lunes, 17 de agosto de 2020

Se prepara el otoño de la conspiración

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La manifestación de ayer en Madrid sirve de ilustración perfecta de lo que escribimos ayer sobre la atracción de los incumplidores, sobre su reclamo de atención a las teorías negacionistas del COVID-19, la negación del concepto de "contagiado asintomático", el rechazo de la mascarilla, etc. La elección de la madrileña Plaza de Colón para celebrar este ritual interesado de la ignorancia dice mucho también sobre su fondo, pues no hay nada inocente ni espontáneo en este mundo covídico.  Entra en los que llamamos las "guerras del COVID-19" frente a las guerras contra el COVID-19, siendo estas últimas las que se dedican a luchar contra el coronavirus, mientras que las primeras son las existentes que se canalizan a través de lo relacionado con la pandemia, siendo sus objetivos otros.
Las pancartas y los ataques a la prensa recuerdan más a las manifestaciones en los Estados Unidos, cuyos planteamientos son copiado confundiendo las libertades con la salud pública. El brazo estúpido del trumpismo es alargado y a falta de ideas inteligentes es la incongruencia, la conspiración, etc. lo que se exporta a raudales a sabiendas que hay terreno abonado por todo el mundo. Hace poco más de una semana hubo una manifestación similar en Alemania. Sería interesante rastrear los orígenes y las conexiones de estos grupúsculos que abogan por la inexistencia de lo evidente con un grado creciente de agresividad, una verdadera incitación a la desobediencia y al caos. 


Las dobles redes, norteamericanas y europeas, son lanzadas para recoger incautos y la desinformación se hace circular para interés de los que se benefician del caos. Si el Estado Islámico tiene su teoría del poder de Dios para castigar a unos y dar la oportunidad de convertirse en una bomba contagiosa a otros, los conspiracionistas responsabilizan al "sistema", una entidad variable, de múltiples rostros, pero cuya sola mención explica todo. Es el mal en forma de Ciencia, Burocracia o de destrucción de los valores sacrosantos y familiares. El "sistema" crea virus en laboratorios secretos y los esparce por el mundo o, por el contrario, se lo inventa para atraparnos en una red de mentiras. Da igual todo es compatible para la estupidez conspirativa.
En ABC se da cuenta de las declaraciones del Delegado del Gobierno sobre la manifestación:

Franco ha detallado que en la protesta en contra de la «pandemia fantasma» se impusieron más de 30 denuncias; entre las personas identificadas se encuentran los propios organizadores. No obstante, como ha recordado el delegado, en el escrito que enviaron los organizadores para comunicar la convocatoria a la Delegación del Gobierno «no se reivindica la oposición a la mascarilla», si bien «hablan de instrumentalización, de censura de prensa, de la instrumentalización de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, pero en ningún momento se dice nada en contra de la mascarilla».
«Es más, ellos nos garantizan en su escrito la distancia social, incluso dicen que habrá personas recordándolo con carteles», ha agregado Franco, para defender que «en principio no debería haber ningún motivo para prohibir dicha concentración».*


La ingenuidad del delegado del Gobierno, José Manuel Franco, solo es comparable a su respeto por el derecho a manifestarse, que es un bien democrático. Lo malo de estos casos es cuando se actúa desde la mala fe, por no decir otra cosa. Al señor Delegado del Gobierno le han dicho lo que quería escuchar, lo necesario para que no hubiera oposición administrativa. Ya con la autorización en la mano, la manifestación puede alcanzar sus verdaderas dimensiones e intenciones, una cuña subversiva en plena línea de flotación del proyecto sanitario y del planteamiento oficial frente a la enfermedad. Los expedientes a los organizadores serán poca cosa y los convertirá en los héroes deseados y en víctimas del sistema, una medalla más en su carrera de propagación.
Los expertos en manipulación saben que deben buscar un punto molesto, algo que permita atraer a los descontentos. En este caso es la mascarilla, cuya obligatoriedad es molesta para muchos.


Las líneas de preparación canalizan el descontento hacia la mascarilla, informan sobre aquellos lugares en los que no es obligatorio, siembran recelo y descontento: por qué en tal sitio no la llevan y nosotros estamos obligados; solo es eficaz en determinados casos; ¿por qué debo llevarla siempre? etc., etc. Es una larga carrera contra la mascarilla, claramente convertida desde el principio en el objeto simbólico que representa tanto la protección (como intentan unos) como la opresión (como pretenden otros). El propio objeto permite la fácil transformación simbólica en la "mordaza", lo que desencadena todo un flujo de asociaciones con la represión, el silenciamiento, etc. que permite a estos grupos usarlos en contra de la seguridad sanitaria.
Una vez que se empieza a negar todo, la mascarilla se convierte en un objeto inútil, en una maniobra del "poder" para conspirar contra los "espíritus libres" de aquellos que saben la "verdad", la conspiración en marcha para manipular a las personas. Desde este punto, ya todo es posible.


