jueves, 15 de julio de 2021

El menú discutidor del día

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



La capacidad de discutir en España es interminable, una especie de flujo continuo al que pretenden engancharnos como el saltador de pértiga que anima al público antes de iniciar su salto para sentir su energía. Garbiñe Muguruza decía ayer que echará de menos el público en Tokio. Convertida en espectáculo mediático y callejero, la vida política española necesita de la polémica sobre todo y a todas horas.

Las discusiones sobre la mesa —el menú del día de hoy— son la decisión sobre el Constitucional sobre las medidas del "estado de alarma", la discusión sobre si hay que llamar a Cuba una "dictadura" y, finalmente, la interpretación de la cifras del COVID-19. Por supuesto, están las discusiones locales y autonómicas sobre muchos temas.



De estas discusiones y otras similares viven políticos y medios en una simbiosis en la que se desarrollan cada día produciendo la tensión suficiente para mantener al público en vilo, intentando incorporarlo a estas discusiones.

Las diferentes interpretaciones sobre lo que quiere decir la sentencia del Constitucional, por ejemplo, moviliza la agenda mediática e incorpora nuevo agentes —juristas, profesores, etc.— que intentan explicar algo lo que se ha querido hacer. La respuesta política es citar a los medios para explicar y explicarse, porqué unos dijeron unas cosas y otros otras. Como el Tribunal  Constitucional es un límite, se crean expresiones, como esta del "acepta pero no comparte" (¡faltaría más!) donde no se entiende muy bien qué quiere decir ese "no comparte" incompatible con el "aceptar" más allá de lo obvio. Pero esta vez se ha añadido un nuevo argumento a la discusión, "haber salvado 450.000 vidas" según no sé qué estudio. Evidentemente, esto es una historia basada nada más que en especulaciones, por más que se hayan hecho en algún espacio académico, un mero ejercicio probabilístico, un retrato de un fantasma. Pero es esgrimido como una especie de verdad.




Lo que ha dicho el Tribunal Supremo es un varapalo político, pero no como lo están interpretando interesadamente los políticos en su gresca. De nuevo hay que señalar que una cosa es el aislamiento necesario como medida de salud pública y otra el acierto sobre la herramienta jurídica usada. Esto implica que si se hubiera usado la adecuada, lo hecho se ajustaría a Derecho, que no es lo mismo que decir que las acciones son males. Nos dicen que se debería haber usado el "estado de excepción", que sí hubiera sido coherente con las medidas, pero esto habría sacudido el avispero político todavía más, aparte de crear una imagen de alarma en un país que tiene que tener cuidado en no estornudar para que los turistas no huyan por la gripe, en este caso, el coronavirus.

Ocurriera lo que ocurriera, la discusión estaría servida porque con un gobierno tan inestable, no se deja de mover la escalera a ver si cae. No se trata de arreglar sino de discutir.

Esto nos lleva al segundo plato, lo de la "dictadura cubana". ¿Tiene alguien alguna duda de que el régimen cubano es dictatorial? No, con excepción de unos pocos ingenuos miembros del propio régimen cubano. Esto pasa por usar cada vez menos el término "dictadura del proletariado", que se usaba como una utopía hasta que llegaba la dictadura, sí, pero cada vez eran menos proletarios sus dirigentes. La discusión del "repita conmigo, Cuba es una dictadura" es de las más tontas que se han podido ver en los últimos tiempos. Da pena ver a los miembros del (una parte) gobierno intentando evitar decir la palabra "dictadura" mientras que la otra mitad lo niega con desparpajo, como también lo hacía de dramática situación venezolana. Los miembros de una parte del gobierno dicen sin tapujos que Cuba "no es una dictadura", algo que aprovecha la oposición exterior para hacer que discutan el mismo día en que comienzan a ejercer en sus cargos los ministros nuevos. ¡Vaya marrón! ¡Y el primer día!



