martes, 23 de junio de 2020

El parche de Trump o las futuras elecciones

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hace tiempo que se veía venir. Si Trump ve el panorama electoral oscuro, recurrirá a cualquier tipo de "explicación" (léase "excusa") para justificar su salida de la Casa Blanca. En su mente, nadie puede ganarle limpiamente. De hecho, creo que piensa que todos los votos de los Estados Unidos son "naturalmente suyos" y que los que los demás obtengan son fruto del fraude. Lo que sería una exageración para la mayoría, no lo es tanto en su mente peculiar. Trump considera que el país es suyo, en el sentido que lo son sus propias empresas, donde puede poner y quitar, como prueban los despidos constantes y los desprecios e insultos a los despedidos.
Ante esta perspectiva propia, centrada en sí mismo, el mundo se percibe de forma diferente. El libro de Bolton, que sale hoy a la venta, no hace sino confirmar lo que muchos han ido señalando y que desde aquí insistimos: el mundo de Trump es Trump. Todo gira sobre él y su promoción. Ha llegado a la cima y esto le ha provocado un éxtasis de mística narcisista en la que la epifanía se produce por la contemplación de sí mismo como "iluminado".


Las relaciones con sus subordinados y asesores son cada vez más difíciles porque se siente poseído por una fuerza que hace que su conocimiento sea como una revelación ante la "oscuridad" en que viven los otros. En esta percepción, lo primero que se le pasa por la mente es lanzado al exterior como ocurrió en el episodio memorable de su recomendación de ingerir desinfectantes o tragarse luces para combatir al coronavirus, una exageración de los "demócratas", una "conspiración china" para impedir su carrera hacia la reelección.
Pero no hay que pensar que nada es imposible con Trump. Leemos en La Vanguardia:

“Las elecciones del 2020 van a ser las más manipuladas de la historia de nuestro país a no ser que pongamos fin a esta estupidez”, dijo del voto por correo, una batalla política recurrente entre los demócratas, que lo alientan, porque favorece la participación, y los republicanos, que aseguran sin pruebas que favorece al fraude. Esta vez aseguró que habría “países extranjeros” imprimiendo papeletas falsas. “Están utilizando la Covid para hacer trampas con los votos por correo”, aseguró el presidente, dando nuevos indicios de que –como ya indicó que haría en el 2016 si no ganaba– podría no reconocer el resultado electoral.*



Es la última frase la que debe ser preocupante para todo el planeta. ¿Bajo qué circunstancias podría Donald Trump negarse a abandonar la presidencia, a no hacer el relevo presidencial? La situación es tan impensable que por ello debe ser pensada. ¿Qué le ocurriría a la democracia norteamericana si su presidente considera que el resultado electoral es un "fraude"?
Es difícil pensar en Donald Trump como alguien que reconozca una derrota. No lo ha hecho en ningún momento de su mandato. Cualquier aspecto negativo ha sido redirigido como una mentira, como una conspiración contra él o como una ineptitud de un subordinado.
La idea de que "países extranjeros" estén imprimiendo papeletas contra él busca crear ese victimismo heroico que tanto le gusta porque le engrandece. Necesita de muchos enemigos para mostrar su "grandeza". Si nadie quiere que continúe —este es su razonamiento— es por él es lo mejor para los Estados Unidos.

Pero las noticias que llegan a través de la obra de John Bolton muestran una faceta estratégica: la petición a todos los que puede, incluida China, para que apoyen su reelección permitiéndole ofrecer al electorado norteamericano la imagen del "gran negociador", la de aquel que logra mejorar los acuerdos previos defendiendo mejor los intereses de los Estados Unidos, uno de sus argumentos esenciales. Este argumento le ha funcionado en un doble sentido: primero le ha permitido dejar mal a todos sus antecesores, especialmente a Barack Obama, una verdadera obsesión, y en segundo lugar, ha servido para cultivar su propia imagen triunfadora e insustituible. 

En realidad, Trump ha destruido todo lo que ha podido y no ha negociado mejor que otros. Lo que ha hecho ha sido cambiar las reglas del juego desde los acuerdos a las imposiciones. Trump no negocia, se impone por la fuerza y la amenaza, como acaba de hacer con la amenaza a Alemania de retirar los soldados norteamericanos del país si no se aceptan sus  imposiciones. Este comportamiento se ha mantenido constante en las amenazas arancelarias y ha sometido al mundo a un juego peligroso, especialmente en su juego contra China, tal como están advirtiendo ya sin tapujos los expertos en economía internacional.
Lo que sigue sorprendiendo —una razón más para el pesimismo— son esos millones de personas que lo han convertido en una especie de culto. Es sorprendente como este paradigma de la mediocridad y la mentira, de la ignorancia y la arrogancia, ha logrado hacer su propia revolución populista dando a la gente una imagen sin retocar. Podríamos tener a alguien que ocultara su personalidad, pero Trump es lo contrario, es el exhibicionismo contra las convenciones convirtiéndose en una nueva norma. Cuando tengamos cierta distancia, nos sorprenderá ver lo que se ha aceptado, lo que se ha destruido, lo que se ha dicho. O quizá se haya transformado el mundo siguiendo su imagen.
Puede que seamos demasiado optimistas en nuestra consideración de la inteligencia colectiva y de la idea de una civilización armónica. Puede que tengamos por delante una época de más conflictos, con retrocesos de la democracia y de la voluntad de paz.


El daño hecho a los Estados Unidos, dentro y fuera, es inmenso. Puede que llegue otro presidente capaz de normalizar las relaciones con otros países, regrese a las instituciones internacionales, etc. Pero el daño hecho a la sociedad norteamericana con la división y en el enfrentamiento durará años, décadas probablemente.
Trump se ha puesto el parche antes que la herida. La sola posibilidad de que no acepte los resultados electorales (insisto, no es una simple fantasía) planteará un panorama de división como no se recuerda. Trump ganará la batalla de la división aún después de muerto. Es una batalla que nadie le puede disputar porque no necesita más que sus palabras para crear la tormenta. En lo que pueda acabar, si ocurre, no lo sabe nadie. Pero recordemos que ya lo ha advertido.  Y si se le ha pasado por la mente ya una vez, puede pasársele dos.



* Beatriz Navarro "Trump agita el fantasma del fraude electoral tras el fiasco de su mitin" La Vanguardia 23/06/2020 https://www.lavanguardia.com/internacional/20200623/481923502712/trump-reeleccion-estados-unidos-elecciones-maduro-tulsa.html

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