jueves, 4 de junio de 2020

No puedo respirar o el legado de Trump

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La CNN reproduce las palabras del ex general James Mattis: «"Donald Trump is the first president in my lifetime who does not try to unite the American people -- does not even pretend to try,"» señala de forma contundente. Y añade: "Instead he tries to divide us. We are witnessing the consequences of three years of this deliberate effort. We are witnessing the consequences of three years without mature leadership". No es fácil decir más en menos espacio, con menos palabras. El serio Mattis, un militar prestigioso, ha recibido el ingenioso tuit del presidente en el que dice que en lo único que ha coincidido con Barack Obama es en haber despedido a Mattis. Muy del estilo Trump; es lo que le va, su terreno favorito. No le pidamos ideas, pero fotos e insultos, los que quieras.


Pero el tuit de Trump es solo otra palada de tierra contra el viento. Las críticas a lo que está haciendo y diciendo no vienen solo de militares retirados. El Secretario de Defensa, el Jefe del Pentágono, Mark Esper ha dicho públicamente que no considera que el Ejército de los Estados Unidos deba salir a reprimir nada. Eso le pone en el punto de mira de Trump, pero a estas alturas de la película solo los poco inteligentes pueden pensar en seguirle el juego. Trump está teniendo "il gran finale" que quería para su salida.

Pero volvamos a las palabras de James Mattis, señalando que Donald Trump es el "primer presidente que no trata de unir al pueblo americano". Es una observación que no por lacónica carece de penetración en lo que la presidencia de Trump está suponiendo para los norteamericanos.
La estrategia de Trump ha sido siempre la parcelación y el enfrentamiento. Desde su comienzo en la carrera  la nominación en las primarias republicanas, Trump se caracterizó por ir siempre a la yugular y no importarle los destrozos causados para conseguir sus objetivos. No ha dejado de hacerlo. Trump ha tenido siempre una baza a su favor: sobrepasar el límite, llegar allí donde otros no se hubieran atrevido. La política es un mundo bronco, pero Trump lo lleva más allá, es el hombre de la otra vuelta de tuerca. Eso sorprende a sus rivales, que ven una barrera moral allí donde Trump no ve ni siente nada. Eso forma parte de sus carencias emocionales y morales, su carencia de empatía en todos los terrenos. Es lo que se le prohibió decir a los psiquiatras según la "Regla Goldwater". Sobre esto tratamos en su día, con la nominación republicana.


La llamada "regla Goldwater" hace referencia a la publicación conjunta de 1.189 psiquiatras en la revista Fact de un aviso sobre la inestabilidad mental del senador Barry Goldwater, candidato a la Casa Blanca en 1964. La regla, que recibió formulaciones similares en las distintas asociaciones profesionales, impedía emitir este tipo de diagnósticos a distancia, es decir, sin un examen previo. No bastaba lo que se veía a simple vista, sino que se exigía un examen profesional para emitir un diagnóstico.
En la propia Wikipedia, cuando se habla de la "Goldwater Rule" se incorpora un amplio texto señalando cómo esto se ignoró en gran medida en el caso de Trump y se señala: "In 2016 and 2017, a number of psychiatrists and clinical psychologists faced criticism for violating the Goldwater rule, as they claimed that Donald Trump displayed "an assortment of personality problems, including grandiosity, a lack of empathy, and 'malignant narcissism'", and that he has a "dangerous mental illness", despite having never examined him.[3][12][13]"
La ética es la ética, pero la realidad es la realidad. No creo que nadie a estas alturas dude sobre la calidad del diagnóstico a distancia en el caso de Donald Trump. Pudo ser poco ético, sí, pero el diagnóstico fue acertado. Supongo que la claridad de lo señalado también les produjo un problema ético. Quizá la "regla Goldwater" sea una especie de contradicción permanente cuya eficacia solo sirva para redimir a los que se condenó por avisar de los problemas que llegarían en el futuro.


