Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La falta absoluta de eficacia de las instituciones se ha puesto, una vez más, en evidencia ante el caso libio. Las instituciones internacionales no son organismos operativos más que en la medida en que no obstruyen los intereses de determinados países. Unas veces les toca a unos y otras veces a otros.
Es sorprendente la incapacidad manifestada por los órganos de seguridad internacionales para frenar a un dictador sangriento que está masacrando a su pueblo con el armamento vendido a buen precio por los países que ahora debaten interminablemente sobre cómo frenarlo. Esta lentitud contrasta con la falta de problemas con la que los dirigentes de Bahrein han podido acoger en su territorio las fuerzas de Arabia Saudí auspiciadas por un organismo llamado Consejo de Cooperación del Golfo.
El entramado de intereses comerciales y políticos que son hoy nuestros democráticos países dificulta cualquier tipo de acuerdo o decisión sobre asuntos que tengan un mínimo de conflicto o discrepancia. Hemos conseguido que los intereses se antepongan a los principios. Nos hemos convencido de que los dictadores más obscenos son gobernantes eficaces de unos países a los que reprimen, torturan y explotan con nuestras bendiciones. No tienen más que exhibir sus contratos en las escalerillas de los aviones para ser abrazados y besados.
Hace unas décadas, estos dictadores se quedaban en su casa sin salir porque existía cierto consenso sobre lo que había que hacer o decir con ellos. Después se modificaron las acciones, pero se mantenían los discursos. Finalmente, acciones y discursos se han adaptado a una situación en la que ya no existen los conflictos ideológicos sino la voluntad de comercio. En los ochenta se desarrolló la fórmula: "primero la libertad económica, luego la libertad política", creyendo que al establecer negocios con ellos, se irían abriendo a la democracia. El efecto ha sido justo el contrario: "primero la corrupción económica, luego la corrupción política". Nuestro nivel de democracia ha empeorado y los dictadores se han hecho escandalosamente ricos.
El estallido mundial al que asistimos no es más que el resultado de la confianza de tiranos que, sin presión exterior, no se han molestado en moverse un milímetro durante décadas, seguros de controlar su situación mediante distintos argumentos: la lucha contra el terrorismo, el control de las energías. Las democracias occidentales somos responsables de haberles sonreído y abrazado durante años, de haberlos sacado del gueto, de haberlos convertido en aliados con la excusa de que había otros peor que ellos. Ahora somos incapaces de frenar su crueldad.
La autoinvasión pacificadora solicitada por la monarquía de Bahrein no es más que la consecuencia lógica de la falta de contundencia mostrada ante Gadafi. Es un mensaje que se ha mandado a todos los que en estos momentos se encuentran en abierta guerra con sus pueblos. Tranquilos, si no hemos intervenido con un loco sangriento como Gadafi, ¿por qué íbamos a intervenir en Bahrein? Si Gadafi se sale con la suya, como parece temporalmente obvio, es cuestión de tiempo que las represiones se recrudezcan en los diversos escenarios abiertos. Se trata de acabar rápido; esa es la lección. Pasa por encima de todo y no dejes que los asuntos se calienten demasiado.
Bernie Ecclestone, el patrón de la Fórmula 1, fijó para el 20 de noviembre la carrera que se debía celebrar en Bahrein como inicio de la temporada automovilística suspendida por las revueltas sociales. Como ha señalado hace unos días el propio Ecclestone: “Tenemos que estar siempre pensando en formas de entretener a la gente, formamos parte de la industria del entretenimiento”*
No sabe Ecclestone hasta dónde llega hoy la industria del entretenimiento. Y lo de acuerdo que están con él las autoridades de Bahrein.
* “Ecclestone quiere el GP de Bahrein en noviembre” Mundo deportivo 3/03/2011 http://www.elmundodeportivo.es/gen/20110303/54123281884/noticia/ecclestone-quiere-el-gp-de-bahrein-en-noviembre.html
Es exacto y preciso. Con tu permiso, Joaquín, lo comparto en mi FB.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias a ti, Isabel. Un abrazo
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