los Estados Unidos, un sentimiento nuevo. Por eso, el mundo estaba con Biden, menos algunos, como el primer ministro de Eslovenia, que estará llorando por alguna esquina.
El misterio no está en él, sino en los demás, en cómo ha conseguido un patán rico, de escaso vocabulario, sin experiencia política, un matón en los negocios, un mujeriego machista, etc. llegar hasta donde ha llegado y convertirse en el ídolo de medio país. El misterio está en cómo ha convencido de ser un "hombre del pueblo" a medio Estados Unidos un tipo que se fotografía en un ático de dorados y mármoles; cómo ha conseguido que crean que es verdad lo que dice el mayor mentiroso de la Historia presidencial de los Estados Unidos. Ese es el misterio, no Trump.
Hay algo que funciona mal en el mundo cuando ascienden tal alto personas como él, sin preparación, sin ideas, sin principios, sin escrúpulos.
Y el mundo ha mirado incrédulo, asombrado, hacia unos Estados Unidos, vanguardia tecnológica y científica, democracia consolidada y referencial. Lo ha hecho hacia un presidente que negaba la Ciencia, el cambio climático, la pandemia y los muertos, que recomendaba beber lejía y del que fueron incapaces de meter en cintura en la Casa Blanca militares curtidos en duras guerras, médicos bregados en la lucha contra epidemias mortales o jefes de prensa. Nadie fue capaz de moverle un centímetro de su baldosa. Tampoco ahora.
Saldrán libros y más libros intentando explicar los detalles de lo visible y los principios de lo invisible. Habrá sorpresas y sustos. Se nos contarán con pelos y señales los cuatro años que han parecido cuatro lustros, interminables.
Mi deseo de que perdiera era por puro aburrimiento. Es difícil sustraerse a Trump porque es como un agujero negro de la atención. Necesita que todos los habitantes del planeta giren hacia él, que no dejen de mirarle, de escucharle en su constante bregar, una rumia de todo. Tuits compulsivos, llamadas a las cadenas de TV que interrumpían su programación para acogerle en directo. Omnipresente soliloquio.
Es el hombre que ha tenido la economía del mundo en sus manos; que amenazaba con hundir la moneda turca y lo hacía, que iba a abrazar al dictador norcoreano, que no podían dejar solo con los rusos porque les contaba los secretos solo por hacer baladronadas. Sí, eso y mucho más. Quiso construir un muro para que no entrara nadie y quería que se lo pagara el vecino del que quería aislarse. Insultó a todo el continente, al norte y al sur. Algún vecino tonto hasta le sonrió.
Era el rey del trato y deshizo todos los acuerdos anteriores porque él los iba a hacer mejor. Se llamó a sí mismo el "arreglador" (fixer) y no dejó nada sin destruir. Preguntó a los niños que iba a la Casa Blanca por Navidad si todavía creían en Santa, para asombro de todos. Casi hunde la organización de los Boy Scouts. Le tenían que apuntar las preguntas para los niños para evitar que les dijera barbaridades.
Casi se queda con la mano de Macron y se tiene que devolver por valija diplomática. Eso después de haber cometido una enorme grosería con la esposa del presidente francés. Gafó a Theresa May, de la que salió de la Casa Blanca como el que sale del cole, de la mano. Ahora Boris y Farage no saben dónde meterse tras un Brexit sin apoyo norteamericano.
En fin... Esperemos que este final de etapa en descenso no sea demasiado peligroso para nadie, que no haya accidentes en la bajada. Deseamos que los Estados Unidos puedan recuperar algo de lo destruido y, sobre todo, que se puedan cerrar heridas, aunque mucho me temo que Trump solo ha sido la primera de las 7 plagas, que el trumpismo se reorganizará al ver la fuerza que ha tenido en las urnas y lo que ha costado frenar a este hombre.
Decía un comentarista invitado en una cadena norteamericana que el Partido Republicano había quedado "bien colocado" para la era post Trump. Es otra forma de enterrarlo, pero no deja de ser una reflexión inquietante porque esa "colocación" puede pasar por una radicalización, un cierre frente al mundo, tratando de emularlo los que han de llegar. ¿Es posible un trumpismo sin Trump? No inventó nada, se limitó a decirle a muchos lo que querían escuchar. Y esos siguen ahí. La "pesadilla nacional", como lo califica Dana Millibank en The Washington Post, puede repetirse en el futuro. Es el "Yes we can" de los republicanos.
La CNN lo ha reducido, dejándolo en dos palabras, "Biden Wins". Pero todavía tiene que correr tinta. Y esperemos que nada más.
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