Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
pandemia del COVID-19 no ha conseguido taponar las reacciones contra la
violencia racista, que han estallado socialmente por todo el mundo. No toda es
racista, existe también la de la brutalidad de las instituciones que, como un
cáncer, se extienden por la sociedades que bajan la guardia o se intensifica en
aquellas en las que nunca se ha convivido armónicamente, sino que siempre han
estado afectadas por el virus de la intransigencia, de la estigmatización del
otro, del dogmatismo, de la soberbia de la perfección.
Hace
unos días recogíamos aquí un caso triste: el suicidio en Canadá de Sarah
Hegazi, una mujer egipcia de 30 años, que llevaba ya dos exilio tras haber sido
encarcelada y torturada en las cárceles y juzgados egipcios. Su delito fue ser
homosexual y participar en 2017 en un concierto de un grupo libanés, durante el
cual se enarbolaron las banderas irisadas en reivindicación de la comunidad
LGTBI.
La
publicación egipcia Mada Masr reproduce en inglés la carta de Hegazi que
publicó en 2018 cuando decidió partir al exilio. La carta tiene dos partes
diferenciadas: en la primera se hace una descripción analítica de la sociedad
egipcia que la ha llevado a prisión y al exilio; en la segunda parte da cuenta
detallada del proceso de destrucción y humillación, de los interrogatorios a
las torturas y humillaciones a las que fue sometida, realizando una radiografía
de la mentalidad del sistema, del régimen en el poder. Estas dos partes
permiten un claro conocimiento del estado actual del régimen egipcio, de la
farsa liberal y de contención del extremismo, ya que lo que ha hecho es
precisamente convertirse en la mano ejecutora de las peores intransigencias,
aquellas que decía combatir.
En este
sentido, los primeros párrafos del artículo son coincidentes con algo que hemos
manifestado aquí desde que se vio la cariz que el régimen fue tomando al
deshacerse de los grupos y personalidades, de los principios liberales con los
que se presentó el golpe contra el gobierno islamista, que ya había dado
muestras en menos de un año de lo que podía esperarse de él, autoritarismo y
dogma, recortes de libertades, algo casi inverosímil si tenemos en cuenta que
Egipto venía de treinta años de represión bajo un "estado de
excepción" proclamado por el gobierno de Hosni Mubarak. Pero, como hemos
se ha señalado por parte de muchos, el régimen de al-Sisi ha dejado al de
Mubarak como "liberal".
Escribe
Sarah Hegazi al inicio de su artículo, titulado "A year after the
rainbow flag controversy":
Islamists and the state compete in extremism,
ignorance and hate, just as they do in violence and harm. Islamists punish
those who differ from them with death, and the ruling regime punishes those who
differ from it with prison.
This could be described as a race for
religiosity. I am speaking of religion not just as a set of practices, but as
pride and a sense of superiority that comes simply from belonging to a certain
religion or for carrying out certain rituals.
The regime uses its tools — such as the media,
and mosques — to tell Egyptian society, which is understood to be “religious by
nature”: We too protect religion and social morality, so there is no need for
Islamists to compete with us!
The state, and the ruling regime in particular,
is puritanical. As I was being arrested from my home, in front of my family, an
officer asked me about my religion, about why I had taken off the veil, and
whether or not I was a virgin.*
Coincidimos plenamente con esta visión, que es la que hemos
tratado de transmitir en este tiempo desde las evidencias del comportamiento
del régimen y la creación de un sistema de "virtudes" y
"vigilancia" social, las dos fuerzas que dan forma a la sociedad.
