domingo, 4 de julio de 2021

Todo es medio

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



La enorme paradoja a la que asistimos es que el aumento exponencial de la información diaria no trae más luz sino más dudas y oscuridades. En gran parte es debido a la propia acción humana, algo que hemos llamado "desinformación" y que se relaciona con toda una serie de términos que van de la mentira al bulo, pasando por toda una serie de variantes cuyo efecto es el mismo, sumirte en un estado de duda y confusión o directamente el engaño, con estafas de diverso tipo. Con mentiras de venden hoy productos y se eligen presidentes; con mentiras se ganan elecciones y se arrastra a la guerra contra un país. La mentira y sus variantes son unas armas enormemente poderosas y los son cada día más precisamente porque aumenta su poder y eficacia precisamente conforme los medios son más poderosos. Del rumor entre vecinos de un pueblo al global que afecte a medio planeta solo media el alcance de las tecnologías comunicativa, del boca a boca al tuit a tuit.

Antes había mentirosos compulsivos, ahora los sigue habiendo, pero existen ya las mentiras organizadas, ya sea en grupos o incluso en empresas en las que el beneficio empresarial es el objetivo. Hay quien se hace rico especulando en bolsa con información falsa que despista a los inversores; hay quien se hace rico diseñando campañas de difamación para terceros, como el caso del Barça, en donde el presidente anterior utilizó a profesionales para destruir la imagen pública de sus propios jugadores. Invertir en desprestigiar es hoy un "honrado" negocio con lujosas oficinas, empleados y becarios.



Sí, la mentira es el arma de tiempos de paz; en la guerra hablamos de propaganda, que tampoco elude las mentiras sobre lo propio y lo ajeno. Con la llegada de la globalización, la mentira se hace también global. Ya no hay límites para poder extender su poder y localizar sus objetivos.

Este hecho implica que la mentira llega allí hasta donde pueda llegar en función de la tecnología empleada para difundirla, un principio general y no por ello menos cierto. Antes se utilizaba mucho el término "cortar" para referirse a las mentiras. Ahora es bastante complicado "cortar" cualquier mentira, bulo, difamación, etc. porque la metáfora del "hilo" ha dejado de funcionar para representar la expansión. Las tecnologías actuales son explosivas, se expanden, como un estallido en todas direcciones. Se cuenta con ello, desde luego. Quien lanza hoy una mentira lo hace a sabiendas que será imposible cortarla, como se comprueba cada día. La mentira hoy requiere de una intensa —y generalmente poco eficaz— contra campaña. Los mecanismos de repetición son imparables y sus vías infinitas. La cantidad de personas a las que podemos explicar que algo es mentira en ínfima en comparación con las que han creído la primera versión, la falsa. Es muy difícil desalojar una mentira de la mente de una persona, sobre todo porque se agarra a ella por algo, por una voluntad de creer que será casi imposible erradicar. Es tan difícil anular una mentira como introducir una verdad. Esto es cada vez más claro desde las propias ciencias que se ocupan de nuestro comportamiento, dejando la racionalidad como un mito ocurrente, un exceso de autoestima.



La verdad es que somos manipulables en exceso y los somos por dos cosas: somos muy ignorantes y además invierten mucho en conocernos, que quiere decir comprender mejor nuestros puntos débiles, las puertas más accesibles para la mentira. Hemos sustituido la "crítica", un intento racional de comprender las cosas que nos rodean, incluso a nosotros mismos, por la "queja", un elemento sentimental producido por la frustración de nuestros deseos. Eso nos hace muy vulnerables y, sobre todo, dependientes. La crítica se hace contra lo establecido; la queja, en cambio, se hace para que el poder solucione aquello que no hacemos nosotros.

El aumento de la capacidad de obtener datos, juntarlos, procesarlos y obtener información, nos ha vuelto más vulnerables. Las nuevas herramientas hacen prácticamente imposible mantenerse al margen y no suministrar datos que permitan "conocernos" y manejarnos con diversos fines, de los comerciales a los políticos. La pronta llegada de la "internet de las cosas", de la que ya tenemos muchos anticipos, nos hará más vulnerables a las mentiras y desinformaciones, más manipulables, aunque se nos repita insistentemente que se nos quiere conocer mejor para hacerlo todo más fácil, en nuestro propio beneficio.



Un fiel retrato digital surge de nuestras acciones, de todas y cada una, que quedan registradas. Ellas dicen más que nuestras palabras, revelan incluso aquello que no conocemos o no queremos reconocer.

La posibilidad de manejar los datos que producimos hace más fácil diseñar mentiras a medida, tal como se nos puede confeccionar un traje. Son tan buenas, tan bien construidas, que nos parecerán una segunda piel, una idea que ha salido de nosotros.



Tenemos una paradoja final. Son los medios, los que tradicionalmente eran acusados de manipularnos, los que están intentando establecer mecanismos aclaratorios sobre las mentiras que nos llegan por otras vías, ya que en la vida digital que hemos fabricado todo es medio, incluidos nosotros mismos, y en el que todo puede ser falso, bulo o medias verdades. Esto ya no es una simple anécdota. En Esto Donald Trump ha tenido un enorme peso. Mentir ya no era cosa oscuras agencias; ahora lo podía hacer, a cara descubierta, el presidente de los Estados Unidos. El creciente interés por parte de instituciones de todo tipo, incluidas las científicas y académicas, por la cuestión de las mentiras y sus efectos es un claro indicador de cuál será el futuro que nos espera.

En un mundo en el que todo es medio, una forma de llegar a nosotros, los medios tradicionales tienen que subsistir mostrando que las demás fuentes son poco fiables y pasan a cumplir una nueva función, la de filtro de lo que nos llega. Son ellos los encargados de certificar la veracidad de lo que nos hacen llegar. El valor mayor es siempre el de lo escaso, en este caso, la verdad.






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