domingo, 2 de agosto de 2020

El dedo en la herida norteamericana (y más allá)

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Demoledor el análisis del premio Nobel de Economía, Paul Krugman, en The New York Times. Lo ha hecho en un artículo de opinión titulado de forma muy directa, para que no haya equívocos, "The Cult of Selfishness Is Killing America".
La situación actual de los Estados Unidos, con Donald Trump al frente, es una continua paradoja, como hemos señalado de forma constante aquí en múltiples ocasiones. La situación actual no es más que la consecuencia lógica de las actitudes que llevaron a Trump a la Casa Blanca. No sé si llamarlo "fatalidad", que le daría un sentido trágico. Sería falsear el sentido. No hay "justicia poética" ni "karma", solo lo más difícil de sostener, la "responsabilidad", asumir que lo que hacemos tiene consecuencias, que el presente es cincelado a golpe de estupideces pasadas, corregido por los aciertos puntuales en los que nos sobreponemos a nosotros mismos. Pero la América de Trump carece de esa inteligencia de la supervivencia guiada por ese teórico "gen egoísta" del que nos habló Richard Dawkins o por el narcisismo de la madrastra de Blancanieves que quiere seguir siendo la más bella reflejada en el espejo, pese al deterioro provocado por su mala vida.


Tras señalar el escándalo que suponen las cifras de muertes y contagios de los estados Unidos respectos a, por ejemplo, Europa, Krugman entra en las causas de

On the face of it, the answer is that Trump and allies were so eager to see big jobs numbers that they ignored both infection risks and the way a resurgent pandemic would undermine the economy. As I and others have said, they failed the marshmallow test, sacrificing the future because they weren’t willing to show a little patience.
And there’s surely a lot to that explanation. But it isn’t the whole story.
For one thing, people truly focused on restarting the economy should have been big supporters of measures to limit infections without hurting business — above all, getting Americans to wear face masks. Instead, Trump ridiculed those in masks as “politically correct,” while Republican governors not only refused to mandate mask-wearing, but they prevented mayors from imposing local mask rules.
Also, politicians eager to see the economy bounce back should have wanted to sustain consumer purchasing power until wages recovered. Instead, Senate Republicans ignored the looming July 31 expiration of special unemployment benefits, which means that tens of millions of workers are about to see a huge hit to their incomes, damaging the economy as a whole.
So what was going on? Were our leaders just stupid? Well, maybe. But there’s a deeper explanation of the profoundly self-destructive behavior of Trump and his allies: They were all members of America’s cult of selfishness.*



Tras la irresponsabilidad está la soberbia, principio de casi todos los males. No pueda calificarse de otra manera la actitud poco inteligente mostrada por Trump y el efecto imitativo, que sería un elemento que Krugman no desarrolla en su breve espacio, pero que merece la pena resaltarse.
¿Qué necesidad hay de imitar a Trump? La imitación es un mecanismo que excluye la inteligencia, es copiar sin razonamiento. Los republicanos no han seguido a Trump porque tuviera razón; al contrario, justificaban la imitación en lo razonable. Y los efectos de seguir a un narcisista, de elevar sus traumas al nivel de norma social, ha tenido sus efectos.
En efecto, Trump despreciaba la mascarilla, pero no porque hubiera alguna lógica, sino porque era Trump. Como ha señalado en ocasiones, no quería mostrar a sus enemigos alguna señal de miedo. Trump aplicó las viejas normas y consejos de familia, no las de la sanidad. Los retratos "familiares" de Donald Trump abundan en ese detalle. Su ignorancia ha tomado la mascarilla como signo de miedo, de debilidad. Y los demás le han imitado. Luego vienen las justificaciones.


Habría que ahondar en el nivel de pobreza intelectual del partido republicano que ha llevado al suicidio político y a la crisis de salud, ahondar en el nivel de sumisión ante una figura con tantas carencias como Trump. Viendo el comportamiento de algunos gobernadores republicanos se entiende la deriva mimética ante Trump. La maestría de Donald Trump es la transformación de su traumática bravuconería en principio político.
Y es ahí donde Krugman introduce el factor esencial, la conversión del egoísmo en principio de adoración por encima del sentido común o del mero sentido de la supervivencia colectiva.
Citamos al genetista Richard Dawkins y su famosa obra El gen egoísta, quizá una las obras peor interpretadas políticamente, pero que casaba bien con la filosofía ultraliberal que se desencadenó en los años ochenta como reacción a los movimientos sociales por todo el mundo.


El egoísmo idolatrado es precisamente el que resulta más perjudicial en caso de una pandemia, ya que —como hemos comentado en diversas ocasiones— el comportamiento colectivo no se debe ver enfrentado al individual, sino a la irresponsabilidad. Es la idea de Krugman: no han sabido entender que ponerse una mascarilla es la forma de protegerse uno mismo y también los demás. Necesito a los otros, por muy egoísta que pueda ser, necesito que consuman, que viajen, que trabajen. La retirada de paraguas sociales contra las tormentas lo único que hace es extender la pobreza más rápidamente y que la crisis se produzcan sin redes de contención.
Los múltiples recortes en todo lo público, de la sanidad a los subsidios pasando por la educación y la ciencia, lo único que hacen es agravar una crisis de estas características.