El hecho parte de un principio: los islamistas y los
salafistas coparon el 70% del primer parlamento elegido en Egipto tras la caída
de Hosni Mubarak. Los militares, los que tenían el poder real, la fuerza,
cometieron el error de querer volver al poder mediante un candidato
"propio", militar. Fue un fracaso absoluto porque muchos votaron a
los islamistas engañados por sus promesas de que "no querían el poder"
y de que querían compartirlo con todos para salir del militarismo social y
político. Otro les votaron con tal de no votar a los militares o a sus
candidatos. Hicieron de tripas corazón. Conozco personas que —no sé hoy si eran
sinceras o no— votaron entonces a los islamistas diciendo que no les quedaba
más remedio. Los militares, como siempre hacen, habían creado un caos que
permitiera añorar el orden de las "manos firmes" y eso les produjera
votos. Luego sacarían provecho de la agitación —hay muchas sospechas sobre la
infiltración en movimientos contra los islamistas—.
El caos llama al orden. Pero esta vez el orden iba a tener
unas características propias. Son las señaladas con claridad por Sarah Hegazi
en su texto: el gobierno, convencido de las nuevas armas que debía usar para
evitar el conflicto que los islamistas y salafistas han creado siempre acusando
a los liberales de ser "ateos", "impíos" o cualquier otro
aspecto que gire sobre la religión, ha convertido a esta en el espejo ejemplar
del régimen. Para esto se ha servido de un nuevo frente desde el ministerio de
Asuntos Religiosos ante las dudas que le suscitaban la contaminada Universidad
de Al-Azhar, que se ha resistido a ser una mera herramienta del gobierno. Aquí
hemos comentado muchas veces en estos años los enfados de al-Sisi cuando no ve
satisfechas sus peticiones de "reformas" del discurso religioso.
Frente a la línea de la convivencia y la libertad religiosa,
el gobierno de al-Sisi decidió que era más eficaz la instrumentación de la
religión para sus propios fines, algo que explica su populismo
nacionalista-religioso en una frase que se manifiesta también el artículo de
Hegazy: "los egipcios son religiosos por naturaleza". Tamaña
aberración intelectual es la justificación para acusar de "ateos", el
peor crimen a los ojos de la sociedad.
Por eso las dos preguntas que Sarah Hegazy dice que le
hicieron era sobre su religión y sobre su virginidad, lo que nos traza un
cuadro bastante claro de la mentalidad del régimen, su carácter retrógrado.
La vía religiosa tradicionalista le servía para alejar a sus
dos enemigos: a los islamistas por acusarles de ser un "islam"
extremista mientras reclamaba la centralidad de su discurso religioso; frente
a la oposición democrática y liberal, acusándolos de "ateos",
"homosexuales", "feministas", etc. Por eso las campañas
contra los grupos que le sirven al gobierno para mostrarse ante el pueblo como
"paladines de la virtud".
La "virtud" islámica es un reflejo de la verdad
coránica, de la aceptación plena de la palabra divina. Ir contra ella es ir
contra Dios, por lo que el régimen virtuoso es el régimen verdadero e
incuestionable. Por eso el régimen de al-Sisi (no solo él) se ha opuesto a que
el "Estado Islámico" (Estado Islámico de Siria e Irak) se identifique
con su propia designación buscando otros nombres, ya que no querían perder la
condición de "estados islámicos", que era la forma de mantener
contentos a sus pueblos.
Por eso, el régimen de al-Sisi ha atacado frontalmente a todos
aquellos grupos o personas de corte no dogmático, liberales, que abogan por la
libertad de conciencia y no por la obligatoriedad de la religión, que es algo
mucho más penetrante, ya que afecta a la regulación misma de la sociedad, a
través de los códigos de conducta. La libertad religiosa es un concepto que
produce profunda repugnancia en sociedades en las que la verdad es solo una.
Por ello, el ateísmo es el mal que lleva a todos los otros males.
El problema colateral, visible en el propio Egipto de
al-Sisi, es que se señala que todos estos males vienen de un enemigo exterior,
el ateísmo occidental, Occidente mismo. Por eso existen dobles discursos, unos
de consumo interno (antioccidentales) y otros hacia el exterior que permiten
mantener los contactos y vender "moderación" para recibir apoyos
económicos y, sobre todo, militares. Egipto es el país que más fondos militares
recibe de Estados Unidos después de Israel, lo que no deja de ser
significativo.
