Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Utilizamos la expresión “jugar a dos barajas” cuando nos referimos al juego doble. Para muchos es la expresión más ajustada para describir los conflictos entre la política nacional y la internacional. Un mundo global requiere decisiones en clave internacional y menos en clave nacional.
Los políticos saben que el peso de un país en el escenario internacional determina una parte importante de sus actuaciones en términos de compromisos. Esto supone muchas veces un conflicto porque los votos son siempre locales. Los analistas políticos tratan de explicar en clave interna las decisiones externas de sus dirigentes.
Tenemos dos buenos ejemplos en las actuaciones de Angela Merkel y de Vladimir Putin, co-votantes de la abstención en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas junto con China, India y Brasil.
Angela Merkel, que se había ganado una reputación de dirigente sólida y firme, ha comenzado a dar sorpresas con sus decisiones (incluido al gobierno libio). Ha bastado que el suelo alemán bajo sus pies sea menos firme para que comience a variar su discurso y sus acciones. Los cambios han sido en emigración e integración social (declarando la muerte del multiculturalismo y polemizando con Turquía sobre enseñanza de los idiomas, ver entrada), en la política nuclear, y en la posición de Alemania respecto a los acontecimientos de Libia*. Merkel sufrió algunos disgustos en las elecciones regionales de algunos estados y eso ha repercutido en sus decisiones actuales.
Dimitri Medvédev, el presidente de Rusia, se ha enfrentado dialécticamente descalificando a Vladimir Putin por la poco apropiada forma de calificar e interpretar la intervención de la Coalición**. Los analistas lo explican igualmente en términos de la próxima carrera electoral que se está preparando en Rusia. Los argumentos de Putin se contestan con su propia historia y las decisiones tomadas a lo largo de la misma. No le ha temblado nunca la mano para intervenir donde pensaba que tenía que hacerlo y, además, no le pregunta nunca a nadie.
La política se ha convertido en un arte complejo en el que las decisiones nacionales se equilibran con las responsabilidades internacionales y viceversa. Las políticas de alianzas clásicas anteriores a la II Guerra Mundial concluyeron con la llegada de una política de bloques durante la “Guerra Fría”. Eso se acabó. La política internacional es hoy mucho más compleja porque los lazos entre países se han intensificado. No hablemos del caso de una “Europa” oscilante entre lo nacional y lo comunitario.
El concepto de los intereses nacionales se amplía a los intereses internacionales, pero estos se diluyen en lo económico de forma muchas veces oscura. Se puede abrazar dictadores en aras de un buen negocio y tus electores no te lo recriminan mucho si queda claro que es rentable. Lo que no suele quedar muy claro es quién se lleva esa rentabilidad en un mundo de empresas multinacionales. Al final, a veces, resulta ser más trivial y los beneficiarios pueden ser los padres de una ex ministra francesa o los hijos de un dictador. ¡Y luego dicen que la economía es inhumana!
El problema —o al menos parte de él— suele ser la falta de sinceridad y la atención permanente a los sondeos por parte de los políticos. La honestidad política pasa por explicar claramente a los ciudadanos las actuaciones y el sentido de las mismas. Es evidente que no se puede establecer un mecanismo de consulta permanente para la toma de decisiones. Por eso es necesario que los políticos sean muy claros en lo que hacen o no hacen desde el principio y desde los principios. La función de los políticos en la democracia no es perseguir los votos cambiando en cada momento las estrategias, sino ofrecer claras alternativas que los ciudadanos eligen cuando les toca. Toda esta confusión es el resultado de considerar a los electorados como “mercados” a los que hay que ofrecerles “productos políticos atractivos” aunque puedan ser demagógicos, electoralistas o populistas. Gobernar a golpe de sondeo no es bueno, sobre todo cuando los sondeos se mueven por golpes emocionales y no por las explicaciones claras de las situaciones. En un mundo en el que el margen de maniobra es cada vez menor por los condicionamientos de la globalización, hay que tratar de mantener los principios estables. Si no se hace así, se producirán colapsos por desconfianza o por parálisis. Nadie se fiará de nadie.
* “Tormenta política en Alemania por el desaire de Merkel a los aliados” El País 24/03/2011 http://www.elpais.com/articulo/internacional/Tormenta/politica/Alemania/desaire/Merkel/aliados/elpepuint/20110324elpepiint_6/Tes
**”Medvédev critica a Putin por utilizar el término ‘cruzada’ al hablar de Libia” ABC 21/03/2011 http://www.abc.es/20110321/internacional/rc-medvedev-critica-putin-usar-201103211533.html
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