viernes, 21 de agosto de 2020

Terapia necesaria

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Uno de los momentos más fascinantes de la serie documental norteamericana "Terapia de parejas" se produce en el episodio sexto (T1). El matrimonio afroamericano debate ante la terapeuta los problemas que plantean el ponerse de acuerdo. A ella le gusta ir a sitios elegantes a cenar y él se muestra muy reacio, lo que crea tensiones entre ellos. Una situación que puede ocurrir en cualquier momento de la vida de pareja.
Pero la labor de la terapeuta, Orna Gurnalnik, es profundizar en ello, hacer que busquen las raíces del problema. Pronto sale en las respuestas de Desean, el marido, una razón: en esos lugares le hacen sentirse "negro", lo que le provoca un enorme rechazo. "¡No quiero gastar el dinero que tanto me cuesta ganar en gente como esta, gente que me hace sentir así!", le dice a su esposa Elaine. Ella insinúa que por qué no reacciona ante esta actitud. La respuesta es una risa irónica. ¿Protestar? ¿Un "negro" protestando en un restaurante que los "blancos" consideran su "territorio"?
A veces, señalan, eran la única pareja negra en el restaurante. Me imagino que por su mente pasarían los riesgos de levantar la voz o salirse del modelo sumiso. Una llamada y el final puede ser como el George Floyd, detenido por una llamada a la Policía por haber pagado con un billete falso de 20 dólares. Basta con salirse del modelo para que se desaten todas las fuerzas del racismo latentes en ese exclusivo restaurante de Nueva York, no en algún estado del Sur.


Pero Elaine mantiene una actitud distante ante las explicaciones de su marido. Ella es más decidida, le parece que son excusas de Desean para evitar ir a esos lugares elegantes. No quiere, como él prefiere, ir a restaurantes de barrio en los que no le gusta estar. Quizá demasiado negros para su gusto. Desean, en cambio, en ellos se siente relajado, sin tener que estar a la defensiva, sin sentirse humillado por las miradas que dice sentir en esos lugares caros.
Parece que no habrá entendimiento entre ambos. Desean vive la cuestión racial como una carga cotidiana con la que hay que lidiar, mientras que Elaine no parece sentirlo y se lo reprocha. Tras once años casados el conflicto permanece creándoles un profundo malestar y silencio en su relación.
Pero, de repente, la terapeuta le da un giro a la situación. Le pregunta a Elaine cómo se siente como mujer en su labor diaria, bajo la mirada de los otros. La respuesta de ella es inmediata, "¡sucia!". Hay días, dice, en que debe darse una ducha al llegar a casa por la sensación constante de estar rodeada de babosos, de insinuaciones.


"¿No crees que Desean se puede sentir como tú te sientes bajo las miradas de los hombres?", le pregunta. Elaine queda desconcertada y se da cuenta de que, efectivamente, su marido padece lo mismo que ella. Ser "mujer" conlleva su propia presión. Algo cambia en su interior, se ha hecho algún tipo de luz de comprensión. Ya se puede hacer una idea de cómo se siente Desean. "No lo había pensado nunca", dice, cuando percibe el paralelismo.
De repente, "negro" y "mujer" se revelan como categorías de segunda ante una parte de ese poder fáctico que les rodea. Son víctimas cada uno de su propia estigmatización a cargo de una sociedad racista y machista.
En esta pareja que asiste a terapia emerge con rotundidad cómo la sociedad vive en una tensión y violencia constantes. Como un destello, se hace la luz sobre el sentido de la mujer que acusó falsamente al ornitólogo del parque solo porque era negro y no quería tenerlo cerca, cómo George Floyd muere de forma indiferente por veinte dólares. Pero eran veinte dólares de un blanco.
Casos y casos y casos... El mismo patrón social que hace que un día sea un afroamericano y otro un hispano o un asiático, etiquetas que marcan una "otredad" agresiva para el sistema.


