miércoles, 7 de julio de 2021

Eficacia decreciente

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



En el informativo matinal de Antena3 se hablaba ya esta mañana de la nueva ola de contagios como de la "ola joven". Los datos es lo que avalan, dejando en un pozo el gozo de la ministra Carolina Darias y su petición de "no estigmatizar a los jóvenes". Cada día que pasa y nos adentramos en este intenso verano los deseos del gobierno quedan más expuestos a achicharrarse ante la exposición solar excesiva.

Queda claro que aquella alegría del presidente al darnos personalmente la buena noticia de la retirada de la mascarilla, como era previsible, quedó en una maniobra de propaganda, que aquella fecha en la todo volvería a ser "normal" —sin más fundamento que el deseo— ha quedado en una molestia visible cada vez que se le habla de medidas en las ruedas de prensa. Según él —volvemos a la vieja cantinela—, las Comunidades Autónomas tienen "mecanismos suficientes" como para no tener que mover un dedo el gobierno central. Corrijo: mover los dedos solo para acciones liberatorias que luego los gobiernos autonómicos tienen que asumir con el consiguiente desgaste, porque aquí, sí, la mayoría piensa en "desgaste", en que se está desbordando el asunto y que esas famosas cifras en las que el rebaño no necesitaría ni pastor ni perro, que se cuidaría solo, no se producen.



Y en el horizonte se plantea ya el problema grave de las variantes. Los medios dan hoy la noticia que Reino Unido ha bajado la eficacia de la vacuna de Pfizer al 78%, mientras que Israel lo hace al 64%, un diez por ciento de diferencia decisivo ya que acerca a los vacunados por dicha vacuna a una exposición que se puede aproximar a la lotería del 50%. A los viejos problemas de AstraZeneca se suman ahora estos de las variantes, lo que nos acerca al problema de las gripes anuales, en los que las vacunas de un año se tienen que sustituir cada temporada por las mutaciones de los virus. Mientras siga habiendo países en los que las vacunas apenas llegan, seguirán apareciendo nuevas variaciones más resistentes a los problemas que les planteamos, lo que nos traslada el problema a nosotros. ¿Nos imaginamos esto cada año?

No pensamos que también los virus tienen sus propias "inmunidades de rebaño", es decir, el momento en que se vuelven resistentes a nuestros ataques con las vacunas. Los mecanismos de la naturaleza son iguales para todos y los coronavirus hacen lo que pueden, como nosotros.

Con hablar de "ola joven", el problema generacional ya está ahí, inapelable. Si se confirma que la vacuna de Pfizer ha bajado a esos niveles, tenemos un grave problema porque podemos tener de nuevo una oleada entre todos aquellos a los que se ha hecho creer que las vacunas son la pócima de la aldea gala.

En Antena3 leemos:

 

Hasta ahora se pensaba que la vacuna de Pfizer ofrecía una protección del 93% frente a la variante delta del coronavirus. Aunque las últimas pruebas realizas en Reino Unido bajan la efectividad hasta el 79%.

Los datos recogidos en Israel baja aún más esa eficacia, situándola en el 64%. Las autoridades de Israel han confirmado este martes más de 500 casos de coronavirus por primera vez desde marzo, en medio de un repunte que achacan a la variante delta, y que ha llevado a las autoridades a sopesar nuevas restricciones.

Los expertos temen ahora que los datos afecten a la desescalada en toda Europa.

La variante delta, detectada por primera vez en la India, está detrás del aumento de contagios de covid-19 en Portugal y los sanitarios alertan de que podrían registrar 4.000 nuevas infecciones diarias en solo dos semanas.*

 


Y en ese "toda Europa" evidentemente se incluye la España turística y fiestera, la que cree que "español vacunado, español liberado", tal como se nos ha explicado reiteradamente. Aquí hemos comentado en varias ocasiones ese vacunarse para "arrasar", para poder hacer todo lo que te daba miedo con plena tranquilidad. Nadie ve problemas en ese 2-3% de margen que se nos daba hasta ahora sobre las vacunas; todos ven el 97, pero nadie quiere ver el 3%. Pero con lo que se nos dice de Pfizer, la cuestión varía mucho. Un 64% de eficacia que uno de cada tres expuestos a la variante Delta pueden infectarse, asintomáticos o con ingreso en UCI, según los casos.

Nos dicen que ahora están colapsadas las atenciones primarias porque los que llegan infectados masivamente no son casos graves. En la atención primaria se está centrando todo mientras, por mera estadística, acabarán llegando de nuevo a las UCI los más graves.



