Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Cuando se produjo la rebelión egipcia, los cristianos coptos acudieron a la plaza de Tahrir en contra de las recomendaciones de sus autoridades. Lo hicieron expresamente porque entendían que aquellas manifestaciones eran por todos los egipcios y por un Egipto para todos. Hay que recordar que, inicialmente, los Hermanos musulmanes no se sumaron oficialmente a las manifestaciones hasta más adelante. Según nos dijo el politólogo, Amr El Shobaki*, politólogo del Al-Haram Center for Political Strategic Studies de El Cairo, en su reciente conferencia en Madrid, el porcentaje de cristianos coptos en la Plaza de Tahrir fue superior al porcentaje nacional. Los coptos estuvieron bien presentes en las calles y dejaron sus propios muertos en ellas.
Durante años, el aumento de la discriminación social e institucional practicada contra ellos era el resultado de la política inútil de Mubarak. Los coptos debían estar cerca del régimen porque Mubarak había contado a todos que él era el freno del integrismo musulmán. Ante esta perspectiva, los coptos no tenían más remedio que estar junto a un gobierno que proclamaba un país aconfesional y garantizaba, al menos nominalmente, la libertad de culto. Sin embargo, el vacío de poder institucional —que no de autoritarismo— de la era Mubarak hizo que muchos de esos vacíos por inoperancia se compensaran socialmente con un aumento de la presión sobre los coptos por los sectores más radicales a lo largo del tejido social.
Mubarak utilizaba el miedo como forma de atracción. Los coptos debían ir a él por temor a los integristas y cualquier ataque contra los cristianos era capitalizado para conseguir más apoyo exterior. Mubarak se presentaba como el paladín contra el integrismo y, ocurriera lo que ocurriera, siempre salía beneficiado.
Los jóvenes coptos, al igual que está ocurriendo con sectores de jóvenes de los Hermanos Musulmanes**, tienen un mayor interés en hacer “política” que en constituirse en secta política. Creen más en los partidos que en un país dividido en mayorías y minorías religiosas. La lucha real es por la constitución de un estado en el que sea posible la participación política por encima de la división religiosa. Eso es muy complicado si existen en los extremos grupos que identifican ambas cosas, política y religión, de forma absoluta. Esa es la base del integrismo, se tenga o no la mayoría. Una democracia en la que uno no tiene posibilidad de elegir porque está obligado a sobrevivir mediante un voto determinado por la confesión religiosa, no es una democracia. Las personas, independientemente de su religión, deberían poder elegir entre distintas opciones en función de sus principios y de la eficacia ante los problemas planteados en el país en cada momento. Si estoy obligado al voto, no existe decisión, no existe democracia. Las personas que me representan en esos partidos, además, constituyen una cúpula sobre la que tengo una relativa o nula posibilidad de elección.
Es evidente que no se puede rechazar la existencia de partidos de orientación religiosa. En el Egipto de Mubarak y con la constitución en la mano, por ejemplo, no podían existir partidos democratacristianos como los que son perfectamente legales y gobiernan en Alemania (la CDU de Angela Merkel, la CSU bávara), en Chile (PDC) en Italia, etc. Los habrá. La cuestión es el vínculo entre las decisiones de las cúpulas religiosas, sus formas de decisión, y los votantes. No puede haber democracia si no hay partidos democráticos y eso afecta a todos, no solo los religiosos o de orientación religiosa.
Los coptos se han manifestado estos días, llevando a sus muertos hacia las sepulturas, con el canto “¡Oh, juventud de Tahrir, somos tus hermanos cristianos!”*** El mensaje es muy claro. No reclaman un estado religioso, sino libertad religiosa. Es urgente que el estado se reorganice para hacer que la ley se aplique y la seguridad se guarde. Pero, más allá de la ley, está el deseo de convivencia. Envenenar el espíritu de unión que se manifestó en los que estuvieron luchando juntos, solo puede beneficiar a terceros, unos dentro y otros fuera de la escena política. Pero a quien seguro que no beneficia, ni como presente ni como futuro, es al conjunto del pueblo egipcio.
* “Tras la dignidad, la eficacia. Conferencia de Amr El Shobaki en Madrid”, http://pisandocharcosaguirre.blogspot.com/2011/03/tras-la-dignidad-la-eficacia.html
** "Aquí nos modenizamos todos" 28/02/2011
http://pisandocharcosaguirre.blogspot.com/2011/02/aqui-nos-modernizamos-todos.html** “Egypt’s Copts: At a Political crossroad” 10/03/2011 Al Masry Al Youm http://www.almasryalyoum.com/en/node/348515
Muy interesante el artículo.No habrá primavera árabe sin libertad religiosa de las minorías como es el caso de los cristianos coptos.
ResponderEliminarEspero que la ONU y la UE sean muy claros en exigir al gobierno de Egipto que la nueva democracia sea realmente una primavera y no un invierno árabe.
Efectivamente. Creo que ese es el sentido mayoritario de los Egipcios que tienen múltiples lazos personales entre las dos comunidades. Los que están envenenando la "primavera" saben dónde deben tocar: el conflicto con Israel (el ataque sin esclarecer con 5 muertos egipcios en la frontera y el asalto a la embajada) y los incendios de iglesias /también sin esclarecer). Muchos egipcios han tratado de mantener el espíritu de Tahrir en el que unos y otros se apoyaron, como dijeron ellos, velando unos el descanso de los otros. El paréntesis hasta llegar a una situación democrática va a ser complicado, pero creo que se logrará. Hace un par de días, al hilo de los muertos del domingo pasado, publiqué otro artículo sobre esta cuestión: http://pisandocharcosaguirre.blogspot.com/2011/10/la-ilusion-personalista.html
ResponderEliminarUn saludo y gracias por la lectura y el comentario.
JMA