lunes, 24 de agosto de 2020

La perversión trumpiana de la democracia

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hay políticos que roban, mienten, etc. Son malos políticos.
Trump es algo más que un mal político; es un destructor de la democracia. Lo lleva haciendo de múltiples maneras desde antes de llegar a la presidencia. La democracia para Trump es su reinado absolutista; todo lo demás es fraude. El hecho de que esté planteando la posibilidad de un tercer mandato cuando no ha ganado el segundo es algo inédito en la historia norteamericana y que le emparenta directamente con los dictadores clásicos en su deseo de perpetuarse en el poder, que su único principio.
Si alguien cree que esto es una exageración puede escucharlo de sus propias palabras. Para Trump no existe la política, existe el poder. La política no es más que una forma de acceder al poder, definido este como la condición oficial de infalibilidad, atributo papal creado para evitar discusiones.
La preocupación por lo que pueda hacer en unas elecciones que según todas las encuestas debería perder va creciendo. Los artículos que van apareciendo, los comentarios a sus acciones van teniendo un tono cada vez más sombrío. Aquel tono jocoso con el que se comentaba su ignorancia y bravuconería ha ido desapareciendo dejando paso a una seria preocupación tanto por lo que pueda hacer como por sus secuelas en la vida política norteamericana.


La propia CNN recupera un artículo publicado el día 17, en la sección Meanwhile in America, dándole mayor relevancia. El título es "America's 2020 election may already be irrevocably tainted" y está firmado por Stephen Collinson y Caitlin Hu. En el artículo se señala:

Donald Trump may have already irrevocably tainted the 2020 election.
No other modern US President has entered a reelection race claiming in advance that the result is likely to be massively corrupt and unfair. Trump falsely claims there's huge fraud in postal voting (a necessity in a pandemic), but an equal threat to the vote's legitimacy may be the US Postal Service's diminishing capacity to deliver all the mailed ballots on time, after it removed post boxes, cut staff hours and slowed mail under the direction of a new pro-Trump postmaster general. More funding might smooth election mail operations, but the President opposes granting that money because it would boost mail-in voting.
"The Democrats know the 2020 Election will be a fraudulent mess. Will maybe never know who won!" Trump tweeted on Saturday morning. He is characteristically betting that the repeated telling of an audacious falsehood will make it stick, and as usual, it's clear he's thinking about his own benefit, and not any deeper duty to protect America's democracy — a question that would not even be asked of most previous Republican and Democratic presidents.
Democrat Joe Biden is nine points up in the latest national poll. Should he lose and refuse to accept defeat in November, Trump will not just fracture the legitimacy of the election -- he will destroy any hopes Biden may harbor of uniting the country against the pandemic, since millions of the President's supporters will buy his claim he was cheated. If Trump wins, tens of millions of Democrats will believe that White House pre-election maneuvering stole the presidency.
Either way, trust in elections — the bedrock principle of democracy itself -- will be catastrophically eroded.*


Sí, una catástrofe sin precedente porque no deja un resultado en manos de la ciudadanía. Ya sea por la manipulación infame a través de los discursos que Trump realiza o por los actos que está realizando para frenar el avance demócrata, se trata de solo admitir su propia victoria. Todo lo demás es inadmisible. Es puro fascismo, por si había alguna duda. Las consecuencias son temibles en un auténtico polvorín, como el que Trump ha convertido el país.
Los demócratas acaban de aprobar mayores fondos para el servicio postal, pero deberá pasar después al senado, controlado por los republicanos. Será otra prueba de fuego para la democracia norteamericana. Si los republicanos recortan el servicio postal habrán cavado su tumba política a los ojos del mundo, que observa asombrado; serán sus cómplices directos por tercera vez, responsables absolutos. Con Trump, el Watergate es un juego de niños.
En este sentido es importante la noticia de la ABC News: ningún representante de la familia Bush, con dos presidentes en su haber, han aparecido por la convención republicana. Es un detalle bastante significativo, un mensaje de desaprobación. Muchos republicanos se han manifestado en su contra y anuncian que votará a Biden. Lo hacen con sentido de la democracia más que por sentido partidista. La prensa norteamericana da cuenta desde hace unas horas de otras deserciones importantes, con diversas excusas, para salir de la Casa Blanca a 70 días de las elecciones. 


Pero volvamos al centro de la cuestión, que es la perversión del sistema que supone que una parte del pueblo de los Estados Unidos siga, como una secta —no se puede hablar de otra cosa—, a una persona como Trump, un trastornado ambicioso, con un solo objetivo, conseguir el poder.
El poder que Trump quiere no es para hacer, sino para conseguir más poder, en un ciclo interminable que gira sobre el propio presidente. Con más poder, puedes derribar más obstáculos en una carrera con una dirección pero si un sentido real más allá de su propio narcisismo. Su obsesión constante con que todo lo que hace es "extraordinario", por encima de lo que otros hayan hecho, es algo más que autobombo. Un acurdo suyo no puede ser un "acuerdo" sino el "acuerdo del siglo", solo superado por el que pueda presentar días después. A Trump le importa un bledo la paz de Oriente Medio, pero quiere aparecer como su "salvador"; tampoco le importa la salud de los norteamericanos, pero sí presentarse con el remedio contra el coronavirus. Los ejemplos son continuos en una persona que se ha mostrado constante en su ambición desmedida.


El hecho de que la división norteamericana esté minando el propio sistema, rompiendo las reglas del juego tiene unas consecuencias realmente nefastas, algo que va más allá de la victoria electoral. Lo sorprendente es la incapacidad de verlo, por un lado, y de hacer propias las gigantescas y absurdas contradicciones a las que Trump les arrastra. Da miedo pensar en ello, pues es la demostración palpable de que el siglo XXI está repitiendo los errores del XX.
Una democracia en esas condiciones no es una democracia porque no hay democracia sin valores democráticos y Trump los ignora y desprecia. Es solo un edificio abandonado. Debemos aprender la importancia de educar en valores y no en odio, más en comunidad y menos en sectarismo; debemos insistir en el valor de los ejemplos para evitar una división frontal, esa guerra sucia imparable.



* Stephen Collinson, con Caitlin Hu "America's 2020 election may already be irrevocably tainted" CNN 17/08/2020 https://edition.cnn.com/2020/08/17/world/meanwhile-in-america-august-17-intl/index.html




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