miércoles, 16 de marzo de 2011

La sencillez de lo imposible


Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Este blog comenzó tratando de abordar lo imposible. Lo “imposible” era entonces el levantamiento de los países árabes, uno tras otro, y el descubrimiento bajo las toneladas de prejuicios que allí había personas deseosas de democracia, de libertad, capaces de luchar por sus derechos.
Y lo imposible ha vuelto a ocurrir en Japón. Lo impensado por impensable ha ocurrido. La conjunción de un terremoto, de un tsunami y la amenaza de una posible pesadilla nuclear en ciernes han vuelto a hacernos pisar la tierra, una tierra que tiembla indiferente.
Las imágenes son estremecedoras y desbordan aquellas con las que han nutrido durante décadas nuestra imaginación audiovisual. La cadena de lo imposible va dando nuevas vueltas de tuerca en cada paso.
Japón se preparaba con casas livianas para protegerse de los estragos de un posible terremoto que hiciera morir a miles de personas bajo los muros derrumbados. Todos los japoneses tienen un casco de protección y saben qué hacer, dónde meterse para evitar la caída de los escombros. Todo estaba medido y ensayado. Había ocurrido decenas de veces y siempre había funcionado.

El terremoto sacude la tierra, pero el desastre llega del mar. Los edificios livianos son arrastrados por las olas que llegan del interior y avanzan sin detenerse. Los edificios más sólidos, lo que han tenido que ser elevados con gran cimentación, como los hospitales, resisten. Tenemos imágenes de barcos en las terrazas de sus segundos pisos. Los livianos son arrastrados como cajas de cerillas y se convierten en trampas mortales para los que encuentran a su paso. Las casas se convierten en un amasijo de maderas que no trae la muerte por derrumbe sino por arrastre. Cuando se ven las imágenes de las casas flotando, estrellándose unas con otras y deshaciéndose en mil tablas, no puede dejar de pensarse en lo que puede haber debajo, lo que arrastran en la ida y lo que se llevarán hacia el mar en la vuelta..
Los que han sobrevivido por estar en las zonas altas corren ahora el riesgo de radiación nuclear. De nuevo, lo imposible. Los expertos nos explican cómo, uno tras otro, han ido fallando todos los mecanismos de seguridad. Nos muestran cómo el primer sistema falló, el segundo, el tercero… Y así hasta que vamos entendiendo que lo imposible es lo que no podemos pensar si quiera. Y cuando lo que era imposible ocurre, la lógica de los acontecimientos nos lo muestra como inevitable. Lo imposible no es lo inexplicable, más bien al contrario. Lo imposible es la línea invisible que está ante nuestros ojos y se manifiesta en toda su crudeza cuando se produce. Lo terrible de lo imposible es su sencillez.
Japón ha vivido siempre en una pesadilla nuclear, marcada por el lanzamiento de las dos bombas atómicas que acabaron con la Guerra Mundial y comenzaron la era atómica. Japón ha tenido la pesadilla nuclear manifestándose en sus películas, en sus novelas, en sus mangas. Como un mal sueño, el recuerdo planeaba sobre ellos y ellos lo exorcizaban con las creaciones sublimadas de su imaginación. Pero ni en los más terribles escenarios, plagados de monstruos, de sus fantasías apocalípticas habrían encontrado una realidad tan terrible, tan dolorosa como la que están padeciendo. Es una pesadilla, dentro de una pesadilla, dentro de una pesadilla…



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