viernes, 2 de julio de 2021

Las protestas de las mujeres turcas

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



Las televisiones nos muestran imágenes de la violencia desatada contra las manifestantes contra la retirada de Turquía del tratado internacional contra la violencia machista, llamado precisamente Tratado de Ankara porque fue allí donde se produjo. La noticia de la retirada la comentamos aquí cuando fue anunciada hace unos meses. Hoy vemos los resultados de la retirada tanto en las calles como en los números, los de los asesinatos de mujeres producidos en este tiempo, 28 asesinatos solo en el mes de marzo, que fue el que se produjo la salida. La cifra habla por sí sola. El número anual de muertes de mujeres a manos de parejas, ex parejas y familiares, según se señala en el propio texto, oscila entre 300 y 400 mujeres asesinadas, una cifra lo suficientemente alta como para considerar inexplicable la retirada del tratado, algo que, sin embargo, tiene una serie de causas internas y externas en la estrategia de Erdogan y su partido.

Cuando hemos tratado aquí en múltiples ocasiones la figura de Erdogan hemos señalado su cambio de estrategia desde el momento en que se produce el rechazo de Europa a sus pretensiones de insertarse en la Unión. Desde Francia, especialmente, se le dijo con claridad que "Turquía no era Europa", que no lo había sido nunca y que no lo iba a ser por muchos motivos, especialmente por la propia actitud de Erdogan.




El presidente turco ha ido creando un personaje doble, el del islamista que recupera las raíces de un país, por un lado, y el de cabeza del islam, por otro, una competencia dura con algunos países que intentan hacer lo mismo, especialmente aquellos que se consideran "referencia" para los otros. Erdogan ha jugado a la recuperación de un nuevo "imperio otomano", que conquistó el Mediterráneo oriental y sobre el que quedan restos de las disputas en lugares como Chipre, por ejemplo.

En un país que se debate entre islamistas y laicos, las acciones estratégicas para consolidar la propia opción es obvio que pasa por la reislamización y por el cierre hacia cualquier elemento que debilite la imagen de autosuficiencia que el propio Erdogan quiere transmitir: "Turquía no necesita a nadie" y "Turquía es el faro". Estas dos referencias son claves para entender la figura de Erdogan y sus pasos.



La retirada del Tratado contra la violencia contra la mujeres forma parte de estas acciones, de este "no necesitamos lo que viene de fuera", entendiendo por "fuera" el mundo Occidental, con el que cada vez es más desafiante y al que otros imitan (tenemos el reciente caso de Marruecos y España).

Cualquier gesto de Recep Tayyip Erdogan es dirigido a sus seguidores como una forma de desafío a Occidente, como una demostración de su superioridad, algo que es valorado por sus seguidores de forma muy positiva, ya que entienden que el mundo musulmán ha sido arrastrado fuera de su propia esfera por el intento de emular las formas occidentales, tomadas como logros y síntomas de modernidad.

El islamismo político, al que Erdogan pertenece, intenta crear una "modernidad" bajo las normas morales y religiosas del islam, algo que se ve complicado porque las tendencias más conservadoras se acaban imponiendo exigiendo más retroceso hacia las formas tradicionales. El mismo proceso lo estamos viendo en Egipto, donde se intenta avanzar en un sentido y retroceder en otro, con una intensificación de los ataques igualmente contra los derechos de las mujeres y todo aquello que se considera parte de la corrupción de Occidente: el ateísmo, el feminismo y la homosexualidad, además del liberalismo democrático, ya que la vida social no se plantea nunca como una igualdad real de derechos porque esta es irreal, una ficción que va contra la propia ley de Dios, que es el referente final. Es en esa interpretación final de la "virtud" por la que compiten en el liderazgo el Egipto de Abdel Fattah al-Sisi o la Turquía de Erdogan, pasando por la Arabia Saudí del wahabismo. El liderazgo es poder, pero sobre todo modelo de virtudes. Los "malos gobernantes" son los que se alejan de Dios y pervierten a su pueblo, por lo que son castigados, como en el caso de Nasser, con derrotas en los campos de batalla frente a Israel, como le señalaron sus enemigos en su época. Hoy se mantiene el principio, por lo que es importante para el liderazgo someter, humillar a los enemigos de dentro y fuera. La victoria es señal divina, señal de que se hace lo correcto. Y lo correcto ya se sabe dónde está escrito.

El texto de RTVE.es nos señala:

 

El verano pasado, algunas voces cercanas al partido de Erdogan, el islamista AKP, que gobierna Turquía desde 2002, propusieron que el país se diera de baja en el Convenio.

En ese momento, las intensas protestas feministas, a las que se sumaron voces de organizaciones de mujeres del propio AKP, hicieron que el plan, aparentemente, se devolviera al cajón. 

Presión islamista previa para salirse del convenio

Sin embargo, un sector islamista y nacionalista ha continuado haciendo campaña para acusar al Convenio de destruir los valores de la familia y de promover la homosexualidad, pese a que el tratado no menciona la homosexualidad en ninguna parte.

No obstante, las propias organizaciones LGTB empezaron a reivindicar el Convenio como algo propio, asegurando incluso que había sido concebido para proteger "a mujeres y homosexuales".

