viernes, 7 de agosto de 2020

Publicidad y educación

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Parece que se ha establecido una competición entre comunidades autónomas para ver cuál es la que lanza el spot televisivo más tremendo sobre los efectos de no tener cautela con el COVID19. Una vez que se ha establecido claramente que la mayoría de los contagios son por efecto de las relaciones sociales, especialmente familia y amigos, que son lógicamente los que tenemos más cerca y con los que estamos más tiempo en esta época vacacional, se intenta combatir al virus allí donde está el peligro, en la mente de los imprudentes.
Varias veces hemos señalado desde aquí que la comunicación iba perdiendo eficacia al desplazarse el tipo de destinatario hacia grupos más concretos que la generalidad inicial. El énfasis, puesto en la capa superior de los grupos de edad por las muertes en residencias, se desplaza en estos momentos a unos grupos muchos más jóvenes, ya que es allí donde se producen la mayoría de los contagios. Nos dicen que son las reuniones familiares el foco principal y después el llamado ocio nocturno que puede ser perfectamente diurno si se sigue haciendo lo mismo en otro lugar o a otra hora.


Esto implica que lo único eficaz es trabajar realmente sobre el cambio de actitudes. Esas cosas tan aparentemente precisas de "no más de diez" y demás son solo cifras. Lo realmente importante son las condiciones y la proximidad. Evidentemente, cuantas más personas haya en un espacio, aumentan las probabilidades de que haya una con el coronavirus y aumenta el número de personas a las que puede contagiar. Pero el contagio se puede producir entre dos personas si estas no mantienen las distancias, no realizan los actos higiénicos antes y después de los encuentros y no van provistas de los mecanismos de prevención, como son las mascarillas.
Hace un par de días, se volvía a incidir en el diario El País en el aspecto de la ventilación. Lo hacían con una entrevista a Martín Kriegel, experto en calidad ambiental. El titular incidía en el aspecto más preocupante (no significa que todos estén preocupados) de lo que se avecina, la vuelta al curso:

Clases de media hora con pausas de 15 minutos para ventilar las aulas. Martin Kriegel (1975, Kiel, Alemania) admite que su propuesta es “controvertida”, pero cree que es necesaria para advertir sobre un reto inminente: la falta de preparación de los Gobiernos ante el retorno de un curso escolar marcado por la epidemia del coronavirus. Kriegel es director del Instituto de ingeniería Hermann Rietschel (HRI), un departamento de la Universidad Técnica de Berlín fundado en 1885, el más antiguo del mundo dedicado a la investigación de ventilación, energía y calidad ambiental en edificios. El HRI está actualmente volcado en el estudio de la transmisión de la covid a través de partículas suspendidas en el aire.
“Se ha infravalorado la transmisión del SARS-CoV-2 por vía aérea”, asegura Kriegel. “Ya había brotes de la enfermedad en primavera muy bien documentados y que apuntaban a que la transmisión por aerosoles era extremadamente plausible”. Los aerosoles son gotas minúsculas de partículas, sólidas o líquidas, que se mantienen suspendidas en el aire por largos periodos de tiempo. No fue hasta el 9 de julio que la Organización Mundial de la Salud (OMS) incluyó los aerosoles humanos –principalmente de saliva– como potencial vía de infección de la covid-19. Esta opción había sido relativizada por la OMS hasta entonces pese a que se habían confirmado casos de contagio por el aire y pese al creciente número de informes y peticiones desde el mundo científico que advertían de la cuestión.*



Pienso practicarlo en mis grupos, suponiendo que podamos entrar en nuestras aulas. Distancia, mascarilla, higiene... y mucha ventilación. Será un invierno fresco, y puede que haya que dar clase con las ventanas abiertas, pero es mejor eso que tener que suspender las clases. La Universidad ha reducido el número de alumnos por aula, pero ahora mismo las probabilidades mayores de riesgo están precisamente en la edad universitaria y de los institutos, que son los que tienen mayor actividad social intragrupal. Todos estos factores se multiplican: interacción, concentración y exposición. Tampoco el hecho de que haya muchos asintomáticos entre los jóvenes, pues pueden estar perfectamente y asistir a clase contagiando a otros. ¿Les vamos a realizar test a todos cada día? Es poco probable y habrá que tomar temperaturas, pero tampoco es un método fiable y complicado de poner en marcha por los problemas que puede causar en el acceso a las ¿aulas?, ¿edificios?, ¿campus?
Las Universidades, como otras instituciones tienen los dedos cruzados, pero los problemas se pueden plantear desde los primeros días y tener que ir cerrando, tal como se están cerrado escuelas y otro tipo de espacios cuando aparece un caso. A los problemas del alumnado hay que sumar los posibles del profesorado. También están sometidos a riesgo y los que entramos en grupos de riesgo ya sea por edad o por enfermedades previas, pueden tener que dejar en cualquier momento sus clases. Unas bajas se pueden cubrir, pero ¿y si se va a más?
Esto es un problema mayor que el de la "educación online", que tiene su función, objetivos y métodos. Es una mezcla de problemas y una lucha por soluciones que pasan por recursos, formación y responsabilidad, todo ello envuelto en estrategias eficaces y en anticipación de escenarios posibles para evitar que el daño sea irrecuperable en educación y en vidas.