De las muchas cosas imperdonables que esta pandemia nos está dejando, la peor es la falta de sensibilidad e inteligencia hacia un personal sanitario que se deja la piel, la salud y la paciencia, también la moral, pero que es maltratado de forma sistemática infradotándolo de medios para combatir. Se le pide heroísmo, pero se le ofrecen pocos medios para realizar su trabajo en condiciones humanas soportables después de todo este tiempo sin poder bajar la guardia.

La noticia de la pérdida de eficacia de Pfizer es grave precisamente porque devuelve el problema de nuevo a la calle, al comportamiento, a lo que no se debe dejar nunca, pero todos se empeñan en incumplir: la responsabilidad personal y grupal. Es la trivialidad de nuestras miras —vacunarse para irse de fiesta— lo que acaba dando fuerza al virus. Es la desigualdad mundial la que hace que mientras unos se vacunan, en otros países sin vacunar sigan apareciendo variantes cada vez más eficaces desde el punto de vista de los virus y más peligrosas para nosotros. ¿De qué sirve ponernos vacunas que dejan de ser eficaces porque siguen surgiendo variantes nuevas para las que no estamos protegidos?





Vuelve a quejarse el "ocio nocturno" porque los cierran o piden toques de queda para dejar a sus clientes fuera. Los Estados Unidos tienen sus propios estados "negacionistas", lugares controlados por los republicanos, en los que la vacunación no acaba de llegar a las cifras adecuadas por meros prejuicios ideológicos de diferente origen. Lo nuestro no llega a eso; se queda en el "ocio", en plena calle o en local, el mayor generador —como estamos comprobando— de contagios, el más rápido. Estamos condenados, parece, a esta forma de acordeón de apretar para evitar contagios y tener cifras reducidas, para después explotar con ganas, como ha ocurrido en estos últimos días.

Si pensamos en la categoría de la explosión, en cómo han saltado por los aires en pocas horas meses de esforzado trabajo de unos, sacrificios de otros y perjuicios a la mayoría, nos daremos cuenta que hay que cambiar muchas cosas, que el problema no está en el coronavirus sino en nuestro modelo, hasta el momento muy rentable para unos y no tanto (de bajos sueldos, precariedad, temporalidad, etc.) para otros.

Se sigue transmitiendo en todos los ámbitos que después del verano se volverá a la "normalidad" como si esto se solucionara simplemente acelerando las vacunaciones. Esto, como nos advierten, no es así y la ausencia de medidas en quienes lo creen no hace sino expandir los contagios. Nos lo dicen pero no queremos creerlo.



Esto es solo el principio de un problema que es probable que se extienda en el tiempo en sucesivas variantes, que nos obligue a vivir de otra manera. Entiendo que hay gente que tiene que vender "optimismo", pero no se puede vender "ingenuidad". Todo lo que retrasemos el mentalizarnos, el adaptarnos transformando el entorno para hacerlo más eficaz y estableciendo nuevas formas de interacción, será peor para todos. Seguimos perdiendo ocasiones de preparar el escenario.

Recordemos: iba a ser unos meses. Ahora vamos avanzando por el segundo año. Los únicos países que han logrado controlarlo realmente han sido a costa de enormes sacrificios, que además tampoco les reconocemos. Ahora, con la extensión mundial, todos nos enfrentamos a las nuevas variantes, debidas en gran medida a la disparidad de recursos en un mundo global.

Somos nosotros los transmisores del coronavirus, el campo en el que crecen y mutan para saltar al siguiente huésped. Se estima ahora que la proporción del contagio es de 1 a 3, es decir, que cada contagiado lo transmite a otras tres personas, que resultan infectadas y sigue la cuenta.

Si no lo entendemos es porque no queremos; si no nos lo explican es porque no quieren explicarlo, porque nadie quiere tomar más medidas impopulares por más necesarias que puedan ser. Las vacunas no lo son todo, hace falta el compromiso de las personas, su responsabilidad. De no ser así, esto será interminable y cada vez más desesperante y ruinoso. Los mensajes que se envían son demasiado blandos, poco realistas ante lo que tenemos delante. Si la variante que se extiende es, como se espera, la dominante a final de verano en una proporción abrumadora, muchos vacunados empezarán a tener problemas si creen que ya pueden moverse sin protección o restricciones. Es el mensaje que se enviaba.

Cuando veamos que por las nuevas variantes, las vacunas que tenemos dejan de ser eficaces en un porcentaje alto, veremos cómo lo asimilamos y si actuamos en consecuencia.

 


* "La eficacia de la vacuna de Pfizer frente a la variante delta no es tan alta como se pensaba, según un estudio" Antena3 06/07%2021 https://www.antena3.com/noticias/salud/eficacia-vacuna-pfizer-frente-variante-delta-tan-alta-como-pensaba-segun-estudio_2021070660e4beb424e6fa0001491c0c.html


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