Al-Sisi necesita hacerse fotos (fotos poco deseadas) con los
mandatarios extranjeros que aceptan mirar para otro lado ante la situación de
represión interior y hacen como que no escuchan las formas en que se alienta
contra occidente. En estos discursos, coinciden también con los islamistas que
hace también un doble juego: se acercan "moderadamente" a los
gobiernos occidentales para hacer ver que al-Sisi no merece su apoyo, que ellos
son "buenos", "democráticos", etc., mientras que despiertan
intensos odios contra los países occidentales haciendo ver que son los que
mueven los hilos tras un al-Sisi que presentan como un títere.
En estos juegos cruzados, la religión —como bien señala Hegazy—
se convierte en esa "race for religiosity" en la que se trata de
convencer de la virtud propia, a la vez que se alienta contra todo lo que no
les cuadra en sus esquemas cada vez más estrecho.
La propia Sarah Hegazy es una víctima de ello. Describirá
las torturas eléctricas y humillaciones, la brutalidad. Pero es en los
interrogatorios donde el régimen se revela en su dimensión interna, en su forma
de ver el mundo:
The interrogation that took place at State
Security Prosecution was a demonstration in ignorance. My interrogator asked me
to provide evidence that the World Health Organization does not consider
homosexuality to be a disease. My lawyer Mohamed Fouad actually did contact the
WHO, who produced a memo stating that homosexuality is not a disease. My lawyer
Hoda Nasrallah contacted the United Nations, who also produced a memo stating
that respect for sexual preference is considered a human right.
Ahmed Alaa and I discussed all of this at the
State Security Prosecution.
My interrogator’s questions were naive — he
asked me whether communism was the same as homosexuality. He asked me,
sarcastically, what was keeping homosexuals from having sex with children and
animals.
He did not know that sex with children is a
crime, and that sex with animals is also a crime.
It is not surprising that his thinking is so
limited. He probably considers Mohamed Shaarawy a great sheikh, Mostafa Mahmoud
a fine legal scholar. He probably thinks the world is conspiring against Egypt,
and that homosexuality is a religion we invite people to. He has no sources of
thought, other than his family, religious men, school and media.*
Todo, absolutamente todo se deriva a términos de
"religiosidad-ateísmo". El pensamiento del interrogador nos muestra
el grado de simpleza al que ha llegado el régimen. Ser homosexual es ser comunista, pedófilo y zoófilo. Todo
parte del ateísmo. Nadie que pueda creer en la verdadera religión pude
considerar aceptable esa deriva aberrante en la que se deja de creer en Dios y
se acaba perdiendo la "humanidad" con aberraciones crecientes, de la
mente a la propia bestialidad de la sexualidad con los animales. El ateo ha
perdido su dimensión humana. Es el
principio del fascismo que declara al otro inhumano y luego lo destruye. La
destrucción del otro anulado pasa a ser un servicio a Dios y a la sociedad, que
se ve protegida del mal que representan, del peligro que encarnan para la
estabilidad.
La persona, convertida en parásito, es estigmatizada
socialmente. Eso afecta a su propia familia y amistades, que deberán mostrar
públicamente su distanciamiento para no verse contaminados. Me viene a la
memoria el caso de la hermana que pedía a los jueces egipcios una condena de retirada de la nacionalidad contra su hermano, residente en Londres,
cuyo delito era haberse casado con una mujer israelí. "Lógico"
—me explicaron mis amigos egipcios—. "Querrá casarse y nadie querrá
emparentar con ellos si no reniegan antes del hermano traidor". Nadie
quiera mantener contacto ellos, por lo que la vigilancia se intensifica, a la
vez que todo el mundo quiere mostrar sus credenciales de pureza, de
religiosidad impecable. Eso hace a una sociedad hipócrita, tartufesca,
preocupada constantemente por la opinión de tus vecinos, de tus parientes,
todos con derecho a entrar en tu vida y juzgarla, de denunciarte si consideran
que tu actitud les perjudica.