La observación de Mattis es acertada. Trump ha sido el gran divisor, como aquí le hemos llamado en muchas ocasiones y cuya realidad tiene incendiada a los estados Unidos de una causa a otras. ¿Se puede ignorar su grito de "¡Liberad los estados!" lanzado antes del caso George Floyd, que ha sido el detonante final?
No ha habido un solo elemento que no haya sido utilizado para crear conflictos, de lo que se alimenta de las bombas que le arrojan, como esos monstruos de las películas de fantasía y ciencia-ficción.
Solo una cosa ha sostenido a Trump, que nadie creyera que pudiera llegar tan lejos. Los que creían que podrían controlarlo —los líderes republicanos, el staff de la Casa Blanca...— pronto tiraron la toalla, quedan los cobistas y mediocres o los que, como el doctor Fauci, han hecho de tripas corazón para evitar males mayores. Y, lo más terrible, le ha mantenido una parte importante del pueblo de los Estados Unidos que ha hecho suyos el fanatismo del que no cree en nada, la religión del que no la tiene, el racismo del supremacista irónico. La falta de creencias religiosas se concreta en esa farsa de la foto con la Biblia y así se acumulan en él los mayores tópicos en forma de reacciones teatrales, en gestos superficiales que él maneja para arrastrar a sus "creyentes", fascinados por escuchar lo que ellos no se atrevían a compartir.


La destrucción de Trump no es solo interna, en los Estados Unidos. Ha destruido la poca o mucha armonía internacional que pudiera haber agravando los conflictos con su afán de salvar al mundo, que no es más que su deseo enfermizo de aplauso y reconocimiento. Ha destruido cualquier acuerdo internacional en todos los terrenos, desde los conflictos de la OTAN que ha llevado a Europa a pensar en la creación de un ejército europeo y establecer su sistema de defensa, a los acuerdos sobre el cambio climático, la ruptura de los acuerdos sobre desarrollo nuclear que convierte el mundo en un lugar más inseguro, la idea de la militarización del espacio, el desastre de Oriente Medio con el proyecto del "acuerdo del siglo"... hasta las críticas a los premios de la Academia de Cine dados a la coreana "Parásitos". Trump no podía dejar nada en pie en el planeta, no podía haber nada que el mundo considerara positivo que no lleve su firma.


Mattis tiene razón. La pena es que no haya habido ninguna fuerza, nacional o internacional, capaz de frenar a un tipo de esta categoría. Los jueces lo han intentado y lo han conseguido en ocasiones, lo que no ha hecho sino aumentar su furia. Ha insultado a países enteros, llamándolos "agujeros de mierda"; ha mostrado el racismo más descarado cuando hablaba de cómo se solucionaban los problemas "en los viejos tiempos". No podemos olvidar su machismo brutal y descarado. En fin..., nada que no nos hubieran advertido rompiendo la regla Goldwater.
Algunos líderes mundiales hacían chistes a sus espaldas y a algunos pilló riéndose. Pero Trump usaba la fuerza de la amenaza y lo sigue haciendo con aliados o con enemigos. Los países a los que llegaba le recibían con muestras de desprecio que él reinterpretaba como de admiración. Ni a la reina de Inglaterra le hizo gracia tener que tomar el té con él, con la ciudad de Londres declarándolo persona non grata, algo insólito pero real. Los más de cien mil muertos  y el más de millón y medio de contagios, a fecha de hoy, son un triste recordatorio de su sentido de la sanidad nacional y de la vida de sus conciudadanos. En gran medida son parte de sus políticas negacionistas nefastas.


Ha hundido cualquier forma de prestigio internacional, de liderazgo de algo, dejando a los Estados Unidos en una posición de decadencia moral y científica realmente penosa. No ha sido capaz o no le ha importando encontrar algo que no se basara en la fuerza. Cuando salga de la Casa Blanca, su legado será de destrucción, de división; pero, eso sí, será idolatrado por aquellos que le han aplaudido cada gesto machista, racista, ignorante o de fuerza, sacando lo peor de todos. Será añorado, dentro y fuera, por los autoritarios de diferente pelaje, por los dictadores a los que felicitó por su buen trabajo y abrazó.


El grito de "No puedo respirar" (I can't breathe!) es algo más que las últimas palabras de George Floyd. Es el sentimiento de millones de norteamericanos para los que respirar su propio aire se ha vuelto un acto peligroso por nauseabundo. Es el aire contaminado por Trump, el entorno viciado, lo que se denuncia junto a la muerte infame.
Como el toro herido, hay que tener cuidado con su final de legislatura porque podemos contener desagradables sorpresas en cualquier parte del mundo. Seguirá desuniendo hasta el final, cuando sea separado, arrinconado en algún campo de golf de infinitos hoyos.



* Stephen Collinson "Military leaders condemn Trump over protest response" CNN 4/06/2020 https://edition.cnn.com/2020/06/04/politics/donald-trump-james-mattis-esper-protests/index.html
* "Goldwater rule" https://en.wikipedia.org/wiki/Goldwater_rule

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