Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Uno de
los momentos más fascinantes de la serie documental norteamericana
"Terapia de parejas" se produce en el episodio sexto (T1). El matrimonio
afroamericano debate ante la terapeuta los problemas que plantean el ponerse de
acuerdo. A ella le gusta ir a sitios elegantes a cenar y él se muestra muy
reacio, lo que crea tensiones entre ellos. Una situación que puede ocurrir en
cualquier momento de la vida de pareja.
Pero la
labor de la terapeuta, Orna Gurnalnik, es profundizar en ello, hacer
que busquen las raíces del problema. Pronto sale en las respuestas de Desean,
el marido, una razón: en esos lugares le hacen sentirse "negro", lo
que le provoca un enorme rechazo. "¡No quiero gastar el dinero que tanto
me cuesta ganar en gente como esta, gente que me hace sentir así!", le
dice a su esposa Elaine. Ella insinúa que por qué no reacciona ante esta
actitud. La respuesta es una risa irónica. ¿Protestar? ¿Un "negro"
protestando en un restaurante que los "blancos" consideran su "territorio"?
A
veces, señalan, eran la única pareja negra en el restaurante. Me imagino que
por su mente pasarían los riesgos de levantar la voz o salirse del modelo
sumiso. Una llamada y el final puede ser como el George Floyd, detenido por una
llamada a la Policía por haber pagado con un billete falso de 20 dólares. Basta
con salirse del modelo para que se desaten todas las fuerzas del racismo
latentes en ese exclusivo restaurante de Nueva York, no en algún estado del Sur.
Pero
Elaine mantiene una actitud distante ante las explicaciones de su marido. Ella
es más decidida, le parece que son excusas de Desean para evitar ir a esos
lugares elegantes. No quiere, como él prefiere, ir a restaurantes de barrio en
los que no le gusta estar. Quizá demasiado negros
para su gusto. Desean, en cambio, en ellos se siente relajado, sin tener que
estar a la defensiva, sin sentirse humillado por las miradas que dice sentir en
esos lugares caros.
Parece
que no habrá entendimiento entre ambos. Desean vive la cuestión racial como una
carga cotidiana con la que hay que lidiar, mientras que Elaine no parece
sentirlo y se lo reprocha. Tras once años casados el conflicto permanece
creándoles un profundo malestar y silencio en su relación.
Pero,
de repente, la terapeuta le da un giro a la situación. Le pregunta a Elaine
cómo se siente como mujer en su labor diaria, bajo la mirada de los otros. La
respuesta de ella es inmediata, "¡sucia!". Hay días, dice, en que
debe darse una ducha al llegar a casa por la sensación constante de estar
rodeada de babosos, de insinuaciones.
"¿No
crees que Desean se puede sentir como tú te sientes bajo las miradas de los
hombres?", le pregunta. Elaine queda desconcertada y se da cuenta de que,
efectivamente, su marido padece lo mismo que ella. Ser "mujer"
conlleva su propia presión. Algo cambia en su interior, se ha hecho algún tipo
de luz de comprensión. Ya se puede hacer una idea de cómo se siente Desean.
"No lo había pensado nunca", dice, cuando percibe el paralelismo.
De
repente, "negro" y "mujer" se revelan como categorías de
segunda ante una parte de ese poder fáctico que les rodea. Son víctimas cada
uno de su propia estigmatización a cargo de una sociedad racista y machista.
En esta
pareja que asiste a terapia emerge con rotundidad cómo la sociedad vive en una
tensión y violencia constantes. Como un destello, se hace la luz sobre el sentido de
la mujer que acusó falsamente al ornitólogo del parque solo porque era negro y
no quería tenerlo cerca, cómo George Floyd muere de forma indiferente por
veinte dólares. Pero eran veinte dólares de
un blanco.
Casos y
casos y casos... El mismo patrón social que hace que un día sea un
afroamericano y otro un hispano o un asiático, etiquetas que marcan una
"otredad" agresiva para el sistema.