La manifestación ayer en Berlín, ondeando banderas de todos los países (incluidas españolas), en contra de las medidas de protección no son más que una mala imitación de los planteamientos que han llevado al desastre sanitario y económico en los Estados Unidos. Se imita irreflexivamente, pero no inocentemente.
El hecho de que se quieran quitar las protecciones usadas en Europa al único que beneficia es a los propios Estados Unidos de Trump, al que siempre le ha interesado una Europa débil y dependiente en todos los ámbitos. La retirada estos días de tropas destacadas en Alemania es un ejemplo más de esas sutilezas norteamericanas, una forma de presión. No han tardado en salir las noticias de las quejas de los vecinos de las localidades afectadas señalando que los soldados son la base de la economía de sus pueblos. Sorprendentemente prefieren tener unas bases militares extranjeras a modificar su economía local, que se ha hecho dependiente de las decisiones norteamericanas. Es solo un ejemplo, pero muy ilustrativo.


Lo señalado por Paul Krugman es cierto. La política inteligente se basa en la seguridad no en el rechazo a las normas de protección. La única forma clara de ir abriendo la economía es garantizar entorno y, especialmente, comportamiento responsables. De poco sirve que un entorno sea seguro si quienes lo frecuentan incumplen las normas. Esto es lo que está pasando allí donde se reabren las actividades, por lo que la evolución podría ser un movimiento de fuelle entre aperturas y confinamientos. Cuando el nivel de contagios desciende se abre y poco después se debe cerrar porque vuelve a aumentar.
El gran problema, al igual que en los Estados Unidos, es el proceso de imitación inconsciente de la irresponsabilidad. Puede que la inteligencia sea un rasgo individual que condene a los individuos sensatos al aislamiento saludable. De hecho, suele ser así. Me imagino que todavía queda alguna gente en el mundo que no consideran una pérdida de tiempo quedarse en su casa leyendo un libro y escuchando música. Se nos ha educa paralelamente con intensidad en una cultura del ocio activo, social, movido. Nada hay peor que tus amigos te consideren un aburrido, especialmente en la adolescencia, un periodo que se ha ido ampliando hasta más allá de los treinta años. Algunos confunden la juventud con la idiotez irresponsable. Ellos sabrán el por qué de sus comportamientos pero es probable que solo lo puedan explicar con vagos "estoy de vacaciones" o un simple "me aburro".



Saldremos de esta, me imagino, pero el coste social es enorme. Me refiero a la imagen que ha estado aflorando de nuestras sociedades, de su incapacidad para transformar sus hábitos más triviales.
Como bien señala Krugman, se ha confundido el egoísmo con la libertad. Es una confusión muy peligrosa que nos lleva a muchos problemas que permanecían ocultos. La mejor conclusión que se puede sacar de esta situación, algo que sea válido para el futuro y nuestra supervivencia es, por el contrario, la necesidad de armonizar el conjunto de forma responsable. Si no somos capaces de entender que la responsabilidad es la que reduce los contagios y la irresponsabilidad egoísta la que los aumenta, es que estamos muy ciegos. Va a ser la responsabilidad la que salve nuestra economía, lo que permitirá, siendo responsables, hacer con prevención las que nos gusta y empezar a mentalizarnos de lo peligroso que resulta no modificar ciertas prácticas.


La frase con la que Paul Krugman cierra su artículo es contundente, un grand finale: "What the coronavirus has revealed is the power of America’s cult of selfishness. And this cult is killing us".* Como suele suceder, somos nuestros peores enemigos.
El ejemplo negativo de los Estados Unidos nos debería ayudar a tener claro hasta dónde se puede llegar cabalgando el potro del egoísmo Desgraciadamente, hay mucho irresponsable coreando que la falta de medidas es la mejor medida. Sus ecos nos llegan desde Berlín, ondeando banderas de muchos países y con un elemento que le une, la estupidez. El empeño en imitar lo que hacen en el país con peores cifras y resultados sanitarios es uno de esos misterios que no es fácil penetrar. Pero la estupidez siempre ha sido difícil de entender precisamente por su incoherencia y por su constancia.
Hay muchos intereses en crear el caos. Otros, simplemente, son caóticos en su visión del mundo y tienen la doble desgracia de estar convencidos de sus propias estupideces. Solo hay una forma de reducir los efectos de la pandemia y no es, desde luego, prescindir de las mascarillas. Al final, Trump tiene el muro, aunque sea para bloquear sus salidas. Por algún extraño motivo, la bruja del cuento ha decidido que la mejor manera de recuperar la belleza es comerse su propia manzana envenenada. ¡Cosas peores se han visto!



* Paul Krugman "The Cult of Selfishness Is Killing America" The New York Times 27/07/2020   https://www.nytimes.com/2020/07/27/opinion/us-republicans-coronavirus.html

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