sábado, 10 de julio de 2021

150 metros de indiferencia

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Las imágenes del asesinato a golpes, recorriendo más de 150 metros, en La Coruña son terroríficas por varios motivos. El primero es la brutalidad, sí, pero esos círculos que nos focalizan en la pelea nos ocultan lo que podemos ver también con la objetividad de las cámaras: la indiferencia de muchos ante lo que estaba ocurriendo.

En la web de Antena3 podemos leer:

 

Eran las 3:00 horas de la madrugada del pasado sábado 3 de julio, en las imágenes se aprecia como Samuel está ya en el exterior de un local de ocio situado en primera línea de playa en A Coruña. En ese momento el primer agresor se acerca a los jóvenes y comienza la paliza. Con la información que ha transcendido sabemos que en este momento es cuando el presunto agresor le dice a Samuel: "Para de grabarnos si no quieres que te mate, maricón", a lo que Samuel respondió: "Maricón de qué". 

La investigación tiene como vía principal que los agresores pensaron que la víctima los estaba grabando cuando en realidad estaba realizando una videollamada. A continuación de este primer episodio de golpes las imágenes muestran como un joven senegalés sale en ayuda de Samuel. Se llama Ibra Shakur y las amigas de Samu aseguran que "fue la única persona que ayudó" al joven coruñés.*

 


El debate, tras la semana del "orgullo gay", se ha centrado en la cuestión de si se trata de un crimen homófobo, que parece importar más a algunos que el propio crimen en sí, lo que no deja de ser desconcertante en una sociedad que ha sido incapaz de reaccionar ante lo que ocurría, en esos 150 metros de persecución y violencia, pero luego se cuida mucho de seleccionar los motivos por los que se manifiesta y moviliza. Cada uno que lo interprete como quiera, que piense ante lo que vea en esas imágenes en donde las peleas no parecen alterar a nadie y menos movilizarlos para evitarlo. La pregunta sobre si el crimen fue homófobo o no oculta la gran pregunta previa, ¿se pudo haber evitado?, la que nadie quiere hacerse. Es la pregunta sobre si algunos de los ahora horrorizados fue capaz de tratar, al menos, de evitar un crimen que no se produjo en un callejón oscuro, en un rincón apartado, sin a lo largo de una vía pública, durante un recorrido de esos 150 metros en los que fue golpeado hasta dejarle en un estado que hizo imposible su vida.

Los que se escandalizan por el asesinato colectivo deberían hacerlo también por los 150 metros de indiferencia que reflejan. Hoy escuchamos a muchos testigos que nos dan pelos y señales de lo ocurrido, de cómo escucharon los gritos, la voz de esa mujer diciendo "¡Dadle más fuerte!", según nos cuentan los medios. Pero no tenemos noticias de que alguien dijera "¡parad!" con la excepción de ese inmigrante senegalés, llamado Ibra Shakur.



Hace ya algunos años que tenemos ejemplos de personas inmigrantes interviniendo para realizar algo que los que miran no hacen. A veces sacan antes el móvil para grabarlo que se lanzan a intentar intervenir.

Están siendo frecuentes los casos en los que el primero en lanzarse al agua a salvar a una niña es un inmigrante, en que, como en este caso, el único en intentar ayudar al que es atacado es alguien de lejos, menos inserto en esta cultura de la indiferencia y del selfie en la que nos estamos encastillando y que tiene unas consecuencias graves para una sociedad enferma, sin duda, como es la nuestra.

En mayo de 2018, el diario El País hablaba del "Spiderman sin papeles", de Mamadou Gassama, un joven inmigrante sin papeles que escaló la fachada de un edificio en Francia, jugándose la vida, para rescatar a un niño de cuatro años que se encontraba en peligro colgando en un balcón. Escaló cuatro pisos de la fachada hasta llegar a él.

The New York Times titulaba sobre este hecho "Escaló un edificio para salvar a un niño; ahora recibirá el estatus legal en Francia" y nos explicaban:

 

El hombre, Mamoudou Gassama, de 22 años, es un inmigrante de Mali, una antigua colonia francesa al noroeste de África, quien dijo que había viajado a través de Burkina Faso, Níger y Libia antes de hacer el peligroso cruce por el Mediterráneo hacia Italia, para luego llegar a Francia en septiembre, sin documentos.

