Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La manifestación
de ayer en Madrid sirve de ilustración perfecta de lo que escribimos ayer sobre
la atracción de los incumplidores, sobre su reclamo de atención a las teorías
negacionistas del COVID-19, la negación del concepto de "contagiado
asintomático", el rechazo de la mascarilla, etc. La elección de la
madrileña Plaza de Colón para celebrar este ritual interesado de la ignorancia dice
mucho también sobre su fondo, pues no hay nada inocente ni espontáneo en este mundo
covídico. Entra en los que llamamos las "guerras
del COVID-19" frente a las guerras contra el COVID-19, siendo estas
últimas las que se dedican a luchar contra el coronavirus, mientras que las
primeras son las existentes que se canalizan a través de lo relacionado con la
pandemia, siendo sus objetivos otros.
Las
pancartas y los ataques a la prensa recuerdan más a las manifestaciones en los
Estados Unidos, cuyos planteamientos son copiado confundiendo las libertades con
la salud pública. El brazo estúpido del trumpismo es alargado y a falta de
ideas inteligentes es la incongruencia, la conspiración, etc. lo que se exporta
a raudales a sabiendas que hay terreno abonado por todo el mundo. Hace poco más
de una semana hubo una manifestación similar en Alemania. Sería interesante
rastrear los orígenes y las conexiones de estos grupúsculos que abogan por la
inexistencia de lo evidente con un grado creciente de agresividad, una
verdadera incitación a la desobediencia y al caos.
Las dobles redes, norteamericanas
y europeas, son lanzadas para recoger incautos y la desinformación se hace
circular para interés de los que se benefician del caos. Si el Estado Islámico tiene su teoría del poder de Dios para castigar a unos y dar la oportunidad de convertirse en una bomba contagiosa a otros, los conspiracionistas responsabilizan al "sistema", una entidad variable, de múltiples rostros, pero cuya sola mención explica todo. Es el mal en forma de Ciencia, Burocracia o de destrucción de los valores sacrosantos y familiares. El "sistema" crea virus en laboratorios secretos y los esparce por el mundo o, por el contrario, se lo inventa para atraparnos en una red de mentiras. Da igual todo es compatible para la estupidez conspirativa.
En ABC
se da cuenta de las declaraciones del Delegado del Gobierno sobre la
manifestación:
Franco ha detallado que en la protesta en
contra de la «pandemia fantasma» se impusieron más de 30 denuncias; entre las
personas identificadas se encuentran los propios organizadores. No obstante,
como ha recordado el delegado, en el escrito que enviaron los organizadores
para comunicar la convocatoria a la Delegación del Gobierno «no se reivindica
la oposición a la mascarilla», si bien «hablan de instrumentalización, de
censura de prensa, de la instrumentalización de las Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad, pero en ningún momento se dice nada en contra de la mascarilla».
«Es más, ellos nos garantizan en su escrito
la distancia social, incluso dicen que habrá personas recordándolo con
carteles», ha agregado Franco, para defender que «en principio no debería haber
ningún motivo para prohibir dicha concentración».*
La
ingenuidad del delegado del Gobierno, José Manuel Franco, solo es comparable a
su respeto por el derecho a manifestarse, que es un bien democrático. Lo malo
de estos casos es cuando se actúa desde la mala fe, por no decir otra cosa. Al
señor Delegado del Gobierno le han dicho lo que quería escuchar, lo necesario
para que no hubiera oposición administrativa. Ya con la autorización en la
mano, la manifestación puede alcanzar sus verdaderas dimensiones e intenciones,
una cuña subversiva en plena línea de flotación del proyecto sanitario y del
planteamiento oficial frente a la enfermedad. Los expedientes a los organizadores
serán poca cosa y los convertirá en los héroes deseados y en víctimas del
sistema, una medalla más en su carrera de propagación.
Los
expertos en manipulación saben que deben buscar un punto molesto, algo que
permita atraer a los descontentos. En este caso es la mascarilla, cuya
obligatoriedad es molesta para muchos.
Las
líneas de preparación canalizan el descontento hacia la mascarilla, informan
sobre aquellos lugares en los que no es obligatorio, siembran recelo y
descontento: por qué en tal sitio no la llevan y nosotros estamos obligados; solo
es eficaz en determinados casos; ¿por qué debo llevarla siempre? etc., etc. Es
una larga carrera contra la mascarilla, claramente convertida desde el
principio en el objeto simbólico que representa tanto la protección (como
intentan unos) como la opresión (como pretenden otros). El propio objeto
permite la fácil transformación simbólica en la "mordaza", lo que
desencadena todo un flujo de asociaciones con la represión, el silenciamiento,
etc. que permite a estos grupos usarlos en contra de la seguridad sanitaria.
