lunes, 7 de marzo de 2011

Moderados, radicales y viceversa

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

La política es ya un sistema global. No hay acontecimiento que no tenga sus efectos sobre nosotros ni acontecimiento nuestro que no afecte a los demás. Ahora, por una serie de carambolas históricas, en Francia están preocupados por los datos de la reciente encuesta que sitúa a Marine Le Pen, la hija de Jean-Marie, como favorita al Palacio del Eliseo por delante de su actual inquilino, Nicolás Sarkozy, en las próximas presidenciales. Las encuestas dicen lo que dicen, pero lo dicen a destiempo. Decir hoy que Marine Le Pen es la candidata favorita en Francia para ocupar la presidencia en 2012 puede que no sea acertar con el futuro, pero nos hace una radiografía del presente. Esos ciudadanos encuestados han respondido con lo que hoy les pedía el cuerpo a la vista de su percepción de los acontecimientos que ocurren a su alrededor.

Las encuestas tienen algo de profecía edípica, nos precipitamos en ellas por tratar de darles la espalda. Lo peligroso de esa encuesta no es la posibilidad —real en una democracia— de que Marine Le Pen llegue a la presidencia, sino lo que fuerza a hacer a sus adversarios para evitarlo. El efecto de la encuesta, desde la forma más tradicional de análisis político, será tratar de ocupar una parte de ese espacio para recuperar los votos que se desplazan hacia la derecha. Por decirlo de otra manera: si Marine Le Pen puede ganar, todos tratarán de parecerse a Marine Le Pen. Cuando llegue el momento de las votaciones, los electores se encontrarán con diversas ofertas que han se han desplazado hacia el punto en que se encuentran esos votos. Es una ley de la política: se trata de desplazar al rey de la montaña y ocupar su puesto. En vez de tener una Le Pen, tendremos dos o tres.

Mientras en los países árabes que acaban de derribar a sus dictadores se aboga porque los partidos extremistas entren en el juego político para moderar sus discursos, en países como Reino Unido, Alemania y Francia se corre el riesgo de que los discursos moderados se radicalicen en su búsqueda del voto que hoy prefiere a Le Pen. En ese sentido pueden interpretarse los recientes discursos de Merkel, Cameron y Sarkozy, todos ellos centrados en las cuestiones de la inmigración y en el fin del multiculturalismo. También en España, más en los niveles autonómicos que nacionales, se han visto las primeras apariciones de este tipo de proclamas. En tiempos de crisis económica y, por ende, de empleo, el discurso político se vuelve populista y nacionalista, racial y defensivo. Las anteriores palabras de agradecimiento a los inmigrantes por su contribución a la riqueza nacional y la natalidad, se convierten en agresivas y oscas, centrándose en lo que la inmigración “quita” antes que en lo que aporta.

Puede que algún día dejemos de jugar a este tipo de estrategias de acordeón y afrontemos los problemas globales como globales y no como algo que es posible sacudirse de encima con un ligero movimiento. Hemos hecho un mundo en el que no tenemos reparos en movilizar a millones de personas para que trabajen en nuestras fábricas para que vivamos mejor. Todo se nos vuelve sagrado —nuestra identidad, nuestra cultura— cuando no nos salen las cuentas. ¿Por qué vienen a molestarnos?


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.