El 28 de mayo, después de su rescate heroico, Gassama se reunió con el presidente de Francia, Emmanuel Macron. Ahora, el joven obtendrá los documentos necesarios para vivir de manera legal en Francia.

“Le dije que en reconocimiento a su heroico acto tendría sus papeles en orden tan pronto como sea posible”, expresó Macron mediante una publicación en Facebook, después de haberse reunido con Gassama en el Palacio del Elíseo, en París.**

 


Quizá el haberse jugado la vida tantas veces hasta llegar a Francia le sirvió a Mamadou más humano, pensar menos en él y más en el niño que estaba en peligro. Francia, como vemos, reconoció su valor y fue recibido por su presidente.

Pero los comportamientos no son iguales en todos los sitios, es decir, no se valoran las mismas cosas, incluida la vida de los demás. Está claro que es difícil sacarnos de nosotros mismos, que no hay mucha solidaridad.

El diario El Independiente nos cuenta un caso en España donde un joven inmigrante llegado desde Senegal ha salvado a dos personas, en diferentes momentos, lanzándose al agua con riesgo igual para su vida. El titular "Mouhammad, el héroe senegalés 'sin papeles' que salva vidas en la ría de Bilbao" nos lleva a su caso y nos explican allí:

Abandonar Dakar, su mar, su pesca, su familia, sólo fue el primer paso. El más duro para el corazón. El que pondría a prueba su fortaleza física vendría después. Los dos metros exactos de altura de Mouhammad no pasarían desapercibidos en su ruta. Primero, Mauritania, donde pasó un año. Después, ocho meses en Marruecos. Fue allí donde las mafias le ofrecieron una plaza en una patera. También donde le robaron parte de sus ahorros. Donde el primer intento falló y donde dejaría atrás África para tocar la costa de Tarifa a bordo de una patera el 16 de noviembre de 2016.

Acababa de comenzar la nueva vida de Mouhammad Fadal Diouf. Aún no lo sabía pero su destreza en el mar aún sería puesta a prueba… dos veces. Ocurriría sólo cuatro años y medio más tarde, lejos de Tarifa, en Bilbao. La última, este lunes. La anterior, el 24 de septiembre de 2020, lo recuerda bien.

Ocurrió casi del mismo modo, mientras se encontraba con sus amigos en el muelle de Marzana de Bilbao, junto a la Ría. El lunes por la tarde, entre conversaciones y risas con un amigo, vio cómo un hombre se apoyaba en el puente que cruza ambos márgenes, en pleno corazón del Casco Viejo de la capital vizcaína. De pronto, aquel hombre, de 72 años, se mareó, perdió la consciencia y cayó al agua, desvanecido. Mouhammad reaccionó rápido. Se despojó de la mochila que portaba y saltó sin dudarlo al ver el cuerpo de aquel hombre boca abajo, ahogándose. “Lo vi de espaldas, con su cara bajo el agua, no podía respirar. Salté, le puse la mano en el cuello para levantarlo y la otra en la espalda para intentar empujarlo hacia uno de los márgenes».***



De nuevo, vidas duras y generosidad del que tiene poco más que su propia vida arriesgándola por los demás. Su fama, nos dicen, enorgullece a su familia y amigos en su tierra. Aquí es ya uno más, un sin papeles, noticia mediática hasta que lleguen noticias que la sustituyan.

Ha habido más casos en los que los inmigrantes son los que dan un paso al frente y muestran valor arriesgándose por personas sin mirar el color o cualquier otra circunstancia que estamos valorando cada día en el momento de salir a protestar. En Francia les recibe el presidente; aquí... ¿Hay miedo a proponerlos como ejemplares? ¿Prefieren nuestros políticos seguir adulándonos con ser los "mejores" y encubren nuestra realidad, nuestro deterioro? Hay mucha gente buena, sí; pero muchos se contentan con parecerlo.