Finalmente, en marzo, el Gobierno justificó su decisión de salir del Convenio alegando que éste "había sido secuestrado por un grupo que intenta normalizar la homosexualidad".*


 

A la vista de lo señalado anteriormente, creo que se puede entender perfectamente lo señalado en el artículo. La expresión "valores familiares", por ejemplo, es la que ha sido utilizada, como hemos visto hace unos días, para encarcelar, entre tres y diez años, a un número de mujeres que subieron vídeos a TikTok. Es el mismo proceso regresivo en la competencia por la virtud. No es casual que los islamistas que fueron puestos en fuga en 2013 con el "no-coup" de al-Sisi fuera Turquía, ni es casual que el presidente egipcio retomara la "ruta de la virtud", la misma que había enarbolado el expresidente Morsi. La virtud es la gran baza que el pueblo entiende, es la confianza en las leyes que tienen su origen en la Sharia, en las tradiciones de base religiosa.

La gran barrera islámica es precisamente no poder avanzar más allá de lo expresado en la línea que va del Corán a los hadices, porque quien lo hace acaba encarcelado o, peor, muerto. Los gobernantes saben que cualquier paso en este sentido supone la puesta en marcha desde la base de fuerzas que buscan frenar esto.

Es lo que vemos en las noticias. Una ley internacional que pretende proteger a las mujeres es convertida a una escala diferente, a la promoción de la homosexualidad; una ley que protege a las mujeres es interpretada como una ley contra los "sagrados valores de la familia". Mujeres, homosexuales y ateos son la triada maldita en el mundo islámico, algo que tienen en común con los más retrógrados movimientos de Estados Unidos, donde han encontrado simpatía algunos grupos de corte islamista y salafista.



Esto es dramático porque implica que cualquier tipo de reformismo está destinado al retroceso llegado a un punto, por un lado; pero también algo de enorme gravedad: la condena a las dictaduras y a otras formas autoritarias, como se ve en Egipto y en la propia Turquía, según sean las condiciones.

La solución serían movimientos democráticos, pero eso, como se vio en la Primavera, resulta imposible porque ni está articulado (no se deja que se consoliden) ni tiene base popular porque este identifica "democracia" con perversión occidental. Primero habría que cambiar las mentalidades a través de la educación, algo que tendría enorme resistencia y se vería como una manifestación negativa, hasta diabólica, que acabaría con el gobernante, tal como hemos visto en el propio Irán, por ejemplo. Que el proceso de laicidad se identifique con dictadores y que su eliminación, como en Irán mismo, traiga una dictadura religiosa, la de los ayatolas, no deja de ser un destino dramático, que desde dentro, en cambio, se vive como "virtud".

La retirada del Tratado de Ankara tiene un sentido claramente ideológico: Turquía puede tener sus propios valore islámicos sin la contaminación de Occidente. La calificación de feminismo y homosexualidad como valores negativos y destructivos del "orden familiar", el querido por Dios, son muy claros.

El párrafo final del artículo explica:

La vida sexual de una mujer soltera o divorciada se puede llegar a interpretar en Turquía como una afrenta al honor de sus parientes. En lo que va de año, 189 mujeres han sido asesinadas, según datos de la plataforma "Pararemos los asesinatos de mujeres", lo que arroja una incidencia, en proporción a la población, entre dos y tres veces superior que la habitual en España.*


Hemos visto hace unos días aquí lo que ocurre con la falta de legislación sobre la violación en el ámbito doméstico en Egipto y las denuncias contra este presunto vacío. Si la violación no se concibe como una violencia dentro del matrimonio, porque se considera un derecho del marido al que la mujer no se puede resistir, da lugar a una nueva violencia que es la del abuso y la impunidad. El crimen de honor es precisamente una forma de restitución de ese "orden" que posibilita la muerte de una mujer porque su familia —fundamentados en esos "valores familiares"— lo ven como necesario y acorde con esas leyes que pueden estar no escritas pero que los jueces conocen cuando absuelven o someten a condenas leves.

Estos procesos los estamos viendo de continuo allí donde la "virtud" anima a los familiares a velar por el honor de la familia y si se mancha ese honor está "justificado" la muerte de la mujer. Todo eso está implícito en esas presiones sobre el gobierno por parte de los más conservadores que identifican como "valor" la violencia y la sumisión, la dependencia y la falta de entidad de la mujer por ella misma. Esos "valores familiares" invocados de un extremo a otro del mundo islámico no son más que el derecho patriarcal a decidir qué está bien o mal, la negación de que la mujer pueda tener un papel en la vida más allá de la obediencia.

Son, además, una forma de deshacerse de los movimientos incómodos de crítica a los gobiernos o al sistema en su conjunto. Les sirven, igualmente, para mostrarse "virtuosos" con la represión, como ocurre con el tratamiento de la homosexualidad o cualquier otro modelo identitario que no se considere adecuado al modelo "familiar" señalado.


  

* "Miles de mujeres se manifiestan en Turquía contra la retirada del Convenio de Estambul para combatir la violencia machista" RTVE.es / Agencias 01/07/2021 https://www.rtve.es/noticias/20210701/protestas-turquia-retirada-erdogan-pacto-violencia-machista/2118320.shtml

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