Es sorprendente cómo las teorías de la conspiración se han ido convirtiendo en una enfermedad social preocupante, fruto sin duda de dos factores, el crecimiento de la ignorancia por la enorme capacidad de comunicación horizontal que elimina los filtros culturales y expande hasta el infinito cualquier idea por peregrina que sea. 
La mascarilla, símbolo visible de la protección frente a la enfermedad, ha tenido una gran expansión al convertirse en objeto de diseño, signo obvio de la aceptación y de su incorporación a la normalización del la vida bajo el COVID-19. Al convertirse en objeto personalizado, esta acción la convierte en algo valioso para los sujetos.
Hay que tener cuidado desde los medios y especialmente desde los responsables sociales de no enviar mensajes en su contra por mero "populismo" presuponiendo que a la gente no le "gusta" o está en contra. "Gustar" o "no gustar" es una opción que se debe dejar pues no es cuestión de "gustos" sino de necesidad. Si lo dejamos en el terreno del "gusto" las razones de peso se escapan.
En este sentido, en La Vanguardia leemos las declaraciones de Josep Maria Argimon, Secretario de Salud Pública en la Generalidad catalana, no son un ejemplo positivo:

Entre los “elementos revisables” del protocolo para el próximo curso escolar, Argimon indicó que se valorará el uso de la mascarilla a niños mayores de 10 años en función de la evolución de la pandemia y de sus tasas de infección. “Pedagógicamente la mascarilla no es buena y culturalmente tampoco nos gusta”, indicó, “pero hay que ir viéndolo”. En todo caso, apuntó, indicar el uso de la mascarilla no comporta un gran cambio organizativo ni exige el cambio de un protocolo.**


Lo que ha hecho Argimon es dar armas a los que están en contra del uso de la mascarilla. Si pedagógicamente "no es buena" y  "no le gusta" culturalmente, según señala, solo queda que le rebatan su utilidad. Es la típica respuesta del que quiere gustar o decir que él no esta de acuerdo, pero... Esa no es forma de comunicar. Les ha dado argumentos a los que ponen sobre la mesa afirmaciones como que "los niños no se contagian". Los que usan las teorías conspiratorias o son simples negacionistas no tienen nada que probar, solo afirman. Pero ya pueden incluir entre sus argumentos los ofrecidos por el señor Argimon, Secretario de Salud Pública.
Al igual que decíamos ayer, es necesario dar información positiva porque el regreso al colegio y al trabajo va ser acompañados de enormes campañas en contra de las medidas sanitarias, ya sea por motivos económicos o políticos. La reunión del ministro Illa con los consejeros autonómicos de Salud ha sido un intento de anteponer los motivos sanitarios a los políticos en un ejercicio común de seriedad. Ha sido un Fuenteovejuna para poder pactar las medidas y que nadie se apunte éxitos ni fracasos, sino que se trabaje conforme a criterios sanitarios, que es lo que hace falta. Una vez explorados los territorios de las críticas políticas y ver que suscitan rechazo por lo que muestran de división, se vuelve a este pacto no explícito pero si práctico. Pero el problema surge de los periféricos, es decir, los que no tienen un acceso directo al poder y necesitan de la calle. Eso es lo que ha llevado a la manifestación de la plaza madrileña de Colón y lo que tendrá, allí donde se pueda, continuidad en el final del verano y en el otoño.


Ayuso y Almeida, Comunidad y alcaldía, según informa ABC, se han desmarcado rápidamente de la manifestación antimascarillas de Madrid. Saben que es una vinculación que no se pueden permitir y es, sobre todo, un aviso de lo queden vigilar ahora que existe esa especie de pacto para enfrentar el otoño y la llegada de fríos, gripes y locales cerrados.
El diario El País recoge la manifestación y sus ideas principales:

