martes, 31 de diciembre de 2013

La debilidad

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La relevancia de un acontecimiento está en función de las direcciones en que se dirigen sus efectos e, inversamente, por la cantidad de elementos que lo determinan. Aunque la cadena Fox y otros medios considerara 2013 como "el peor año de Obama", su "año horrible", consideraremos que es importante su papel porque no se trata de señalar figuras "exitosas" o realizadoras de grandes hallazgos, como ocurriría si nos fijáramos, por ejemplo, en los campos de la Ciencia o las Artes, sino de los acontecimientos que pueden desencadenar en su misma debilidad.
En este sentido, la debilidad de Obama durante el año es también un acontecimiento en el sentido de tener múltiples consecuencias y efectos para los demás. El que a Barack Obama no le hayan salido las cosas cómo él quería —los escándalos del espionaje masivo, de las escuchas a los líderes mundiales, el "Obamacare", el parón de la administración federal...— no significa que lo que finalmente ocurrió, incluso en contra de sus deseos, no haya sido de gran importancia para el restoo. Y el núcleo de los acontecimientos, a mi entender, ha estado en Siria.

La crisis siria ha servido para dar un vuelco a las relaciones internacionales. Es una crisis no resuelta en sí misma, pero con una influencia profunda. Por Siria, Occidente, bajo el liderazgo de los Estados Unidos y a petición de Barack Obama, estuvo a punto de entrar de lleno en una guerra de imprevisibles consecuencias, un auténtico giro. No lo dio en un sentido, pero lo dio inesperadamente en otro.
La crisis se produjo por un incidente que comprometía unas palabras dichas por un presidente de los Estados Unidos que jamás pensó que se fuera a producir: el uso de armas químicas por el ejército sirio. En paralelo a su desgaste brutal en el enfrentamiento con los republicanos, el presidente Obama anuncia la decisión drástica de poner en marcha una intervención militar, con pocos visos de solucionar nada pero con posibles consecuencias internacionales muy graves, advertidas por los distintos implicados en la zona, entre ellos Rusia. 
No sabemos qué elementos pesaron más en la toma de esa decisión. No voy a caer en el tópico de señalar que los presidentes norteamericanos organizan las guerras para ganar popularidad. Solo señalar que Obama se encuentra con el fracaso de su política en Oriente Medio, con el desafío de prácticamente todos los antiguos aliados, como Egipto, o el asesinato de su embajador en Libia. Su fracaso ha sido, según se percibe, por la falta de resolución y la pérdida de respeto. Obama considera que Siria ha desafiado la advertencia americana traspasando un límite por él fijado un año antes. Es probable que ese límite se le recuerde como ejemplo de su debilidad dentro de los propios Estados Unidos. Y Obama decide cumplir su palabra respecto al límite permisible en una guerra que lleva ya cien mil muertos. Se han traspasado, señala, la barreras acordadas. 

Desde mi punto de vista, fue otra debilidad, la de David Cameron, la determinante al no sacar adelante el apoyo necesario en el Parlamento a la intervención británica en apoyo de los Estados Unidos. Y fue esa debilidad de Cameron la que hizo a Obama, a su vez, plantear ante las comisiones de las cámaras el beneplácito para la intervención. Eso supuso para la clase política norteamericana en su conjunto, un grave problema de percepción del liderazgo de su presidente y, con él, del liderazgo de los Estados Unidos en el mundo. Les puso en un aprieto: si accedían, se metían en una guerra absurda y además le reforzaban al apoyarle; si no lo hacían, desautorizaban a su presidente y comandante en jefe ante el mundo, una mala señal de debilidad y titubeo.
Los políticos que se dedicaban al boicoteo de las iniciativas presidenciales, desde cualquier nombramiento a las críticas al programa de salud, se enfrentaron a que con ese debilitamiento de su presidente estaban creándose problemas ellos mismos —la percepción de sus electores de que anteponían sus intereses a los de la nación— y debilitándose en el exterior, lo que planteaba grandes riesgos.
Solo la inesperada intervención de Rusia, tomando rápidamente un "desliz" de John Kerry en una declaraciones hechas al contestar una pregunta de la prensa, permitió dar una salida que no pasara por la intervención militar norteamericana a la situación que habría desatado un caos mayor al ya existente en la zona, máxime teniendo en cuenta que la debilidad norteamericana en la zona habría alcanzado un carácter preocupante.

La intervención rusa sitúa a Vladimir Putin jugando con blancas en la política mundial, especialmente en la zona, abandonando el segundo plano al que el protagonismo norteamericano había relegado a Rusia. Su elección —como ya comentamos— como "personaje influyente del año" por algunos medios era una bofetada a la política norteamericana. Nosotros hablamos de "pax rusa".
Cuando se produjeron los acontecimientos sirios, aventuramos que Putin y Rusia intervenían no solo para mostrar su "fortaleza", sino para evitar por todos los medios que su aliado sirio, bajo su protección, pudiera quedar debilitado y eso hiciera crecer el poder de los yihadistas de Al-Qaeda, que se habían hecho con amplios poderes dentro de la oposición siria, comenzando ya a eliminar rivales futuros en el control. Ya no había una guerra, sino dos. La primera se daba entre el gobierno sirio y sus opositores, mientras que la segunda se libraba en el interior de la propia oposición siria, desbordados por la creciente presencia yihadista entre sus filas. Las guerras sirven a Al-Qaeda como campo de entrenamiento y como forma de recabar sus apoyos.