También aquí se ha escuchado una barbaridad, que es la ONU la que decide quién es una dictadura. La ONU no se dedica a esas cosas, aunque tiene sus índices sobre el estado de los Derechos Humanos.

Como la oposición ha descubierto que el gobierno tiene más divergencias de las que ellos mismos pensaban, se dedican a fomentar las contradicciones entre ellos. Más allá del "chuletón imbatible", de hace unos días, la cuestión de cómo calificar a Cuba es otro peldaño más en este mover la escalera gubernamental. Cada vez, el partido de Sánchez descubre o deja al descubierto lo coyuntural de su alianza. Esto le pasará factura, pues sus socios, en caída libre en las elecciones que se han ido celebrando, están consiguiendo un rédito político en ciertos sectores —especialmente en el voto joven— que pueden ser decisivos en próximas elecciones. Entonces, no lo duden, serán los que claven el puñal en la espalda de sus sostenedores políticos en el gobierno. Todo ello compondrá una bonita fábula política a disposición de la historia, que llevará por título "Cría cuervos" y que le recordarán a Sánchez.



El tercer plato del menú discutidor tiene que ver con las estrategias respecto al COVID-19, que también sirve para discutir. De los tres platos es el más deprimente porque afecta a la salud pública, algo en lo que tampoco han conseguido ponerse de acuerdo.

En este caso, la cuestión resulta contradictoria respecto al primer plato, el de la sentencia de Constitucional, porque ahora las Autonomías tratan de restringir lo que supuso el estado de alarma, reclamando la vuelta a medidas más duras.

Las expectativas puestas en la vacunación tienen una doble cara aparentemente contradictoria: con cerca de la mitad de la población vacunada, sin embargo el número de casos por cada 100.000 habitantes se ha multiplicado por más de cuatro en apenas unas semanas, y la incidencia en el sector de 20 a 29 años está por encima de los 1.400 casos en algunos lugares. Es decir, hay muchísimos contagios, aunque se nos dice que los ingresos en UCI y muertes suben de forma muy lenta. 

Y es aquí donde se da el problema, que da el salto de lo sanitario a lo económico: todas las expectativas de la vacunación para ofrecer un espacio seguro a la llegada del turismo se han invertido y hoy tenemos cuatro de cada diez casos en Europa. En los noticiarios del esta misma mañana, los responsables del sector hotelero hablan de frenazo y caída en picado de las reservas, que todas sus esperanzas se han evaporado.



El sector pensaba que cuanto más se vacunara habría menos restricciones y, por ello, una buena temporada turística. Pero, como sabemos, no ha sido así. Lo que pensaban hace solo unas semanas se ha derrumbado bajo las nubes del pesimismo ante las cancelaciones en cadena. Se les había escapado que lo que dicen unos y otros no es la realidad, sino lo que quieren ver.

Aquí en el gobierno, la ministra Darias solo habla del aumento de las vacunaciones como si estas estuvieran frenando la expansión, cuando lo que está ocurriendo es lo contrario; lo cierto es que  está aumentando el número de contagios De nuevo se moviliza a los expertos que nos expliquen esta contradicción, que no es tal. Todo viene de dos malentendidos (intencionados), hacer creer que la vacuna elimina el 100% de las posibilidades de contagio, cuando lo que aumentan son las interacciones, y que esto era cosa de viejos en residencias. Se nos dice que el 72% de los ingresados en UCI están sin vacunar porque son negacionistas, que es como decir que estás en la UCI porque quieres. Pero, por una cosa o por otra, cuentan. De los reinfectados, por el contrario, se habla poco, lo que crea incertidumbre porque frenaría es limitación de las restricciones que tantos sectores desean cuanto antes.



Cuando se pensaba que ya se había eliminado el riesgo en las residencias porque todos estaban vacunados, descubrimos que se vuelven a producir contagios, como ha quedado recogido en titulares de la prensa española. Al político le gusta dar buenas noticias y no entiende mucho de cambios. Según su lógica, si todos los mayores están vacunados ya, ¿por qué se contagian y mueren?, se preguntan algunos.