Hay un momento en el que Orna Gurnalnik les pregunta directamente: "¿Cómo os sentís con tener una terapeuta blanca?" La pregunta sorprendentemente le pilla por sorpresa. No se lo han planteado y salen de forma humorística al mencionar la película "¡Déjame salir!", en donde es una terapeuta blanca el eje de una trama racista. Ellos no se han planteado que ella sea "blanca", algo que es importante porque revela que no eres "negro" por ser negro, sino porque te hacen sentir "negro", una categoría que quien tiene el poder establece. Con ella no se sienten "negros" ni la perciben como "blanca", alguien opuesto a ellos que no hace sino recordárselo con miradas y gestos.
Es un momento especial, denso, en su relajación. La tensión que ha supuesto para ellos sacar a la superficie sus miedos, sus incomodidades ha sido enorme. La pareja se ha encontrado en ese proceso de autoconocimiento. Ya pueden saber cómo se sienten ellos mismos y cómo se siente el otro.
La terapeuta revisa la sesión con su propia analista, la que le ayuda a liberarse de la enorme carga que suponen los problemas de los demás. Ha asistido, comenta, a la emergencia del racismo social, de cómo condiciona la vida social y personal, cómo se manifiesta en la pareja. También a la emergencia de la presión sobre la mujer, en este caso, sufriendo la doble presión del racismo y del machismo.


La serie es un documento extraordinario que nos muestra la vida de pareja a través de cuatro casos muy distintos en muchos aspectos. Su valor documental es enorme. La ficción puede mostrarnos casos que son destilaciones de la realidad. Aquí nos encontramos con un proceso distinto: la transformación de la vida en relato, con lo que la expresión es forjada a través de la cámara. No hacen falta grandes proyectos, sino, como hace muchas veces el arte mismo, indagar en la vida y en sus condicionamientos.
Terapia de parejas es un documental que nos ayuda a comprender mejor las relaciones y cómo formamos parte de un marco más amplio que nos marca y limita. Lo que somos es lo que podemos llegar a ser en el momento en que vivimos. Llevamos el mundo sobre nuestras espaldas, a la manera de un Atlas de lo cotidiano. Descubrirlo es un proceso de indagación, en este caso, favorecido por esa terapia de análisis a la que se someten.
Contemplar la serie es el ejercicio fascinante del viaje a los egoísmos y a los miedos, al afán de dominación y a las fachadas personales tras las cuales se esconde un yo vulnerable sometido a la presión inclemente de lo cotidiano.


Uno de los enormes aciertos de la serie es la terapeuta, Orna Gurnalnik. Es ella la que nos manda un mensaje implícito, su propia vulnerabilidad. Las sesiones que ella tiene con su propia terapeuta nos muestran su fachada, el rol que debe asumir ante ellos y la enorme carga que eso supone. En ella vemos el dolor humanista de quien quisiera arreglar esas vidas de personas que necesitan de una iluminación que puede alumbrar el desastre o la esperanza, la mezquindad del egoísmo y el deseo de arreglar la pareja. Orna Gurnalnik no es un héroe fuerte, no es la persona que tiene el remedio de nuestros males, sino quien se expone al riesgo de descubrir que no hay arreglo y que la vida puede ser mejor separados. Su desgaste emocional es enorme y necesita que le repitan lo que ella misma olvida. Una sesión es solo una sesión y cabe en ella lo que puede albergar, ni más ni menos. Sacar a la luz los restos de un naufragio vital no garantiza que el barco rescatado pueda llegar muy lejos.
La terapia es también útil para quien la observa. No hay nada de morboso en ello gracias a trabajo excelente realizado. Como espectadores nos comprendemos mejor y, más importante, vemos los problemas en un mundo de silencios, de miedos, de falsos exteriores e identidades enterradas. 
La parte de Elaine de Desean da nueva luz para entender los fenómenos que han sacudido a los Estados Unidos (y al mundo), el del Black Lives Matter y el del #me_too, racismo y machismo, la discriminación y el acoso en la época agresiva de Trump, la era post Obama. A través de esta pareja comprendemos algo mejor el mundo en que vivimos. No son especiales y eso es lo que inquieta.



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