Hay un
momento en el que Orna Gurnalnik les pregunta directamente: "¿Cómo os
sentís con tener una terapeuta blanca?" La pregunta sorprendentemente le
pilla por sorpresa. No se lo han planteado y salen de forma humorística al
mencionar la película "¡Déjame salir!", en donde es una terapeuta
blanca el eje de una trama racista. Ellos no se han planteado que ella sea
"blanca", algo que es importante porque revela que no eres
"negro" por ser negro, sino porque te hacen sentir "negro",
una categoría que quien tiene el poder establece. Con ella no se sienten
"negros" ni la perciben como "blanca", alguien opuesto a
ellos que no hace sino recordárselo con miradas y gestos.
Es un
momento especial, denso, en su relajación. La tensión que ha supuesto para
ellos sacar a la superficie sus miedos, sus incomodidades ha sido enorme. La
pareja se ha encontrado en ese proceso de autoconocimiento. Ya pueden saber
cómo se sienten ellos mismos y cómo se siente el otro.
La
terapeuta revisa la sesión con su propia analista, la que le ayuda a liberarse
de la enorme carga que suponen los problemas de los demás. Ha asistido,
comenta, a la emergencia del racismo social, de cómo condiciona la vida social
y personal, cómo se manifiesta en la pareja. También a la emergencia de la
presión sobre la mujer, en este caso, sufriendo la doble presión del racismo y
del machismo.
La
serie es un documento extraordinario que nos muestra la vida de pareja a través
de cuatro casos muy distintos en muchos aspectos. Su valor documental es enorme.
La ficción puede mostrarnos casos que son destilaciones de la realidad. Aquí
nos encontramos con un proceso distinto: la transformación de la vida en
relato, con lo que la expresión es forjada a través de la cámara. No hacen falta
grandes proyectos, sino, como hace muchas veces el arte mismo, indagar en la
vida y en sus condicionamientos.
Terapia de parejas es un documental que nos ayuda
a comprender mejor las relaciones y cómo formamos parte de un marco más amplio
que nos marca y limita. Lo que somos es lo que podemos llegar a ser en el
momento en que vivimos. Llevamos el mundo sobre nuestras espaldas, a la manera
de un Atlas de lo cotidiano. Descubrirlo es un proceso de indagación, en este
caso, favorecido por esa terapia de análisis a la que se someten.
Contemplar
la serie es el ejercicio fascinante del viaje a los egoísmos y a los miedos, al
afán de dominación y a las fachadas personales tras las cuales se esconde un yo
vulnerable sometido a la presión inclemente de lo cotidiano.
Uno de
los enormes aciertos de la serie es la terapeuta, Orna Gurnalnik. Es ella la
que nos manda un mensaje implícito, su propia vulnerabilidad. Las sesiones que
ella tiene con su propia terapeuta nos muestran su fachada, el rol que debe asumir
ante ellos y la enorme carga que eso supone. En ella vemos el dolor humanista de quien quisiera arreglar
esas vidas de personas que necesitan de una iluminación que puede alumbrar el
desastre o la esperanza, la mezquindad del egoísmo y el deseo de arreglar la
pareja. Orna Gurnalnik no es un héroe fuerte, no es la persona que tiene el
remedio de nuestros males, sino quien se expone al riesgo de descubrir que no
hay arreglo y que la vida puede ser mejor separados. Su desgaste emocional es
enorme y necesita que le repitan lo que ella misma olvida. Una sesión es solo
una sesión y cabe en ella lo que puede albergar, ni más ni menos. Sacar a la
luz los restos de un naufragio vital no garantiza que el barco rescatado pueda
llegar muy lejos.
La terapia es también útil para quien la observa. No hay nada de morboso en ello gracias a trabajo excelente realizado. Como espectadores nos comprendemos mejor y, más importante, vemos los problemas en un mundo de silencios, de miedos, de falsos exteriores e identidades enterradas.
La parte de Elaine de Desean da nueva luz para entender los fenómenos que han sacudido a los Estados Unidos (y al mundo), el del Black Lives Matter y el del #me_too, racismo y machismo, la discriminación y el acoso en la época agresiva de Trump, la era post Obama. A través de esta pareja comprendemos algo mejor el mundo en que vivimos. No son especiales y eso es lo que inquieta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.