Pero quiero traer un caso que nos ha soliviantado a todos, un caso a la inversa. Me refiero al caso de la cooperante de Cruz Roja que tuvo la "osadía" de abrazar y servir de desahogo del inmigrante que salía de las aguas en Ceuta. Los ataques, insultos y hasta amenazas, machistas y racistas, que recibió movilizó la solidaridad de muchos, pero no oculta la frialdad, la maldad existente en parte de nuestra sociedad, que se ha vuelto de una dureza realmente lamentable y, a la vez, de una parcialidad escandalosa. Cada vez, por decirlo así, nos movilizamos sobre resortes muy específicos.



La misma sociedad que quiere ver un crimen homófobo es incapaz de socorrer a una persona que durante 150 metros, en plena vía pública, delante de todos, es perseguido, golpeado hasta causarle la muerte. Del "¡no te metas!" pasamos a gritar en la calle agarrándonos a las causas que nos parecen más o menos pertinentes. Pero estamos perdiendo, en el detalle, la causa general la de la humanidad con los demás, la de no mirar color, religión, orientación o cualquier otra circunstancia para socorrer a alguien.

Es lo que hizo Mamoudou Gassama, con unos 22 años muy diferentes a los que han vivido los otros que le rodeaban y que nos cuentan ahora lo que vieron como testigos, contentos de colaborar con la Justicia para que ese crimen tan horrible, que sucedió ante sus ojos, sea castigado como debe.

Sé que algunos amigos de Samuel le han dado las gracias por ser el único que se lanzó a tratar de evitar que aquellos energúmenos, dos de ellos menores, otros hasta 25, los detenidos por el momento, mataran a una persona que ahora preocupa a tantos.

Creo que el caso no debería tapar la poca sensibilidad moral que demuestra, la indiferencia que refleja y, ¿por qué no? mucha cobardía. Mamoudou Gassama mostro mucha más solidaridad que todos aquellos que vieron la paliza juntos, pero tenían cosas más importantes que hacer. Quizá porque valoraba la vida más que otros, arriesgó la suya por alguien a quien no conocía. Solo sabía que necesitaba ayuda.

Con posterioridad a la II Guerra Mundial muchos artistas y filósofos, de Camus y Moravia a Hannah Arendt, empezaron a preguntarse por el fenómeno de la "indiferencia", que pasó a considerarse una enfermedad moral. Creo que estamos empezando a necesitar releer a los clásicos o a denunciar la apatía frente al mal, que consentimos. hay que volver a escribir libros, hacer películas que nos hablen de nosotros mismos, que no nos adulen, que nos pongan el espejo a lo largo del camino, que es la vida. Demasiados gestos y poca acción, mucho grito y pocos actos que eviten tener que lamentarse después.



Solo sé que si un día caigo a un río, se incendia mi casa o me ataca alguna "manada" simplemente porque sí, prefiero tener cerca a alguien que sepa lo que vale la vida, a ese inmigrante que tantos desprecian. 

No deja de ser interesante que en estos tiempos de pandemia no nos falte tiempo para arriesgar nuestras vidas y las de los demás en un botellón, pero luego seamos incapaces de arriesgarnos a ayudar a los demás, a acercarnos a ellos. 

No es casual que sean los inmigrantes los que nos dejan en evidencia. Esos 150 metros de indiferencia nos lo muestra.

* Miriam Vázquez Vázquez "El vídeo de las cámaras de seguridad del asesinato de Samuel que muestra cómo una turba lo lincha hasta matarlo" Antena3 9/07/2021  https://www.antena3.com/noticias/sociedad/video-camaras-seguridad-asesinato-samuel-que-muestra-como-turba-lincha-matarlo_2021070960e82bcca84b480001187048.html

** Aurélien Breeden y Alan Cowell "Escaló un edificio para salvar a un niño; ahora recibirá el estatus legal en Francia" The New York Times 29/05/2018 https://www.nytimes.com/es/2018/05/29/espanol/spiderman-paris-rescate-heroe.html

*** Mikel Segovia "Mouhammad, el héroe senegalés 'sin papeles' que salva vidas en la ría de Bilbao" El Independiente 22/06/2021 https://www.elindependiente.com/espana/2021/06/22/mouhammad-el-heroe-senegales-sin-papeles-que-salva-vidas-en-la-ria-de-bilbao/





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