El objetivo de los organizadores era llegar a un millón de personas al tiempo que pidieron a los asistentes utilizar la mascarilla como pancarta. No han logrado ni una cosa ni otra. El número de asistentes se ha quedado muy por debajo de lo deseado por los convocantes y la mayoría de los que han acudido han decidido no usar mascarilla y saltarse la ley. “No damos abasto para estar pendientes de toda la gente que no tiene mascarillas, pero lo normal sería sancionarlos”, ha explicado un policía que estaba en la zona.
“No negamos el virus, sino las medidas que se han tomado para combatirlo. El número de muertes que hemos tenido no justifica que se pare la economía del país”, ha comentado Pablo Rivero, de 58 años, que ha venido desde Navarra en autobús para la concentración. A su lado, Carmen López, con sus dos hijos, afirmaba que había venido a Colón a manifestarse porque no quiere que sus hijos crezcan con miedo a una mentira creada por el Gobierno.
Con camisetas haciendo alusión a Miguel Bosé, los manifestantes nunca han logrado ver a uno de los líderes de esta manifestación. La cruzada del artista contra el coronavirus viene de lejos. Todo estalló el pasado junio. En un extenso hilo de Twitter, el artista se hacía eco de las teorías de la conspiración que apuntan a que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, es cómplice de un plan promovido por el multimillonario Bill Gates para, aprovechando las noticias sobre el coronavirus, a sus ojos una falsa pandemia, implantar a través de una vacuna igualmente fraudulenta un microchip con el que controlar a toda la población del planeta. Todo ello, con la ayuda del 5G, una tecnología que, insisten los expertos, no tiene ningún efecto en el ser humano.
“Por 8.000 ancianos que se han muerto, está parada la economía de un país”, ha gritado, micrófono en mano, Carmen Polo, de Stop Confinamiento España, uno de los grupos convocantes de la manifestación contra el uso obligatorio de las mascarillas en Madrid, una ciudad que, según las cifras oficiales, cuenta con casi 75.000 casos confirmados de coronavirus y 8.451 fallecidos.***


La incongruencia del discurso es obvia. ¿No niegan el virus cuando señalan que es la tecnología 5G la que es la causante de la pandemia? ¿Cómo se casa eso? Es característico de este tipo de mensajes sumar diferentes descontentos, una especie de pastiche. No se pide coherencia ni razonamiento alguno. Los elementos incongruentes avanzan en paralelo, sumando peras y manzanas. Cada uno tiene su elemento central, que finalmente se ve claro en el responsable, ya sea Bill Gates para los más cosmopolitas o Pedro Sánchez para los más castizo. Se trata de ira no de razón, por lo que se trata de cargar y descargar sobre el objeto del odio, al que se percibe como responsable de todos los males. Los antivacunas, los antigobierno, los antitecnológicos, los antimascarillas, etc. a todos se les da un objeto sobre el que descargar su ira.
La pancarta que vemos en el diario El País es bastante evidente en la unión de las fobias:

Las MASCARILLAS matan
El CONFINAMIENTO mata
La POBREZA  mata
Las VACUNAS matan
La tecnología militar 5G MATA
Los POLÍTICOS criminales matan***

No hace falta ser demasiado sutil para ver la suma y sus líneas confluyentes finalmente en los "políticos criminales". Es el mismo proceso de los Estados Unidos; es el mismo de las manifestaciones en Europa. Unos días toca la inmigración, otros el 5G o lo que sea; pero siempre hay un responsable, una cara conocida, un país concreto. Tiene la cara del político de turno o las fronteras de China. Nos advierten, según ellos, que tratan de destruir el mundo por conspiración política, religiosa, tecnológica o económica a gusto del conspirador. Demasiado complicado para una Naturaleza sencilla y un modesto y molesto coronavirus. Como se decía antes, se prepara un otoño caliente.
Desgraciadamente, el gran problema filosófico del siglo XXI es la estupidez.


* "Almeida y Ayuso afean a la Delegación del Gobierno que autorizase la manifestación antimascarillas" ABC 17/08/2020 https://www.abc.es/espana/madrid/abci-franco-asegura-sancionara-maxima-dureza-incumplimiento-medidas-colon-202008171008_noticia.html
** "Argimon recomienda unos grupos escolares lo más pequeños posibles" La Vanguardia 17/08/2020 https://www.lavanguardia.com/vida/20200817/482864519919/josep-maria-argimon-grupos-escolares-pequenos-coronavirus-catalunya.html
*** "2.500  personas se concentran en Colón contra el uso obligatorio de las mascarillas" El País 17/08/2020 https://elpais.com/espana/madrid/2020-08-16/2500-personas-se-concentran-en-colon-contra-el-uso-obligatorio-de-las-mascarillas.html?rel=lom




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