Las alegrías del presidente Sánchez comunicando que se podía uno quitar la mascarilla en el exterior, como era previsible, se vuelve contra él desde el momento en que su esquema simple de la normalizada felicidad se encuentra con el primer obstáculo. Al vender como grandes logros la vacunación (que lo es), las noticias paralelas sobre el aumento de contagios y (re)contagios son como un jarro de agua fría que la oposición vierte sobre el gobierno en cuanto tiene ocasión. Se le critica por tomar medidas y por no tomarlas; si las toma, se le criticará por ser muy insuficientes para unos y excesivas para otros; y siempre llegarán tarde.

La acusación, claro, es que no toma medidas para frenar la nueva escalada, algo que es cierto ya que dice que lo hagan las Comunidades, pues todo se basa en que tendremos inmunidad de rebaño dentro de poco, algo que solo es relativamente cierto, ya que desconocemos las mutaciones del virus y cómo vamos a responder colectiva e individualmente.



Basarlo todo en la vacunación y no en las medidas sociales es claramente un intento de no enfrentarse al "público" votante, pero los efectos los tenemos claros ante nosotros. Son las medidas de prevención por parte de los grupos sociales lo que está fallando y no el sistema sanitario y el proceso de vacunación.

La estrategia política de minimizar los problemas y maximizar las presuntas soluciones tiene, como vemos, un elevado riesgo.  En el primer "plato" no fallaron las medidas, sino la forma de encuadrarlas jurídicamente porque no se quería asustar o tomar medidas que recordaban al franquismo y los "estados de excepción"; se trataba de ser contundentes en las medidas pero sonrientes en su presentación. El gobierno consiguió que la oposición aceptara a regañadientes la aprobación, pero Vox, como siempre, se quedó fuera porque no tenía mucho que perder y mucho que ganar. Le ha salido bien la jugada, por más que sea contradictoria en su finalidad. Recordemos que todos criticaban al gobierno por no haberlo hecho antes —la famosa marcha— y tenían razón entonces. Ahora todos quieren tener razón y eso es casi imposible.



La cuestión cubana es más triste porque lo padece el pueblo cubano y hay algunos que han crecido con su Cuba idealizada, con sus mitos, y se lo han creído realmente. Cuando quieran poner en aprietos al gobierno socialista con sus socios, volverá a salir. Es el único ámbito, por irónico que parezca, en el que Podemos tiene fuerza y altavoz público. Seguirán ganando votos y desgastando a sus socios que son los que tienen que dar la cara ante sus propios compañeros y la oposición.

En el caso del incremento de contagios en paralelo a las vacunas, si no se soluciona de alguna manera (y es difícil pedir tantas veces responsabilidad), vamos a tener a unos sectores muy enfadados, que ya no saben contra quién ir para explicar su desgracia ¿el gobierno, los jóvenes...? La lista de países que no recomiendan viajar a España crece cada día, ya sea global o por regiones. Más allá del turismo, esto está causando un grave problema sanitario a las Autonomías, que se pueden ver de nuevo desbordadas en los hospitales, de las UCI a la atención primaria.

En fin, nuestro menú discutidor del día es indicador de la falta de acuerdo entre unos y otros, más allá del gobierno y oposición. Esto es un todo contra todos como resultado de un fraccionamiento del sistema político que hace débiles a los partidos y quedar en manos de minorías extremistas, a derecha e izquierda, con las que se desangran día a día en discusiones y en robo de protagonismo.

Vivimos en un mundo de ficciones en donde "Cuba no es una dictadura" y donde las inmunidades de grupo a golpe de vacuna llegarán, pero no llegan; es un mundo en el que se critica por tomar medidas y por no tomarlas. Así es difícil avanzar en alguna dirección.

Veremos cuál es el menú del día de mañana. 



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