Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Los diarios The Guardian, Der Spiegel, Le Monde, Gazeta Wyborzca (Polonia) y El País han comenzado una serie conjunta* sobre Europa y los europeos. Una de las primeras consecuencias en la profunda desconfianza que los ciudadanos sienten por sus políticos. Se refleja en la encuesta realiza por The Guardian** y los datos son abrumadores. Los europeos no nos fiamos nada de nuestros dirigentes y, además, estamos muy descontentos con ellos. Nuestros deseos no coinciden con las recetas canónicas que ellos ofrecen. ¿Por qué este descontento, por qué esta falta de sintonía?
Quizá debamos plantearnos este serio problema más allá de las fronteras europeas y verlo como un fenómeno global. Hoy mismo nos llegan las noticias de un caso muy poco frecuente en los Estados Unidos y en cualquier otro sitio: la destitución mediante referéndum del alcalde y una concejala del municipio de Miami. Ha participado el 8% de la población, pero con más del 90% de los votos a favor de la destitución de los dos implicados, el alcalde y la concejala.
Las protestas contra las políticas llevadas por los dirigentes arrecian en todo el mundo. Hay crisis de sistemas, crisis de liderazgo y crisis de ambas cosas. Lo que estamos viendo en los países árabes, con todos sus matices y diferencias, son crisis de sistemas estáticos, autoritarios y con dirigentes anquilosados sosteniendo y sostenidos por regímenes corruptos. La respuesta de sus súbditos, heroicos aspirantes a ciudadanos, es clara.
En los países democráticos es otro el problema. En las últimas décadas se ha formado una casta de políticos en los que se ha mezclado tecnocracia y populismo. Esta extraña mezcla supone la creencia en que los asuntos públicos pueden gestionarse mediante recetas estándar y que el arte de la política consiste en convencer a los ciudadanos de que lo que se les propone es lo que desean o, en el peor de los casos, convencerles de que lo que se les propone es la única salida. El político “sabe lo que hay que hacer” y el problema estriba en “cómo contárselo a la gente”. De esta forma nuestros políticos se dividen en pragmáticos y simpáticos; los primeros deciden qué hay que hacer y los segundos nos lo cuentan.
En los últimos años han proliferado los estudios sobre los candidatos simpáticos, propuestas políticas de personas capaces de producir altos grados de empatía y simpatía entre los electorados, políticos capaces de generar con su sola presencia confianza. Es lo que podemos llamar política del “foto/voto”, la que hace de la comunicación su centro estratégico de actuación. Los políticos se curten en debates y entrevistas como armas de futuro. El más mediático asciende. La palabra clave en política ha pasado a ser “confianza”: hay que generar “confianza” entre el electorado, “confianza” en los mercados, “confianza” en los inversores, etc.
Este modelo ha entrado en crisis porque los políticos ya no dominan los medios verticalmente, tal como había sucedido hasta el momento. Una política basada en la comunicación solo es eficaz si eres tú el que controlas la comunicación. Y eso ya es pasado desde la llegada de los micromedios y las redes sociales.
El problema es que los que están analizando las redes sociales son expertos en comunicación masiva y no son capaces de percibir la paradoja, que la comunicación se ha vuelto contra los comunicadores. Es algo así como lo que ocurre en literatura con la “poesía del silencio”, la gente escribe largos poemas sobre la imposibilidad de decir. Lo más sencillo sería callarse, pero no tendría gracia.
Con las redes sociales, lo que antes se presentaba como una opinión pública permanentemente interpretada por los políticos que la retroalimentaban con sus discursos, ya no es posible. Con los micromedios en alza, tenemos hoy una doble línea de información: la contestataria, que rechaza y desmonta la comunicación de los políticos mediante la crítica permanente o circunstancial, y la vertebradora, que articula y organiza lo que antes era una masa receptora de discursos. La primera fiscaliza, la segunda organiza. Los profesionales de la comunicación venden hoy la creencia de que pueden controlar las redes sociales. Tremenda ilusión. Podrán intoxicarlas, crear confusión, pero no durante mucho tiempo. Pueden preguntárselo a Mubarak y compañía.
Esto tiene unas importantes repercusiones sobre las formas de liderazgo y sobre las formas de hacer política. Hemos visto y seguiremos viendo sus efectos en las dictaduras del mundo árabe. Lo estamos viendo en los crecientes movimientos críticos en las democracias de Europa y América. La política del “foto/voto”, la del candidato simpático, puede tener sus días contados.
En las últimas elecciones norteamericanas, Amazon utilizó la venta de máscaras de plástico y cartón para Halloween con las caras de Barack Obama y John McCain como indicadores de la popularidad de los candidatos a la presidencia. No deja de ser ilustrativo que los futuros electores decidieran primero entre máscaras.
Los micromedios no son la democracia, pero si se consigue una mayor participación política, una crítica más ajustada a los dirigentes y una generación de soluciones más eficaces a los problemas desde abajo, desde la ciudadanía, seguramente mejorará el sistema y la satisfacción de todos con él.
* http://www.elpais.com/especial/europa-hoy/
** http://www.elpais.com/graficos/internacional/Encuesta/The/Guardian/elpgraint/20110314elpepiint_1/Ges/
*** “La revolución triunfa en Miami” El País 16/03/2011 http://www.elpais.com/articulo/internacional/Revolucion/triunfa/Miami/elpepuint/20110316elpepuint_6/Tes
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