viernes, 25 de marzo de 2011

Extrañas guerras

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Todo en Libia es caótico. Pero entendamos bien lo que significa el caos. Significa que el escenario mismo es caótico, que los frentes son caóticos y que las formas de lucha en las ciudades son también caóticas. No existe ningún tipo de convencionalidad y los cambios en los frentes repartidos son constantes. Se hace incluso difícil hablar de “frentes” por lo disperso de los lugares en los que se combate. En algunas localidades, los que estaban dentro está ahora afuera y los que estaban afuera ahora están adentro. En otros casos, están simultáneamente dentro y fuera, como ocurre con los francotiradores infiltrados en las ciudades.
Cuando vemos avanzar a los rebeldes, también se hace difícil llamarlos “tropas”. Hace un par de días veíamos la extravagante figura de un soldado con una pierna escayolada y su par de muletas en la carretera. Nos llegan imágenes de un sinfín de camionetas pintadas, tuneadas para llevar armamento corriendo de un lado a otro por carreteras infinitas de horizontes de tiralíneas. Sin embargo, es la guerra. Caótica, pero la guerra.


Por el contrario, el ejército de Gadafi no aparece en las imágenes.  El régimen solo nos muestra agujeros, destrozos y presuntas víctimas de las acciones militares. Los periodistas en Trípoli son llevados de visitas guiadas. En ocasiones, nos cuentan, son sacados de sus alojamientos para visitar algún lugar y la visita se cancela poco después. Euronews nos mostraba imágenes de un guía mal informado que aseguraba a los periodistas que estaban en un enclave civil mientras las cámaras grababan las imágenes de los misiles almacenados destruidos junto a ellos. Caos.
Lo que se ha perdido es esa imagen de los ejércitos uniformados, los batallones alineados y los desfiles marciales. Aquí todo parece improvisado y reactivo, decidido en el último momento y difícilmente evaluable en sus resultados. Tenemos la precisión de la guerra tecnológica desplegada por la Coalición, de los satélites, de los radares, del misil…, en el cielo libio, mientras que en la tierra reina el desorden de las furgonetas, de las reuniones en mitad de la carretera, del humo en el horizonte, de los bailes en las plazas, y del todos al suelo repentino. ¡Es una guerra extraña!, pero una guerra.

Todo esto es caótico porque Gadafi mismo es caótico y Libia está hecha a imagen y semejanza suya, con una estructura tribal, en donde el jefe es él, padre y patriarca de todos esos hijos, los que le aman y los que le odian. Y así ha seguido en el poder, siendo generoso con unos y dejando sin cine a otros, como en Tobruk. Uno se pregunta lo que debió ser la Libia italiana, quién modeló a quién.
La Coalición también se ha contagiado del caos libio y se ha puesto en marcha como el que se sube en un taxi y después decide dónde va, aunque aquí se tenía claro el lugar, pero menos quién pagará el trayecto. Los viajeros todavía deciden. Esperemos que lleguen a alguna conclusión antes de que todo se termine, sea lo que sea “todo”.
De no ser por el dramatismo de las circunstancias y el sufrimiento acumulado, difícilmente podríamos creer que eso que se nos muestra es real. Y sin embargo, es una guerra. No tenemos el ojo hecho, pero es una guerra.


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