Una vez
que se empieza a negar todo, la mascarilla se convierte en un objeto inútil, en
una maniobra del "poder" para conspirar contra los "espíritus
libres" de aquellos que saben la "verdad", la conspiración en
marcha para manipular a las personas. Desde este punto, ya todo es posible.
Es
sorprendente cómo las teorías de la conspiración se han ido convirtiendo en una
enfermedad social preocupante, fruto sin duda de dos factores, el crecimiento
de la ignorancia por la enorme capacidad de comunicación horizontal que elimina los filtros culturales y
expande hasta el infinito cualquier idea por peregrina que sea.
La
mascarilla, símbolo visible de la protección frente a la enfermedad, ha tenido
una gran expansión al convertirse en objeto de diseño, signo obvio de la
aceptación y de su incorporación a la normalización del la vida bajo el
COVID-19. Al convertirse en objeto personalizado, esta acción la convierte en
algo valioso para los sujetos.
Hay que
tener cuidado desde los medios y especialmente desde los responsables sociales
de no enviar mensajes en su contra por mero "populismo" presuponiendo
que a la gente no le "gusta" o está en contra. "Gustar" o
"no gustar" es una opción que se debe dejar pues no es cuestión de "gustos"
sino de necesidad. Si lo dejamos en el terreno del "gusto" las
razones de peso se escapan.
En este
sentido, en La Vanguardia leemos las declaraciones de Josep Maria Argimon, Secretario
de Salud Pública en la Generalidad catalana, no son un ejemplo positivo:
Entre los “elementos revisables” del
protocolo para el próximo curso escolar, Argimon indicó que se valorará el uso
de la mascarilla a niños mayores de 10 años en función de la evolución de la
pandemia y de sus tasas de infección. “Pedagógicamente la mascarilla no es
buena y culturalmente tampoco nos gusta”, indicó, “pero hay que ir viéndolo”.
En todo caso, apuntó, indicar el uso de la mascarilla no comporta un gran
cambio organizativo ni exige el cambio de un protocolo.**
Lo que
ha hecho Argimon es dar armas a los que están en contra del uso de la
mascarilla. Si pedagógicamente "no es buena" y "no le gusta" culturalmente, según
señala, solo queda que le rebatan su utilidad. Es la típica respuesta del que
quiere gustar o decir que él no esta
de acuerdo, pero... Esa no es forma de comunicar. Les ha dado argumentos a los
que ponen sobre la mesa afirmaciones como que "los niños no se
contagian". Los que usan las teorías conspiratorias o son simples negacionistas
no tienen nada que probar, solo afirman. Pero ya pueden incluir entre sus
argumentos los ofrecidos por el señor Argimon, Secretario de Salud Pública.
Al
igual que decíamos ayer, es necesario dar información positiva porque el
regreso al colegio y al trabajo va ser acompañados de enormes campañas en
contra de las medidas sanitarias, ya sea por motivos económicos o políticos. La
reunión del ministro Illa con los consejeros autonómicos de Salud ha sido un
intento de anteponer los motivos sanitarios a los políticos en un ejercicio
común de seriedad. Ha sido un Fuenteovejuna
para poder pactar las medidas y que nadie se apunte éxitos ni fracasos, sino
que se trabaje conforme a criterios sanitarios, que es lo que hace falta. Una
vez explorados los territorios de las críticas políticas y ver que suscitan
rechazo por lo que muestran de división, se vuelve a este pacto no explícito
pero si práctico. Pero el problema surge de los periféricos, es decir, los que
no tienen un acceso directo al poder y necesitan de la calle. Eso es lo que ha
llevado a la manifestación de la plaza madrileña de Colón y lo que tendrá, allí
donde se pueda, continuidad en el final del verano y en el otoño.
Ayuso y
Almeida, Comunidad y alcaldía, según informa ABC, se han desmarcado rápidamente
de la manifestación antimascarillas de Madrid. Saben que es una vinculación que
no se pueden permitir y es, sobre todo, un aviso de lo queden vigilar ahora que
existe esa especie de pacto para enfrentar el otoño y la llegada de fríos,
gripes y locales cerrados.
El
diario El País recoge la manifestación y sus ideas principales:
El objetivo de los organizadores era llegar a
un millón de personas al tiempo que pidieron a los asistentes utilizar la
mascarilla como pancarta. No han logrado ni una cosa ni otra. El número de
asistentes se ha quedado muy por debajo de lo deseado por los convocantes y la
mayoría de los que han acudido han decidido no usar mascarilla y saltarse la
ley. “No damos abasto para estar pendientes de toda la gente que no tiene
mascarillas, pero lo normal sería sancionarlos”, ha explicado un policía que
estaba en la zona.