Las campañas que se recogen en el diario El País están dirigidas a los jóvenes, en estos momentos en el punto de mira. Cuando se vayan (los que puedan) los temporeros, solo quedarán ellos para echarles la culpa. Sin embargo todo es mucho más complejo y complicado, que no es lo mismo. Unas son descarnadas, otras insultantes. Buscan el impacto, como es típico de la publicidad de este tipo de situaciones. ¿Recuerdan las campañas de tráfico ante vacaciones y puentes o las del tabaco? Es el mismo camino.
Los especialistas sanitarios recogidos por el diario no comparten su opinión:

“Al ser un mensaje tan fuerte, lo recuerdas. Luego quizás puede generar preocupación, pero también ayudan a la prevención, que es de lo que se trata”, explica Ana González-Pinto, presidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica. “La gente más preocupada por el coronavirus agradecerá este tipo de anuncios. Quizá se puedan sentir molestas otras personas, que vean los mensajes alarmistas, pero yo creo que pueden ayudar”, continúa. En su opinión, “el problema con el coronavirus es que todavía no hay mucha conciencia de la situación, pero en dos semanas esto se puede disparar”, por eso defiende mostrar hospitales y enfermos en la publicidad: “Son cosas que están ahí y si no las enseñas la gente no se las imagina”.
En cambio Ignacio Morgado, catedrático de Psicobiología de la Universitat Autònoma de Barcelona, resta importancia a este tipo de spots: “Creo poco en este tipo de campañas amenazadoras. Este tipo de anuncios sirven para que los Gobiernos puedan decir que están haciendo algo. La gente que está concienciada ve en ellos un factor positivo, porque refuerza su sensibilidad, y en ese sentido tienen un valor. Pero la gente irresponsable o que no se siente solidaria no hace caso de ellos”. El catedrático señala que la publicidad influye en los individuos de manera muy diferente. “Depende mucho de cada tipo de persona, a las que tengan un sistema emocional más sensible les afectará más”.**



Aunque no estén de acuerdo, quizá tengan razón ambos. No todo el mundo reacciona ante estos mensajes de igual forma. Los habrá irredentos y desafiantes, que gusten de provocar por entrar en los sitios dando la nota. Puede que otros se asusten y reaccionen. Vuelvo a insistir, como ya señalé hace unos días, que se aprecia a simple mirada callejera un aumento entre los jóvenes de las mascarillas. Quizá sean los adolescentes sobre los que la autoridad familiar tiene efecto en esto. Sin embargo, se empiezan a ver grupos de adultos, algunos entrados en años, que se sientan con un café o con una cerveza delante, lo que les sirve de excusa para no tener la mascarilla puesta en público durante mucho tiempo. Los encargados, con poco público, no van a ser quienes les llamen la atención.
Los grupos se irán perfilando, marchándose los que no están de acuerdo y juntándose los que compartan el mismo estilo de burlar las normas. Así, se irán creando grupos que busquen la seguridad y otros que, en cambio, buscan reforzarse entre ellos.
Sería ingenuo pensar que todo el mundo es responsable, que todo el mundo es inocente o bien intencionado. Cada sociedad debe tener su porcentaje de irresponsables en una mezcla de mala educación y de mal ejemplo junto a dotes naturales para la estupidez o la arrogancia.


El COVID19 es una prueba para las sociedades y las personas, para los gobiernos e instituciones, para todos. No creo que haya existido un acontecimiento o situación que haya exigido de todo el planeta una serie de acciones y medidas de este calibre. El mundo ha cambiado y debemos adaptarnos mientras no podamos erradicarlo. Lo contrario sería un enorme error que ya está costando cientos de miles de vidas, millones de infectados, arruinando el mundo que hemos conocido, de las aulas a las relaciones personales, del lugar de trabajo a la cultura.
Quizá haya que empezar a pensar en incluir en las escuelas, en los institutos y en las universidades una nueva asignatura. Quizá deberíamos empezar a confiar más en la educación que en la publicidad, aunque haya un tiempo para cada cosa. Pero no se educa en un día.


** "“Hay que reducir el tiempo de las clases para limitar la exposición al virus”" El País  5/08/2020 https://elpais.com/ciencia/2020-08-04/habria-que-reducir-el-tiempo-que-duran-las-clases-en-los-colegios-para-limitar-la-exposicion-al-virus.html
* Miguel Ángel Medina "Pistolas, insultos y crematorios para que la gente se ponga la mascarilla" El País 7/08/2020 https://elpais.com/sociedad/2020-08-06/pistolas-insultos-y-crematorios-para-que-la-gente-se-ponga-la-mascarilla.html

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