¿Los efectos de todo esto? Terribles socialmente y
destructivos en lo personal. Escribe
Sarah Hegazy:
I was struck with severe depression and
post-traumatic stress disorder, and I developed severe anxiety and panic
attacks. These were treated with ECT, which caused memory problems. Then I had
to leave the country for fear of being arrested once again. While in exile, I
lost my mother.
Then came another round of ECT treatment, this
time in Toronto, and two attempts at suicide. I stuttered when I spoke — I was
in terror. I was unable to leave my room. My memory deteriorated further. I
avoided speaking about jail, avoided gatherings, avoided appearing in the
media, because I would easily lose focus and feel lost, overcome by a desire
for silence. This was all alongside a loss of hope in treatment, a loss of hope
that I would heal.
This was the violence done to me by the state,
with the blessing of an “intrinsically religious” society.*
Terribles palabras en una joven llena de vida a la que el
dogmatismo, la "virtud" y la "verdad" han destruido en
cuerpo y alma. Lo malo del régimen egipcio es que no se limita a sus fronteras.
Es dueño de ti, de lo tuyo y de los tuyos. Todos son responsables, así que no
sufre uno solo, sino por los demás, por todos los que han estado en contacto
contigo, por cualquier persona que haya estado a tu lado. Por eso, en el
escrito, Hegazy pide perdón a sus abogados, a los que la han defendido y se han
arriesgado por ella. Sabe que están también en peligro, marcados por el
régimen, estigmatizados por la sociedad.
No hemos comprendido los efectos de la Primavera Árabe, lo
que supuso y lo que ha significado su fracaso. Los medios occidentales no
acaban de comprender los efectos profundos, enredados en los hechos y en la
idea de seguridad. Se perdió una gran ocasión de dar un salto profundo y se han
amparado a los regímenes totalitarios, dejando en la estacada a las muchas
personas que tuvieron que salir tras las involuciones, mucho más peligrosas que
los estados anteriores. Los que reivindicaron derechos y libertades están
muertos, desaparecidos o en el exilio. Son perseguidos por los regímenes e
insultados por las sociedades.
En Egipto se ha vendido la narrativa de que la Revolución
del 25 de enero de 2011 fue una conspiración occidental-islamista contra el
estado egipcio y la religiosidad natural del pueblo. Son ateos y traidores,
comunistas y homosexuales, un peligro para las familias y los niños. Traen el
caos y la destrucción de la sociedad.
Sarah Hegazy es una víctima de todo esto. Hay muchas más.
Unas calladas por el bien de sus amigos y familias y otras enterradas en vida o
en mitad del desierto.
El artículo de Sarah Hegazy era ya un terrible testimonio.
Hoy, dos años después, con ella muerta como causa de los daños que le causaron,
de los terribles efectos de la destrucción plena y consciente de un ser humano,
el artículo vuelve a ser algo más que actualidad. Es una lúcida reflexión de
quien ha visto de cerca lo que las sonrisas del presidente no puede ocultar:
I have not forgotten the injustice which dug a
black hole into the soul and left it bleeding — a hole which the doctors have
not yet been able to heal.*
"Fly free, angel", le ha escrito en un tuit la actriz y activista norteamericana Rose McGowan. Estamos a su lado en el recuerdo de su vida y palabras, en
su triste muerte solitaria. Ahora está libre de sufrimientos.
* Sarah Hegazy (sept. 2018) "A year after the rainbow flag controversy" Mada
Masr 15/06/2020
https://madamasr.com/en/2020/06/15/opinion/u/a-year-after-the-rainbow-flag-controversy/
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