Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Todos lo podemos ver. Cada vez que hay una manifestación, la mitad de las manos en alto llevan una cámara fotográfica, un teléfono móvil, cualquier dispositivo que permita testimoniar lo que está ocurriendo. Por cada imagen que la propaganda oficial produce, hay miles recogidas por los ciudadanos. Mohamed Radwan* es un ingeniero egipcio-americano detenido en Siria por haberse puesto en contacto con un periodista norteamericano. El régimen sirio considera que eso es indicio suficiente de estar espiando para potencias extranjeras. La familia del detenido niega todo y su madre ha declarado que usar un teléfono cámara para grabar las manifestaciones no le convierte a uno en un espía. El gobierno sirio ha hecho aparecer en la televisión oficial a Radwan para que “confiese” que estaba en contacto con periodistas y recogiendo imágenes de las manifestaciones para enviarlas al exterior.
La familia se ha manifestado en las puertas de la embajada siria en El Cairo solicitando su puesta en libertad. “Mire a la gente que nos rodea, nos fotografían con sus móviles, ¿los convierte eso en espías?”, ha dicho su madre a los medios egipcios. Han repartido flores a los curiosos que, dentro de la tendencia actual en Egipto, se han sumado a la protesta en las puertas de la embajada.
Hemos congelado una imagen de una de las manifestaciones en las calles de Siria. Las estrellas marcan las personas que están realizando fotografías en ese momento con sus móviles o cámaras. Es solo un instante y con la poca definición del video casero (la imagen misma procede de un asistente a la manifestación). Si han de encerrar a todos, les van a faltar celdas, aunque eso a los dictadores no les preocupa demasiado. La acusación no es por hacer fotos, suponemos, sino por contactar o ser contactado con los periodistas extranjeros. La cámara te convierte en algo más que un fotógrafo; te convierte en un potencial periodista, un informador de lo que ocurre. Y eso es lo que no gusta. Los periodistas acreditados corren sus riesgos, pero los periodistas aficionados u ocasionales corren el riesgo, como le sucede a Mohamed Radwan, de ser acusados de espías. Y pueden desaparecer. La madre de Radwan lo ha dicho con rotundidad: “mi hijo no es un espía”. Sin la cobertura de un medio, sin la posibilidad de páginas que denuncien, a la familia del ingeniero egipcio solo le queda la manifestación en la puerta de la embajada y repartir flores buscando solidaridad.
El periodismo ciudadano en los conflictos tiene un alto riesgo. La ventaja de estar en el mismo terreno es una desventaja en estas ocasiones. Ya contamos el caso de la muerte en Libia del ciberactivista Mohamed Nabous [ver entrada]. Había creado una televisión para poder informar de lo que ocurría y fue tiroteado mientras cubría una información.
Informar se convierte en una necesidad cuando los periodistas extranjeros se convierten en objetivos de los regímenes dictatoriales. Los ciudadanos cubren ese hueco y eso es un gran riesgo.
Desde aquí nuestra solidaridad y apoyo para Mohamed Radwan.
* “Protesters demand Syria release Egytian detainee Mohamed Radwan” The Daily News 30/03/2011 http://www.thedailynewsegypt.com/egypt/protesters-demand-syria-release-egypt-detainee-mohamed-radwan.html
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