Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El conflicto de Libia se parece cada vez más a una partida de curling. El curling es un deporte popular en el norte de Europa y en Canadá y Estados Unidos. Es parecido a una petanca en pista de hielo. Lo que caracteriza al curling por encima de cualquier otra cosa es la frenética actividad que dos miembros del equipo realizan barriendo la superficie del hielo ante la piedra de granito para conseguir que llegue al objetivo, el centro de la diana. Para ganar la partida, además de llegar al centro, la piedra desplaza como en la petanca, a las piedras rivales para hacerse espacio en su avance.
Es cada vez más evidente que el levantamiento ciudadano en Libia es sobre todo, eso, ciudadano. Los rebeldes avanzan en la medida en que los otros retroceden. Inhabilitados para recibir armas por la resolución 1.973, van recogiendo lo que encuentran por el camino. Lo que no saben o pueden usar, lo queman; el resto se lo llevan y lo usan si saben cómo. Como en las partidas de curling, los aviones de la Coalición van barriendo obstáculos, alisando el camino, para que la piedra avance hacia su destino, Trípoli. Sin la ayuda de los cepillados previos, difícilmente podrían avanzar. Volveríamos a su arrinconamiento en Bengasi y la salida masiva hacia Egipto huyendo de los abrazos fraternales de las tropas del coronel.
La estrategia actual de Gadafi hace más difícil el apoyo aéreo, el cepillado de la pista. Obligadas a retirarse de campo abierto, donde puede ser bombardeadas con toda precisión —tanque a tanque, cañón a cañón—, las tropas gadafistas se refugian en las ciudades y se entremezclan con la población. Lo mismo que hace Gadafi sin pudor rodeándose de mujeres y niños —¡valiente héroe!— que le jalean, lo hacen sus tropas sin necesidad de afecto. Pero será difícil sacarlos de allí. No tienen prisa y de las ciudades a las que regresan ya habían eliminado la mayor parte de la resistencia anteriormente. En cuanto que la Coalición deja de bombardear, salen, atacan y regresan. Las tropas ciudadanas se montan en sus furgonetas y salen corriendo hasta lugar seguro. Y así podemos estar mucho tiempo.
The New York Times nos ofrece hoy noticia sobre los grupos de la CIA* que se han desplegado por Libia para recabar información de apoyo a los ataques aéreos. En la guerra semántica, los “operativos de la CIA” no son técnicamente “tropas”, que es lo que la resolución 1.973 prohíbe expresamente. En este “conflicto”, todo lo que no está expresamente prohibido está permitido. Deberían recordarse las carcajadas con las que el Subsecretario de Exteriores libio, Khalid Kaim [ver entrada], se dirigió al mundo en rueda de prensa para decir que les parecía muy bien la resolución 1973: no pisar tierra, no armar, no dividir Libia. Según dijo, ellos iban a Bengasi a “proteger” a los civiles. ¡La semántica!
Ahora, Londres notifica la huida del jefe de Khalid Kaim, el Ministro de Asuntos Exteriores de Gadafi, Musa Kusa. Se da como un hecho que está allí y que está allí porque ha huido. Es importante matizarlo porque Londres ya metió la pata cuando anunció que Gadafi estaba en Venezuela. Por su parte, el Gobierno libio acepta que está allí, la primera parte, pero niega la segunda. Dice que está allí en “visita privada”, que es otra forma semánticamente interesante de definir el paso al enemigo. Siempre se dijo que las guerras hacen evolucionar la tecnología, pero se ha hablado poco de lo que hacen con el lenguaje.
* “Clandestine C.I.A. Operatives Gather Information in Lybia” The New York Times, 31/03/2011 http://www.nytimes.com/2011/03/31/world/africa/31intel.html?_r=1&hp
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