“No negamos el virus, sino las medidas que se
han tomado para combatirlo. El número de muertes que hemos tenido no justifica
que se pare la economía del país”, ha comentado Pablo Rivero, de 58 años, que
ha venido desde Navarra en autobús para la concentración. A su lado, Carmen
López, con sus dos hijos, afirmaba que había venido a Colón a manifestarse
porque no quiere que sus hijos crezcan con miedo a una mentira creada por el
Gobierno.
Con camisetas haciendo alusión a Miguel Bosé,
los manifestantes nunca han logrado ver a uno de los líderes de esta
manifestación. La cruzada del artista contra el coronavirus viene de lejos.
Todo estalló el pasado junio. En un extenso hilo de Twitter, el artista se
hacía eco de las teorías de la conspiración que apuntan a que el presidente del
Gobierno, Pedro Sánchez, es cómplice de un plan promovido por el
multimillonario Bill Gates para, aprovechando las noticias sobre el
coronavirus, a sus ojos una falsa pandemia, implantar a través de una vacuna
igualmente fraudulenta un microchip con el que controlar a toda la población
del planeta. Todo ello, con la ayuda del 5G, una tecnología que, insisten los
expertos, no tiene ningún efecto en el ser humano.
“Por 8.000 ancianos que se han muerto, está
parada la economía de un país”, ha gritado, micrófono en mano, Carmen Polo, de
Stop Confinamiento España, uno de los grupos convocantes de la manifestación
contra el uso obligatorio de las mascarillas en Madrid, una ciudad que, según
las cifras oficiales, cuenta con casi 75.000 casos confirmados de coronavirus y
8.451 fallecidos.***
La
incongruencia del discurso es obvia. ¿No niegan el virus cuando señalan que es
la tecnología 5G la que es la causante de la pandemia? ¿Cómo se casa eso? Es
característico de este tipo de mensajes sumar diferentes descontentos, una
especie de pastiche. No se pide coherencia ni razonamiento alguno. Los
elementos incongruentes avanzan en paralelo, sumando peras y manzanas. Cada uno
tiene su elemento central, que finalmente se ve claro en el responsable, ya sea
Bill Gates para los más cosmopolitas o Pedro Sánchez para los más castizo. Se
trata de ira no de razón, por lo que se trata de cargar y descargar sobre el
objeto del odio, al que se percibe como responsable de todos los males. Los
antivacunas, los antigobierno, los antitecnológicos, los antimascarillas, etc.
a todos se les da un objeto sobre el que descargar su ira.
La
pancarta que vemos en el diario El País es bastante evidente en la unión de las
fobias:
Las MASCARILLAS matan
El CONFINAMIENTO mata
La POBREZA
mata
Las VACUNAS matan
La tecnología militar 5G MATA
Los POLÍTICOS criminales matan***
No hace
falta ser demasiado sutil para ver la suma y sus líneas confluyentes finalmente
en los "políticos criminales". Es el mismo proceso de los Estados
Unidos; es el mismo de las manifestaciones en Europa. Unos días toca la
inmigración, otros el 5G o lo que sea; pero siempre hay un responsable, una
cara conocida, un país concreto. Tiene la cara del político de turno o las fronteras de China. Nos advierten, según ellos, que tratan de destruir el mundo por conspiración política, religiosa, tecnológica o económica a gusto del conspirador. Demasiado complicado para una Naturaleza sencilla y un modesto y molesto coronavirus. Como se decía antes, se prepara un otoño caliente.
Desgraciadamente,
el gran problema filosófico del siglo XXI es la estupidez.
*
"Almeida y Ayuso afean a la Delegación del Gobierno que autorizase la
manifestación antimascarillas" ABC 17/08/2020
https://www.abc.es/espana/madrid/abci-franco-asegura-sancionara-maxima-dureza-incumplimiento-medidas-colon-202008171008_noticia.html
**
"Argimon recomienda unos grupos escolares lo más pequeños posibles"
La Vanguardia 17/08/2020
https://www.lavanguardia.com/vida/20200817/482864519919/josep-maria-argimon-grupos-escolares-pequenos-coronavirus-catalunya.html
***
"2.500 personas se concentran en
Colón contra el uso obligatorio de las mascarillas" El País 17/08/2020
https://elpais.com/espana/madrid/2020-08-16/2500-personas-se-concentran-en-colon-contra-el-uso-obligatorio-de-las-mascarillas.html?rel=lom
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