domingo, 23 de agosto de 2020

La vuelta incierta

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Finalmente, apenas hay otra cosa: la vuelta a la escuela. La agenda mediática está ocupada con este imperativo, una vez terminado el tema del turismo o, si se prefiere, de su ausencia. Si revisamos los medios de hace tres semanas, el regreso a las aulas apenas aparece. Ahora no hay otra cosa. La historia de la España desde marzo es la historia de las lamentaciones. Uno tras otro, los temas aparecen cuando no ya no hay más remedio, repitiendo el mismo esquema. Ahora le toca la escuela... y a los prostíbulos, un extraño maridaje temático.
La sucesión de los temas no es trivial. Revela algo sobre nuestras prioridades y en nuestra forma de trabajar sucesiva. Cada tema arrastra a sus damnificados, responsables y expertos que rápidamente saturan el medio con sus discursos.
La sucesión es lo contrario de la previsión. El titular suele empezar por "preocupación" y termina con "indignación", como ocurre ahora con la educación y ha ocurrido antes con otros sectores, como la hostelería o el ocio nocturno. Empiezan preocupados y acaban indignados. Se empieza pidiendo ayudas y se termina pidiendo compensaciones.


Como en cualquier sector, unos y otros ponen sobre la mesa ventajas e inconvenientes, carencias y necesidades. En el caso educativo, las carencias se acumulan. Son el resultado de una falta de previsión notable. No se va a improvisar en unos días lo que hace falta, que es mantener las medidas generales de protección e invertir en lo que hace falta, medios, espacios y personal. Y eso es lo que no se ha dado.
De nuevo vuelven a clamar por unidad y por no afrontar cada uno la implantación de medidas. El fin de esto lo hemos vivido con el turismo, solo que aquí no hay ganancia ni patronal, sino padres, que aunque la raíz sea la misma, tienen un talante distinto porque lo que se juegan es muy diferente.
De nuevo, el conflicto se traslada de lo público a lo privado. Las escuelas públicas obedecen lo que les dicen... o se declaran en huelga. En la privada este es el único lujo que no se pueden permitir y ven en ello una forma de competencia. La seguridad para quien la financia. Un entorno más seguro, como el que se paga la seguridad en casa contratando un sistema antirrobo, es para quien invierte en ello. Otro motivo de enfrentamiento.


No hemos sido capaces de asegurar la seguridad de las residencias, otra vez con brotes, ingresos en UCI y muertes ¿y vamos a asegurar las escuelas? Los niños entran y salen cada día de la escuela. Lo único que se puede es tratar de asegurar algo en lo que muy pocos creen: la ausencia de contacto, el mantenimiento de las distancias. Lo más sencillo, dentro de lo que cabe, la higiene, con mucho lavado de manos.
Las residencias pueden ser cerradas con los ancianos confinados y prohibición de visitas, ¿pero las escuelas? ¿Las cerramos con los niños dentro? Parece poco probable. No sé cómo estarán, pero seguro que hay cola en los viejos internados, que se cierren a cal y canto, un entorno controlado al alcance de pocos. Es la auténtica burbuja si se cierra bien, ¡pero es tan difícil estar aislado! Recordemos los misteriosos contagios de tripulaciones que llevaban meses en alta mar.
Pero el problema será lo que ocurre en las casas. La seguridad que se pueda mantener fuera se rompe dentro. Un solo miembro de la familia puede contagiar dentro al resto. Ese concepto de "convivencia" que están usando para sentarse en una cafetería es más teórico que práctico porque nadie vive realmente de esa manera. Cada día nos relacionamos con gente distinta, más allá del entorno estable. Vuelvo al ejemplo de error cometido por Japón con el barco con contagiados al inicio de la pandemia: acabaron contagiándose unos a otros en uno de los casos de mayor estupidez estratégica vistos.


Parece que han pasado años, pero ha sido hace apenas unos meses. El efecto del COVID19 sobre la percepción del tiempo es grande. El pasado se hunde a enorme velocidad separándose de nosotros. Puede que sea el deseo que tenemos de perder de vista esta situación tan compleja. Pero no es bueno olvidar.
Nuestras autoridades tratan de tranquilizarnos diciendo que por muy mal que estén las cosas, "esto no es marzo", frase que debería quedar para los anales de la Historia. Refleja el punto al que se llegó... y al que se puede llegar. De nuevo, el criterio es el de la saturación de UCI y hospitales, del agotamiento del personal sanitario. Los contagios son muchos, creciendo cada día, y las muertes, nos aseguran, son menos porque baja la media de edad. Es un pobre consuelo, desde luego. Se trata finalmente de ir tirando hasta que llegue es anhelada vacuna (no fiarse de rusos ni chinos es la consigna), maná del cielo, tranquilidad de gobernantes y que asegure la llegada a una "novísima normalidad" y salir de esto.
Como sociedad debemos estar preparados para lo previsible, que es lo que ocurrirá con las escuelas al igual que ha ocurrido con otros sectores. No iba a ser algo distinto. 


