Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Morir
abandonado en la puerta de un centro de salud por un "golpe de calor"
es el contrapunto de la queja de los que han muerto solos, sin que nadie les
tomara la mano o les mirara a los ojos. El coronavirus mata; pero nosotros
hacemos algo mucho peor, despreciamos a los muertos o a los que van a morir. La
palabras de ayer, "Sinceramente, no me importan los muertos" se puede
entender con cierta ambigüedad en el sentido de despreciarlos a ellos o en el
de despreciar las propia muerte, Ninguno de los dos sentidos es bueno, pero son
palabras dichas en una playa.
El
abandono en la puerta de un hospital por tu propio patrono ha logrado colarse
entre las muertes y supera el horror con el que nos relacionamos. Han salido en
televisión los portavoces de los sindicatos: "los temporeros son víctimas".
Recordarán que aquí le dedicamos hace unas semanas un escrito precisamente por el
cariz discriminatorio que estaba tomando el asunto en los medios. Lo
centrábamos en otra expresión dicha como de pasada en la televisión: "con
lo que tenemos por aquí". Los montajes de las imágenes acaban mostrando
figuras de extranjeros en las calles, en las plazas. La cámara actúa como dedo
acusador. Son ellos.
Los
mismos dedos que hemos tenido contra los de "Madrid", los de
"Lleida" o de cualquier otro sitio hacia el que se han dirigido las
sospechas de ser los "causantes", los que traen de fuera el mal.
La
situación de los temporeros ha sido ignorada durante mucho tiempo. Como ocurre
en otros países, mantener activa la ilegalidad de los trabajadores permite una situación
que difícilmente sería aceptada por otros. Es el "lo tomas y lo dejas",
situaciones de abandono que han quedado en evidencia cuando se ha planteado el
problema de la pandemia. Entonces descubrimos que no se pueden quedar en casa
porque no la tienen, no pueden mantener las condiciones de higiene porque no
tienen ni agua y que no pueden mantener las distancias sociales exigidas porque
viven hacinados en barracones, en sombrajos.
Es la
forma de hacer rentable el producto y son el principio de la cadena, los más
débiles. Todos nos hemos congratulado de lo bien que ha funcionado el sector
alimenticio, que no nos ha faltado de nada. Pero sí nos ha faltado algo:
información sobre cómo se consigue.
La
situación no es sencilla. Siempre habrá una excusa: "¡encima que los
acojo!", "¡mejor que estén aquí que por ahí vagando!", "¡si
se echa a perder la fruta, se encarecerá el mercado!"...
A
principios de abril, ya estaba la cuestión encima de la mesa. La Vanguardia
hablaba del problema enorme que sería para el sector agrícola quedarse sin la
mano de obra necesaria. Todo provenía del cierre de fronteras y el
confinamiento. Se señalaban alternativas:
Ante esta emergencia, los colectivos de
campesinos catalanes y las patronales del sector han montado por su cuenta
campañas de captación de estudiantes de escuelas agrarias y ciudadanos en paro,
así como sus propias bolsas de trabajo para captar temporeros.
Desde principios de esta semana, el Servicio
de Ocupación de Cataluña (SOC) ha habilitado también otra bolsa de trabajo para
la cosecha de 2020, que según fuentes de la conselleria de Treball ya acumula
cerca de 1.000 peticiones.
Sin embargo, los agricultores coinciden en
que la administración debería ir más allá y otorgar, aunque sea de forma
temporal, permisos de trabajo a inmigrantes indocumentados que solicitan empleo
para que puedan incorporarse a los campos.
Desde Asaja y Unió de Pagesos también
reclaman corredores sanitarios para los trabajadores que llegan de otras partes
de España y Europa, que otros años han ayudado en la recogida.*
Los que
"tenemos aquí" era, en realidad, "lo que necesitamos aquí".
La queja por su presencia es una forma ruin de expresarlo. Queremos tener de
todo, pero no queremos tener a todos. La fruta se recoge, pero no queremos a
quienes lo hacen.
La
muerte del temporero abandonado en la puerta de un centro de salud y trasladado
a un hospital es un hecho cruel, un recordatorio de que lo bueno para unos
puede ser un infierno para otros.
En
estos días de fuertes subidas de las temperaturas se nos advierte que por el
fuerte calor no debemos salir en los
momentos de más calor. Por "salir" se suele entender no pasear,
quedarse a la sombra, no hacer ejercicio, etc. Acabamos de descubrir que hay
personas para las que esto no cuenta. Da igual el calor que haga, deberán
seguir trabajando para que nosotros tomemos fruta fresca a la sombra,
tranquilamente.
La
persona encargada de ese trabajador será acusada de no darle de alta. Es un
ecuatoriano responsable de la subcontrata encargada de llevarlos a la finca a
trabajar. Un método cómodo para eludir responsabilidades en la cadena. Me los
traen y yo no pregunto; si enferman, se los llevan. Investigan ahora las
condiciones de la finca donde trabajaban. La
Opinión de Murcia dice que "el doloroso suceso ha conmocionado a los
vecinos de Lorca". Tienen que producirse estos casos para que alguien se
dé cuenta de lo que tiene delante.
Hay
muchas formas de morir, pero algunas nos afectan más por lo que revelan de
nosotros. ¿Costaba tanto dejarlo dentro del centro de salud, no abandonarlo como un fardo? Es la cadena del miedo.
Descanse
en paz, Eleazar Blandón, jornalero nicaragüense, de 42 años, muerto por un
golpe de calor y abandonado en la puerta de un Centro de Salud. Estamos perdiendo mucha humanidad en nuestro camino.
*
"Las restricciones por el coronavirus ponen en peligro la campaña de la
fruta" La Vanguardia / EFE 4/04/2020
https://www.lavanguardia.com/economia/20200404/48304080271/recogida-fruta-coronavirus-temporeros.html
** Lola Álamo "Queda en libertad con cargos el jefe del fallecido por golpe de calor" La Opinión de Murcia 04/08/2020 https://www.laopiniondemurcia.es/municipios/2020/08/04/queda-libertad-cargos-jefe-fallecido/1134516.html
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