Es esta segunda confrontación la que preocupa a Rusia. Los acontecimientos ocurridos en estos días, ayer mismo, en Rusia, con los atentados suicidas en el Cáucaso, a pocas semanas de la inauguración de los Juego Olímpicos de Invierno, lo que tiene realmente preocupado a Putin, como se hace cada vez más evidente. Los terroristas fanáticos de Al-Qaeda han llamado, a través de vídeos difundidos por las redes, a atentar contra los juegos en Sochi, en dirigirse a Moscú si en imposible acercarse a la ciudad olímpica y, si la capital se muestra también impenetrable, hacer estallar cualquier objetivo en cualquier ciudad rusa. La decisión de Obama y de los países aliados, enfrentados al gobierno sirio, de restringir el armamento a los combatientes en Siria no es más que la constatación del peligro de estar armando al enemigo. La fanática guerra yihadista contra el mundo fuerza las alianzas y, tal como ocurrió con el 11-S, obligará a tomar nuevas medidas a todos.
Los atentados que se hagan contra Rusia durante los Juegos Olímpicos se harán contra Occidente y serán una muestra de poder frente a los países árabes que no suscriben esta política islamista radical —un gran escaparate publicitario y reclutador—, pues los Juegos son algo más que un objetivo ruso. La necesidad de que Occidente comprenda esto es lo que ha estado acelerando las muestras de "buena voluntad" de Putin liberando a los detenidos políticos, incluidas las integrantes de  Pussy Riot que quedaban en prisión, a los activistas de Green Peace detenidos o al millonario Mijaíl Jodorkovski, opositor a Putin. No es tanto el miedo a las protestas o boicots al vodka por parte de la comunidad gay de todo el mundo, sino algo más serio para él. Putin puede manejar, como ha hecho hasta el momento, esos boicots usándolos a su favor a través del fomento del conservadurismo nacionalista, religión ortodoxa incluida. Lo que no puede afrontar  tan fácilmente es el desgaste del terrorismo para sus planes de expansión en Asia, una guerra abierta en muchos frentes. A Putin, como a Occidente, como a una gran parte de Oriente Medio, no les interesa el cáncer del integrismo islámico, que acaba derivando hacia el terrorismo en su ideal del califato, en su guerra contra el mundo. Putin lo ha entendido antes que algunos políticos norteamericanos y del resto de Occidente.


Es esta comprensión la que ha abierto otra puerta esencial en la zona, con Rusia y Estados Unidos de nuevo: la de Irán. Los cambios en las elecciones en Irán han mostrado que solo se puede escapar del control de los más conservadores internos sacudiéndose los elementos que han determinado el aislamiento iraní.
Tendemos a considerar los bloqueos desde el exterior, pero internamente lo que hacen es reforzar a los mandatarios más conservadores y aumentar su poder. El aislamiento perjudica a los pueblos y beneficia a sus gobernantes, que tienen fáciles herramientas para manejarlos. La salida oxigenante de Rohani ha sido subirse al carro sirio para poder desbloquear el programa nuclear desde el exterior. Las críticas a Rohani en el interior de Irán, de los más conservadores, demuestran que les ha burlado precisamente allí donde no podían controlarle, en el exterior, quitándoles esa baza. Ha sido la debilidad interna de Hassan Rohani lo que le ha movido a buscar sus jugadas mediante acciones exteriores.

La buena acogida del gobierno norteamericano contrasta con los recelos de la oposición republicana, que ve en los acuerdos con Irán otro signo de la debilidad de Obama que se traslada a la percepción internacional de Estados Unidos. También, en paralelo, han sido los opositores de Rohani lo que más han recelado de los acuerdos exteriores; han querido presentarlo como una claudicación ante Occidente.
Obama, Rohani y Putin han sacado sus beneficios en función de sus respectivas situaciones, ante sus debilidades internas los dos primeros, y ante la amenaza exterior que no puede controlar, en el caso del presidente ruso.
Las debilidades de terceros han favorecido, desgraciadamente, a otro personaje, el presidente sirio Al-Assad, que ve cómo se le eliminan los apoyos logísticos y materiales a sus adversarios, y cómo Occidente rebaja el nivel de protestas respecto a sus cruentas actuaciones.

El año 2014 —nos tememos— estará marcado por lo que ocurra en Sochi, como 2013 lo ha estado por lo ocurrido en Siria. El uso de armas químicas es un punto que se amplifica y tiene efectos sobre las cadenas de decisiones que se entrecruzan configurando el tejido de lo que llamamos Historia. Los acontecimientos que ocurran —y todos los signos apuntan a ello— en los Juegos Olímpicos tendrán efectos amplios y provocarán reacciones y cambios de estrategias y alianzas. 
La debilidad es un agente más de la Historia como lo es la fortaleza. Hay debilidades que pretender mostrar fuerza, mientras que existen fuerzas que no son más que muestra de debilidad. Quizá ambas no sean más que percepciones que nos llevan a actuar de una forma u otra. Las dos tienen sus consecuencias, como todo lo tiene. Un motivo más para la prudencia.

 
 




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