Lo que hay que tener es protocolos claros y asequibles a los medios disponibles, que es lo que hay que incrementar. Desgraciadamente, con el tiempo que hay, el tipo de reformas del espacio necesarias no van a ir más allá de marcar algunas mesas como no utilizables allí donde sea posible. Tampoco da para mucho resolver las necesidades de personal, lo que llevará a otra disputa con los sindicatos en el momento que se presenten "voluntarios" de apoyo, como ya ha ocurrido con los "rastreadores voluntarios".
No se ha avanzado nada en los caminos que se debía haber recorrido. Es mejor la queja que el arrimar el hombro todos juntos. Nos siguen minando nuestros propios defectos, nuestros vicios irrenunciables, los que nos hace preferir la gresca al acuerdo. Son ya años de selección de dirigentes por su capacidad de morder al contrario antes que por su capacidad de acuerdo. Y esto se paga.


¡Lo que costó decretar un estado de alarma necesario, como se ve perfectamente hoy! ¡Y lo pronto que se vieron de nuevo las disputas cuando cada uno quería gestionar su "propio éxito local"! De nuevo, ante el desastre, salen las voces de la unidad necesaria. Nadie quiere excederse en medidas y ser señalado por el dedo comparativo acusador. De nuevo se pide Fuenteovejuna, todos a una, pero el espíritu tras la mano tendida es el mismo, el de la tregua mientras pasa el chaparrón. 
A estas alturas, se han desaprovechado las televisiones autonómicas para crear calanes educativos, seleccionar materiales adecuados de apoyo, producirlos si es necesario. Se ha preferido seguir con las infumables programaciones, concursos y turismo, vídeos de las redes, películas y videoclips. La televisión es un medio que llegar por todas las vías, barato. Los intentos de hacer programas para el curso anterior se saldaron con críticas brutales, porque aquí se defiende el barco propio, aunque esté ya en el fondo del océano.
Igualmente solo se han desarrollado programas educativos por algunas empresas que han visto, con razón, la necesidad de elaborar materiales complementarios. Tampoco materiales impresos, libros de textos aplicados a las materias que sirvan de apoyo específico. Todo va a esa esperada reunión de la "última semana de agosto", en una angustiosa cuenta atrás en la que comprendemos lo suicida del vuelo.


La maquinaria del estado es demasiado pesada, demasiado lenta y contradictoria para actuar con agilidad y consenso. Los titulares hablan de angustia, enfado, desesperación, incertidumbre, etc. respecto a la lo que llegará en unos días. No se podía esperar mucho más a la vista de lo ocurrido en esta etapa de la "desescalada", que no lo era tanto.
Lo prioritario era el turismo, contentar a las patronales de los sectores. No ha servido de mucho a la vista de los resultados. Ahora le toca al mucho más débil sector educativo que se las tendrá que ver con lo que llegue sin demasiadas esperanzas o ayudas.

Seguimos queriendo fraccionar la realidad para manejarla. No hay sector "seguro" si las medidas no se toman adecuadamente y, lo que es más importante, con fianza y buena voluntad, ayudando todos porque la enseñanza afecta a la totalidad de la sociedad. 
Nos falta la mentalidad de conjunto, seguimos con el sectarismo y la queja en vez de poniendo soluciones y esfuerzo conjunto encima de la mesa.
La enseñanza pública, como la sanidad pública, lleva décadas reduciéndose, cerrando colegios y con pocas plazas y mucho interino. 
Ahora pagamos esos recortes sectoriales Hoy nos damos cuenta de sus efectos con todo su dramatismo. El sector público ha ido perdiendo eficacia, recortado, mutilado. Residencias, hospitales, escuelas, universidades, transportes públicos... todo llevado al límite de la subsistencia y la buena voluntad. Tenían razón los sanitarios y ahora los maestros y profesores. No hace falta tanto aplauso, sino valorar estos sectores y a a quienes están en ellos en función de su enorme importancia social. Ahora tenemos el drama, ya llega septiembre, aquel mes tan lejano, el que sigue al verano sin turismo.
Los problemas del regreso a la escuela están por todas partes y muchos serán inevitables. Pero es la sensación de improvisación, de falta de coordinación lo que irrita e inquieta. Hay muchas decisiones pendientes de las indicaciones, de un poco de luz.
La educación se nos cae encima, como se nos cayó encima la sanidad. Ahora es el "cole"; en unas semanas será la "uni". Vuelta a empezar, cambio de titulares, nuevas polémicas... lo de siempre.


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